Rubén Darío

Leda

El cisne en la sombra parece de nieve;

su pico es de ámbar, del alba al trasluz;

el suave crepúsculo que pasa tan breve,

las cándidas alas sonrosa de luz.


Y luego, en las ondas del lago azulado,

después que la aurora perdió su arrebol,

las alas tendidas y el cuello enarcado,

el cisne es de plata, bañado de sol.


Tal es, cuando esponja las plumas de seda,

olímpico pájaro herido de amor,

y viola en las linfas sonoras a Leda,

buscando su pico los labios en flor.


Suspira la bella desnuda y vencida,

y en tanto que al aire sus quejas se van,

del fondo verdoso de fronda tupida

chispean turbados los ojos de Pan.