Pebete Daneri
el Poeta
Esta sencilla publicación tiene como única finalidad dejar un testimonio impreso que pueda contribuir -con su limitado alcance a la difusión que merece la rica y vasta obra poética de Pablo J. Daneri.
Las palabras que siguen y que presentamos a manera de prólogo son parte de un valioso trabajo sobre la personalidad y la obra del poeta, realizado por la Profesora Norma R. Martinez de Martinetti.
Los poemas fueron seleccionados por ser representativos de la. diversidad de motivos y formas expresivas en que se prodigó la elevada labor de nuestro inolvidable Pebete.
MARIO FISCHER
Cuando otros pueblos se enorgullecen de su crecimiento económico e industrial, de sus riquezas naturales y de sus adelantos técnicos, Gualeguaychú a la que no le faltan estos motivos para envanecerse - prefiere llamarse "ciudad de los poetas" y se complace en el reconocimiento de valores que se salvan de la trampa del tiempo: el talento, la inteligencia, la cultura, la pasión creadora, el peso cabal del pensamiento. Estoy convencida de que entre los hombres que han contribuído a dar a Gualeguaychú renombre cultural, Pebete Daneri se ha ganado un lugar de privilegio.
Podemos verlo ahora claramente. Antes lo encubrían los hechos cotidianos, las aproximaciones aparentes y a veces engañosas. Pebete en la primera fila de todos los actos y en el centro de los comentarios posteriores; Pebete en la calle, con el al redistraído y su entrañable traje gris; Pebete el "memorioso" y el impagable improvisador de discursos.
Ahora, la distancia nos permite acercarnos a él de una manera más profunda y verdadera. Ahora, más allá de los gestos, de las anécdotas, de las circunstancias superficiales, nos queda un hombre habitado por valores intelectuales y literarios nada comunes, que vivió su destino con sencillez y dignidad. Pebete representó una época que con él se fue quizás definitivamente, una época que no volverá porque Gualeguaychú tampoco es la de antes: en un trajín de vida nueva, un creci en miento apresurado se disipan sus calmas provincianas en que el tiempo era tiempo para el reposo, el diálogo y la reflexión.
Por eso la desaparición de Pebete, después de golpearnos, nos dejó una sensación de orfandad que es casi definitiva.
El representó al humanista; al infatigable lector de los hechos del pasado y de la actualidad; al apasionado de la his toria de las letras, de la política, de las ciencias y de las artes; al poeta refinado; al conversador inteligente y sin prisa que dictaba clase en el salón, en el club, en la esquina y donde se lo propusiera; al conferenciante naturalmente dotado para jerarquizar el tema de sus charlas; al orador de viejo cuño, exponente de la oratoria tradicional. Representó al hombre culto de formación universal que sólo puede darse cuando existe una alianza auténtica entre la sensibili dad y el conocimiento. "Era-como se dijo de Victoria Ocampo alguien con quien resultaba grato estar a solas".
De todas estas circunstancias confirman la calidad de Pebete como receptor de un caudal de bienes culturales que supo asimilar y custodiar para luego prodigarlos en el medio, rescatamos su condición de poeta.
Esta publicación es un testimonio de esa vocación poética, a la cual fue fiel hasta el final, con una adhesión muy cercana a sus angustias y esperanzas.
NORMA R. MARTINEZ DE MARTINETTI
Qué Simple
Tomando mates y escribiendo versos
se inaugura sin sueños la mañana,
el jubilo de un pájaro despierta
en el breve sonido de su flauta.
Qué simple la faena que se inicia
con la luz matinal y con el agua
del mate repetido que se bebe
con la boca sedienta y con el alma.
Ego
Algún día me verán
caminar por el sendero
los ojos tristes, lejanos,
perseguidores de un sueño.
¡Qué sabe el mundo, qué sabe
del infinito misterio
que encierra el alma de un hombre
desaliñado y modesto!
Soneto
El alma del pasado se abroquela
en estos viejos lienzos venerados
que guardan los perfiles esfumados.
del abuelo severo y de la abuela.
Pese al diario trajín que nos desvela
y a la inquietud de ritmos afiebrados
en homenaje a los antepasados
el recuerdo se erige en centinela.
Y hoy, rasgando los velos del olvido
el cariño del nieto, estremecido
por hondas sugestiones y ternuras,
es una llama de reflejos ciertos
que ilumina de gloria las figuras
venerables, de los abuelos muertos.
El Pino del Colegio
(fragmento)
Erguido y vegetal
se levanta en una esquina del Colegio.
Todas las mañanas
cuando la niebla disipa
sus cendales de gasas,
o todas las tardes
cuando un sol declinante
esfumina las sombras,
se llena de pájaros:
las muchachas y muchachos
que tal vez no vean
el Pino del Colegio,
pero que él, recatado,
percibe como una música
que tiene trinos
y los pájaros eternos.
No te mueras, mi Pino del Colegio.
Vendedor de la elegía,
de la nostalgia que nos vuelve,
vencedor del tiempo,
para rescatar de nosotros
lo poco que nos, queda:
la belleza, la paz, la armonía,
lo que siempre será eterno;
tu fronda vertical,
tu hierática quietud
y acaso nosotros.
Que no te mueras nunca
mi Pino del Colegio!
Iba por el camino
Iba por el camino
que bordean los árboles.
Fluía entre las cañas
la canción de la tarde.
En el cielo se abría
la vespertina estrella
y en el pecho, también,
una estrella gemela.
Yo también fui niño
Yo también fui niño;
inocente el alma
y el corazón pleno
de ilusión y gracia;
mis pupilas limpias,
sin ninguna lágrima
y mis labios puros
del beso que infama.
Mi vida fue un huerto
florido de dalias
mi vida fue un ritmo
mi vida fue un ala
grande y majestuosa,
enorme y lozana.
y, en cambio, ahora,
quebradas las alas,
inquieta y celosa
se asoma la garra.
El fantasma sin careta
(1919.El recuerdo)
A Don Pepe Fioravanti que se emocionó al leerlo.
Le rompí la careta
y mi padre me dijo
que le diera la mía.
El carnaval bullía
su ruido de matracas
y había
muchos gauchos
con caretas de alambre
y con dagas
de utilería.
La mano enamorada
acercaba a los palcos
su varita de nardo
y las murgas reían
su dolor de la vida.
No le di la careta.
Desde entonces lo busco
al muchacho ignorado
que se fue con su traje
raído.
Le daría la mía,
la del niño perdido.
Carlitos
Los botines, el bastón y la galera,
despojado de pompa y elegancia
era feliz e ingenuo en su vagancia;
la niñez lo esperaba y hoy lo espera.
Ni mito ni leyenda, algo más cierto:
una tristeza buena, una dulzura
disimulando siempre su amargura.
No es verdad que en Suiza se haya muerto.
¿Es que acaso se muere la quimera?
¿La libertad se muere porque un día
la derrota, feroz, la tiranía?
¿Se muere el niño porque pasan años
y el hombre lo sepulta en el olvido?
Algo queda de aquella primavera
de la risa infantil del año veinte.
Por encima de crudos desengaños
Carlitos vive; mi alma lo presiente.
En Silencio
Ahora que la tarde se ha vestido
con la gama triunfal de sus colores
y vuelca el sol sus áureos resplandores
sobre el clavel de nuevo florecido.
Y hasta mi frágil corazón herido
está cuajado de amorosas flores
te quisiera decir... de mis amores
lo que crees yacente en el olvido.
Pero no corazón... yo no me atrevo
a expresar malamente lo que llevo
hecho latido mismo en mi latido.
y aguardaré anhelante y tesonero,
que mi propio silencio estremecido
obre el prodigio que en silencio espero.
He cumplido
Al final de este viaje hemos llegado
y el bíblico precepto se ha cumplido;
un árbol en la tierra se ha plantado
y un hijo, en la carne ha frutecido.
La alegre juventud, a mi costado,
me hace olvidar de todo lo sufrido
y en el blanco papel, brota, sagrado,
el libro del amor puro y florido.
Hijo y árbol y un libro. Estoy cumplido.