Los desafíos de Mayo

Autor: Mario Fischer

Dos siglos atrás hubo hombres que asumieron los desafíos de declarar, constituir y libertar. A esos desafíos, ellos los cumplieron con la actitud, las decisiones y las acciones que la hora requería.

Aunque la trascendencia de aquellos actos y la de sus protagonistas no emana de sí mismos, por su importancia intrínseca o por la incidencia en el contexto en que se dieron: al valor lo asigna el grado de conciencia histórica que alcanzan las generaciones que los suceden.

En el marco de la celebración patriótica de Mayo, dos palabras parecen resurgir de una preocupante desvalorización: paternidad y ciudadanía.  En el mismo sentido, los nombres de Manuel Belgrano y José de San Martín, reasumen su merecida preeminencia. No sorprende que cada uno de ellos haya tenido expresiones que ennoblecieron aquellos significados.

Dijo el creador de la bandera: “no aspiro a que se me considere padre de la patria; prefiero más bien, ser considerado un hijo digno de ella.”

Por su parte, el Libertador definió: “el título de ciudadano es el mayor honor al que puede aspirar un hombre libre.”

Desfile por calle Urquiza (Fotografía tomada desde el Teatro Gchú.)

Hoy nosotros deberíamos decidir si de ahora en más, a esas palabras les asignaremos el significado que les imprimieron nuestros próceres y actuaremos en consecuencia, o si nos consideramos en condiciones de darlas por superadas.

Los argentinos de hoy no necesitamos fundar, declarar ni libertar: todo eso ya fue hecho. Pero bien podríamos aprovechar la celebración de Mayo para reconocer la necesidad de restaurar la parte más valiosa de nuestro patrimonio: las instituciones, la ciudadanía, la educación y la cultura. Desde esa perspectiva, la conmemoración podría contener, a su modo, una especie de desafío no menos heroico: asumir en conjunto el rango de ciudadanía y encarnar la dimensión viva de la Nación. Si aseguramos lo primero, aseguraremos también lo segundo: no hay nación sin ciudadanos; ni siquiera con pocos.

Sería muy esperanzador que en esta conmemoración nos animemos a la heroicidad de un compromiso así, que no tendría un valor menor que el que nos aprestamos a recordar.

Los hombres de aquel Mayo, formalmente no eran más que habitantes de un virreinato, súbditos de un monarca. Pero comprendieron que por sobre sus diferencias de ideas, de intereses y de expectativas, tanto personales como de clase social, debían actuar colectivamente con conciencia y responsabilidad de ciudadanos. Y lo hicieron. Sin nación pero con patria.

Más de 200 años después, las palabras de Manuel Belgrano y José de San Martín continúan resonando en el núcleo profundo de nuestra conciencia generacional, como un eco difícil de silenciar.

¿Qué será de nosotros en la historia?  Acaso aún podamos evitar que nos roce el desdoro de no calificar  - en términos de comportamiento colectivo -  como ciudadanos ni como hijos dignos de la Patria.

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