Luis Benítez 

(1941-1969)

Celebración del Recuerdo. 

Guión escrito por Mario Fischer para el acto realizado en la Biblioteca Sarmiento el sábado 13 de Abril de 2019, en conmemoración del cincuentenario del fallecimiento de Luis.

Año 2019

Realización: Mario Fischer

"Tengo un cuadro que hace muchos años pintó un alumno del Comercial Nocturno de la Escuela Normal. Representa el frente de la casa de Don Pablo Haedo, sobre calle 9 de julio, cerca de la Escuela Fábrica. Recuerdo que lo pintó un día de septiembre, con un sol espléndido. Él mismo me lo regaló. Al cuadro lo tengo destinado para el Instituto Magnasco porque siento que refleja el espíritu creador de la juventud, la potencia de la expresión en libertad. Aquel alumno era brillante. Se llamaba Luis Benítez". (Palabras del Profesor Luis Borgogno.)

En diciembre del año pasado, la esposa del Prof. Borgogno, Profesora Nilda Lazcano, cumplió aquel deseo y desde Villa Gesell trajo el cuadro al Instituto Magnasco. Yo compartí ese momento y con los hermanos de Luis surgió la iniciativa de realizar esta conmemoración. 

Luis cursó su secundario en la Sección Comercial Nocturna de la Escuela Normal. Además de ser un artista plástico, Luis incursionó en las letras: de esos años es este poema. 

CANTO A ENTRE RÍOS.

( Fragmento.)


Aquí te vengo a cantar, 

tierra del Gran Entrerriano,

aquel que llevó en sus manos

la insignia blanca y celeste,

escoltado por las huestes

de un ideal soberano.

Yo te canto, patria chica,

tradición de tradiciones,

manantial de inspiraciones,

llama de eterno lucero

que al despertar mañanero

enciende gauchos fogones.

Eres la dura tacuara

de la feroz montonera,

la pluma que recogiera

la Batalla de Caseros

y el viejo toldo de cuero

de la carreta viajera.

Eres el poncho llanero

conque se cubrió el paisano,

el  juncal de los pantanos,

guarida del fugitivo

y eres el recio y altivo

teru teru de los llanos.

Eres el ceibo florido

que junto al arroyo crece,

el arrullo conque mece

la paloma al campesino

y eres el canto argentino

de la siembra que florece.

En 1963 se conmemoró el centenario de la colocación de la piedra fundacional del templo San José. Entre otros actos religiosos y culturales, se realizó un certamen de dibujos representativos del frente del templo. Luis obtuvo el Primer Premio en la categoría adultos.

A partir de 1965, Luis participó de las presentaciones teatrales del grupo vocacional Amigos del Teatro, que dirigía Alfredo Angelini.

En noviembre, en el Instituto Magnasco, el elenco hizo sus presentaciones de la obra Dios salve a Escocia, con la participación de Luis en condición de actor y compartiendo la escenografía con Pablo Haedo.

Al año siguiente, Luis realizó la escenografía de Dos Docenas de Rosas Rojas, también presentada en el Instituto Magnasco.

Y en 1967, el elenco presentó la obra Buenos Días Mamá, en la que Luis participó por segunda vez en el doble rol de actor y escenógrafo.

Por esos años, la Comisión Directiva de la Biblioteca López Jordán dispuso crear un emblema representativo de la institución y le encargó el diseño a Luis. Él lo realizó y es el que en forma de escudo luce sobre la puerta de acceso, en la esquina de 25 de Mayo y Gualeguay. 

En los años 1966 y 1967, todos los viernes, de marzo a diciembre, se emitían desde Canal 12 Río Uruguay de Fray Bentos, programas creados en Gualeguaychú: Música y Danzas sobre el Río Uruguay, Gualeguaychú, Tango y Folklore y El Show de Gualeguaychú. Las emisiones comenzaban a las 20 y en ellas se exponía parte de la actividad artística y cultural de nuestra ciudad: danzas folklóricas, españolas, clásicas y de ballet, músicos y cantantes de diferentes géneros, recitadores y artistas plásticos. Además se promocionaban las fiestas locales que se realizaban por entonces: la Fiesta Internacional de la Pesca del Pejerrey y Lanzamiento, el desfile estudiantil de carrozas, el carnaval, las carreras de ciclismo, el deporte motor, fiestas criollas y la primera edición de un ciclo de festivales inolvidables: 

El Abrazo Celeste y Blanco, del Club Juventud Unida. Por el despliegue de tantos participantes, lo emitíamos desde el salón del Club Unión Oriental. Consideramos necesario ambientar ese espacio con algún fondo escenográfico representativo de nuestra ciudad. Aunque yo era el conductor de los programas, también participaba de su organización. Así que los productores Gerardo Pugliese y Domingo Floresta, me pidieron que resolviera el asunto. Yo acudí a Luis y él nos pintó un telón de 6 metros de ancho por 3 de alto que representaba una de las imágenes emblemáticas de Gualeguaychú: el río con embarcaciones, el puente y las dos costas arboladas, visto desde el balneario municipal. Lo realizó sobre tela que extendimos en el piso del gran living de la casa de Domingo Floresta y Virita La Gamma, casa de familia que al frente incluía el local de Creaciones Min-Vi. Actualmente es la sede del Centro de Defensa Comercial. Terminado el telón, le pasamos un caño de metal en el dobladillo superior y otro en el inferior, lo enrollamos y lo transportamos en el techo de la lancha Carapachay que todos los viernes a primera hora de la tarde nos llevaba a Fray Bentos y nos retornaba sobre la medianoche. Lo instalamos con un juego de roldanas para enrollarlo y desenrollarlo y fue el telón de fondo que acompañó los años de emisión de aquellos programas.

En ese año 1966, el Club Independiente organizó el que denominó Carnaval de los Campeones, ya que el club de Avellaneda había salido Campeón 1965 de la Copa Libertadores de América. Para asegurarse que todo estuviera a la altura de las expectativas, la Comisión Directiva hizo dos contrataciones muy importantes: La Charanga del Caribe como orquesta principal junto a otras locales, para la animación de los bailes y a Luis Benítez para que realizara una decoración integral del escenario, las pistas y el portal de entrada. Luis diseñó los interiores con motivos típicamente caribeños y a la puerta principal la enmarcó con aquella imponente figura del diablo, alusiva a los Rojos de Avellaneda, ornamento que el club volvería a instalar durante varios carnavales posteriores.

En 1966, por la conmemoración de los 150 años de la declaración de la Independencia Nacional, Luis escribió este soneto que leyó en un acto alusivo, en la Escuela Normal.

La Casa de la Independencia


Ocre de la vejez, adobe y tejas.

Verde y ancho portal, laurel florido.

Presencia vertical de un tiempo ido,

el sol de julio entró por tus dos rejas.


Ocre de la vejez, paredes gruesas,

silueta inmóvil de caudillo herido.

Tacuara al viento, sangre y alarido.

Pampa y carreta de las dulces quejas.


Allá estás, soledad e indiferencia.

Potro y jinete de la Independencia

que se quedó en la huella del progreso.


Yo te siento gemir, será por eso

que me veo en tus ocres, en tu grito

y en tu largo camino al infinito.

En ese año, los  compañeros de las dos divisiones del 4to año del Colegio Nacional, en tren de reunir fondos para nuestro paseo de 5to, organizamos dos cenas que resultaron muy concurridas. Ambas tuvieron lugar en el taller de Alfredo Kasten, también sede de la peña Tres Palenques, ubicado en calle Alberdi entre Bolívar y San Martín. En la sobremesa presentamos algunas figuras que actuaron para los comensales, entre ellos, uno de los hermanos folkloristas Di Fulvio y Luis, que recitó el poema El Ombú, de su admirado Gustavo García Saraví y cantó dos tangos: Mañana Zarpa un Barco y Los Mareados.

En materia literaria, además de escribir poemas, Luis escribió una serie de ensayos de estilo costumbrista que fueron publicados en El Argentino bajo el seudónimo Severino Cardozo.

Al no tener un taller propio, acudía a sus amigos en busca de espacios donde realizar sus esculturas. Uno de esos espacios fue el sótano del local de Casa Kuroki en calle 25 de Mayo, actualmente Librería El Contable. Allí realizó el modelado de algunas obras, entre ellas el busto del poeta Manuel Palacios.

El descubrimiento del busto de Manuel Palacios, junto con el de Ana Etchegoyen, tuvo lugar en una hermosa tardecita primaveral, el 19 de octubre.

También en ese año 1966, Luis participó como socio fundador de la Agrupación  Gualeguaychú  Artístico  junto a escritores, poetas y cultores del teatro. Por su condición de dibujante y pintor, muchos de sus compañeros de agrupación lo requerían para que les ilustrara las poesías con las que participarían en aquellos tradicionales salones del Poema Ilustrado que se presentaban en las bibliotecas y otras instituciones culturales y hasta en clubes sociales y deportivos. Recuerdo que algunos comercios céntricos, una vez terminado el salón, exhibían obras en sus vidrieras.

Corsos de 1967

La Comisión de Corsos de ese año me pidió que le presupuestara la construcción y colocación de una importante cantidad de cartelones con pinturas alusivas para ornamentar el circuito de 25 de Mayo desde Rocamora hasta Montevideo y por Urquiza hasta Rocamora. Lo invité a Luis a participar del proyecto y juntos definimos una propuesta que fue aceptada. Recibimos un adelanto para los materiales y construimos los cartelones en dos formatos: algunos para fijar a los postes del tendido de electricidad y teléfono y otros, del tipo pasacalle. Eran bastidores armados en madera, forrados en lienzo y pintados con motivos carnavalescos. Cada cartelón exhibía el nombre del comercio con cuyo aporte se solventaba. La madera la compramos en la Carpintería Longo, los clavos, tachuelas y pitones en la Ferretería Vallejo, las pinturas en lo de Alfredo Solari y el lienzo en Blanco y Negro. Todo resuelto en un trámite sencillo y en una caminata de no más de cinco o seis cuadras. Al trabajo lo hicimos en el patio trasero de la casa de remates de mi padre (Restoy y Fischer) ubicada en pleno circuito de los corsos. Compartimos las tareas de armado, Luis tomó a su cargo el dibujo  - tanto de las figuras como de las letras - y yo el pintado, en base a colores y tonos que él determinaba. La Municipalidad puso a disposición su primer camión volcador para facilitar la colocación de los cartelones en altura. Todo iba de maravillas, a excepción de un factor inmanejable: la misma noche en que concluimos la colocación de los cartelones, se desató una tormenta de viento tan intensa que muchas de las estructuras de los bastidores o las ataduras de fijación no resistieron. Recuerdo que temprano en la mañana comenzó a sonar el teléfono de nuestra casa: eran comerciantes y vecinos residentes en el circuito, pidiendo que me avisaran que en su vereda, sobre su techo y en algunos casos hasta en el patio de su casa, había uno de esos carteles voladores. En tiempo record debimos reconstruirlos, repintarlos y reinstalarlos, ya que estábamos a dos o tres días del comienzo de los corsos. Milagrosamente el siniestro no provocó daños, el circuito lució su atractiva ornamentación y con el dinero cobrado, Luis y yo nos fuimos a Punta del Este, a disfrutar los últimos días de ese verano.

1968.

Por iniciativa de instituciones representativas de la producción agrícola y el gobierno municipal de Urdinarrain, en 1968 Luis realizó el Monumento al Agricultor. Concluida la obra, coordinó personalmente el traslado desde Gualeguaychú y las tareas de emplazamiento en la intersección de las calles Paseo San Martín y Leandro Alem. El acto inaugural tuvo lugar el 8 de septiembre, en homenaje al Día del Agricultor, con la presencia del Gobernador, ministros, el intendente municipal de Urdinarrain, el obispo Pedro Boxler, el Padre Jeannot y autoridades, dirigentes y vecinos de Urdinarrain y la zona.

También ese año, Luis fue invitado a participar de una jornada cultural organizada por la Biblioteca López Jordán, con motivo de la celebración de los 25 años de su fundación. El acto, denominado Del Rosa al Plateado fue conducido por Marco Aurelio Rodríguez Otero y como artista plástico, Luis compartió un panel con figuras de las letras de nuestra ciudad, entre otros, Pebete Daneri, Antonio Romero Frávega, Elvira Cepeda y Jano del Oeste.

En materia de bailes de carnaval, en 1969 Gualeguaychú fue conmocionada por una presentación vibrante: Os Cobras, en el Club Racing. La entidad de la calle Colombo y Seguí jugó fuerte para ubicarse en condición de competir con los que hasta ese año eran los multitudinarios e imbatibles bailes del Club Independiente. Y vaya si lo logró. Por la expectativa inicial y el efecto contagio que le sucedió, desde mediatarde, cuando se habilitaba la boletería, solían formarse colas de más de una cuadra para comprar entradas. Los organizadores hicieron construir un gran escenario para la numerosa agrupación musical y el cuerpo de baile, dispusieron equipos de sonido y de iluminación con efectos de lo mejor que se consiguió: luz negra, globo destellador, haces de luz, flashes, etc. Y para el fondo del escenario, dispuesto sobre calle Seguí, una inmensa escenografía de paisaje tropical con mucho cielo, playa y todos los colores de una naturaleza exuberante, diseñado y realizado por Luis. Algunos integrantes de aquella Comisión Directiva aún recuerdan la seguridad y rapidez con que Luis definía los trazos principales de esa composición.

El trágico 8 de abril de ese año 1969, Luis cursaba su tercer año del Profesorado en Letras.

Siento especial valoración por una obra que Luis realizó. Me refiero al perfil de su propia personalidad, que él modeló combinando componentes indelebles al paso del tiempo: sensibilidad, integridad moral, optimismo, amor por la vida. A la realidad, que con adversidades pareció ponerlo a prueba desde niño, Luis le brindó una respuesta generosa: cultivó cada uno de sus talentos hasta hacerlos fructificar. Ése fue un prodigio de su alma.