Canto Nuestro
Algunos poetas de Gualeguaychú
A Manera de Prólogo
"CANTO NUESTRO" nació en Octubre de 1976, como un recital de poesías dichas y musicalizadas de autores de Gualeguaychú.
La selección efectuada responde a una valoración subjetiva de quienes realizaron el recital, como así también, en el caso de la musicalización, a las posibilidades brindadas para ello por la propia composición.
La edición de este folleto tiene como única finalidad dejar impresa una aventura realizada en homenaje al 193º Aniversario de la Fundación de Gualeguaychú, que rescata la producción de algunos de los poetas que hacen nuestro canto.
MARIO FISCHER - OSCAR LAPALMA
LEYENDA DE LA FUNDACIÓN DE GUALEGUAYCHÚ
Allá por los comienzos del año 1600 un rico estanciero, entre español y criollo don Gonzalo Pérez de la Viña corría por los campos de Entre Ríos, desierto ya de indios, pues que todos, peleando de bosque en bosque y de cuchilla en cuchilla, hablan muerto sin rendirse, en busca, según parece, de una mujer que era para su vida un horizonte, y que como por magia había desaparecido de su lado.
Eran costumbres de la época estas desapariciones misteriosas; pero nadie se conformaba a aquella moda.
A los diablos se daría don Gonzalo, según me parece, y el estado de su ánimo hacíalo galopar desde el Guayquiraró al Ibicuy, sin notar que las leguas volaban bajo el casco de su caballo.
En una de sus excursiones llegó el amante desesperado a cierto paraje que le encantó por su belleza.
Tras unas cuchillas suaves y de recorte caprichoso, garapiñadas, de bosques espesos formados, no tanto de plantas ricas en maderas cuanto lo eran en colores y perfumes, alcanzó las orillas de un arroyo que era todo una pintura.
Hallábase allí el hombre, mirando por donde seguiría y arrobado en la contemplación de la naturaleza, cuando en hora malhadada antojósele cruzar el riacho para alcanzar la costa del Gualeguay, que, según los rumbos que él traía, no debía distar mucho hacia el poniente.
Hombre de resolución, echó pié a tierra, dobló los cojinillos, aligeróse de ropas y, volviendo a cabalgar, penetró al riacho no tardando en perder pié.
Nadando con bravura y a fuerza de trabajo tocó al fin don Gonzalo la otra orilla; pero en mala hora.
Un toro cerril, que rezagado en la aguada pastaba a pocos pasos y no estaba habituado a la vista de jinetes ni peatones, cuadróse bravamente, batióse el flanco con la cola en ademán nervioso, escarbó el suelo con la pezuña, y en medio del remolino que formara, embistió hacia don Gonzalo, que sin tiempo para más, abandonó su corcel y corrió a pié, seguido muy de cerca por el toro embravecido.
El momento fue terrible; varas más y el toro lo alcanzaba. El pobre perseguido, recordando que un hombre echado a muerto era siempre respetado del asta penetrante, tiróse de bruces en una depresión del terreno donde, aquí y allí, brotaban pajas y junquillos.
Llegó el toro, dió un bufido, escarbó el suelo, movió su cola con bravura y ya se disponía a reeditar su mímica espantosa, cuando el hombre ve avanzar por sobre su cabeza la achatada y reluciente de una víbora terrible: el ñacaniná - la víbora celeste, hoy casi desaparecida - cuyo veneno es fama que "mata a quien alcanza", según el dicho minuán.
Entre Scylla y Caribdis estaba don Gonzalo: levantarse era caer en las astas de su enemigo, dejarse estar era correr un albur de no levantarse más.
Optó por lo segundo, pero, hombre religioso, juró, si se levantaba y escapaba con vida, elevar allí, en el lugar del peligro, una capilla a San José, el patrono de su casa y de los suyos.
Baja el toro la testuz, acerca su cabeza al enemigo y huele con fruición su cuerpo, pero la levanta con presteza, pues allí donde cree no encontrar peligro alguno se oculta una punzada que lo embravece: la víbora ha clavado en su nariz el colmillo agudo y venenoso.
Repuesto el toro, embiste nuevamente y otra nueva punzada lo obliga a retroceder... i Luego bambolea y cae jadeante !
Don Gonzalo, no bien lo ve vacilar, salta de su escondite y no tarda en recobrar su corcel y jinete en él viene a contemplar a su enemigo muerto y más allá a su salvadora, que enroscada a una rama busca los últimos rayos del sol poniente para hacer lucir su armadura brillante y deslumbradora.
Años más tarde, don Gonzalo Pérez de la Viña cumple su promesa, y es alrededor de su capilla que el Capitán Rocamora funda en el siglo siguiente a San José de Gualeguaychú.
Fray Mocho
José Sixto Alvarez
ACTA DE FUNDACIÓN DE LA CIUDAD DE GUALEGUAYCHÚ
El terreno, distante de la antigua Capilla poco más de legua, es muy agradable. Descubre el río, y una isla que forma a la derecha de la Villa, le hace más graciosa la vista. Por esta parte hay playa, y por la izquierda se arrima la canal a tierra, de suerte que des de las carretas se puede cargar y descargar en las lanchas. Establecido por aquí el paso del río, tiene más bella salida, y excusa dos leguas de mal bañado, que era preciso caminar del otro margen, por el antiguo paso.
Los sitios repartidos son ochenta y cinco. La Patrona de esta Capilla es la Virgen del Rosario; San Joseph el comPatrón. La Virgen misma es Patrona también del Paraná, por donde podría reservarse y quedar San Joseph de Gualeguaychú, para dar nombre y tutela a su reciente Villa.
Nuestro Señor Guarde a V. E.
Gualeguaychú, 20 de Octubre de 1783.
Tomás de Rocamora
OFICIO DEL CANTO
Extraño oficio
este de andar peregrinando
por el país del canto,
hablando con el agua de sus ríos,
viajando con sus nubes,
escalando sus cumbres de silencio,
penetrando sus bosques de misterio.
Extraño oficio
este de arrancarle al alma.
sus más caros secretos;
este de transitar las huellas
borrosas de los sueños
como un insomne duende,
siempre atento al mensaje
de alguna fugitiva estrella.
En la noche callada,
dolorida de ausencias,
el canto del poeta
va rescatando voces olvidadas
desde una dimensión desconocida.
Enrique Angel Piaggio
SUB - SONETO
Me dejaré llevar
por la corriente mansa de este río;
un grillo frío
sobre el silencio se pondrá a cantar.
Y después, en la playa, a caminar
bajo el follaje umbrío,
y a soñar otra vez con el sombrío
acantilado donde estalla el mar.
Así el alma divide la presencia
de lo que es y lo que fue soñado;
me tendrá sin cuidado
la visión de la mar y de su ausencia
si este río natal, en el verano,
me lleva de su mano.
Pablo J. Daneri
MOTIVOS DEL RÍO
Sonetos 1 y 20
Para que nuestro amor nos sobreviva
en los catorce versos de un soneto,
el río me ha confiado su secreto
y la ribera su ilusión nativa,
El agua canta su canción celeste
y monocorde el pie de les barrancas;
y abre el milagro de sus flores blancas
la campanilla múltiple y agreste…
Y sueña el río y sueña la ribera
y sueña el alma que se ofrece entera
en este dulce atardecer de enero.
Y una calma tan honda se agudiza
que se he posado en el sauzal la brisa
para escuchar el canto de un boyero.
El plenilunio tiende la inocencia
de su tenue ilusión de gasas blancas
al flanco desigual de las barrancas
que en el agua reflejan su indolencia...
Finge una nube en su lejano vuelo
gigantescas figuras animadas
de un compacio escuadrón, cuyas espadas
se van a hundir en el azul del cielo. . .
Blanco de luna el seucedal resalta…
y pienso en el soneto que me falta
para el libro soñado tiempo atrás...
Y me despido, triste, de la amada,
de la divina amada imaginada
para hacerlos soñar a los demás...
Manuel Portela
INFANCIA
Te apareces como un duende
loco y riente en la distancia
con tus noches sin desvelo
y tus días sin constancia.
Van los trompos musicales
despertando mi nostalgia.
Cuando el mundo se apretaba
en el puño breve y rosa,
aún me llega la frescura
de la siesta en las baldosas
con mis cándidos soldados
y mi afán de mariposas.
Y los claros tamboriles
de la lluvia en los tejados
cuando inquietos zambullían
los pequeños pies alados
en los charcos que pintaban
los crepúsculos mojados.
Sólo quedan los retazos
desparejos de añoranza...
En qué tiempo me quitaron
para siempre tu fragancia ?
Cual fue el día que partió
tan callada aquella infancia?
Dora Hoffmann
SILENCIO NOCTURNO
Es el huésped ingrávido para la casa
deshabitada,
el lector de profecías,
el que afila cuchillos en el borde del alba.
Hace tiempo que nos habla,
nos advierte.
Quienes escuchan sólo con los oídos
no comprenden.
CASA SOLA
La tierra se tendió sobre el color
de la casa natal
con un ruido de flor en su curva de abandono.
En el lugar en que el pan no fué partido
anida una serpiente.
Donde ningún perro comió de ninguna mano,
no crecerá la hierba.
Lo que la palabra no detuvo,
cae en el resplandor de este silencio.
Dora Hoffmann
SONETO EN BLANCO Y NEGRO
Comienza el ajedrez; sobre el tablero
Se concentra el monóculo elegante.
Mueve el marfil el ajustado guante
Que calza el pensativo caballero.
Mientras piensa en la dama y el damero,
Calcula la jugada más brillante,
Y así no se descuida ni un instante
De la dama y el jaque traicionero.
Juego y amor y cálculo en la vida;
El mundo es un andar de posiciones,
La juventud es la primer partida
Con sus jaques enroques y traiciones.
Sufriendo es negro, blanco si se olvida,
En un jugar eterno de ilusiones.
Antonio Romero Frávega
PARA EL ÚLTIMO DÍA DE MI VIDA
Para el último día de mi vida
quiero una mesa, simple con mantelito de
pereza
y una escoba de paja almidonada
para barrerle al mundo su tristeza.
Para el último día de mi vida
querré un espejo, para mirar por qué me
volví viejo
y para sacar la cuenta de los soles
que me hicieron fruncir el entrecejo.
Para el último día de mi vida
seré egoísta, y querré mirar la luna con
concierto
aunque pierda su cena un violinista
y cuando quiera cobrar me encuentre muerto.
Para el último día de mi vida
tocaré todo, ordenaré las cosas a mi modo
e insistiré con mi costumbre de hacer aparecer
palomas en mi codo.
Pipo Pescador
FUERON EN UN TIEMPO LAS GLICINAS
Fueron en un tiempo las glicinas
y el río estaba siempre
a cinco cuadras ...
Las glicinas, cinas.
Las ventanas con cortinas cerradas
y el sol del verano
en las chapas.
Fueron en un tiempo las magnolias
y el cielo estaba azul,
si era Domingo ...
Las glicinas, cinas.
Las magnolias, nolias.
Y el canto adolescente.
Fueron en un tiempo las campanas.
La plaza simplemente,
alguna esquina.
Crepuscular cansancio
tardes largas
y el alma que contaba
las estrellas.
Fueron en un tiempo tantas cosas,
pero al volver el rostro
a aquella infancia
me quedan solamente algunas pocas
Aromas de las nolias, cinas, cinas
Y
el río a cinco cuadras.
Luisa Estela Delfino
BAJARÉ HACIA LA TIERRA
Porque crezcan mis hijos y me hereden con
nietos,
debe morir mi madre.
Es ley que ella no apriete con sus años
toda la vida que tras ella viene.
Cambiará su presencia por ausencia,
para traer a mí los seres nuevos.
Debe caer el escalón más ancho y bajo hacia
la tierra
para que aquí los otros la sucedan.
Es ley que su presencia se convierta en
ausencia.
Después cuando mi pelo se encanezca,
también mis nietos desearán sus nietos,
y no podré apretar yo con mis años
toda la vida que mi espalda tiene.
Es ley que yo me vaya hacia la tierra,
a semillarla con algún recuerdo.
Nati Sarrot
LA REFUGIADA
Un día apareció en mi puerta
y yo no sé si estaba viva o muerta.
Podría haber estado enamorada,
algo de eso tenía en la mirada.
Era azul, con hojas en el pelo
y en la mano tenía un caramelo
y un liviano envoltorio de tristeza
que la cubría de pies a cabeza.
Le pregunté: qué nombre has elegido,
qué buscás, qué portero te ha traído ?
Me respondió: soy una refugiada
y jamás he estado enamorada.
Si querés, llamá a los periodistas
que mi cara salga en las revistas,
nadie podrá robarme nada,
te repito, estoy muy cansada
y la noche se está volviendo helada.
La invité a subir hasta mi casa
pues bajo un techo el frío a veces pasa.
Subió en el ascensor como cantando
piso tras piso se iba desnudando.
Tenía tantos trajes diferentes
tantos trajes y un canto solamente
con ese canto recorrió mis cosas
las tocaba y las volvía hermosas,
con ese canto esperó la mañana
y siempre cantando se tiró por la ventana.
Pipo Pescador
VERSOS PARA MI BERNARDA
Cuando eras pequeña, no hace muchos años,
todas las mañanas, avanzado el día,
buscabas rincones oscuros y gratos,
y allí te escondías
de cara a los muros, a ocultar acaso
tu llanto secreto de melancolía.
Ahora de noche me quieres un rato,
antes de quedarte tranquila dormida,
cerca de tu lecho, contándote algo,
algo de mi vida.
Y la paz que sientes con el breve diálogo
cierra tus pupilas.
No sabes entonces que yo estoy velando,
y en esa vigilia
mis propios recuerdos, algunos lejanos,
te hacen compañía.
Al ángel custodio que vive a tu lado
quiero preguntarle qué sueña mi niña,
y por qué en su rostro se encienden acaso
tan dulces sonrisas;
qué príncipe hermoso con cabello alado
viene y me la quita ..
A veces quisiera decirte lo amargo
que tienen algunos días de mi vida,
pero al ver que escuchas, y casi soñando
las palabras mías,
dejaré que sigas el camino blando
de la fantasía...
Y aunque, como todos, por senderos ásperos
andarás un día,
ese mismo ángel que vela tus pasos
te dará el aliento para que tú sigas….
Ah, mi dulce niña! no tengas cuidado,
que mientras yo viva
vendré por las noches a tomar tus manos,
aunque estés dormida.
Y cuando del mundo yo me haya marchado
te contará el ángel de las cosas mías.
Antonio Romero Frávega
EL SOLDADO DESCONOCIDO
Eras adolescente todavía
y buscabas el trébol de la suerte
cuando vino la noche a sorprenderte
y a sumarle en ausencia y agonía.
Eran bellos tus ojos, con poesía
del amor y la vida. Fue tu muerte,
esa cruz con banderas que se advierte
en la cuenta saldada de algún día.
Ay pequeño soldado te has dormido!
Tu cabeza en la almohada de la tierra
sin tu nombre de ayer, desconocido !
Y un olivo de paz pretende en vano,
dispersar al silencio que te encierra
y brotar con la savia de tu mano.