Poemas

UN ANHELO ESPERA

(Poema libre dedicado al año 2020)

Acápites aclaratorios del concepto CAUSA.

 

Acápite I: 

Con el auxilio de nuestra propia experiencia, hemos comprobado que la VIDA cotidiana ACTUAL se nos está presentando como insospechada tanto de culpa como de responsabilidad. Y es precisamente, debido a ese especial atributo registrado a su nombre, que a nadie se le ocurre molestarla en circunstancias aciagas, aunque ella, a veces, usando algún pretexto -escapado de sus leyes- consiga atribularnos.

Acápite II:

La vida, como entidad reanimadora en continuo movimiento, entronizada dentro de la naturaleza, se rige por sus propias leyes: las que el ser humano va descubriendo, aumentando así, con su conocimiento, el mejor manejo de su protección. 

Yo, persona consciente, participando inmersa dentro de la humanidad entera, considerándola, por ahora insospechada, de constituirse en responsable involucrada en causa alguna -como intuyen todos- replegada en mi misma, con paciencia espero. Anhelando percibir pronto su inquietante proceder milenario, formulado en alguna norma resolutiva hasta ahora ignorada, concerniente al cese de esta situación considerada insostenible.

Acápite III: 

Algo sobre la causa de un efecto -necesaria siempre: 

El verano lleva un anhelo agazapado:  Remover las flores para que aparezcan los frutos. Entonces, lo cierto sería -y habría que aceptarlo- que sin la existencia del verano la aparición de los frutos carecería de causa. Una causa, cualquiera, se mantiene agazapada en el anhelo hasta que la oportunidad, haciéndose presente, favorezca la puesta en marcha de la circunstancia que habrá de tornarla posible. Ya que, al soltar sus resortes, permite la concreción de los hechos y de las cosas resultantes de los hechos. 

Bienvenida a la Paz para nuestro tiempo y el tiempo de nuestros hijos y los hijos de sus hijos a través del cultivo de las Bellas Artes en los jardines de su mente y sus corazones . El mundo de la Poesía convertido en hechos conductores de Paz y Armonia universal.


POEMA

Un anhelo mío, entre millones ajenos, espera la oportunidad de concretarse 

para transformarse en causa. Y aquí estoy yo, aportándole mi paciencia y algo más.

La voluntad no espera: ella actúa, lo sé.

 

Pero a veces se cansa y sobre la trama espesa multicolorida, despliega su conciencia 

poniéndola al servicio de alguna explicación.

Y la prudencia, entonces, -ese algo más que agrego en el telar de todos- 

sabiendo que ella frena los frutos proyectados por la urdimbre, 

sufre replegada y sumisa, los efectos angustiantes de su frustración.

 

La paz de la quietud exige controversia, me digo.

La inmovilidad, necesitada de anhelos cumplidos, entrega su mutismo a manos llenas

cuando la incertidumbre se hace dueña de los hechos en la situación planteada.

Y así como el futuro se construye accionando, todo se deteriora fatalmente con el tiempo.

Alguien, con la aguja aferrada a su mano, del otro lado del tapiz frenado 

se complace en observar, pretendiendo dirigir el tráfico de hilos enredados, 

-lo intuyo- pero la lentitud de los que tejen algo 

y la quietud de los que exigen siempre, no lo dejan. No permiten al espía complacerse.

 

Y así como la vida, sin mediar deseo ni intención alguna, sola y sin ninguna ayuda, 

desde los inicios de su gestación en los tiempos remotos,

se encargó de reanimar sus repetidas inercias vejatorias, aciagas, funestas... funerarias... 

de igual forma se reactivará algún día, cuando iluminada 

descartando dudas y remordimientos, pensando en su bien y el de todo el mundo; 

sin temblar de espanto al firmar su mano ni soltar lamentos 

por posibles causas de arrepentimiento vano DECRETE, CON FUERZA DE LEY 

sin derecho a veto, ni revocación: QUE ESTA PAUSA ACABE. 

Con respeto "humano", tolerancia mutua y comunión de hermanos.

 


Amanda Patarca

CÁNTICO SUBLIMINAL A LA MUJER

(Tributo contra la violencia)


Nota  acápite a): Esta casa se reserva el derecho de admisión.

Nota acápite b): Dentro de las  instalaciones pertenecientes a esta Institución privada, el acceso a la práctica de actividades de recreación y esparcimiento se regirá por las normas vigentes, obrantes en su Acta Fundacional Constitutiva.


Cántico I.- A la Mujer: I (Tributo contra la violencia). Incomodidad.


No es natural una existencia que te empuja a matar aquello que molesta, me digo: 

Las mujeres, las hormigas, las moscas, un perro de la calle, por ejemplo, una mujer. 

O, ¿por qué no? el ápice en inicio, ya expectante, del embrión de un niño, latiendo hacia el nacer… 

Ajeno a todo y en su caso, inconsciente absoluto de su causa: 

la sagrada, dictadora y funcional potencia de un agua pegajosa, 

y turbia como un deseo incorrecto, inmanente, intransferible; 

fluido tibio y por demás enérgico, ese. 

El que al huir desenfrenado en su camino 

hacia el confín mullido del encuentro, 

así lo quiso y pudo, al menos, prosperar. 

Para, una vez vertido, internamente, sobre el tibio e inquietante tejido de mujer, 

¿lograr la trascendencia? ¿Acaso sin mediar aceptación o connivencia? 

Y es allí, en ese punto, el del anclaje, 

al cual regreso siempre, urgida por mi mente,

cuando, confusa y afligida, comienzo a incomodarme 

por todo lo que atañe a la mujer, a secas, ligado, sin reservas, a esa cuestión: el punto. 

Punto a tratar. El de su ubicación exterior, imprecisa, dotada de intrascendencia alegórica, 

cuando “de este caso” se trata 

y el del lugar exacto regido para arribar al destino inevitablemente crucial y coincidente

con la colosal conjunción interna, en el acceso. 

El mismo que hoy, instando a mis ideas asociadas, a arrimarse a ”este asunto”, 

me invita, desde afuera, a pensar este hecho, 

el concreto y hondamente entrañable, además, de haberse consumado.   


La redención del ser humano va unida a su actitud, me digo 

al referirme justamente al único, al más serio, al atrevido;

al más audaz hecho profético, pasible de ser concretado internamente por sí mismo 

luego de cumplido el prolegómeno asumido y aceptado como propio y posible, 

normalmente para todos, el cual para llegar a ejercer el poder de elevarse eyectado 

a la enésima infinita potencia, trascendente, 

debe intentar hacerlo, tan solo desde allí: lugar sagrado.

Punto de intersección copulativo indiviso concreto y majestuoso:

varón, trayecto -espacio y tiempo ajeno-; 

mujer, nido tranquilo -espacio y tiempo propio-;

Cruce promisorio donde se encuentra listo, en su cósmica espera, 

el pálpito primero del hecho germinal 

por el que el ser humano, actuando por instinto 

consigue mantener en movimiento su eterno deambular 

sobre esta inmensa Tierra, tomada hoy como propia. 

Surcada por vertientes, preñada de tesoros, de  belleza vibrante y gran actividad,

de la que, por mandato, extrae todo: riquezas, fragancias, recursos, nutrientes…;

abierta por completo a sus anhelos y la que, siempre se le exige, total fidelidad.  

Y es justamente allí, en este punto mío -profundamente inmenso y defendido en su vibrar-, 

ubicado en el ambiguo cruce, posible y necesario a Dios, para expandir su Gloria; 

el lugar del gozo ineludible -sublime como hecho-, el que yo, inconsciente, activo; 

Punto solitario, sombrío, cuestionado, escondido, generador de discordias, ternuras,

batallas y ambrosías 

y desde donde, afirmo, comienzo a incomodarme…

Por los muchos testimonios de llanto que me han dado 

y por los miles de motivos inquietantes que hoy existen y el mundo ha presenciado.

                                                                                                 


            Amanda Patarca.


“CUANDO COMPRENDÍ MI SITUACIÓN, GRITÉ ¡ALELUYA!”



Y no era para menos: Me encontraba en pleno cielo, y volando, 

hacia un gran norte, ya demarcado su anhelo, 

con focos incandescentes; casi inquietantes;

aferrada a las manos de mi madre, confiada, por ser suyas. 

Las que, sosteniendo en sus dedos los globos de colores que vagaban vibrando, 

nos llevaban hacia el patio de mi escuela, la “Jockey Club, de Jardín de Infantes”.

¡Todo era un lujo, allí; ya estaba a salvo con el orden normativo!: 

Había sido rescatada, en ese instante, de la intemperie ruidosa.

Me sentía edulcorada y muy colmada con la ambrosía viscosa

del disfrute empalagoso del saber educativo.  


                                                                           Amanda Patarca.

AÑOS 2020 - 2021

Acápite: Son tres las leyes vitales, más otra, muy discutida, llamada desconexión.

Las primeras marcan sendas, sugiriendo el compartir.

La otra completa el ciclo y equilibra el recibir.



No sé si esto es cansancio; intentaría dormir hasta alcanzar la dimensión que me sostenga.

Pero el dormir, no cuenta; no existe hoy, para mí. Ni perdido se encuentra en mis dominios... 

Y la espera de la resolución de todo lo que está en suspenso -sin la participación de mi persona-, 

por la intensidad con que yo la siento, se está tornando ya, desesperante, 

Esta detención angustiante, jamás sufrida ni presentida, 

llevó a mi espíritu, abiertamente tolerante, al límite exacto de la exasperación.

Mi cuerpo vibra pensando en el retorno del manejo de mi tiempo, 

-hoy  postergado, suprimido, oscuro e inhibido-. 

Él, el tiempo; ese ente binario, aceptado por todos. 

y que misteriosamente oculto, pareciera que habita en mis entrañas. 

Él, el destructor corrosivo serial, de lo providencialmente instalado en esta Tierra 

y constructor eficiente de futuros cercanos, provisorios siempre. 

Él, al que percibo, también, poniéndose al servido de mi marcha hacia luz  

del quehacer con que inauguro cada uno de mis días, en su rol de eslabón. 

Divino eslabón indestructible, de esa infinita cadena cosmogónica -me digo intuyéndola-,

constantemente en fuga espiralada, hacia la convincente ubicación de mi alma eterna,

la que se emplazará, dentro del nebuloso torbellino energético del más allá, 

cuando le llegue el tiempo y sin contar con asidero alguno.

Dimensión inspiradora esta, de poemas místicos, oscuros, 

cuyos textos sugeridos, inducidos y aceptados, 

-los mismos que hoy cubren los estantes de los claustros- 

fueron escritos por poetas inquietos, preocupados por descifrar los designios de Dios. 


Hoy con sentida autoridad -por simple convencimiento- 

debo transmitir a todos, lo que llegué a descubrir, 

cuando el mundo se aquietó y pude yo darme cuenta:                  

Que esa cadena virtual de extensión interminable…  

De proporción infinita, de trayecto indefinido  

y nobleza insobornable, en razón de varias causas,  

fue conformada perfecta a partir de una consigna de carácter funcional            

llamada Ley Trinitaria o Consigna Celestial, dirigida a los mortales, 

-habitantes que, en La Tierra, sin pensarlo demasiado, 

y sin resquemor contundente, oficiamos de pasantes, tiempo en medio-,

para ser establecida y aceptada eternamente, sin tregua ni dilación, 

ni indicio alguno de duda y para ser respetada, como Ley siempre Vigente. 

 

Esta Ley, elevada a Ley Suprema, 

fue hábilmente conducida para acrecentar mis ansias, hasta mi hora final.

por quién guía, manejando, los destinos de los hombres, 

como lo hace con el mío, en este preciso instante, en el cual me encuentro ahora, 

percibiéndome anhelante; 

nadando en las aguas turbias de la impotencia y, además, muy expectante, 

ante el poder del hechizo que ejerce dentro de mi alma, su transubstanciación    

al observarlo vestido de eslabón encadenante, 

transfigurado, en semblante; proyectado borroneado sobre mí o, tal vez, solo intuido. 


Asumiendo, ya a esta altura, la cruenta pasividad 

de este existir tan atroz, represor e intolerable 

he llegado a descubrir lo que con sorpresa exalto, 

tratando de transmitir -informando de algún modo-, 

la simple sublimidad de la belleza encerrada en esa consigna triple, 

mantenida, desde siempre y hasta hoy, unificada: 

la que venimos cumpliendo, los seres vivos, como a un decreto; 

respetando así sus normas, como a la ley 

repitiendo hechos y cosas generados en la marcha, continuamente, 

reforzando  nuestras ganas, constantemente.    


Hoy sé bien de qué se trata esa consigna entregada. 

Lo supe, por triplicado: escuchando, prestándole mi atención 

a las voces que surgían del fragor de mis entrañas.   

La primera, llamada La del vivir. ¡Del vivir mi propia vida! me dije entonces;

la, solo a mí, asignada y ya instalada, anhelando, con ella bien activada, proseguir. 

La segunda: apoyada en la primera, es la del Permanecer, -siempre en la complejidad-, 

confiando en el buen manejo de mi fuerza, 

puesta siempre, al fiel servicio de la de mi voluntad; 

libre albedrío, majestuoso por ser, maestro en la escuela de los sabios. 

Esa que enseña las reglas para evitar los fracasos, generadores de agravios y la forma de llegar

al logro tranquilizado, de lo por bueno, deseado, con todo el alma.  

Y la tercera, la que más me infunde calma, es la última. 

La llamé Del trascender, lo perseguido y obrado, más todo lo conseguido.

Transmitiendo lo alcanzado, cosa que haré, a mis amados parientes: 

a mis hijos y a mis nietos; a mis propios descendientes 

y hasta allegados amigos, si hiciera falta, sin olvido de entenados, ni ayudantes comedidos... 


La última obligación, desde el cielo programada, estudiada y razonada  

fue expresamente entregada a mi persona. 

Y al darme cuenta, por mí siempre fue asumida, sin discutir la cuestión.

Proviene de un gran detalle, descubierto por la lógica y, en seguida, puesto en marcha 

con plena fuerza en la acción: Se trata de nada menos, que de la Desconexión”, el detalle que faltaba.

El texto inserto en su lema, imperativo decreta:

“El abandono del cuerpo, que aquí nutrimos, devolviéndole a La Tierra, lo recibido”. 

Simplificada en las mentes de los humanos, en una sola palabra: 

Un concepto diferente, percibido un tanto oscuro, al que siento convincente: ABONAR.

Naturalmente aceptable, de carácter lapidario, por fúnebre, eficiente y ciertamente singular.


Ante tanta realidad apabullante, ABONARÉ, Me digo, sintiéndome en conmoción, 

¡Sí, lo haré! ¡Lo tengo ya bien claro! 

Porque es mi pensamiento el que, consciente, hoy alumbra mi salida 

ABONARÉ lo por La Tierra decretado. 

ABONARÉ como precio y como pago, 

lo, por ella, exigido y consignado.  

ABONARÉ lo que, en sales y en nutrientes, a mi cuerpo ella entregó, 

Sin fallar, a última hora, negándome, discutiendo, 

sobre el precio, que en especie me ha fijado, por lo que me ha proveído.

¡NO! no seré el ser que se niegue y acobardado, por miedo 

se escape gritando NO!    


EL TAÑIR DE LAS CAMPANAS

Acápite: Un poema, por mí escrito y del todo concluido, un día de viento fuerte, se me voló, 

y el aire del campo verde, al que diviso a lo lejos, desde el balcón de mi casa, se lo tragó. 

-Lo atraparé, me dije -muy dolida y convencida- Y si mi reto angustiado, no alcanzara, 

con la enérgica potencia de mi Fe, implorándole al altísimo, lo intentaré.  

Y… así fue que un día, esforzando rudamente a mi memoria, ¡lo recobré! Él ya está aquí. 

Apresado en mis manos. 


I.-) Las campanas de la iglesia que tañen, desde hace siglos, delante del campo verde, que las escucha y espía

me llaman propalando un ruido opaco, desde atrás de la gran plaza, 

vibrando ostentosamente, de forma rara: cadenciosa, sincopada y relentada, a la vez.

Su sonido misterioso, infiltrándose estruendoso en el aire enloquecido, llega a mí, como eco ahogado; 

Y más que enviado del cielo, lo escucho como expulsado a brutales empujones, desde un Cosmos perforado.


II).- Y es, tal vez, debido a eso, que su alarido hoy me llama, compendiando la amargura de la triste soledad, que no

para de crecer, cuando aparece asumida, tras el feroz escrutiño del vivir, por largos años, el gozo y el padecer.

La misma que, furtiva, se instala imprudentemente en las almas viejas, rugosas, curtidas, como piedras quietas,

cuando, desesperanzadas, desde las entrañas de sus tiesos cuerpos ya sumidos, añosos, en su envejecer 

sienten,  demasiado cerca, la llegada plena y hasta oscuras y fría, de su anochecer.


3).- Y, entonces, el rezo, ese rezo silencioso, que es ruego murmurado del piadoso sentenciado, que suplica

compasión, misericordia y el perdón por sus pecados, se hace himno para huir purificado. Y al unirse, al de los otros 

-que son muchos-, ya hecho humo en las alturas -consagradas, desde antaño, a la espera de la eterna comunión 

de seres santos, esos que viven la vida como los de Samaria, los que siempre se mostraron, solidarios y prudentes-,

regresa, ya sosegado, dispersado por el aire; y unido al de tiempos idos, lo percibo convertido ya en tañido.  


4).-) Observando, la gran plaza, desde mi balcón del frente, abierto a la aromada amplitud de nacarados azahares, 

yo escucho ese sonido y su mensaje; el que al colmar mi interior de imágenes sensoriales, sin expresar mi asombro

y manteniendo la calma, me transporta, ya instalada, en la proa de una barca, hacia el otro lado de esas cosas

que presiento en la otra orilla, donde mis pies no han pisado, porque nunca he estado allí; ¡yo bien lo sé!

¡Este rumbo es el correcto!; él me lleva a la otra orilla, la de este lago, sagrado, dos siglos atrás calmado, llamado

Genesaret. 


UN ÁNGEL DESENSILLANDO

Décima criolla.


De tanto pensar la muerte

me la estoy imaginando:

Un fardo pesado, un fuerte

y un ángel desensillando


el que se mueve tanteando

demostrando indecisión

al apurar prodigando 

su destructiva misión.


Sin dejar prueba de nada

va ejerciendo seducción

sin indicio en su mirada

de algún grado de emoción.


Y a la orilla de la senda

sobre el cuero del recado,

terminada la contienda,

y olvidado lo acabado 


el cuerpo tranquilizado 

de quien al restar se cubre

percibe el sutil trazado

que mi cerebro descubre.


Resabio de un humo en calma,

ya casi sin movimiento 

de lo que parece un alma

que se está llevando el viento. 


Ella no ve porque es ciega;

y mi mente se resiste

cuando afirma lo que niega, 

destruyendo lo que existe.


Incentivando su imagen 

me hace ver lo que no existe.

De tanto pensarla al margen 

ya me la imagino triste.


Porque el humo que se aleja

mi visión va atravesando

y entrever nada me deja

al disolverse volando.


Hoy se ha llevado a un sargento

temprano, de madrugada.

Dormía, no estaba atento.

Dicen que no sintió nada.


Nadie pudo rebelarla,

ni atraparla en su tarea

ni tocarla ni alcanzarla.

Ni Dios pudo dar con ella.


Ella pasa y deja espanto

sin dejar rastro ni huella.

Y yo que la pienso tanto

me la imagino una estrella


custodiando un puente roto; 

o un planeta que se muda 

o el peregrino alboroto 

que mantiene al hombre en fuga,


mientras soporta, inconsciente, 

el horror del desplazado,

huyendo siendo inocente

para entregarse humillado.


De tanto pensarla, mía

la imagino en mi regazo

cuando al terminarse el día

muchos quedan en su abrazo. 


Aferrados, sin un beso

a ese lazo que anudado

para obligarlos al rezo

cuelga del cielo sagrado.


Y ese punto que hoy me mira,

perdido entre las esferas,

me atrae y callado espera

mi unión con él, cada día.


Muy pendiente, mi destino,

—el punto aquel que aún se mueve— 

me orientará hacia ese arribo

cuando, sin ruido, me lleve. 

VACÍO, MUTISMO Y QUIETUD


I.- Algo me lleva a ver lo que no quiero. 

Mi silencio confundido entre mis lágrimas al querer despertarme de este sueño 

me convence de que nada está pasando. 

Pero la vida, que no se detiene, hace que  yo la sienta actuar sin riendas y muy desordenada

manteniéndome atada, en un presente actual, que quiere huir de mí sin atreverse a saltar desde aquí; 

desde este ahora sin fondo ni altitud, sin cima ni distancia. 


II.- Atrapada en la Tierra, sufriente en su desgracia, organizo mi impulso, 

me preparo, enciendo mi conciencia, tiento el vuelo… pero no pasa nada: no me muevo. 

No existe ya la altura,  ni el cielo, ni la hondura que hace hoy notar su ausencia en los abismos. 

Sólo percibo el punto de este cuándo que es ahora y aquí, 

en donde aislada acecho vigilante, sin poder llegar a concebir, conscientemente,

que es en el atrás donde deben morirse los instantes que impulsan a la vida hacia adelante. 


III.- De esta inercia siniestra que me impide salir; de este punto cerrado del cual no puedo huir             

intuyo que lo haremos tomados de las manos, atando las hilachas pendientes de las cosas

dejadas sin amparo a merced de los vientos que despetalan rosas, sin su consentimiento. 

Confiados nos iremos, ignorando el sentido que proyectan las luces 

del vivir bajo el régimen que impone la quietud, como lo hacen los pájaros, 

al volar en bandadas, bajo la luz del sol; penetrando en la nada.


IV.- sin confundir “rigor” -mal visto por insano- con “la ley del deseo expresada en amor”. 

El que sin exigencia empuja a los humanos virtuosos, a transitar la vida, de manera fecunda, eliminando abrojos, 

respetando a los otros, apartándoles penas que generan enojos, 

enjugando sus lágrimas, apañando lamentos, atendiendo sus quejas sin pensar en reclamos

ni en culpas ni escarmientos, para exaltar la gloria que a los seres hermana, cuando aliviana faltas;               

cuando mitiga angustias llenando de energía la entraña palpitante de este cósmico cielo apabullante.


V.- El que estando cerrado, nos obliga a estar quietos, sin quitarnos de encina la garra del espanto

que al infectar la carne sembrando el sufrimiento, nos sumerge en la duda y en el 

remordimiento.                                               

Es miedo y es nostalgia; y es pena compartida, lo que hoy predomina. 

Y mucho de ansiedad desorientada, -sin Norte y sin la guía de las Tres Marías- lo que nos domina.

Pero por instinto, y además sabiendo que el tiempo se encarga de pudrir maderas y oxidar metales, destruyendo

trampas, jaulones, barreras, yo espero, aquietada, de la primavera proclamar su entrada.  

                                                                                                                 

Amanda Patarca. 


CÁNTICO SUBLIMINAL A LA MUJER Y A LA TIERRA

(Díptico Tributo contra la violencia)

 

Nota acápite a): Esta casa se reserva el derecho de admisión.

Nota acápite b): Dentro de las  instalaciones pertenecientes a esta Institución privada, el acceso a la práctica de actividades de recreación y esparcimiento se regirá por las normas vigentes, obrantes en su Acta Fundacional Constitutiva.

 

Cántico I: Incomodidad

 

No es natural una existencia que te empuja a matar aquello que molesta, me digo: 

Las hormigas, las moscas, un perro de la calle, por ejemplo. 

O, ¿por qué no? el ápice en inicio, ya expectante, del embrión de un niño, latiendo hacia el nacer… 

Ajeno a todo y en su caso, inconsciente absoluto de su causa: 

la sagrada, dictadora y funcional potencia de un agua pegajosa, 

y turbia como un deseo incorrecto, inmanente, intransferible; 

fluido tibio y por demás enérgico, ese. 

El que al huir desenfrenado en su camino 

hacia el confín mullido del encuentro, 

así lo quiso y pudo, al menos, prosperar. 

Para, una vez vertido, internamente, sobre el tibio e inquietante tejido de mujer, 

¿lograr la trascendencia? ¿Acaso sin mediar aceptación o connivencia? 

Y es allí, en ese punto, el del anclaje, 

al cual regreso siempre, urgida por mi mente,

cuando, confusa y afligida, comienzo a incomodarme 

por todo lo que atañe a la mujer, a secas, ligado, sin reservas, a esa cuestión: el punto. 

Punto a tratar. El de su ubicación exterior, imprecisa, dotada de intrascendencia alegórica,  

cuando “de este caso” se trata 

y el del lugar exacto regido para arribar al destino inevitablemente crucial y coincidente

con la colosal conjunción interna, en el acceso. 

El mismo que hoy, instando a mis ideas asociadas a arrimarse a ”este asunto”, 

me invita, desde afuera, a pensar este hecho, el concreto. 

Y hondamente entrañable, además, de haberse consumado.   


La redención del ser humano va unida a su actitud, me digo 

al referirme justamente al único, al más serio, al atrevido;

al más audaz hecho profético, pasible de ser concretado internamente por sí mismo 

luego de cumplido el prolegómeno asumido y aceptado como propio 

y posible normalmente para todos. 

El cual  para llegar a ejercer el poder de elevarse eyectado a la enésima infinita potencia, trascendente, 

debe intentar hacerlo, tan solo desde allí: lugar sagrado.

Punto de intersección copulativo indiviso concreto y majestuoso:

varón, trayecto -espacio y tiempo ajeno-; 

mujer, nido tranquilo -espacio y tiempo propio-;

Cruce promisorio donde se encuentra listo, en su cósmica espera, 

el pálpito primero del hecho germinal 

por el que el ser humano, actuando por instinto 

consigue mantener en movimiento su eterno deambular 

sobre esta inmensa Tierra, tomada hoy como propia. 

Surcada por vertientes, preñada de tesoros, de  belleza vibrante y gran actividad,

de la que, por mandato, extrae todo: riquezas, fragancias, recursos, nutrientes…;

abierta por completo a sus anhelos y a la que, siempre exige, total fidelidad.  

Y es justamente allí, en este punto mío -profundamente inmenso y defendido en su vibrar-, 

ubicado en el ambiguo cruce, posible y necesario a Dios, para expandir su Gloria, 

el lugar del gozo ineludible -sublime como hecho-, el que yo, inconsciente, activo; 

solitario, sombrío, cuestionado, escondido, generador de discordias, ternuras, batallas y ambrosías 

y desde donde, afirmo, comienzo a incomodarme…

Por los muchos testimonios de llanto que me han dado 

y por los miles de motivos inquietantes que hoy existen y el mundo ha presenciado.



Cántico II: Hechos y cosas que ocurren en la Tierra, mi casa y servidora. (Interpretando el sentir del cuerpo)  


Convencida de que son hechos reales, cotidianos, repetidos... 

sigo mi camino, sola; confiada, sin pensar ni analizar.  

pero… algunos, siempre consiguen, de alguna manera, inquietarme.  

Ellos, los hechos, desplegándose en abanicos entramados 

se abren, claramente, ante mis ojos.

¡Sí..! Sin lugar a dudas son ellos. Son los hechos. 

Los que, desde siempre concretan las cosas 

entretejiéndolas con ese algo granizado y frío que sólo el tiempo 

impulsa en su aventura resguardada distraídamente 

bajo el amplio manto de la naturaleza que los encuba, 

mantiene en latencia, sostiene con vida en la espera, 

custodia, abriga, encubre y apura, a veces, 

para producir, con ellos, bienestar, dolor, sosiego o desventura. 

Muchos de esos hechos, son los que despliegan sus abanicos 

sobre las cuerdas de oro suspendidas de la enredada urdimbre sideral del cosmos,  

ese antiguo espacio indiferente y frío, distante a la mirada, 

inmensamente amplio y envolvente, que desde su abstracta realidad evanescente 

se encarga de neutralizar las causas, de todos los efectos no aceptados,  

para que el hombre, no cualquiera sino ese: el entregado; 

el cansado por los años ya vividos, el refractario al deseo y carenciado de asombro, 

el abrazado a la angustia de su propio recuerdo rescatado 

para cubrir la amplitud de su nostalgia lírica, 

percibiendo, ante tanta grandeza entregada a sus ojos, 

el milagro de su ayer recobrado, sin sombras, 

se avenga con agrado al siempre nuevo y renovado resplandor, 

expresado por el sol, en grado sumo, al entregarnos su luz para hacer nacer el día.

O, para que el hombre, ese tipo descripto o cualquier otro:  

el impetuoso, el cargado, en demasía, de energía hormonal, tal vez; 

el no tan añoso, ni acabado, ni apartado de la lucha por la vida;

el hombre que desafiando imprudente, las razones de su azar 

que él acepta como suyo, no del todo impredecible, aunque siempre insobornable, 

convencido de su ayuda por sentirlo cerca suyo 

y contando con la suerte ubicada de su lado, 

pueda observar, de los muchos otros hechos concretados, 

los millones de abanicos desplegados sobre algo más concreto, 

y sobre todo, más cercano: la Tierra. Esta Tierra nuestra que vive y palpita, 

sin que nadie lo note; sin que nadie piense o acaso presienta que teme morir. 

Hasta que extenuada, como a veces pasa, herida y cansada de ser mal tratada, 

indirectamente, para que entendamos, nos responde mal.

Cruentas tempestades incendian los bosques.

O, ella misma, inquieta ruje en las borrascas, o se encrespa inhóspita vomitando lava;

mostrando sus lenguas de fuego candente, arrasando todo 

o vibrando ansiosa bajo nuestros pies. 

Y sí, son los hechos. Son siempre los hechos, me digo. 

Esos que suceden para que las cosas, los casos, los raros fenómenos que ocurren a diario, 

resulten así y no de otro modo. 

Para conceder, a todos, el gozo buscado, previo a todo o sosegante de nuestras desdichas; 

para proveer, en hilera fina, gemidos y lágrimas, tristezas y llantos 

siempre encadenados, en rosario oscuro, después de la dicha.   

Y para algo más, más grave y más grande: para que el placer sexual, 

el insuperable, como hecho acabado sensual-carnal-puro; 

ese que se atreve, desafiante, en su escalada audaz, 

a volar con osadía hacia la altura inconfundible del cenit, 

exhibiendo altivo su raigambre noble, de hecho terrenal incomparable, 

sea considerado, por los asombrados comulgantes diarios que arriban extasiados a su hechizo,  

como ímpetu sublime, salto al infinito, acto sagrado, solemne… celestial. 

Resultante incuestionable cósmico-material. 

Conjunción, sabiamente entendida y aceptada por todos 

entre el humano calor vigoroso y ardiente del cuerpo, en tensión exigente, 

y ese helado rocío esparcido por Dios en el alma, cuando la visita.                 

                   

                                                                                                              Amanda Patarca

YO, AMÉRICA (Díptico)

YO, AMÉRICA (Díptico) (Poema libre) (Alegoría patriótica).


(Después de aquel gran salto luminoso y brillante por llevar en su arco al sol prendido, lloro a mares).  

-Dedicado a: América Hispana y a Fray Bartolomé de las Casa, mi defensor-


I.- RELACIONES GEOMÉTRICAS EN FUNCIÓN DE LA HERENCIA MAL HABIDA.   


¿Habré perdido mi telúrico linaje por negarme a rezar, como ordenaron?

La emoción me sorprende después de cinco siglos,

cuando a fuerza de pensar que yo volaba he podido comprobar que con mis alas 

pude y puedo, cuando quiero, tocar el techo cóncavo del cielo. 

Y eso… porque con las plantas enraizadas de mis pies descalzos

completo el necesario circuito de energía 

que volatiliza mi sangre, calentándola.


Y mientras decido quedarme por un rato, a solas, cara al cosmos, activando mi fuego, como ahora, 

para medir con igual vara lo que vengo a medir, 

valorar lo propio y establecer quién soy,

utilizando para unir estos dos mundos lejanos el secreto pasadizo 

que sólo yo conozco y África quizá, proclamo mi alegría por haber comprendido 

que si algo se ha perdido, lo mucho que ha quedado  pugna por renacer. 

Mi estirpe fue invadida, por ángeles mundanos, de dura entraña y oscuro proceder.  


Exhibiendo en el trámite un finísimo cáliz, colmado de un extraño elixir, energizante. 

Cáliz consagrado con vino ensangrentado,  les escuché decir. Generador mágico de frutos prodigiosos, 

Habiendo conseguido, sin un solo reproche de mi parte, con Él, por Él, y en Él, 

limpiar sus bocas sucias; sus propias bocas sucias, al impregnarlas, por dentro, 

con el sublime espíritu de Dios. Del Dios, ahora, de todos. Nuestro Divino Señor, 

Vino fermentado en cubas tristes, ese, el del rojo sanguíneo resplandor, vertido sin sosiego, luego, 

sobre las dulces aguas de mis ríos soberanos, entregados a su eterno y majestuosos desliz anhelante.  


¡Usurpación! gritó mi gente, antes de contemplarse enardecidos, 

peleando como bestias, ¡pobrecitos!  en medio de esa guerra por demás injusta 

en la que muchos de los nuestros morirían, como lo hicieron. 

Guerra a la que entramos inconscientes, sin saber cómo proceder;

sin pensar que esos hombres vencerían adueñándose de todo. 

Tal vez porque metidos ya en la lucha nos costaba olvidar lo que sabíamos:

que nada del presente se ganaba, ni nada del futuro se perdía, con ella. 


La propiedad, sin gracia concebida; sin pena, ni gloria, ni valor, ni custodia  

solo era aceptada, aquí, convertida en lluvia, luego de invocada en los rituales, 

cuando, saborizada con un sutil dejo de caña azucarada, se entregaba en delicioso Maná metalizado. 

Fluido acuoso vertido desde el cielo, intervenido con luces mortecinas y fulgores estridentes, a veces.

Para que las cosechas, de todos, reventaran colmadas  

y la expectante alegría se entronizara sola, 

justo donde nos fue ofrecido el cáliz, mucho tiempo después.                                                                                                                                                  


Alegórico y purísimo brebaje envenenado resultó aquel del cáliz; 

ese, el transformado en misterioso continente de atractivas y ambiguas consignas.   

Exquisito licor fuerte y  de un color rojo, sereno, transparente e impregnado de luz. 

Y más útil, todavía, que el Maná. 

El mismo que impulsara, a aquellos que llegaban trepando a mis alturas, 

espada en mano y sin remordimientos, 

a colgar en lo más alto del cielo, en triste cruz, su propia sombra oscura 

                                                                                                                                                                    

 II.- YO, AMÉRICA HISPANA  (para que me ubiquen)

(Trafalgar… llegando hasta Malvinas heriste en carne propia al heredero)


Guerra justa, se dijo. Y entramos en  la guerra, todos. Los unos y los otros. Recuerdo a aquellos hombres.                                                                                                                                                                                                                                                                                                 

Sin duda eran “los otros”. Tenían la piel blanca… endurecida y ajada por la sal. 

Eran los que, de a poco y a puñados, sin amos ni señor, desde el confín del mar 

legaban mostrándose bravíos, cabalgando sus dioses indómitos, de oscuro pelaje y bramido asesino,

saqueando nuestras minas,  matando  enardecidos, infundiendo terror. Me parece estar viendo 

su extraño primer salto, llegado a nuestros ojos con luces de cometa por llevar en su comba a un Dios

                                                                                                                                           prendido. Maltrecho, ensangrentado...  aferrado a esa comba, Pero de  eso último, nos enteramos luego. 


Más tarde fueron otros los hombres que arribaron, Recuerdo que eran muchos; 

y rubios y elegantes y cultos y educados y aún recuerdo más… 

Después, pasado, ya, un buen tiempo, Inglaterra con tantas pretensiones como para imponerse, 

logró su cometido triunfando en Trafalgar.

Y todo sucedió, puedo jurarlo, luego de concretado, en otro idioma, ese lejano y ambicioso salto

de lenta trayectoria; la que en pleno anochecer resplandecía por llevar prendido el sol, su aval y guía. 

Fue cuando asombrados, nos preguntamos todos: ¿Habrá perdido España sus dominios lejanos, aquel

                                                                                                                                                          día? 

Y, además, esto otro:¿Habrá perdido España su poder, su suerte y su fortuna, por negarse a rezar?

Me voy a presentar me llamo América.

Mi madre no quería que me pusiesen nombre.

Los sonidos del viento surcando mis llanuras,

amparando misterios ocultos en mis selvas,

preservados no en vano por mis fieles hermanos, le eran suficiente. 

Mi padre pereció; murió en algún combate, defendiendo mi orgullo, sin saber que lo hacía.


Yo sé que fue valiente y que se acerca el día en que todos mis hijos recompongan su nombre 

y exhumen su mirada por siglos sepultada. Sin embargo, después de sinsabores y tantos desengaños…  sintiendo, hoy, más que nunca, que mi fatal historia, ya casi diluida, se ha enturbiado, 

mostrándose,  a mis ojos,  confundida y,  en este último tiempo, maltratada, al cabo de estos años,  cansada de ambular desprotegida, con grito “americano” preocupado, pretendo actualizarla:

Recordarles que un día yo misma fui arcilla originaria, gestadora pacífica de mi angustiada sangre 

viscosa, espesa y vital, atrapada en las redes de mi cuerpo en letargo prudente, por tiempo inmemorial. 


Circulando escondida, sin rumbo, sin gozar del pujar,

mientras la sincronicidad, al amparo de su latente espera, 

preparaba mi útero en secreto, transformándolo en dócil hasta la llegada de la feliz actitud de su obrar 

a favor del inicio de la vida. Amasijo obligado a descargar, luego y por siempre, a partir de los muertos, 

la fuerza vertical, arrolladora en su huída, de los infinitos pies ya inertes, en constante desliz, ordenadamente encolumnados en viaje hacia el destino final, certero y embarrado del centro de la tierra. 

Sin escala, sin paradas en regiones intermedias. Sin valijas ni equipaje. Sin regreso.                                                                               


Amasijo de hombres, eso era yo, no otra cosa. Amasijo perenne en vaivén de infortunio.                           

coraje en espera del fulgor de la vida, que un día se dio, hasta que por su indómita bravura, sucumbió,  

Vida nueva impulsada, por fin, hoy, por Dios, en cálido tributo. Ofrenda demorada, esa vida gestada 

en el vientre del eco quejumbroso e infinito, propalado en todos los espacios, abiertos a mis vientos.  

Eco celestial de mística raigambre, en mis abismos; repetidor del tronar de los tambores 

que, desde el cosmos, se escuchan movidos por las almas rústicas de los que aquí nacieron, 

crecieron y vivieron, muriendo, todos, maltratados, luego. 

                                         

Y, aún necesito recordarles más: que Hitler no fue el iniciador de genocidios;

que soy tierra viviente en estado latente; que mi nombre es América desde mi  bautismo, el último,

el llamado a permanecer eterno por la ambición de ellos, “los otros”, los que así lo dispusieron. 

Sin embargo, como se habrán dado cuenta, lo acepto resignada porque me pertenezco.  

Y porque hoy  sé que soy mía, a pesar de las bulas y leyes creadoras de amos y de las turbias razones 

de mi precariedad, como homenaje a mi  historia, quiero que recuerden una sola cosa más.

Que en un tiempo feliz, no tan lejano, mi tierra fue de Aztecas, de Incas, de Chibchas y Araucanos…                                                                                                                



POEMA DEL ÁRBOL FLORIDO


Al picotear el resplandor del parque

las sombras de los pájaros ligeros

tapan la luz, sintiendo que son parte,

con lunares de hollines pasajeros.

Todo es color y vida, aquí, en mi copa.

Brillo y trinar de nidos, mi follaje.

Mullido el tapizado que apocopa

el andar del que observa mi mensaje.

Color azul violáceo, por arriba

y abajo azul violáceo duplicado

y en medio de esta flora a la deriva,

niños, al sol, y amores sosegados.

Pero abajo, sin embargo, una mujer

cumpliendo una ordenanza que, hoy, me hiere,

barre los capullos que dejé caer

para que Dios le exprese que la quiere.

Aceptando la ley como bandera 

ella no se apartó de su consigna.

¡No comprendió mi amor, la barrendera!

No me atendió y barrió, sin ser maligna.

El verano se viene y con sus manos,

ha de ocultar de a poco esta torpeza,

sus frutos y sus mieles, como humanos

barrerán de los parques la belleza.

Expuestas al calor de un fuego al rojo,

rendidas ante Dios por su destreza,

sucumbirán, mis flores, a su antojo,

muriéndose de amor, si no las besa.

MI MENTE


Me faltaba una pierna y mi muleta

empujando mi sangre en los atajos

exaltaba mi alma componiéndola 

para intentar un logro a cada paso. 


¡Qué hermoso todo aquello que se daba! 

¡Mi mundo continuando! Mi mano en la madera de su talle, 

seco testigo... incorporado a mi cuerpo 

y a mi angustiado saltar. 


¡Qué hermoso todo aquello! ¡Pequeña amiga y parte! 

Qué hermosa mansedumbre me otorgaste al señalarme el linde, 

que hizo nacer en mí la certidumbre de la altura ideal, 

lugar donde se toca fácilmente, el cielo con la mano.


¡Qué hermoso todo aquello que me diste!: conciencia... 

y el equilibrio justo perdido y conquistado con tu ayuda, franca. 

Acompasando el vuelo; mi vuelo humano, rastrero y relentado 

escucho tu tac tac, tac tac, tac tac, acompañándome.


CUERPO

Calla la razón cuando la muerte, buscando doblegarla,

silencia el corazón del que se muere, solo.

Allí, en ese punto, la eternidad ofrece seductora su quieto abrazo oscuro.

Entonces...

Respondiendo al convite de violarla penetramos en ella sin embargo,

sin remedio ni apuro, dispuestos al no ser.

Tal cual fue en el origen.

Cuando de una memoria, ignorantes aún nosotros,

tan solo constituíamos el punto germinal al mundo consignado.

Cuando convidados, respondiéndole al mundo con la vida 

-sucumbiendo a su acoso prolongado traspasamos sin prisa, pero atados,

los umbrales de la temporalidad.

No importa cómo ha sido.

El golpe fue asentado.

Un instante... y la nada frente a la infinitud.

No importa, ya ha pasado. convertido en enjambre 

de millones de seres que gastan su energía hasta 

la extenuación, ese cuerpo se aleja. 

Su partida está en marcha. 

Sin gusto ni violencia ni voluntad ni angustia, 

desaparecerá.

SINFONÍA DESTINO


(Opus 1 en futuro mayor). 


Era un cielo abierto de un azul glicina

que enjambres de abejas rociaban con miel.

Y así presentado: dulce y sin neblina

se instaló en mis ojos y me fui con  él.


Cuando está conmigo, no debo olvidarme

que en su abrazo acuna mi razón de ser.

Pero estando lejos deja de ampararme.

Su ausencia me abruma, me invita a caer.


Si se queda inmóvil, flecha demorada,

luna detenida menguada de luz,

sin ser firmamento, ni cielo ni nada

se convierte en sombra de mi propia cruz.


En cuanto despierta y entra en su mirada

la carga de angustia que intento calmar,

me ofrece su barca; la aferro aterrada

mientras leva el ancla para entrar al mar. 


Mi norte -trepado a esa flecha cohibida

del plano aún latente; sin activación-

con la luz de un sino orientó mi huída

y hacia el horizonte impulsó mi acción. 


¡Ningún ser viviente traspasó esa línea! 

-Me alertó el destino prendiendo un farol-                            

Y al verme alejada de esa franja ígnea 

me quedé a la espera de la luz del sol. 


                                                         Amanda Patarca.


TÚ PODRÁS


I.-

El “tu podrás” de antaño, frase colmada de ganas; cura actual del desaliento, no encuentra en la escalada, 

ubicar, desde el vamos, su punto de partida y al cabo de los tiempos, se dio cuenta, dolida, que sólo es una frase 

de humana disyuntiva, atrapada en palabras, pesadas, aún siendo dos; sin su meta aclarada.

Tan solo dos palabra, hundidas, desde entonces, en íntimas opciones, oscuras y antagónicas, 

que exigen de la gente, dispuesta a interpretarlas -seres muy preocupados, por el obrar impune de mentes confundidas, una sola consigna con fuerza imperativa ¡y puesta en marcha ¡ya!, por medio de la cual 

se nos imponga, que prime, entre nosotros, como superlativo, el valor incuestionable, de La Vida.                                                                 


II.-

Induciendo con destreza al pensamiento animado y usando la sugestión, en función del gran placer de llegar 

al “darse cuenta, con el manejo certero de su propia reflexión, la Biblia, que nos dice muchas cosas, sin decirlas, para lograr nuestra acción e instalar en nuestras almas, como gracia, la intuición, entre tantas de esas cosas que nos dice, se encarga, de imponer, en forma tácita, con fuerza subliminal y sin uso de violencia, la enérgica normativa, 

encerrada entre sus páginas, en las letras nunca escritas de esa frase, casi  mágica, que nos dice: “Tu podrás”:


III.-

Dos palabras sugerentes que llegan de un gran Poder, el que estoy investigando, del cual los seres conscientes 

afirman, certificando con mucha fe y decretando, que Él sólo actúa observando, repartiendo y controlando 

la enorme dicha del ser, emanada en el espacio e infiltrada en el nacer, desde “Eso”, el “Poderoso”. 

Un ”Eso” sin base lógica; tan solo un “Eso” sin nombre, brumoso y aterrador, que aquí en la zona de abajo, 

sin razones valederas ni certeras de su anhelo; y concebido por todos, sin figura y ningún rostro, 

terminó  muy triste y solo, siendo uno el que quedó; y eso fue cuando se impuso vencedor en la batalla, 

librada con otros Esos, en las desiertas alturas, ya que siguió, desde entonces, como Todopoderoso, 

rigiéndonos en la Tierra, bien resguardado en su cielo. 

                                                                                                                                   

IV-

Hoy quisiera analizar el “Tu Podrás” de la Biblia, frase tácita, considerada profética y por muchos muy sarcástica,

separando el accionar del ser humano, el carnal, protegido por su propia condición y envuelto en su circunstancia.

Entonces, comenzando por mí misma, siendo mujer educada y por la gente aceptada, aquí mismo yo respondo: 

En la dimensión “poética”, en la que me encuentro inmersa, es ella  la que, en mi, influye, haciéndome sentir bien. 

Ella es la que me insta, a crear textos en verso, con ansias enardecidas por llegar con ellos, lejos. Y un poco más:

Que mi obra, navegando traducida, por las redes, se quede muy atrevida, tratada, como “incunable”. 

Pero en la “esfera política”, sin lugar para poetas, dimensión muy agresiva en donde la guerra impera,

si yo en ella me moviera, no dudaría: La sumatoria total del gran Poder Terrenal, del Público y del Social, exigiría. Para imperar, a mi modo y sin violencia, sobre todos, colocando su moral a la altura de la mía. Y ya convertidos  en masa, poder conseguir de ellos, si yo así, lo dispusiera: lo que ni siquiera Dios, ejerciendo su Poder, conseguiría. 

 

                                                                                                                                        Amanda Patarca


LA FLECHA

Tenso mi angustia

y estiro mi reclamo.

El arco ya está listo

entre mis manos.

Vibrando, convencida

concentra arrolladora sus anhelos

para la conjunción.

La siento en tren de fuga

hacia el país del gozo.

Colosal energía

le transmiten mis manos

otorgándole impulso a mi destino.

TEJIDO MACRAMÉ

Y mamá se iba, como aún lo sigue haciendo Dios, constantemente,

cuando advierte que se ha quedado solo, porque siente, entiende y sabe

que no tiene cerca a nadie que, con súplica tenaz de enfermo grave, 

le pida su perdón, o cuando le sucede aquello que por triste mantuvo bajo llave:

No contar, siquiera, con un loco o algún cínico ateo que lo enfrente.

Y, sí, mamá siempre se iba, digo... 

Como se iba Dios cuando entendía que a nadie, en este mundo, le importaba                      

lo que, amorosamente, a todos prodigaba, porque ninguno se lo agradecía.   

Cuando se extenuaba espantando angustias, mientras nadie con su mente lo llamaba

O cuando languidecía padeciendo solo, porque el hombre no imploraba ni su sagrada ley                reconocía.

Él, que era Dios, también se iba, hasta sentir cercana la extraviada voz de ese ser terrenal que lo alentaba. 

Ella, mamá, la mujer del hogar, se iba. Se iba cuando los “suyos” se le evanecían. 

Y eso ocurría cuando, en su casa, estando perfectamente ubicado el mobiliario, dentro de los 

andariveles de lo obvio, 

se escuchaba nítido el fluir del sonido del orden, porque todos gozaban de buena salud. 

Era, entonces, dentro de esas felices circunstancias, justamente, cuando negándole la palabra, le dejaban de hablar. 

Obligándola a mirarlos intensamente para llegar a interpretarlos y conseguir así reconocer 

en el huidizo fulgor del indicio -que la rapidez del movimiento de los ojos les dejara escapar-

el mundo en torbellino de esos “suyos”, dentro de cuya furia, tratando de sobrevivir 

aferrados a él, permanecían. 

Ella se iba. Se iba sola. Y a veces lejos. A siderales espacios que recorría a tientas

 y con cierto recelo, por ser mujer, no Dios. Aunque sí poderosa y prudente.

Pero…, en cualquier punto de la galaxia en donde ella, suspendida sobre la nada, se instalaba,

su pesada valija, fuertemente aferrada a su mano, terminaba orientándola, 

susurrándole, al oído, el rumbo, que su retorno le exigía a gritos. 

Y era, entonces, en ese instante de luz, cuando ella emprendía el regreso, nueva… intacta…renacida.

Su sonrisa resplandeciente, iluminando su júbilo del otro lado de la creación, ya estaba preparada 

para iniciar, mitigando, lo que el eterno ritual cotidiano, de soledad y silencio, le prometía.                                                                                                                                           

Porque mamá se iba pero, con idéntica manera a cómo se iba, ella volvía -con mayor vitalidad, tal vez-. 

cubierta y resguardada por la misma manta que, en el momento de su partida, la abrigaba.

Tejida por sus manos con fibra indestructible y nudos apretados, bien atados, a modo de sostén, 

enaltecía, con ella, el laborioso doméstico entramado, ennobleciéndose, a su vez, confiada 

bajo el inquieto chal, genuinamente antiguo y metafórico, de hilado macramé. 


LA SUERTE YA ESTÁ ECHADA

Los humanos lo saben: 

En el más allá, remoto, Dios no juega más a nada. 

Desde su sitial lejano, tan sólo se entretiene, con ellos, 

espiándolos a veces, atestiguando apenas y en ocasiones raras, mirándolos actuar.

El más acá ya tiene sus dos leyes -se dijo sosegado. 

Y nadie, en su planeta, necesita nada más.

La gravedad y su fuerza ya es ley imperativa en todos los confines. 

Con su jurisdicción vigente no existe ser que escape a su atractivo.

Y su amplia competencia, haciéndose sentir en mi quehacer,

de manera imperceptible se encarga de mantenerlos conmigo,

abrazados a la Tierra, pegados simplemente por los pies. 


Con el Libre Albedrío, dulce fruto de mi entraña, 

insuperable ley surgida luego de mi solitario exilio y largo transitar 

por confluencias proféticas variadas, fue distinto porque sucedió otra cosa:     

Por de pronto, afirmo lo que muy bien sé: 

Que esa ley fue entregada, a los humanos, por mis propias manos, 

como gracia plena, consigna conveniente y llena de un futuro venturoso.   

Y, sí… hoy debo confesarlo: Con el Libre Albedrío fue todo muy distinto… 

¡No ocurrió como todos esperábamos! 

Ese mismo día, el de su lanzamiento con promulgación,

encontrándome aislado y por demás ansioso, tomando un cubilete y cuatro dados, 

jugué, conmigo mismo, en las alturas, no sólo mi suerte: 

esa razón mía que dio aval en la Tierra a mi justicia, misteriosa y hermética,

sino, también, la de mis propios hijos, los humanos, 

a los que les pedí sólo que oraran, para engrandecer sus almas. 


Y así, cuando, desesperados, instaran mi presencia, en su lejano mundo, 

poder entrar en ellas, ya ensanchadas, para albergarme cómodo, yo, allí. 

Y fue, entonces, en aquél punto de unión tiempo y espacio, 

que, aceptando y afirmando lo que hice, con su consentimiento, 

mi suerte y la de ellos quedó echada, y el enérgico Cosmos, espacio sin fronteras 

y dimensión extraña en donde todo rueda, se convirtió en testigo de mi luz noble y eterna. 

-Y así fue, como Dios... -digo yo ahora-, sin poder acercarse, 

por respeto a la Ley del Sagrado Libre Albedrío Soberano, entregada como DON, a los humanos, entristecido, solo, enmudecido, perdido entre los bandos, negándoles la gloria de su arbitrio, 

los observa en la guerra matándose con odio, siempre...

OTOÑO EN BUENOS AIRES” 

Si es propio de los pueblos pintarse de colores,

         volverse fluorescentes, despertar sensaciones,

         exaltar su paisaje con cuentos de amadores

         para quedar prendidos sin más explicaciones…


         Si en Italia su ocre me transportó a otro tiempo:

         Al de aquellos cristianos que por Jesús morían

         cuando a la lex romana la propalaba el viento

         y en el gran Coliseo los césares reían...


         Si París es plateado, lo supe en primavera

         recorriendo sus calles hasta que amanecía…

         Si a Londres vi colmado de bronces y maderas 

         mientras en sus tejados el sol languidecía…


         Si toda España es blanca; blanca como su suerte

         gritando que no engendra ninguna anomalía

         -pues sus mujeres ríen y sus hombres son fuertes-

         demostrándole al mundo que no hay melancolía…


         Yo añoro a Buenos Aires invadido de otoño,

         mientras lucha el verano tratando de durar.

         La imagino arrogante rodeada de retoños,

         con colores brillantes que tienden a cegar.


         Lo que sucede es simple, se explica de algún modo:

         En su otoño he vivido cuando empecé a crecer,

         cuando, siempre, asombrada lo preguntaba todo.

         Yo creo que su otoño debiera florecer.

LA AIMARÁ DE ATACAMA” 


I.- Con el aporte de mis pocos años 

     y el silencio esencial de mis ancestros

     entre lagunas secas y planicies

     llegue hasta aquí, momento al que resalto

     por presentirlo audaz  y diferente   

     Él está allí, al costado del camino

     Estudiando mi actitud, indiferente                                                             

     pero convencido, como siempre estuvo 

     de que a mí me gusta, que me mire así. 

     Él sabe que en mi pelo negro puse hoy flores blanca. 

     Él sabe que siempre respondo a su férrea mirada,

     cuando estando lejos, con ella me llama.


II.- Y al verlo acercarse, tiemblo…

       Como tiemblo ahora que lo tengo enfrente.

       Y cruza el camino… Y ya está conmigo…

       Me toma la mano y yo me repliego 

       cuando abre sus brazos y me aferra, unido 

       al latido ansioso de mi corazón. 


III.- Y por todo esto que me está pasando…

       Ahora que comprendo que él también me quiere,

       al sentirme así hechizada y hundida; 

       escabullida entre sus brazos,

       le ofrezco, confiada, mi boca, a su boca, 

       sabiendo que ya es mío, para siempre, 

       aunque algún negro día, tiznado, se aparte de mí.

 

IV.- Aquí, en Atacama, el silencio del valle es maestro 

        y la Pacha Mama -mi mama del alma- pide siempre más.

        Pide trascendencia  -descendencia cósmica, le dicen en casa- 

        pero con pudor… respeto… prudencia… constancia… y mucha paciencia. 

EN EL TREN DE LAS SEIS” 


Aviso clasificado publicado, no hace mucho, en un importante matutino de la ciudad de Buenos Aires:

“En cuanto me miraste, me enamoré de vos…en el tren de las seis. Espero tu contestación por misma vía”.

 


Yo soy esa muchacha.

Yo lo he visto, mirándome a los ojos desde lejos,

mientras mi ser captando a la distancia la caricia, abrazado a él viajaba.

 

Y él habla de ese tren en el anuncio, en donde me reclama.

 

Él cita una estación, la reconozco, y un día, jueves cuatro por la tarde.

Coincide al detectar palpitaciones cuando mi corazón creyéndose cobarde

tratando de aplacar sus pulsaciones encaminó su huida, condenándome.

 

Y él habla de ese estado en el anuncio en donde me reclama.

 

Ese amor sin fronteras, gestado entre dos rieles en un desliz de ruedas,

desde el texto de letras resaltadas –que yo capté-

refiriéndose al tren, al raro estado, al lejano lugar en donde vivo…hoy me reclama.

 

Por eso, tal vez, prendida a su recuerdo mi mirada se marchó con él.

 

Sabiendo que su amor se ofrece sólo a mí y de esta manera,

al hombre que me reclama le diré ¡sobran mis ganas!

Firmándole: la del tres, en el diario de mañana.

TRASHUMANCIA” 


Ella, la felicidad, y esa era la felicidad que compartíamos,

sin reparar en su presencia ni reconocerle sus valores,

sin siquiera rendirle un pequeño tributo de amor jamás,

por eso un día sin que nadie de la casa lo notara, y éramos ya muchos,

se fue yendo despacito, sin quejarse, sin sonido ni ruido, ni recriminación.

Ahora de que ya es tarde para hacerlo, la evoco entristecida,

convencida de que, en algún lugar cercano, 

a seguir viviendo como en casa lo hacía,

injustamente inadvertida, la estará pasando mal,

tanto como para que hoy me resulte fácil intuir que, por idéntico motivo,

abandonándolo todo y sin remordimientos, resuelva dolorida irse.

Volar, hacia otro hogar, volar como ella sabe, hacia otras vidas,

jóvenes inexperimentadas, parejas principiantes, 

recién adentradas en la ciega ternura del estreno hogareño amoroso,

juventud arrogante, indiferente, confiada e ignorante como siempre ocurre,

de su abnegado, silencioso, sublime y hasta exagerado humilde transcurrir.


AMÉ” 

Amé:

Y fue ese amor inmenso -el convertido en lamento-

el mismo que me instaba a quedarme en los instantes,

el que moldeo mi vida desde el primer momento

transformándome en sorda, en ciega, en titubeante.


Viví:

Sin saber que ese río -el que mi memoria extraña-

amoldando su lecho al nivel de la pampa,

impregnando de orgullo mi estirpe y mis entrañas

ocultaba en el fondo su razón hecha trampa.


De piedra:

Ya soy una columna que soporta el mañana.

A mi lado, en silencio y derramando hoy su calma

se acomoda este río -el de efluvios mundanos-

al que vi. embravecido luchando contra mi alma.


Incólume:

Quiero explicar a todos los que en su cauce cantan

la verdad del misterio, pero mi voz no alcanza.

Sólo se escuchan ruidos, murmullos que levantan

las risas de las niñas que a mi sombra descansan.

ESPERARÉ POR SIEMPRE, EN ALGÚN LADO ” 

Hoy me he escapado sin querer lejos, muy lejos, a una zona ideal del pensamiento, de ese lugar que es anacrusa de los tiempos donde el cuándo ni espera ni es muy viejo.

Y evocando mi ser de aquellos días, proponiéndome encontrar lo que buscaba, pregunté por mis besos y asombrada comprendí que esa gente no entendía, aquellos besos y tu voz, luego tu ausencia…

Ay y si pudieran mis besos humillados atravesar tu diario recorrido haciéndome entender que aún perdidos, ellos siguen con vida en algún lado, habré logrado aislar la maravilla, que da por resultado lo deseado…

Ay…,

Que sepas que te espero en algún lado.

RESONANCIA” 

Cuando llegué me dije, ya sos, ya estás aquí, para que aquí crezcas a gusto. Respirá hondo ahora como lo hacen todos.

Tus pulmones llenándose de aire te harán feliz. Y acepte allí la consigna que naciendo de mí sin hacer ruido se fue expandiendo adentro, llenando mis espacios con música selecta, el lugar del inicio, creo.

La acepté sin negarme, como la nena buena que desde siempre fui. 

Y lloré. Y mi primera lágrima al huir de mi cuerpo habiendo condensado en su líquida forma las ganas de existir, impulsó de tal forma mi energía al futuro, llenó con tal potencia las arcas de mi aliento, que el tiempo a mi asignado, el que sin brillo ni luz a mí correspondía cruzando los abismos penetrando mi mente, se adueñó de mis días hasta hoy.

Hasta hoy y aquí, en donde vivo a gusto.


Amanda Patarca

EL TRIGO Y LOS DURMIENTES” 


La semilla de trigo se ubicó entre durmientes, pero el viento la llevó a campo abierto.

¿Y si de aquí en más sembráramos trigo? 

Tal vez nuestra semilla llevada por el viento a campo abierto,

o dejándola sola pero bien sepultada en su lecho de tierra,

al cabo de su tiempo podría prosperar.


Son muchos los que amasan el pan de los durmientes hoy.


Si ellos despertaran la harina de los trigos al llegar a las manos de mujeres valientes,

obligaría al mundo a reabrir las vertientes, 

aquellas que exultantes nos muestran a labriegos secándose felices el sudor de sus frentes.


Si ellos despertaran pensando que el trabajo al solventar la casa dignifica la vida,

reviviendo al que sufre por su falta, el fragor de sus manos dichosos cada día,

su pan amasarían de aquí en más...


Amanda Patarca


BUENOS AIRES BAJO LA NIEBLA DE UN OTOÑO ANTIGUO” 

Alejandrino


(11 de junio 1580: Segunda Fundación de Buenos Aires) 


Si en un día de otoño se inició su destino

porque la historia quiso que esta ciudad naciera                                                                   

y la niebla de junio determinó su sino

sin que el mundo escuchara ni Garay lo supiera…

Igual que aquel otoño que odiaba a lo mediocre,

que sirvió a Buenos Aires como testigo osado

es este otoño mío que me enredó en su ocre

revelándome claves para abrir su pasado.

Hoy llegué hasta su esencia y sé que es importante

nacer en pleno otoño como ha nacido ella.

Los siglos se estremecen; ella sigue anhelante.

Poderosas razones iniciaron su huella.

                                                 

Amanda Patarca.

EL ÁNGEL DE LA NAVIDAD


Llega.

Casi lo percibo. Se posa en la mesa

y dando volteretas nos indica un orden.

Exhala un quejido. Su aliento calienta las sienes de todos

y oliendo a jazmines se acerca a la fuente del pan.

Atraviesa el aire con sonidos suaves.

Entorna sus ojos y desde el límite impuesto por sus propias alas,

moviéndose apenas vuela hacia nosotros

para iluminarnos con su propia luz.

Casi lo imagino, desafiando el eco, haciendo equilibrio sobre el rumbo oeste de la mesa blanca

cargada de frutas , de cintas, de pájaros,

marcando la idea que gesta su impulso.

Ya sobre el abismo, de su boca sale la palabra justa. La que debe ser.

COINCIDENCIA, dice.

Y en cuanto decido, casi humildemente , dominar mis manos, para no tocarlo, 

roza mis mejillas con sus plumas blancas...y...

así como vino, sigilosamente, el Ángel nos mira, saluda y se va.

LA VIDA ERA LA VIDA, EN ESE MUNDO 

 (Poema libre - Díptico)

-La Vida que, evocada, hoy vive en mí-

 

I.- Gloria del Atardecer

Afuera crecía un jardín muy bien regado, cuidado y florecido.

Y sobre el alto tapial, los besos de ángeles blancos

-enraizados guardianes de aquel predio-

descendiendo del cielo y conscientes de la dicha allí instalada,

volando hasta su risa, se posaban temblando, en su cabeza,

despeinando, con humor, su pelo.

Su cabello trenzado y elevado a la altura, era de oro.

Tan puro, tan real, bello y fulgente

como lo era todo aquello que mi mamá tocara.

En este momento, siento la invasión de un torbellino:

de una ráfaga acuciante, celestial, suave y sombría

y tan distante de mí, por movediza y confusa,

como el helado rocío, dispersado en la galaxia

desde el soplido de aliento, desesperado y violento,

de una aurora, detenida, sin lograr ponerse en marcha,

perdida en la inmensidad, retrasada en sus quehaceres.

y… por sobre todo, sabiéndose esperada por toda la humanidad.

No es fácil la explicación.

Todo lo que, en este instante, yo percibo como cierto,

llegó a mí, desde aquel tiempo al que enterramos por muerto,

en la fragancia de un beso; de un Beso de Ángel antiguo

meditando adormecido, tranquilo casi despierto.

Y porque lo sé, lo juro, asegurando que es cierto:

todo lo que allí ocurría, sucedía entre esas flores

blancas como los jazmines, con perfume apabullante.

De pétalos nacarados, trepados a sus corolas, en racimos fulgurantes.

La vida se percibía, bajo aquellos besos puros provenientes de los ángeles,

mientras mi mamá, cosía,

dejando desparramados, por las baldosas del piso,

trocitos de tela, hilachas, moldes de papel de seda, carreteles y ganchitos

y partes de su alma hermosa -mater misericordiosa- hilvanada a sus anhelos.

Anhelos de todo tipo. Hasta los que, por ser grandes, en la casa no cabían.

A los que he visto dormidos, sobre el pasto

o colgados de algún ruedo, con alfileres prendidos.

O en sus caminos de ensueño, cuyas tranqueras y puertas,

sin goznes y sin bisagras, que hicieran ruidos,

intuyendo un ambular, a la hora de la siesta, al paso de ella, se abrían.

Siempre quedaban desechos…

Pero llegada la noche, cansada casi rendida, mi madre los recogía,

levantándolos del suelo, para no escuchar reproches,

antes de enhebrar las cuentas, de sus plegarias,

-dispersas y amontonadas sobre su cama-

con deshilvanados rezos.

Completando, así, su día, entre sonrisas y besos.

 

 

II.- El Pino Director de la Orquesta “de sus pájaros”

Todo pasaba allá lejos. Casi todo. Bajo la sombra amigable de aquel pino

que hoy vislumbro, con mi visión redentora,

tan contundente y rotundo, como arrogante y vigente.

Desde el abismo profundo, donde se esconden los muertos, hoy lo he hecho renacer,

-fiel amigo de mi infancia, complicada adolescencia, y testigo de mi ayer-.

El que al crecer desde el brote por nosotros implantado,

enredando sus raíces con las nuestras, y a nosotros injertado,

transformado en nuestro prójimo, sin distinción de linaje, cunas, reinos o pelajes…

Sin ampararse en sus méritos, sin conseguirse algún rango, ni renegar de su especie…

fue creciendo lentamente, dirigiéndose al ocaso anunciador.

Y fue, allí, cerca del fin que, allanándole el camino,

lo vimos cruzar el río por el vado arrollador…

Y fue después de ese instante, cuando, erguido,

se hizo dueño del sosiego de ultratumba y del silencio escrutador,

solo a su cuerpo asignados, y por él, ya en ese tiempo, presentidos y esperados.

Se retiró como un grande convencido, en ese trance,

sabiendo que la alegría se escondía en su follaje.

Y así se perdió de vista aquel Maestro, Cantor en los vendavales.

Concertista y Director de la Orquesta “de sus pájaros”.

Se fue como un Almirante, de sobrada autoridad.

Como lo hace un General, vencedor de las batallas.

Como lo hace un Arquitecto que, al conquistar las alturas,

por las puertas de sus torres, puede hacer pasar a Dios.

Y cuando, conscientemente, por haber pasado el vado

nos dio su último adiós, él lo hizo a su manera.

No con la imagen callada de vegetal resignado, sino como Emperador.

Líder de una gran Nación, sin nombre,

dentro de una dinastía, la de él, de sobrada Dimensión, concebida como propia.

Sin escudo ni bandera, sin himno ni escarapela,

Sin estandartes, ni vallas, ni imposición de barreras.

Sin miramientos de piel ni distinción de ropaje.

Él como árbol creció… y llegó, por su coraje, al rango de Emperador

Del Amor, de la Dicha, del Asombro en la mirada de los niños

y también de la Ternura distribuida en su paisaje.

Verde copa encubridora. La que alegró nuestra infancia.

Verde selva impenetrable, la que acercó a mi memoria aquella dichosa instancia.

Ella amparó nuestro nido, construido entre sus ramas,

Y a sus cinco refugiados, fugitivos de esta historia, bien custodiados, adentro:

Un casal -dos pajaritos- atrevidos y dispuestos:

mi Santo Padre, mi Madre -Gloria del atardecer-

y tres pichoncitos tiernos, preocupados por crecer.

La vida era la vida, en ese mundo.

Y el mundo, ese otro mundo, el oscuro,

el que a la vida mostraba muy atractiva, con las maldades,

surgidas de sus quehaceres, para generarnos miedo,

se disolvía, humillado, al penetrar nuestro cielo.

¡Todo un mundo era ese Imperio! donde el centro era la vida.

La vida nuestra… La que allí siempre fluía, perfumada.

-amparada por los besos que, ese ángel florecido,

mirándonos desde arriba, ubicado sobre el muro, nos enviaba

para que Ella, -la vida nuestra-, -esa vida que era mía-

los distribuyera, sobre aquel jardín del mundo nuestro,

rociándonos con las flores surgidas de aquellos besos.

Tal cual como si estuviera, dentro de un corso lejano,

arrojando serpentinas, de papel de mil colores,

dirigiéndolas al cielo, -que es de Dios- con la fuerza de sus rezos.

 

FIN

“DÉCIMAS SILÁBICAS LIBRES”

I

SIN PENA NI GLORIA NI AMORTIZACIÓN


Fue que me ofrecí y me anotaron.

Jamás pensé en quedarme y me quedé.

Esperé confiado y me tomaron.


Distraído me acerqué a la fragua

dispuesto a entregar lo que pedían,

buscando lograr que respetaran

lo mucho que yo les ofrecía.


Luego comenté que no me iría

porque con los míos me encontraba

y que por placer yo les daría

lo que Dios, con fe, me prodigaba:


Eso que viviendo perdería

permitiendo que mi tiempo usaran

sin negarme a malgastar mi vida.


II

Y ASÍ FUE CÓMO


Ignorando el valor de ese costo

trabajando, me olvidé del tiempo...

Hoy, ya grande, comprendí la trampa:

Nadie me empujó; solo entré al corral.


Mi inocencia deslizó la tranca.

La prudencia decoró mi rostro

con arrugas y esta risa franca.

“RAMÉ”

Algo sobre dos de los cuatro elementos entregados a los seres humanos: el agua y el aire.             Prosa poética.

 

Nada es más inquietante que dejarse vivir mientras la tarde se desgaja temblando entre rítmicas descargas ensordecedoras. Cada medio minuto un trueno y cada tanto un rayo que, cayendo cercano, nos hace estremecer. El bramido del cielo hace eco en la tierra y se desparrama. Ya no se distingue de dónde viene el ruido. Si conscientemente no me sintiera ubicada en donde estoy, podría pensar que lo que estoy escuchando es el mar empujándose desde todos los ámbitos; desde arriba, desde abajo, desde abajo hacia arriba, de izquierda a derecha, luego de derecha a izquierda, más tarde en diagonal, con intervalos minúsculos de tiempo. Como si todas sus moléculas, como niños jugando al borracho, estuvieran dispuestas alrededor de una de ellas la cual, cayendo en peso muerto sobre sus compañeras de contorno, fuera empujada, por turno, hacia todas direcciones, hasta que el movimiento continuo se detiene, casi siempre, a consecuencia de una causa exterior: un golpe, cansancio en el entorno, una llamada…

 

El ruido cesó, mi mar se desvaneció; como si hubiéramos viajado juntos, se oyen voces confusas saludando desde lejos. No logro distinguir qué dicen. Imaginación, imaginación… Qué van a decir, pobres… Esas voces sólo pueden sugerir, hacer presentir la iniciación de una esperanza. La del nacimiento de un orden nuevo después de la vigilia expectante como consecuencia del padecimiento de la incógnita del después, visto o sentido desde el ya de este ahora.

 

El aire cargado de silencio humano se agolpa en mi ventana entreabierta. Inunda mi habitación con la frescura de lluvia venida de muy lejos; de otras estaciones. y como una mensajera, a modo de anunciación, me deja escuchar sordos ruiditos, mezcla de canto de pajaritos, grillos, chicharras y otros bichos. Suspendida mi existencia, inmóvil después del movimiento que sirvió de testigo, me dejo estar, despreocupada, mientras gotones gruesos, cruzando el espacio en diagonal, penetran por mi ventana, ya totalmente abierta, mojándome.

Llueve. Ahora sí que no hay más nada tan lindo como dejarse vivir, mientras la tarde, apaciguada, nos conduce a la noche.

                                                                                                       Amanda Patarca.

“OSTRACISMO”

(Como aislamiento, ofrenda y/o desprendimiento).

Yo soy la que está del otro lado de las cosas generadas por mi aliento;

del otro lado de los hechos, concretados por mis ganas, en otro tiempo;

del otro lado del espacio en donde ayer imperaba la certeza.

Lejana dimensión inolvidable aquella, dentro de cuyo centro se embrionó mi ser

sin imaginar nunca -como hoy, desde este remoto lugar lo estoy haciendo-

que un día, la vida cotidiana terminaría para mí, sin dejar yo de existir;

ganada por la muerte, mucho antes de morir.

Yo soy la que ahora espía sosegada detrás de las colinas

que ocultan los fulgores del sol sobre los mares;

la misma que hoy añora lo vivido y registrado en mi ayer;

el que me sonreía al cruzar por los puentes,

mediadores pasivos de rústicas labores.

Esos, los que allanando escollos del camino y actuando de soporte,

exaltaron sin voz desde su génesis, la firmeza pesada de su estirpe social

y la grandeza secreta de esta prosperidad global.

Pero la incertidumbre, que oscurece las mentes,

angustiando hasta el alma de los que como yo, detectan a los que tejen lento

y a los que exigen pan sin transpirar sus frentes,

no permite que yo espíe. Ella, con su energía incierta,

sólo instiga a sus aliados, sugiriendo.

Y así, asociada a ellos, mitigando la destreza de mis ojos,

terminaron, todos, reduciendo mi accionar. normal

Por eso mi conciencia -la que observa conmigo replegada y ansiosa,

envuelta en la penumbra de este ocaso que aspira a eternizarse,

implora suplicando el fin del singular suceso que engendra esta cuestión

Y es ella, mi conciencia, la que desde el indicio de la luz del día,

hasta el último espasmo del sol en el poniente, me invita a contemplar, 

desde su propio ensueño, -atrapada como estoy, y adormecida-

el trazado certero de mi sino al cual, ubicada de este otro lado de las cosas y los hechos,

me es imposible llegar a vislumbrar.

Si a mi conciencia mi destino inquieta, hermoso y cargado de sorpresas, debe ser, 

me digo Él es el que implorándome, desde su línea horizontal, precisa y quieta,

a través del cielo diáfano en su azul de cristal puro, me sugiere anhelante;

gritando y repitiendo como un eco, lo que mi ser desea, sin estar del todo convencida.

Y escuché lo que dijo: “Que sólo regresando a lo que entonces era,

proseguirá mi vida cotidiana, activada a mi manera, palpitante y feliz”

La vida que hoy percibo detenida, a oscuras todavía, y en vano secuestrada

moviéndose hacia abajo lentamente en silencio y en constante desliz,

motivo por el cual me encuentro aquí.

Y a pesar de todo, sintiéndome asombrada, me escuché respondiéndole: ¡Lo lograré!…

Lo lograré sin prisa. Sin pensar en venganzas por mi tiempo perdido;

desechando mi apego a este ostracismo gris que me mantiene al margen.

Ubicándome lejos de las noticias falsas; olvidando recuerdos de forzadas caídas

y de la incertidumbre que se pasea airosa, indecisa y nerviosa, por todas las orillas.

Curándome la herida asestada con saña, la que aún carga mi cuerpo con malsano rencor.

Sabiendo, sin embargo que la mía, florecida y sangrante todavía, ya dejó cicatriz. 


Amanda Patarca

“LA PALABRA, LA METÁFORA Y ESA CONSIGNA ÍNTIMA QUE NOS INSTA A SER SIEMPRE UN POCO MÁS”

Nota Preliminar: Mente: Conductora, instructora, movilizadora del alma, del espíritu y de la conciencia. Generadora de ideas con las que se sustentan los conocimientos establecidos, puestos en marcha y/o reproducidos por medio de la acción de pensar, a partir de la percepción con posterior grabado en la memoria. Actos, estos, efectuados por el intelecto. 



No sé cómo decirlo.

Y aunque deba expresarlo de otro modo, buscaré las palabras para hacerlo. No me pregunten cómo.

No concibo la vida sin metáforas. Cántaros llenos de eso que me falta, explicaciones; paralelismos, a veces sorprendentes, necesarios para comprender.

Ellas, ubicándome de frente, cara al viento, sostienen, de ese modo, mi vigilia...sin preguntarme, nunca, si así es como me gusta; simplemente lo hacen aplacando mi sed de saber y el temblor de mi cuerpo aterrado, cuando clama respuestas a tanta incertidumbre.

Ellas, haciéndome entender lo inteligible, me sitúan inmersa en la inmensidad del tenebroso espacio, en donde vivo habiéndome tomado, para ello, sólo una ínfima parte del total.

Lugar dentro del cual me enorgullezco de utilizar como ninguna, mi espada o mi ternura, cuando, sin que nada se oponga ni nadie me detenga, decido concretar mi acción deseada demostrándole al mundo, mi osadía, llevándola a la práctica.

Y ¿Cuándo estoy donde sucede eso? Termino preguntando cautelosa, mientras me resisto a que me invada el miedo.

Estoy aquí que significa ahora, me respondo a solas, siempre con su ayuda. Continuamente interpretando todo lo que mis sentidos logran conseguir, al pretender grabar en mi memoria aquello que a mi alma afectó.

Para que luego yo, entregando a la vida mi cosecha azarosa producida con hechos que también dejan cosas, al captar lo logrado, lo exprese traducido, trasladado a mi idioma lentamente gestado para reproducir el ruido de las ondas errantes  provenientes del eco sensible, detectado.

Convencida y feliz porque entiendo que existo, porque aquí estoy de pie, ante recuerdos, dormidos, algunos apagados huyendo en tren de fuga, o retornando encendidos, dispuestos, otra vez a consumar conmigo el antiguo ritual de la nostalgia:

Abrumadora sombra melancólica que se me presenta silenciosamente… Inmensa… taciturna … huraña.

Sin ser requerida… aunque a mí se acerque sin traer consigo ni indicios de culpas ni vestigio alguno de remordimientos, para no hacer daño. También aquí me encuentro, hoy, tendiente. Atenta a los dictados de mi mente.

La misma que impulsando mi destino se me impone al ritmo de un cronómetro activado. Para persistir atrayendo, fuertemente, mi atención con sólo irradiar luz al empujarme.

Con esa luz, lo sé, se entretienen mis esperas resignadas… silenciosas…lánguidas… 

Y ¿Dónde estoy cuando sucede eso? ¿En que espacio se mueven mis pasos en el tiempo en que actúo?  Me pregunto, entonces.

En el mismo de siempre, me contesto. El ahora.

Ese punto que huye y que, aferrada a él, persigo porque convencida acepto lo que mi alma no se atreve a negar:

Que es en el mismo fragor del ajetreo que me impongo, (mental y corporal), mantenido viciosamente inacabable, donde radica la razón indiscutible del sostén que, de ese entrenamiento, exige mi existir para durar, deviniendo.

Insistiendo, entonces.  Sobre eso, tampoco a mi corazón le caben dudas.

Porque potenciando los pulsos de mis ondas vitales, subsisto perdiéndome ensombrecida, casi oscura, a veces para encontrarme, luego, al cabo de unos días, otra vez fuertemente iluminada. 

Expectante, además. Como cuando Adán conmigo no sabía qué hacer porque  yo lo seducía, aunque no siempre con recursos seductores.

Como cuando ignorantes, ambos corríamos tomados de la mano sin saber que el paso que habríamos de dar y luego dimos nos dejaría sin cielo, huérfanos de respuestas y atrapados por siglos en la red del espanto de la que nos libramos, mucho tiempo después, saltando hacia el trapecio que oscilando pendiente del hilo de la vida, nos prodigó, por fin,  la fe recién creada para ambos. La fe que convencía.

Aquella fe anhelada, entonces… la aun desconocida. La que nunca llegaba... pero que llegaría...

Aquella  fe cuya demora,  nociva, nos hería... ¡Ya se encontraba activa!   

¡Perdidos abrazados! ¡Atrapados sin un trozo de cielo todavía! Al sentir que sentíamos, nos sentimos felices, sin embargo.

¡Por Dios, qué maravilla!

Entrelazados, corporizados, materialmente terminados pero aún ignorantes. Flotando en medio de la bruma, sometidos.

Con la mente virgen… en blanco todavía.

Tentando la palabra, la primera, la tardía, la que decidió, un día, salir para nombrarnos.

¡Somos! Dijimos. ¡Qué más podíamos pedir, en ese inicio!

Con ella creamos el hecho plural y el número dos y el tres. Y la suma que aplaude como expresión de gozo y la resta que anuncia su reclamo en silencio ocultando su pena.

Y todo, porque  el mundo se nos vino encima, de repente.

Y eso, por creernos libres de ataduras… sin haberlo pensarlo, demasiado.

Los que éramos, proseguimos, sin prisa y preocupados, la marcha en el ahora, desde allí, generando la historia.

Tanteando, andando a ciegas todos. Los mismos  que de a poco nos fuimos redimiendo solos, intuyendo.

Persiguiendo el único punto en desliz continuado, el mismo de siempre, el que instándonos a vivir sumergidos bajo la corteza en un túnel oscuro sin final de luz trazaba los rumbos de nuestros caminos, creando espejismos.

Mientras las palabras, forzando su huida, desde nuestras bocas, se expresaban trémulas, desconociendo, todavía, el poder de su potencia, como nosotros la existencia del alma.

Y así fue, como… un día, desprendiendo enardecidas su aroma embriagador. Ellas solas nos fueron presionando… conmoviendo… para hacernos saber que allí, en ese otro lugar de ubicación en donde nos hallábamos persiguiendo aquel mismo punto inicial tomado en cuenta, ya éramos otros porque éramos más… Más de lo que antes éramos.

Con un más que, ciertamente, se sumaba para conjugarnos, luego, como fuimos siendo: un poco más humanos, un poco más atentos, un poco más seguros, un poco más inquietos y anhelantes, un poco más conscientes… cada día.

¡Pensadores, al fin!

Y para hacernos comprender a los humanos, instalados vitalmente en nuestro ahora, que aunque sigamos generando ideas, insistiendo de día y de noche pensando hasta la aurora, siempre nos estará faltando algo. Algo más. Mucho más. Muchísimo más de eso que nos permita descubrir la clave; la del acceso infalible a la alegría del vivir en paz.

Mientras tanto, aunque de a poco, los que así pensamos, nos contentaremos con ir completando, positivamente, hasta el borde mismo de su concavidad, el cupo singular de almacenaje, de nuestra propia mente. 

Y enfocando, entonces, con un hilo de luz  potente y claro, ese punto  inicial en continuo desliz, llamado “ahora”, al que aferrada, aún  persigo, comunico a los hombres del mundo que, a modo de apuesta, firmo, aquí, decretando mi aval contundente a favor de la vida.

Y, además, que esperando que mis nobles ansias por colmar de ideas los sagrados cántaros, se vayan cumpliendo tal como lo intuyo, decidida, persiguiendo ese punto esencial, el sostén de mi vida, sin dejar que me invada la duda, sometida al fulgor de su influjo, con  él huyo.                                                                                                  

                                                                                    

                                                                               Amanda Patarca

“TODAVÍA”

Simboliza: "aún no ha sido" o “perdura”. 

La palabra se encierra, se funde en el espacio.

Mientras tanto no existe decisión ni reclamo.

Suspendida en el tiempo va cruzando despacio.

El símbolo no entiende ni escucha si lo llamo;

el nido de la angustia se transforma en palacio.

No responde a los ruegos ni vibra a la insistencia.

Ermitaña y altiva se manejó por años, 

ciertamente por eso se ha negado a la ciencia

y si es fiel a la espera sin aliarse al engaño, 

seguro es que prefiere, recordando su esencia, 

no creer en azares ni en futuros extraños.

Amanda Patarca.

“CONFLUENCIAS”

-¿Por qué recién al tiempo se comprende

y hasta se justifican los azares?

Será… porque los seres, lentamente,

al agotar sus horas prefijadas

eligen por instinto tiempos nuevos,

sin buscar entender ni imponer nada. 

-Las razones que aquellos han tenido

se expanden por el tiempo unificado y…,

ese ser que lo vivía como propio

al asociar su tiempo nuevo al agotado

sin entender porqué, comprende algo,

sin saber con quién va, le da la mano.

Tu tiempo ya es mi tiempo madre. Nuestro tiempo.

Compártelo en silencio. No me llames.

Cuando llegue el momento, me habré despedazado

para entrar en mis hijos con mi tiempo agotado.

Darles luz es mi sino, disolverme y seguir

eternamente en ellos sin miedo de morir.

Amanda Patarca.


Poema con explicación más detallada

-Madre: ¿Por qué recién al tiempo se comprende

y hasta se justifican los azares?

-No sé... Tal vez sea…porque los hombres, todos,

al sentir agotadas sus horas prefijadas,

sin pensar ni saber ni entender nada, eligen por instinto tiempos nuevos

para afrontar confiados -entrando en sus caudales- la llegada al torrente.

II

Y más, seguramente: Las razones halladas por aquellos, todas,

-respuestas acertadas a preguntas que han hecho-,

al entrar al gran cauce de ese tiempo asociado, se expanden.

Y es allí, en ese punto, cuando el ser, ese joven muy solo y de vida agitada

-el que aún sumergido y serpenteando el fondo de su propio tiempo, no vislumbra nada-

sin comprender porqué, comprende algo y sin saber con quién va, le da su mano.

III


Tu tiempo ya es mi tiempo madre. Nuestro tiempo.

Compártelo en silencio. No me llames.

Cuando llegue el momento, me habré despedazado

para entrar en mis hijos con mi tiempo agotado.

Darles luz es mi sino, disolverme y seguir

eternamente en ellos sin miedo de morir.


Amanda Patarca

TRIBUTO-HOMENAJE A MARTA DE PARIS”


I )

Con tu música nos acunamos todos;

en tu regazo aprendimos tu canción.


La soledad… No se instala en las Diosas, pensé, mientras reías muy bien acompañada.

La soledad no es ruido ni silencio, ni ruido de silencio.

Ni suma de espacios en momentos vacíos.

Tampoco es un momento sucesivo, ni el espacio vacío en un momento.

La soledad es un cúmulo en el tiempo de fuerzas invisibles desatadas por el viento.

-¡Para que los poetas y escritores nos deleiten! Te escuché decir, acercándote.


II )

La gloria, ese  pasillo oscuro y despoblado, por el que sólo Dios transita, te está desconcertando.

Sin embargo, tranquila, tanteas las paredes para encontrar las llaves de sus luces porque sabes que entraste tomada de su mano.

No todo fue placer en ese gran recinto amurallado en donde te has movido.

Pero los resplandores de sus pasadizos existentes entre tantas salas transitadas, todas, sobre la zona directriz marcada por la sangre de tu sangre -algunas raudamente siendo joven, otras con calma sosegada de baqueana idónea correntina- te otorgaron los dones necesarios para hacerte comprender lo incomprensible.


III )

Con el alma exaltada;

con la piel y el sentido del tacto instalado en el punto crucial del inicio;

sofocando prejuicios;

con los ojos abiertos, el cuerpo anhelante y el olfato, el oído y el gusto expectantes;

con el cuerpo extenuado,

ubicado en función del valor del servicio real aportado a tu obra concreta

-enraizada en las sombras de antiguos anhelos de gozos soñados-

por la cual, unánimemente, tus fieles amigos, ya emitieron juicio,

te entregas, consciente, al placer secreto de aquel transitar siendo niña,

por la infancia cierta de siestas pausadas, las que milagrosamente hoy vibran aquí,

entre la hojarasca de este otoño de oro tan actual y activo como el de Corrientes.

La nostalgia… Esa cosa oscura que queda prendida en la memoria

y que el recuerdo agita para escuchar su voz que es sólo el eco de un canto;

sonido eviscerado, angustiado; letanía luctuosa y funeral; agitación profunda…

Entonces… Es allí. En ese mismo instante cuando, deteniéndote para mirar fijamente, de reojo, el suelo, te preguntas:

¿Será realmente así?

La nostalgia no existe, te dices. ¿O sí?

Pero…Fue tanto el fruto dulce y renovado que la vida me dio y me sigue dando que…

Insistes: ¡Mi tiempo no se inclina en sus altares!


IV )

Y… Nunca se sabe… lo dices afligida viendo llegar a Valery de Francia, trayendo sus consignas.

Nunca se sabe nada, es cierto; él habla de un cantar. Del cantar de la obra que llega a ser de arte.

¡El dice que ella canta en todas partes! ¿Será verdad que ella canta cuando goza porque entrega cantando su alegría?

El silencio, tornándose insistente te obliga a preguntarte ansiosamente, en medio de la bruma:

¿Escucharé, yo, cantar a mis palabras con voz de obra de arte, henchidas de placer en su alegría, algún día, en alguna parte?

V )

Cuando el culto es pagano se torna irremediable ocultar remordimientos.

Marta no es Diosa. Sin embargo, ubicados sus lectores en la cima de su estrella   

nos informan, desde arriba, que ella es más; que es mucho más que un faro indicador de orientaciones.

Sabemos que no es Diosa.

Pero… Observándola  así, tal cual la vemos, inmersa en su trabajo: erguida, segura, convincente y sola;

asomada al espacio, ubicada de pie sobre su propia sombra protectora,

junto al borde extremo de esa amplia superficie iluminada;

prestándose consciente a oficiar de redentora de todas las mujeres olvidadas, oprimidas, violadas, ultrajadas… sometidas;

sepultadas, todas, en los profundos pantanos oscuros de la historia,

haciéndolas brillar al rescatarlas íntegras, con luces de escrutinio convergentes

solo a ella confiadas -para entrar en los abismos- como lo ha hecho siempre,

debemos afirmar y con razón en grado de potencia indiscutible, que si aún no lo es,

hoy, en virtud del genuino poder natural aferrado a su Gloria, merece serlo.


                                                                                           Amanda Patarca


CONFLUENCIA MÍTICA  (Díptico)

(A modo de conjetura: Esa forma extraña de pensar que genera la mente para comprender ciertas actitudes.)


I.- INICIACIÓN

Ay… sugestión…Te insto.

Acércate a esta casa sin demora;

aguardando escondida unos instantes detrás de los balcones de cemento

trepados a sus muros centenarios, de tono inconfundible,  

hundidos sus cimientos  y ocultada su raíz enmarañada frente a esta plaza fuerte

que  por vibrar en sintonía con su historia, me regaló un país de gente triste

para que lo gobierne hasta cambiar su suerte

gozando, por el tiempo de mi vida, la experiencia renovada del disfrute repetido de este ahora.


Es este atardecer tan rosa aquí; tan irradiante y claro el cielo abierto y despejado

-preanunciando  la aurora indefinida que intuyo interminable,

desplegándose insistente dentro de su obstinada zona oeste, fulgurante y caliente

que lo asumo sintiéndolo soberbio, consistente, concreto y desmedido como mi ambición

y tan real y apacible como la de ella, respecto de mí amparo milagroso.


Ay… sugestión… te intuyo cerca.

Apúntale, con voz de tramoyista, desde el foso, eso que lleva adentro y que debe sacar de sus entrañas pronto,

para que todos la escuchen sin cansarse nunca, aplaudiendo cuanto se le ocurra

y aceptando todo lo que diga, sin considerarla condenada, a secas.

Convéncela para que deje de pensar que eso que exprese será considerado, por los otros, que también son muchos, sólo mera ficción llegada desde afuera, prodigada con hermosas palabras memorables.

O como el salto al vacío de la mujer  que es: enardecida y vital, frente a su público,

a la hora de entregarle el cargamento de su propia irrealidad;


Ay… sugestión…

Apúntale con voz de tramoyista la verdad; aquella que, por fin, quiera escuchar:  

No sólo que es hermosa y elegante sino algo que exprese mucho más:

-¿No escuchas, todavía, los bombos que redoblan aquí abajo?-

Apúntale al oído, desde el foso pegado al de la orquesta…

que por ser fiel a su hombre y amable y cariñosa con su “pueblo”, que juró ser leal,    

la función, su función, la que anuncie su nombre con luces de neón y marquesina;

la que fusione sus mundos, con los que sola extraiga, improvisando, un solo objeto de emoción

habrá de comenzar, forzosamente, donde se encuentre reunida nuestra gente; nuestra buena gente

y ella, mi mujer, ya con nombre y apellido contundente, esté sintiendo a solas,

lo que intuitivamente concentrada o por instinto sienta.

Sin valerse de textos pre escritos en papeles, sin ayuda de nadie,

sin libreto estudiado de memoria, ni siquiera guión.   


Ay… sugestión… ¡No te demores! ¡Acelera tu paso!

¡No hay tiempo que perder! ¡Llega pronto, por Dios! ¡Te estoy necesitando! ¿Cómo decírtelo?

Ay…Si pudieras convencerla, al ubicarte cerca, de que esto que nos pasa no es un sueño…

descartaríamos del mundo y de esa gente la palabra “ficción” que entraña, para ella, su calvario:

esa idea postergada de escenario, actuación, premios, giras, ensayos  desvelados, aplausos, éxitos…

ovación.


Hay…

Si las voces exaltadas de este pueblo mío que, en este instante,  ruge, debajo de mis pies,

pudieran transmitirle sus deseos frustrados, padecidos, hasta hoy escondidos y todo lo que yo sé …

Si por medio del soplo sugestivo que imponga tu influencia trabajada por vos a fuego lento en su

garganta, lograras que escuchara, sólo un eco…

el eco lejano de su infancia dolorida… sufrida y  maltratada, ya ahogada y sumergida, con todo,

en la bruma sombría, asentada en los profundos abismos de su alma

de actriz talentosa, desprovista de avales, con promesa en espera de su entrega inmediata

a la enorme platea del Gran Pueblo Argentino ¡Salud!,

imaginado, aquel día, al salir de Los Toldos, brutalmente  rendido y postrado a sus pies…

¡Que deslumbrantes y estables podrían resultar aquí las cosas, desde ahora y con ella para siempre!  

                                                                                                                              

                                                                     *****


(A MODO DE RAPSODIA): Les prometo, desde mi sitial de obrera, que los ayudaré con mi asistencia, siempre. Y con toda la fulgurante fuerza espiritual que mi alma de repartidora justa, genere. Me encuentre donde me encuentre...


II.- EL ABRAZO PODEROSO


Gloriosamente grande es mi país

¿Porqué no probar suerte?

Y me volví a dormir, hasta que desperté en mi cama, como siempre.

Pero un día me fui.

Cuando me despedí, llorando su tristeza en la cocina, tapándose la cara de vergüenza, mi madre

preguntó:

¿Adónde está el país gloriosamente grande

como para tentar allí la prueba de tu propio desafío con la suerte?  

¿El país? ¿Mi país? Él está aquí… ¿No lo ves pegado a mí aplaudiéndome, debajo de mis pies?

Y, bueno, nada más… En el final, una última sonrisa  logró disimular su frustración, .

Tal vez por lo liviana, levanté sin esfuerzo la valija, de cuero simulado,

-en donde entre mi ropa, ocultos, a oscuras, y apretados

buscaban entenderse  mis anhelos de fama con mis ganas-.   

y juntas y hasta amigas, tomadas fuertemente de la mano,

y moviéndonos sumidas en el más funeral de los silencios, llegamos hasta el tren…

que se apuró en salir. Y me volví a dormir, como lo hacía siempre,

hasta que desperté, cuando cesó el vaivén, estando, ya, muy lejos de mi cama.

Eso ocurrió exactamente aquí; en esta plaza, cuando, alguien, con vos aguardentosa y sugestiva

de viejo tramoyista entabacado, rozándome las sienes con su brisa asombrosa,

hablándome al oído de muchísimas cosas, desde el foso cavado

detrás de los balcones de esta casa entrañable, dejando que su boca se enredara en mi pelo

para ocultar allí la entrega de su aliento, en su desasosiego me decía:

¿Escuchas el clamor de esa gente?  Ellos, ahora, no sólo quieren verte;

los de abajo te quieren conocer. Que salgas al balcón ellos te piden,  

tal vez porque ya saben que fue él, el que asumiendo su empresa con tu ayuda,

amparándote,  enlazando su alegría con tu amor, logró cambiar tu suerte.


Escucha, Escúchalos muy bien. Dicen que por venir de un pueblo pobre

no le tendrás ya miedo a nada. Y que por ser mujer, y muy fuerte

no temerás al amor, ni al éxito, ni al dolor por tu destierro. Ni temerás más al odio,

Ni al oscuro rumor inquietante, convertido en funesto presagio, coronado de angustia.

Ángel negro, verdugo sin armas, murmullo acallado de voces fatales preanunciando el día de tu joven

muerte.                                                                                                                                                          

Ellos, allá abajo, te requieren. Te requieren y ahora.

En este mismo instante piden que seas vos la que maneje su suerte.

Que te asomes. Que les hables a tu antojo, sin mostrar preparación.

Ellos tampoco son sabios…  Son obreros. Sólo saben de repartos. No esperan tu erudición.

¡Te querrán hasta el delirio! Ya verás

 

Y fue, entonces, aquí, debo decirlo, mientras pensaba, a solas, detrás de este balcón,

bajo este atardecer tibio y soleado, de cielo abierto claro y despejado, sobre esta plaza-urbana, tan rosa hoy.                                                                                                                                                                

Cuando, una ráfaga de aliento sugestivo, llegada desde el foso,

desprendida de la boca del viejo tramoyista, apuntador,

rosando suavemente mis oídos anudó, sin dejar prueba, con la fuerza de una Alianza Nueva,

mi  reconciliada realidad actual, con la tensión en espera de este instante crucial.    


Y es así que, ante ustedes, a los que observo quietos y expectantes,

bajo este atardecer tan rosa aquí, tan irradiante y claro;.

disfrutando la fragante brisa de este octubre obrero, leal y manso como las veredas de esta plaza fuerte.

Bajo un cielo celeste y despejado; siendo feliz como jamás lo he sido. Me siento distinta:

La enérgica fuerza del Poder de Dios, ya se encuentra circulando por mi sangre.


Y ahora sí: Amigos míos, compañeros de ruta y de infortunios, como ven, aquí estoy, asomada al balcón,

dispuesta a presentarme unida a ustedes para que juntos, codo a codo, en la alegría, nos unamos a él.

Como se darán cuenta, desde donde me miren, les estoy diciendo, como puedo,  lo que va saliendo de

mí.

Y con la carga a cuestas del  inocente y triste eco convincente, que hoy quiero compartir,

para que se enteren, por las voces murmurantes de mi infancia silenciosa y dolorida

que tanto como ustedes, yo también fui  maltratada... marginada…humillada y suprimida.

Y, con el tono agravado  de mi voz encendida, siempre opaca y afónica,

quiero decirles lo que todos saben: Que los quiero. Que los quiero hasta la muerte, como lo quiero a él.

No sé si alguna vez sintieron frío en una gran cocina, yo sí.

En donde, sólo si el fuego se encendía, se llenaban los platos porque había comida.

No sé si alguna vez sintieron miedo, mucho miedo, yo sí.

Al comprobar, como lo hice, que eran muchos los que pretendían

desplazar de mi centro la sagrada razón de mi vida.

¿Llegarán, alguna vez, ustedes, a percibir lo que sentí, hasta ahora,

para estar, aquí, disfrutando, juntos, de esta fiesta nuestra?


Viva el Pueblo Argentino y ¡Salud! ¡Porque esto, recién empieza!      


                                                                                                          Amanda Patarca.


¿QUÉ VISTE, CUANDO VISTE LO QUE VISTE? (Poema libre)

                                                                            Acápite

-¿Qué viste Magdalena en el sepulcro cuando, queriendo acompañar con tu lamento el reposo perdurable de tu amor, llegaste sola?

-Sólo vi un gran vacío, ahogado en el llanto de la desolación. Y estupor en los ojos de los que fueron llegando. ¡Nos está faltando Dios, aquí! Me dije, esperando la respuesta milagrosa.   

                                                              

                                                                     ********O********


Yo no soy Magdalena pero, como ella, he presenciado, visto y observado los extremos: El nacer y el morir.


Y entre esos dos caprichos celestiales contrapuestos, la vida que fluyendo sin reclamos ni angustias de su parte, me concedió, después de mi dolor maestro, acumulado por sucesivas muertes, siempre de otros, lograr el goce del cenit del sexo y el purificador olvido, desechador de afrentas.


Me completé con las caricias del amor al cual, de cerca, vi su cara. Y entregada a él, cerrando los ojos al malentendido, desde mi alborozo, disparé mis flechas colosales, orientándolas hacia la eternidad.


Hoy recuerdo la grandeza de la aurora, en su ascenso radiante, cuando la observaba siendo feliz sin saberlo, por no haberme detenido nunca a pensar, mientras amaba.


Pero también recuerdo, certificando, que esa aurora, por su cósmica condición de heredera envolvente del sol, seductor incendiado, y generadora del derrame de luz en sosegado desliz ascendente, distribuido por mitades siempre, sobre la sumisa tierra esperanzada, a oscuras, se iba retirando de mi vista, sepultándose a solas, tan demoradamente ante mis ojos como para celebrar, hoy, su ancestral propósito de conseguir, de ese modo y por su medio, el resurgir magistral de cada día.


Juro que jamás preste atención a su mensaje, pero ahora, inmersa en este instante y conjugando mi propio asombro, caigo, velozmente, de la altura de mi estupor tardío, entendiéndolo todo, dándome cuenta.


Hoy celebro este hecho, el de darme cuenta, iluminando con el haz de luz de mi conciencia lo que nunca advertí:


Celebro el soplo de la vida que engendró el aliento que me impulsa, llegado, en el inicio, a mis entrañas y a esta calma encargada del permanecer yo aquí, ligada a mis lejanos testimonios, provenientes de aquel remoto tiempo adormecido u olvidado, el de mis perdidos o escondidos ancestros, recién hoy recobrados: esos, los míos, los del empedernido amor filial.


Y lo hago enlazada hasta gritar de gozo en el enredo glamoroso con mis hijos, surgidos al misterio de la vida desde el orgullo de mi estirpe y la de él, mi hombre: preservador de realidades y propulsor de la esperanza altiva.


Aliado y socio fundador en la matriz hormonal de mis entrañas, asegurada contra todo riesgo.


Y… ¿Se podrá saber algún día, qué más viste, mujer, mientras cubrías los segmentos brutales de tu vida?


Vi la muerte rondar por todas partes. La observé muy de cerca, mostrándose invencible, certera y cuidadosa, como el verdadero amor. Y le rehuí combatiéndola. Como para que mi rechazo a su forma de ser, me preservara, ayudándome a develar la incógnita infinita cotidiana de ese asunto incomprensible, sólo mío: mi verdadera esencia humana.


De gran consistencia en su imagen formal y al mismo tiempo abstracta, insubstancial.


Y fue la muerte la que respondiendo a mi rechazo me ayudó. Lo hizo alegremente, tatuándome en el vientre una figura simple: la de un espiral de humo, dirigida hacia el cielo, sin enredo en el hilo dibujado… -Con material extraído de tu cuerpo usado -me dijo. Y agregó: -Semejante al que de ti escapará un día cuando, sin dejar de repudiar próximas muertes, transformada en incienso, aceptes resignada irte conmigo.                                                                                                                                  


                                                                                                                                  Amanda Patarca


“MI PLAZA”

YO NO QUISE AGREDIRTE(Soneto libre) 

Fue mi madera la que el verdugo usó

-alegoría muda, enraizada-

cuando mi abrazo arrogante terminó                     

como una sombra negra agazapada.


Savia seca y sangre coagulada

adheridas al hierro de los clavos

hoy le informan al mundo que hermanadas

reniegan de ese crimen poco claro.


Yo no ordené clavarte a mi madera

ni al terror por tu sangre derramada.

Del reino vegetal, y a pesar mío,

surgió la idea del servir inmóvil.

Yo no quise ser cruz, pensé ser cuna.

Cuna de Niño Dios, si me dejabas.


                                    Amanda Patarca                                 


¡JACARANDÁ!


     - Dijo la flor celeste desde el suelo-.

Mi plaza reza y si florece llora.

     Reza con Dios cuando se acerca al cielo,

     llora con Él cuando en su suelo implora.


     ¡Qué hermosa está mi plaza colorida!

     ¡Qué extraña paz se asienta en su follaje!

     El vibrar de una luz cerró mi herida.

     Su azul-violáceo transformó el paisaje.


Todo es quietud; mil flores allá arriba

     aplacando el fulgor de las retamas

     me informan de la vida que se iba   

     desprendiendo capullos de sus ramas.


No saben de morir pero se mueren

renaciendo caídas sobre el suelo.

No saben de nacer pero sonríen

cuando me ofrecen duplicado el cielo.


Como lluvia de plumas sublevadas

desde donde está Dios caen y caen

para poder planear como ellas saben

entregando su vuelo a mi mirada.


Cuando el día se va, la plaza queda

semioculta detrás de su alegría.

Pero al volver, la luz de cada día

viste de azul lo que en la calle rueda.


¡Jacarandá! me dice mi alma en celo.

Tu plaza reza y si florece implora.

Reza con Dios cuando refleja el cielo

Ora con Él cuando su suelo llora.

                                                                     Amanda Patarca


“EL PARAÍSO Y SUS CUENTAS” 

(Alejandrino) (Instantánea)


Una lluvia de flores cae del paraíso

y en mi pelo se anidan las cuentas del collar

que mi madre enhebraba hilvanando mi hechizo

mientras me perfumaba con su dulce mirar.


Mi patio está exaltado, su palidez  me asombra,

titilan en la noche estrellas desde el suelo.

Y el paraíso enorme desbordando su sombra…

me envuelve con su manto regalándome el cielo.


Y mientras me detengo al roce de este instante,

oscilando aferrado a un brote de glicina

un pájaro pequeño de color fulgurante

me regala su gloria, cantándole a la vida.


                                                      Amanda Patarca


EL NIÑO POBRE  -Visto por un ángel-

(Alejandrino)


I.- Con el sol en los ojos lo vi dormir afuera.

Un hambre de polenta no lo deja crecer.

En su casa se amoldan a lo que trae el día

y el día sólo aporta más ganas de comer.

El padre sin trabajo, suspendido en la obra

que apañaba sus ansias ofreciendo trozados

desvelos angustiados en sueldo semanal,

amargado y sin rumbo, vacías las dos manos

buscando otros caminos se fue un amanecer.

Cansado del pan duro sin ablandar en sopa;

harto de la miseria que lo entregó al dolor;

por vagar taciturno al salir por las noches,

sin rumbo  y sin mañana, a repartir destellos

de hiel acumulada debajo de su piel,

en el barrio sospechan que lo tragó el ayer

Nadie sintió su beso ni el peso de su mano,

pesada y lastimada posándose indulgente..

Pero a todos bendijo con desesperación

restándole a la mesa su boca codiciosa

temblorosa y profana, indigna y sin razón.   

Se fue sin dejar huella; sin siquiera un indicio.

Como si hubiera muerto, nadie dio más con él.

Sin embargo la madre de esa casa en tinieblas

sintiendo ese algo raro que hoy palpita en su ser

sabe que prontamente suplirá aquella boca

con el niño que lleva y que está por nacer


II.- Regresará aquel hombre, lo sé porque lo intuyo

merodeando esa casa, sin trabajo ni fe.

Pero el niño que viene -montado en otra aurora-

surgido de su entraña, lo obligará a crecer

Se esmerará en el rumbo con que encauce su vida

para que su familia se complete con él.

Ese niño que ambula, que está solo y espera;

el mismo que esta tarde con el sol en la frente

yo vi dormir afuera, desde su altura mira,

compara, saca cuentas, sin lograr comprender

lo que nadie le dice porque nadie lo ve.


III.- Y a mí, que miro y pienso y medito y no hablo,

ni me muestro ni escribo… A mí, que nunca río

porque lloro sin llanto, mojando con rocío

las veredas del mundo, porque soy sólo un ángel…

Tampoco me ve nadie y como Dios deambulo

me aflijo y resignado, los dejo proceder,

resguardado a la sombra… Sugiriendo, tal vez.


IV.- Cuando el padre regrese… Y esa madre callada

aportando en silencio su prudente orfandad

se dé cuenta de todo… Y yo logre espiarlos

como pude hacer siempre, desde mi dimensión,

detectando el anhelo de ese encuentro deseado,

huidizo y angustiante, con la oportunidad,

ese niño -y los otros-, cumplido aquel deseo,

pensando por sí solo, despojado del miedo,

sin pedir nada a nadie, ya erguido y arrogante,

derramando fulgores, bajo el manto del cielo.

cuidará de sí mismo, observado por Dios.

                                                   Amanda Patarca.


EL NIDO  (Díptico, alejandrino)

I -  AL TIEMPO, MI MAESTRO

Íbamos por la senda caminando arrogantes:

En las manos caricias, en los ojos estrellas

que alumbrando caminos nos mostraban las huellas

dejadas por los pasos de antiguos peregrinos

cuyos rumbos lejanos borrados por el viento

del huracán del tiempo, ya no se dejan ver.

Es que es bueno, me digo, hermanos bienamados

recordar el pasado con lo que acontecía.

Con  lo que iba quedando; con todo lo logrado.

Y en lo que fue mi caso, con todo lo perdido

por  lo que no sabía, pero supe después.

II -  REVELACIÓN

Cuando el alma se planta porque encontró lo suyo

y el cuerpo se calienta con el ser añorado

que permite en su abrazo que las sonrisas fluyan

para gestar con ellas el beso que descubre

la clave del misterio de la perpetuación…

Es que ha llegado  el tiempo de preparar el nido

con puntillas y plumas y un lugar para Dios.

El que debe ser blando y con salas muy limpias

para amasar los panes con harina y arroz…

Porque el nido perfecto, el que no se arma solo

requiere del esfuerzo y el trabajo de dos.  

Es bueno, lo repito, recordar y pensarse

unidos y aferrados al calor de ese nido

que brilla hoy consagrado por Dios y mis amigos

en el fulgor del oro (brillante) de esta Celebración.

                                                             Amanda Patarca


CONCIERTO DE BODAS PARA ENTRAR EN LO INFINITO, CON REGOCIJO (Hai ku argumental)

Palomas: Pájaros de paz/cántaros de amor.

           I

Mil palomitas

sobre un techo de lata

se picotean.


Para arrullarse

saltan y abren sus picos.

Es primavera.


Uno por uno,

ellos bajan sus alas,

ellas se arriman.


Se aquietan juntos.

ellos las acarician,

no las dominan,


En tono grave,

los palomos gorjean

mirando fijo.


Los veo irse

volando al paraíso.

Ellas insisten.


El canto ronco,

de esos palomos tristes,

cesa en el beso


de la pareja,

que cada enamorado

ya ha concretado.


Cesa en los besos

de esos mil elegidos

por las mil hembras.


            II

¡Esto es el cielo!

Desde el techo me gritan,

sobre el poniente.


¡Que se prodiga

sobre las verdes hierbas

en primavera!                                              


Vuelas florcitas

que al llegar empujadas

hasta sus bocas


por leves brisas,

les inspiran deseos

de armar sus nidos


con barro y plumas.

Más todo lo atrapado

bien trabajado.


Y entretejido

con hebras aromadas

por las auroras.


Y hojitas secas

para limar el filo

de ventanales.        

                                                

            III

Bajo un cielo azul,                                                

presenciando los hechos,

de esta mañana,


capturé el fulgor                            

del acople perfecto.

en la gran boda          


de la Infinitud

con Mil Aves en celo,                       

y enamoradas.


                   Amanda Patarca.