Argumento para concretar un video o filmación.
AGNOSTICISMO
Todo sucede dentro de un automóvil que se desplaza a gran velocidad, mientras las dos personas ubicadas dentro de él generan una conversación filosófica que acaba, de manera inesperada, en compleja derivación.
La escena muestra a los actores, una mujer rubia de mediana edad que maneja gesticulando excesivamente y su hermano acompañante. Ambos, ubicados en la parte delantera del vehículo y en plena travesía, se encuentran en medio de una conversación ya casi desgastada, sobre la nefasta influencia que les genera un libro.
El mismo que, en ese instante, se encuentra expuesto al contundente viento que les llega por las ventanillas abiertas, desde el exterior. Debe notarse que, a partir del diálogo que se escucha, proveniente de esos pasajeros, ese libro ya no les genera, a ninguno de los dos, ninguna consideración. Esta primera escena, termina cuando la última palabra coincidente con la acción da por sentado que no queda nada más por decir.
(Displicentemente)-¿Te parece que me lo lleve de vuelta, entonces? Vos sabés bien cómo pienso yo, sobre los libros. Que deben circular. Que no deben quedar siempre en una misma biblioteca. Y que si no te gusta lo tenés que dejar en un lugar público en donde ese alguien que lo encuentre, si desea leerlo, adquiere, entonces, la posibilidad de interpretarlo.
-Pero este libro es nefasto. Además de no entenderse sugiere barbaridades que no pueden hacerle bien a nadie. ¿A quién se le ocurre publicar, como apéndice, el dudoso Evangelio de Judas, indescifrable por lo incompleto? ¿Me podés contestar? Y lo peor, con el único pretexto de justificar, con esa historia, la sustitución de la palabra traición por la de entrega, que suena como más liviana.
Bueno, decí que es corto porque si no dolería.
- Y hay más: como afirma que ese evangelio, el de Judas, el cortito por suerte, apareció con buena cantidad de palabras borroneadas, el hombre pide a sus lectores, o sea a nosotros, que llenemos esas lagunas con lo que las frases nos sugieran. No. No hay derecho. ¡Que se deje de embromar! Este libro es una burla que confunde sin necesidad y con el cual, encima, pretende llenarse de plata con la polémica, que poco a poco genere, absolutamente innecesaria.
-¿Vos hablas del evangelio que figura en el final o del apocalipsis que también figura al final del santo que no me acuerdo?
-Si, del evangelio hablo. Del incoherente texto del evangelio ese, hablo.
-Decime: En las pocas horas que lo tuviste ¿para ganar tiempo, comenzaste por el final? ¿No te da vergüenza hacer eso con los libros?
-Y si para muestra solo hace falta un botón. Date cuenta que en sus tres miserables páginas el tipo nos pide, ¡como si fuera fácil! que llenemos los espacios, vacíos o borrados, como para darle a las frases incompletas, sentido y que, además, como de paso, le demos la razón, sin discutirle nada. ¿Cuántas versiones pretende rescatar de eso que él mismo se encuentra investigando? El saber, el llegar a la verdad de lo indagado nada tiene que ver con la conjetura. ¿A dónde nos quiere llevar? A las verdades del código Da Vinci, acaso?
- Y, tal vez, sí, porque entre los nombrados en la bibliografía se encuentra ese tal Brown. Yo me acuerdo haber leído ese apellido en alguna parte del índice.
-¿El de la película? ¿El de Magdalena y dale y dale con la Magdalena y con la historia sagrada y dale y dale con Jesús y con su novia, y con Judas y los ocupantes de la oscuridad?
-Mirá, yo te lo di para que te lo quedes. Mejor dicho te lo regalé, como hago yo con los libros buenos y malos. (Pausa breve) En realidad para que me dijeras qué te parecía. Pero si empezaste por el final y no querés leer el principio… allá vos. Yo lo leí pero te aclaro que no pude entenderlo. No comprendí lo que quiso decir. Y eso que estoy bautizado pero claro, él habla de otro bautismo más esotérico. No sé. Demasiado complicado para mí.
-Es que me aterró. Es un libro maligno. No hace bien leerlo. Te hace pensar, te hace dudar de todo, te hace soñar pesadillas con destierros, demonios, animales pinchudos. Con monstruos creados por escritores apocalípticos, sin ninguna necesidad. ¿Alguna vez se te dio por indagar sobre esa clase de hombres que dicen llamarse Gnósticos? (Silencio profundo)¿No? ¿No te indagaste? Bueno, no importa, yo, en realidad, ahora sólo quiero saber, antes de tirarlo al diablo, cómo llegó a tus manos. ¿Quién te lo dio? ¿Lo compraste?
(Como quien no tiene más remedio que confesar) -Carly lo tenía en su biblioteca y al morir él me tomé el derecho de leerlo para saber qué cosas leía durante su último tiempo. ¡Para qué! Creo que con sólo hojearlo comprendí el porqué de sus sesiones de psicoanálisis reiteradas. Exorcismos, espíritus tenebrosos, sombras funestas. Sacrilegios dignos de escarnio. Maldiciones, entes endemoniados… Herejías. (elevando el libro) Todo dentro de este artefacto empaquetado.
-¿Te parece pensar así? Sin embargo yo, conociéndolo a Carly, como lo conocía… (Detiene el párrafo para hilar la frase y agregar más énfasis) Como lo conocemos los dos, digo. (Pausa leve) ¡Se trata de nuestro hermano, qué embromar! Pienso que hizo con el libro lo que nosotros pensamos hacer pronto: lo relojió, se ubicó y lo abandonó. Y hasta es posible que, con el paso del tiempo, lo haya olvidado
-¿Qué hacemos con él, entonces? ¿Lo tiramos?
-Y… No sé. Me da cosa tirar un libro así y así. Y si lo analizamos un poco. Total falta un rato todavía para llegar. A ver… abrilo en cualquier lado, que en una de esas comenzamos a entenderlo y dejamos de criticarlo. Entender eso, digo. Eso que dice. (Pausa breve) Lo que les ocurre a los agnósticos, creo, me parece: tiene que ver con no creer en Dios hasta que la verdad sobre Él les llegue. Tiene que ver con el saber, ¿sabés? Con el saber misterioso… esotérico... No terrenal, tal vez, celestial, entonces…infinito… eterno… (Sonríen ambos paladeando en son de broma lo que cada uno va pensando a solas).
(En actitud docente y con el dedo índice en alto) -También con la búsqueda de ese saber necesitado de una profunda compenetración, sabelo.
-La que se conseguía, en la primera época del cristianismo, con rituales iniciáticos, contundentes, los que luego se tornaron repetitivos, dicen. -¿Y eso quién te lo explicó?
-Me lo explicó alguien que aseguró saber bastante de ese asunto, demasiado complejo para mi cerebro, en aquel tiempo.
-Y en el actual, pareciera que también (ríen con ganas).
-Fue cuando se me ocurrió, entonces, anotarme en una escuela bíblica. No quería ser menos y menos que se me notara.
-¿No me digas? ¿Te metiste en una escuela bíblica? Nunca me enteré. ¿Y aprendiste algo?
-Y... Sí. Lo que sé. Y te digo que me resultó muy interesante y útil, esto que sé. Porque me sirvió para transitar, tal vez un poco precariamente, eso sí, el camino de mi vida hasta aquí. ¿Te parece poco?
-¿Hasta este auto?
-Basta ¿he?
-Bueno. Pregunto: Seriamente, pregunto: ¿La redención y todo eso?
-Sí. Lo que, en realidad, pude llegar a saber de Jesús, con mis luces, para mantener la esperanza en mi futuro.
-Bueno, leamos un poco. (Pausa breve) (Acomodándose en el asiento) Lo haré yo mientras vos seguís manejando. ¿Te enteraste que Carly terminó queriendo ser budista pero se dio cuenta, antes de morir, que ese tipo de vida no tenía nada que ver con él?
-¡Estaba tan enfermo y preocupado…
-¡Y vivía tan solo!
-Bueno más a mi favor. Él buscaba algo pero este libro, entonces, no pudo ser leído por Carly. De haberlo leído se hubiera suicidado y eso no ocurrió.
-Ahí va. Prestá atención (Con grandes ademanes y movilizando en abanico las hojas del libro como si fueran naipes barajados por un entendido, el hermano señala una página). Se abrió en un capítulo que ya leí. Es de los primeros. Es oscuro pero no tanto como los siguientes.
-Vamos, metele. No te preocupes. Aunque siguiéramos sin comprender lo que este tipo quiso decir, nosotros proseguiremos, total…
-¡Eso! ¡Total, que nos molesta perder un rato en él! En una de esas… ¡Saz! Y quién te dice...
-Justamente, quién te dice.
-Sí. Porque por ahí… (Pausa) Aunque de todos modos este cofre mágico, como le dicen, ya está condenado. Condenado a deshacerse bajo el frío y la lluvia, el hambre y la sed de lectores brutos como nosotros.
-O bajo el imperio de la misma muerte, rápida y truculenta, bien truculenta.
-En la ruta. Como debe ser. Y no por causa de un accidente sino a partir de una violenta sanción decretada.
-Bueno y ¡Terminémosla! ¿He? Ahora quiero escuchar, de una vez por todas, la lectura de una hoja completa.
-¿Para saber más sobre lo que este hombre intentó decirnos sin que nosotros pudiéramos descifrar? –Sí, pero no sólo eso. Quiero terminar este viaje siendo más buena. Más responsable, más comprensiva, más tolerante con el prójimo, más abarcadora, más integradora… Pero no quiero hablar más porque me bajó el cansancio. Estoy agotada.
- (El hermano lee histriónicamente) “Este capítulo justifica no sólo el significado de gnosis en sí mismo irreductible, sino también los ritos bautismales. Debo aclarar que los ritos bautismales iniciáticos que practican sus miembros, así como el relato mítico y el lenguaje discursivo que provienen de esta experiencia, es lo que constituye la doctrina gnóstica”.
(Con grito estentóreo de pajarraco) -¿¡Qué!!!? ¿¡Qué es lo que dice!?
-Pará que sigue. (Retomando la lectura)) “De este modo y teniendo en cuenta las invectivas de los primeros heresiólogos, especialmente Justino de Roma, contra estos usos, es posible rescatar el fenómeno gnóstico como representativo de la escuela o corriente de sabiduría esotérica que constituyó la primera y más antigua forma de filosofía cristiana”.
Pero…¿¡¡¡Qué es lo que estás leyendo!!!?
(Observa la página en silencio, adelantándose a una futura lectura) –Pará, dejá de gritar de una vez, que lo que sigue es más tranquilo y quizá más entendible. (Lee) “Gnosticismo es un término relativamente nuevo. Aparece en el vocabulario religioso en el siglo XVII y con sentido despectivo en las polémicas entre protestantes y católicos. (Pausa breve) Esperá un poco, no digas nada todavía (Concreta ante la cámara un cambio de página para proseguir leyendo algo diametralmente distinto). “Constituyen agrupaciones con creencias, prácticas y conductas compartidas con las que se identificaban por poseer todo ellos el conocimiento. Así se diferenciaban de otras asociaciones. Pero hasta el momento todavía nos estamos preguntando qué tipo de conocimiento era ese conocimiento considerado indescifrable.
-¡Basta. Esto es demasiado! El misterioso contenido de esta clase magistral fatigosa de filosofía pagana, generadora de las vibraciones internas que vengo soportando heroicamente, desde que esto comenzó, me está resultando muy pesado, ya.
-Lo tiro, entonces? (Sin esperar respuesta) Sí, lo tiro, lo tiro (Saca el brazo por la ventanilla abierta, sosteniendo el libro cuyas hojas bailan movidas por el viento que genera la velocidad) (Finalmente lo suelta) ¡Lo tiréeee!!! (Manteniendo la marcha, desde el interior del automóvil ambos observan, silenciosos, alejarse la imagen del libro todavía convulsionado, tirado sobre el asfalto. Solo… triste… y mermando paulatinamente su desliz silencioso, así fue quedando.
(Inmediatamente se escuchan ruidos de frenadas abruptas coincidentes con la escena que nos muestra el vehículo, en el que los protagonistas viajan, buscando un lugar en la banquina para detenerse). (La siguiente escena debe captar los ojos de ambos hermanos cuando, ubicados, todavía, en sus asientos, observan, aterrorizados, cómo los automóviles, que desde atrás, se les aproximan, a gran velocidad, tratan de esquivar el libro cuyas páginas, muchas de ellas ya arrancadas, sufriendo el rigor de movimientos espasmódicos endemoniados, sobrevuelan el asfalto como pájaros hambrientos).
-¡Levantémoslo!
-¡Si, rescatémolo y pronto! ¡Dios no quiera que a este libro incomprensible, desvalido y desechado se le ocurra, ahora, transformado en resentido, llegar a matar! (Se desarrolla, aquí, la escena peligrosa del salvataje a la cual se le superponen, coincidentemente, las voces)
(Con el libro ubicado ya dentro del auto y ampliamente satisfechos por el logro, deciden emprender, nuevamente, la marcha. Desde el interior de la radio que acaban de encender se escucha la armoniosa voz de un comentarista-locutor, diciendo: “Mi muy querido, distinguido y con justicia innumerablemente premiado autor y amigo de esta audiencia, antes de la tanda publicitaria seguida por los compases de una música tan porteña como nuestro entrevistado de hoy, aquí va la última pregunta de este tan anhelado reportaje, que espero me conteste con absoluta sinceridad. Preste atención: “Así como en la actualidad existe y lo reconocemos, esa clase de libros con los cuales y sin dudar, habría que hacer zapping, como dicen en la televisión, ¿cree usted que, luego de analizar lo que últimamente las editoriales pretenden vender, existen dentro de lo que se dio en llamar best sellers libros que más vale perderlos que encontrarlos? De manera inmediata, con ímpetu dominante, drástico, deteniendo su contestación con profesionalismo, el comentarista-locutor concluyó) No, No me conteste todavía. Dejémosle al oyente, por un rato, con la incógnita. Ya volvemos.”
FIN
Amanda Patarca.