En las postrimerías del siglo XVIII, Francia asiste al desmoronamiento de sus caducas estructuras feudales.
El proceso se manifestó a través de una crisis social y del Estado que condujo a la descomposición del absolutismo. Las ideas de la Ilustración jugaron un papel muy importante en este conflicto. La mala coyuntura económica que aquejó al país durante los años 80 aceleró el proceso.
Legalmente la sociedad francesa estaba dividida en estamentos fundamentados sobre los privilegios y la desigualdad. Los beneficiarios de este orden social eran la nobleza (compuesta por unos 400.000 individuos) y el clero (120.000), ambos poseedores de privilegios y exenciones.
Un tercer grupo que estaba constituido por burgueses, artesanos, campesinos y otros colectivos marginales carecía de privilegios y sumaba el 90% de la población (unos 25.000.000 de almas). Sobre ese heterogéneo conjunto recaían los impuestos y cargas económicas en los que se sustentaba el Estado.
Los cambios económicos que estaban teniendo lugar en el seno del capitalismo comercial dotaban a la burguesía de un fuerte poder económico que no se correspondía con su escaso protagonismo político. Este desajuste originaba gran frustración en una clase rica y culta que reclamaba un nuevo marco social y político donde poder desarrollar sus expectativas.
“Instando a mi amigo cristiano a que me explicase qué es nobleza hereditaria, después de decirme mil cosas que yo no entendí (...) concluyó con estas voces, interrumpidas con otras tantas carcajadas de risa: “nobleza hereditaria es la vanidad que yo fundo en que, ochocientos años antes de mi nacimiento, muriese otro que se llamó como yo, y fue hombre de provecho, aunque yo sea inútil para todo.”
José Cadalso. Cartas marruecas. 1789. Carta XIII.
Representación de los estamentos
Habían recibido (los burgueses), en general, una educación que les era más necesaria que a los gentilhombres, de los que unos por nacimiento y por su riqueza obtenían los primeros puestos del Estado sin mérito y sin talento, mientras que otros estaban destinados a languidecer en los empleos subalternos del ejército (...)
Así, en París y en las grandes ciudades, la burguesía era superior en riquezas, en talento y en mérito personal. Tenían en las ciudades de provincia la misma superioridad sobre la nobleza rural, y sentía esa superioridad, aunque en todas partes era humillada.”
Marqués de Bouillé (1739-1800). Memorias sobre la revolución francesa.
Francia estaba gobernada por una monarquía absoluta encarnada en un rey de derecho divino y un Estado fuertemente centralizado. Pero a la altura de 1789 esta organización había quedado obsoleta y el aparato administrativo y judicial no funcionaban correctamente. Para muchos se hacía necesaria una profunda reforma a la que, sin embargo, estaban poco dispuestos los privilegiados.
La crisis del Estado se traducía en un crónico déficit que hacía que anualmente los gastos de la Hacienda Pública superasen en un 20% a los ingresos. Las medidas que se acometieron para paliar el problema no hicieron sino complicar la situación pues se centraron no en una profunda reforma fiscal, sino en el creciente recurso a empréstitos y al incremento de la presión fiscal (es decir, más impuestos). Esta difícil situación constituirá uno de los detonantes del estallido revolucionario.
Arriba
La Ilustración subrayó esas contradicciones, las denunció y criticó, contribuyendo a socavar los cimientos sociales y políticos del Antiguo Régimen.
Destacaron las teorías de Montesquieu y Rousseau, fundamentadas en los principios de separación de poderes, soberanía nacional e igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. El ejemplo de cómo esos principios podían llevarse a la práctica lo tuvieron los franceses en los Estados Unidos de Norteamérica.
En 1788 los precios del trigo subieron a consecuencia de una serie de malas cosechas.
La crisis de subsistencias afectó a amplios sectores de la población, creando un ambiente de tensión social y política ya que frente a la escasez, la carestía y el hambre los notables y la Corte siguieron sumidos en un ambiente de lujo, despilfarro y ostentación.
El salario de un obrero variaba considerablemente: un albañil ganaba cuarenta sueldos, un carpintero o un ebanista podían llegar hasta cincuenta. No es mucho si tenemos en cuenta que el pan de cuatro libras, indispensable en la dieta del obrero, costaba en tiempo normal entre ocho y nueve sueldos, pero en épocas de crisis podían alcanzar los doce y quince sueldos, e incluso veinte, es decir, la mitad del salario cotidiano de un obrero medio. Por una parte, el pan representaba normalmente el 50 por 100 de los gastos de un obrero, las legumbres y el vino el 16 por ciento, el vestido el 15 por 100, la luz el 1 por 100. Además debía alimentar y alojar a su familia.”
Godechot, J. Los orígenes de la Revolución Francesa.
En el siguiente video observaremos algunas características del proceso revolucionario:
1. Fue la primera revolución política burguesa del continente europeo
Sus precedentes hay que buscarlos en la Revolución Inglesa del siglo XVII y en la Independencia de los Estados Unidos.
2. Supuso la implantación del liberalismo
Asestó un golpe decisivo al absolutismo monárquico que fue reemplazado por la soberanía nacional, el reparto de poderes y el reconocimiento de las libertades individuales.
3. Dotó a Francia de una nueva estructura de la propiedad agrícola
Aunque pervivieron las grandes propiedades agrarias (en manos de la burguesía), nació un nuevo tipo de explotación de tamaño medio en sustitución de los antiguos latifundios pertenecientes a la nobleza y al clero.
4. Constituyó un referente político e ideológico
Las futuras revoluciones burguesas que se desarrollan a lo largo del siglo XIX volverán sus ojos hacia ella. Sucedió así en las oleadas de 1820, 1830 y 1848 y en los procesos de independencia colonial que dieron origen a nuevos estados, como los de la América hispana.