Zambrano, quien comenzó a trabajar con los ajolotes hace 18 años, ha realizado análisis de viabilidad poblacional de esta especie y descubrió que el crecimiento o decrecimiento de la población de ajolotes depende en gran medida de qué tanto se mueren o sobreviven los ejemplares más jóvenes, que son el eslabón más sensible de la población, contrario a lo que pasa con las tortugas marinas, donde los adultos son los más vulnerables.
Un experimento en laboratorio para conocer la interacción del ajolote con las carpas (Cyprinus carpio) y las tilapias (Oreochromis niloticus) presentes en Xochimilco, mostró que las primeras se comen sus huevos y las segundas a los alevines, que son las crías recién nacidas.
Las carpas y las tilapias fueron introducidas por autoridades gubernamentales en los años 70 con la intención de generar proyectos acuícolas, sin embargo, estas han invadido de forma masiva los canales de agua donde habitan los ajolotes, convirtiéndose en una de las peores amenazas para la supervivencia del Ambystoma mexicanum.
“El ajolote está en peligro de extinción por ese proyecto que no midió el alcance que podría tener al liberar tilapias y carpas, que no tienen depredadores naturales, esto ha llevado a un deterioro de toda la zona chinampera”, lamenta Eslava Sandoval. La chinampa es un método de cultivo prehispánico que consiste en sembrar dentro pequeñas islas de tierra dentro del lago.
Xochimilco, alguna vez un gran lago, es ahora un laberinto, una red de canales de agua. Esta característica física y las circunstancias socioeconómicas de la zona complican los proyectos de restauración del hábitat, algo que hace este caso distinto a cualquier otro donde se han llevado a cabo restauraciones de gran envergadura.
La burocracia es otro laberinto en Xochimilco. El cambio de las administraciones de gobierno cada tres o seis años es un obstáculo para plantear proyectos de conservación de largo alcance. “Las autoridades siempre están interesadas en hacer infraestructura y lo que nosotros queremos hacer es infraestructura social”, señala Zambrano, quien asegura que el trabajo con los campesinos locales es imprescindible para convencerlos de conservar el ecosistema.
La restauración del hábitat es posible, pero es un proceso lento. El académico asegura que están trabajando en un proyecto con los Chinamperos, que son los agricultores locales, para que ellos sean los encargados de la conservación del ajolote, incluso para generar un beneficio económico.
Es difícil saber si los antiguos habitantes del Valle de México conocían de la capacidad de regeneración del ajolote. Dionisio Eslava explica que Xólotl era el dios de la dualidad, quien tenía el poder de las transformaciones. Sin embargo el ajolote, contrario a otras especies de anfibios no sufre ninguna metamorfosis, y permanece en estado larvario durante toda su vida, incluso cuando madura sexualmente, una característica conocida como neotenia.
El ajolote tiene la capacidad de regenerar sus extremidades, la cola, la mandíbula, la piel, sus órganos e incluso partes de sus cerebro.
De acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad (CONABIO), esta condición regenerativa hace del ajolote una de las especies de anfibios más estudiadas en el mundo, a nivel fisiológico, genético y como modelo en el estudio de la biología del desarrollo.