Inmunidad

Inmunidad es un término médico que describe el estado de tener suficientes defensas biológicas para evitar la infección, enfermedad u otra invasión biológica no deseada. La inmunidad involucra tanto a componentes específicos y no específicos. Los componentes no específicos actúan como barreras o como eliminadores de patógenos para detener la infección por microorganismos antes de que puedan causar la enfermedad. Otros componentes del sistema inmunitario se adaptan ellos mismos a cada nueva enfermedad encontrada y son capaces de generar inmunidad específica contra el germen patógeno.

Líneas inmunitarias de defensa

El sistema inmunitario protege los organismos de las infecciones con varias líneas de defensa de especificidad creciente. Las más simples son las barreras físicas, que evitan que patógenos como bacterias y virus entren en el organismo. Si un patógeno penetra estas barreras, el sistema inmunitario innato ofrece una respuesta inmediata, pero no específica. El sistema inmunitario innato existe en todas las plantas y animales. Sin embargo, si los agentes patógenos evaden la respuesta innata, los vertebrados poseen una tercera capa de protección, que es el sistema inmunitario adaptativo. Aquí el sistema inmunitario adapta su respuesta durante la infección para mejorar el reconocimiento del agente patógeno. La información sobre esta respuesta mejorada se conserva aún después de que el agente patógeno sea eliminado, bajo la forma de memoria inmunitaria, y permite que el sistema inmunitario adaptativo desencadene ataques más rápidos y más fuertes si en el futuro el sistema inmunitario detecta este tipo de patógeno

Barreras superficiales físicas 

Varias barreras protegen los organismos de las infecciones, incluyendo barreras mecánicas, químicas y biológicas

Las barreras mecánicas: Las cutículas ceruminosas de muchas hojas, el exoesqueleto de los insectos, las cáscaras y membranas de los huevos y la piel son ejemplos de las barreras mecánicas que forman la primera línea defensiva contra las infecciones. Sin embargo, como los organismos no pueden aislarse completamente de su medio, otros sistemas participan en la protección de las aberturas corporales, como los pulmones, intestinos y el aparato genitourinario. Los pulmones, la tos y los estornudos expulsan mecánicamente los patógenos y otros irritantes de las vías respiratorias. La acción limpiadora de las lágrimas y la orina también expulsa patógenos mecánicamente, mientras que las mucosidades secretadas por los aparatos respiratorio y gastrointestinal sirven para atrapar y enganchar a los microorganismos.

Las barreras químicas también protegen contra infecciones. La piel y el tracto respiratorio secretan péptidos antimicrobianos tales como: 

- las defensinas: son péptidos altamente conservados en la escala evolutiva formando parte de la respuesta inmune innata y presentan tres puentes disulfuro. En el humano se sintetizan principalmente en epitelios y leucocitos. Sus propiedades antimicrobianas son de amplio espectro (antibacterianas, antifúngicas, antivirales) variando en efectividad microbicida según su estructura y carga catiónica neta. De acuerdo con su patrón molecular de puentes disulfuro y distribución genómica se clasifican en las familias alfa (α), beta (β) y teta (θ)

- Enzimas tales como la lisozima y la fosfolipasa A en la saliva, las lágrimas y la leche materna también son agentes antibacterianos. 

- PH: Las secreciones de la vagina sirven como barreras químicas durante la vida fértil de la mujer cuando se vuelven ligeramente ácidas, mientras que el semen contiene defensinas y zinc para matar patógenos. En el estómago, el ácido gástrico y las peptidasas actúan como poderosas defensas químicas frente a patógenos ingeridos.

Las barreras biológicas: Dentro de los tractos genitourinario y gastrointestinal, la microbiota comensal (flora bacteriana) sirve como barrera biológica porque compite con las bacterias patógenas por alimento y espacio, y en algunos casos modificando las condiciones del medio, como el pH o el contenido de hierro disponible. Esto reduce la probabilidad de que la población de patógenos alcance el número suficiente de individuos como para causar enfermedades. Sin embargo, dado que la mayoría de los antibióticos no discriminan entre bacterias patógenas y la flora normal, los antibióticos orales pueden a veces producir un crecimiento excesivo de hongos (los hongos no son afectados por la mayoría de los antibióticos) y originar procesos como la candidiasis vaginal (provocada por una levadura). La reintroducción de flora probiótica, como el lactobacillus, encontrado en el yogur, contribuyen a restaurar un equilibrio saludable de las poblaciones microbianas en las infecciones intestinales en los niños, y también hay datos preliminares alentadores en estudios sobre gastroenteritis bacteriana, enfermedades inflamatorias intestinales, infecciones urinarias e infecciones postquirúrgicas.

Sistemas Inmunitarios

INMUNIDAD INNATA

Los microorganismos o toxinas que consigan entrar en un organismo se encontrarán con las células y los mecanismos del sistema inmunitario innato. La respuesta innata suele desencadenarse cuando los microbios son identificados por receptores de reconocimiento de patrones, que reconocen componentes que están presentes en amplios grupos de microorganismos, o cuando las células dañadas, lesionadas o estresadas envían señales de alarma, muchas de las cuales (pero no todas) son reconocidas por los mismos receptores que reconocen los patógenos. Los gérmenes que logren penetrar en un organismo se encontrarán con las células y los mecanismos del sistema inmunitario innato patógeno. Las defensas del sistema inmunitario innato son inespecíficas, lo cual significa que estos sistemas reconocen y responden a los patógenos en una forma genérica. El sistema inmunitario innato es el sistema dominante de protección en la gran mayoría de los organismos y esta representado principalmente por los glóbulos blancos neutrófilos y monocitos.

 

IINMUNIDAD ADAPTATIVA

La inmunidad adquirida o adaptativa se desarrolla en respuesta a la presencia de antígenos en el organismo, los cuales pueden ser generados por infecciones microbianas o desórdenes celulares como los tumores. Una de las principales características de este tipo de inmunidad es que es específica, es decir, tiene la capacidad de reaccionar ante un gran número de sustancias extrañas al organismo, pudiendo reconocer moléculas microbianas y no microbianas e, incluso, distinguir entre agentes microbianos estrechamente emparentados. Otra característica fundamental de la inmunidad adquirida es su capacidad de generar una memoria inmunológica que puede durar desde unos pocos días hasta toda la vida. Esta capacidad de memoria le permite reaccionar en forma mucho más rápida y eficiente a exposiciones sucesivas frente a un mismo antígeno.

Los componentes celulares de la inmunidad adquirida son los linfocitos. Estas células se encuentran en la sangre y en la linfa e intervienen tanto en la respuesta inmune humoral como en la respuesta inmune celular.

Tipos de Inmunidad Adaptativa

Este tipo de inmunidad se caracteriza por la participación de los linfocitos T, los cuales poseen en su membrana receptores capaces de reconocer antígenos adosados a la superficie de otras células. Existen tres tipos de linfocitos T.

 Los linfocitos T citotóxicos (CD8) reconocen antígenos virales que se encuentran en la superficie de células infectadas a través del Complejo de Histocompatibilidad Mayor I (CHMI). Luego de este reconocimiento proliferan, atacan y destruyen a estas células.

 Los linfocitos T colaboradores o helper (CD4) reconocen antígenos expuestos en la superficie de células presentadoras de antígenos (células dendríticas y los macrófagos) a través del Complejo de Histocompatibilidad Mayor II (CHMII). Luego, comienzan a proliferar y secretar interleucinas, moléculas que estimulan la proliferación de linfocitos T, la activación de linfocitos B y también la activación de los macrófagos, aumentando su capacidad fagocítica.

  Los linfocitos T de memoria se diferencian a partir de linfocitos activados y pueden ser colaboradores o citotóxicos. Al igual que los linfocitos B de memoria, su función es reconocer el antígeno en exposiciones sucesivas, iniciando una respuesta mucho más rápida que la que se produjo por primera vez.


La respuesta humoral está dirigida a eliminar antígenos extracelulares, así como también a evitar la diseminación de los patógenos que han infectado las células. La respuesta humoral es generada por los linfocitos B, los cuales producen moléculas proteicas llamadas anticuerpos, que pueden permanecer en la membrana del linfocito constituyendo  el receptor del linfocito B (anticuerpos de superficie) o ser liberados hacia la sangre (anticuerpos circulantes). Los anticuerpos reconocen y se unen específicamente a un antígeno.

Cuando los anticuerpos de superficie reaccionan con un antígeno, los linfocitos B se activan, lo que desencadena su proliferación y posteriormente su diferenciación en células plasmáticas o linfocitos B maduros y en linfocitos B de memoria. Las células plasmáticas ( o maduras) dejan de dividirse, aumentan su tamaño y se dedican a producir anticuerpos. Los linfocitos B de memoria quedan en circulación por un período de tiempo que puede llegar a ser años. De esta forma, la próxima vez que se encuentren con el mismo antígeno producirán una respuesta más rápida y potente que la efectuada en un primer encuentro.

Mecanismo de respuesta inmunitaria en el sistema inmunitario adaptativo

El proceso de activación de la respuesta inmunitaria en el sistema adaptativo generalmente comienza con la detección de un antígeno específico por parte de las células presentadoras de antígenos, como las células dendríticas y macrófagos. Las células dendríticas son un tipo de células del sistema inmunológico que desempeñan un papel fundamental en la respuesta inmunitaria del cuerpo ante la presencia de patógenos, como virus, bacterias y otros agentes infecciosos. Toman su nombre de sus finas y ramificadas proyecciones celulares llamadas "dendritas", que les permiten explorar el entorno en busca de antígenos.

Cuando una célula dendrítica encuentra un antígeno, lo captura y lo procesa en fragmentos más pequeños. Luego, presentan estos fragmentos de antígenos a los linfocitos T y B en los ganglios linfáticos u otros órganos linfoides.

Descripción general de cómo comienza este proceso:

     Captura de antígenos: Las células dendríticas y otras células presentadoras de antígenos son responsables de capturar los antígenos, que son moléculas extrañas o componentes de patógenos, como proteínas, glicoproteínas o carbohidratos. Estos antígenos pueden provenir de bacterias, virus, células cancerosas u otros invasores.

     Procesamiento de antígenos: Una vez que las células presentadoras de antígenos capturan los antígenos, los procesan en fragmentos más pequeños dentro de la célula. Esto implica la degradación de las proteínas extrañas en péptidos o fragmentos de péptidos.

     Presentación de antígenos: Después del procesamiento, las células presentadoras de antígenos presentan estos fragmentos de antígenos en su superficie a través de proteínas llamadas complejos de histocompatibilidad mayores (CHM). En el caso de las células dendríticas, presentan los péptidos en el contexto de las moléculas CHM de clase II.

      Interacción con linfocitos T: Los linfocitos T son una clase de células inmunológicas que tienen receptores específicos llamados receptores de células T (TCR) en su superficie. Cuando un linfocito T con el TCR adecuado reconoce un péptido presente en una célula presentadora de antígenos, se produce la interacción. Esto se llama "reconocimiento antigénico".

       Activación de linfocitos T: La interacción entre el TCR del linfocito T y el complejo CHM-péptido en la célula presentadora de antígenos activa al linfocito T. Este proceso desencadena una serie de eventos intracelulares que llevan a la activación y proliferación del linfocito T colaborador (helper). Este luego, comienzan a proliferar y secretar interleucinas, moléculas que estimulan la proliferación de linfocitos T específicos para el antigeno, la activación de linfocitos B también específicos y también la activación de los macrófagos, aumentando su capacidad fagocítica. 

Expansión clonal: Después de la activación inicial, los linfocitos T y B específicos para el antígeno comienzan a proliferar y se generan clones de células. Esto aumenta la cantidad de células que pueden responder al antígeno.

Diferenciación: Los linfocitos T y B activados se diferencian en diferentes subtipos con funciones especializadas. Por ejemplo, los linfocitos T pueden diferenciarse en células T citotóxicas (CTL) que atacan células infectadas, células T colaboradoras (Th) que ayudan a otras células inmunitarias y células T reguladoras (Treg) que controlan la respuesta inmunitaria para evitar una respuesta excesiva. Los linfocitos B se diferencian en células plasmáticas que producen anticuerpos.

Producción de anticuerpos: Los linfocitos B activados se convierten en células plasmáticas que secretan anticuerpos específicos para el antígeno. Los anticuerpos son proteínas que se unen al antígeno y ayudan a neutralizarlo. También pueden marcar al antígeno para su destrucción por otras células inmunitarias.

Eliminación del patógeno: Los linfocitos T citotóxicos (CTL) y otras células del sistema inmunológico pueden eliminar las células infectadas o los patógenos directamente. Los anticuerpos también ayudan a neutralizar a los patógenos y promueven su eliminación por otras células inmunológicas, como los fagocitos.

Memoria inmunológica: Después de que se elimina el patógeno, algunos linfocitos T y B se convierten en células de memoria. Estas células permanecen en el organismo durante mucho tiempo y brindan una respuesta inmunológica más rápida y efectiva si el mismo patógeno vuelve a infectar en el futuro. Esto es lo que proporciona la inmunidad a largo plazo.

Regulación de la respuesta inmunológica: Durante todo el proceso, el sistema inmunológico regula cuidadosamente la respuesta inmunológica para evitar una respuesta excesiva que pueda causar daño a los tejidos sanos. Las células T reguladoras y otras señales inmunológicas desempeñan un papel en la modulación de la respuesta.

Atributos característicos de la inmunidad adaptativa.

  1.   Especificidad Antigénica

Permite reconocer diferencias sutiles entre los antígenos. Los anticuerpos pueden distinguir entre dos moléculas proteínicas que difieren sólo en un aminoácido.

 2.   Diversidad.

 El sistema inmunitario es capaz de generar una enorme diversidad de moléculas de reconocimiento, lo cual posibilita identificar miles de millones de estructuras únicas en antígenos extraños.

 3.     Memoria inmunitaria.

Una vez que el sistema inmunitario adaptativo reconoce y responde a un antígeno muestra memoria inmunitaria; es decir, un segundo encuentro con el mismo antígeno induce un estado mucho mayor de inmunorreactividad.

 4.     Reconocimiento de lo propio y lo extraño.

La capacidad de reconocer entre lo propio y lo extraño es esencial ya que si este mecanismo se equivoca se provocan enfermedades autoinmunitarias.

 



Formas de Adquirir  la Inmunidad Adaptativa

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Inmunidad pasiva

La inmunidad pasiva es la transferencia de inmunidad , en forma de anticuerpos, de un individuo a otro. La inmunidad pasiva puede ocurrir de manera natural, cuando los anticuerpos maternos son transferidos al feto a través de la placenta, y también puede ser provocada artificialmente, cuando altos niveles de anticuerpos humanos (o de caballo) específicos para un patógeno o toxina son transferidos a individuos que no son inmunes. La inmunización pasiva se usa cuando hay un alto riesgo de infección y tiempo insuficiente para que el cuerpo desarrolle su propia respuesta inmune, o para reducir los síntomas de enfermedades crónicas o inmunosupresivas. La inmunidad pasiva proporciona protección inmediata, pero el cuerpo no desarrolla memoria, por tanto el paciente tiene el riesgo de ser infectado por el mismo patógeno posteriormente.

Inmunidad pasiva adquirida de manera natural

La inmunidad pasiva materna es un tipo de inmunidad pasiva adquirida de manera natural, y se refiere a la inmunidad transmitida por medio de anticuerpos a un feto por su madre durante el embarazo. Los anticuerpos maternos se pasan a través de la placenta al feto por un receptor Fc neonatal en las células de la placenta. Esto ocurre alrededor del tercer mes de gestación. La inmunoglobulina G es el único anticuerpo isotipo que pueden pasar a través de la placenta. La inmunidad pasiva también es proporcionada a través de la transferencia de anticuerpos de inmunoglobulina A que se encuentran en la leche materna que son transferidos al aparato digestivo del bebé, protegiéndole contra infecciones bacterianas, hasta que el recién nacido puede sintetizar sus propios anticuerpos.

La inmunidad pasiva adquirida artificialmente 

La inmunidad pasiva adquirida artificialmente es una inmunización a corto plazo inducida por la transferencia de anticuerpos, que se pueden administrar de varias formas; como un plasma sanguíneo humano o animal, como inmunoglobulina humana de banco para uso intravenoso o intramuscular, y en forma de anticuerpos monoclonales. La transferencia pasiva se usa profilácticamente en el caso de enfermedades de inmunodeficiencia, como la hipo gammaglobulinemia. También se usa en el tratamiento de varios tipos de infecciones agudas, y para tratar el envenenamiento. La inmunidad derivada de la inmunización pasiva dura sólo un corto período, y hay también un riesgo potencial a reacciones de hipersensibilidad, y a la enfermedad del suero, especialmente de gammaglobulina de origen no humano.

La inducción artificial de inmunidad pasiva se ha usado durante más de un siglo para tratar enfermedades infecciosas, y antes de la llegada de los antibióticos, era a menudo el único tratamiento específico para ciertas infecciones. La terapia de inmunoglobulina continuó siendo una terapia de primera línea en el tratamiento de enfermedades respiratorias severas hasta los años 1930, incluso después de que se introdujeran los antibióticos de sulfonamida.

Transferencia pasiva de inmunidad por medio de células

La transferencia pasiva o "transferencia adoptiva" de inmunidad por medio de células, se le otorga por la transferencia de células T activadas o "sensibilizadas" de un individuo a otro. Raras veces se usa en humanos porque requiere donantes histocompatibles, que son con frecuencia difícil de encontrar. En donantes no compatibles este tipo de transferencia conlleva riesgos severos de la enfermedad del injerto contra el anfitrión. No obstante, ha sido usado para tratar ciertas enfermedades incluyendo algunos tipos de cáncer e inmunodeficiencia. Este tipo de transferencia difiere de un trasplante de médula ósea, en donde se transfieren células madre hematopoyéticas.

Inmunidad activa

Cuando las células B y las células T son activadas por un patógeno, se desarrollan las células B y las células T de memoria. A lo largo de la vida de un animal estas células de memoria “recordarán” cada patógeno específico encontrado, y serán capaces de montar una respuesta fuerte si el patógeno se detecta de nuevo. Este tipo de inmunidad es tanto activo como adaptativo porque el sistema inmunitario del cuerpo se prepara a sí mismo para futuros desafíos. La inmunidad activa a menudo involucra tanto los aspectos por medio de células y los aspectos humorales de la inmunidad así como la entrada del sistema inmunitario innato. El sistema innato está presente desde el nacimiento y protege a un individuo de patógenos sin importar las experiencias, mientras que la inmunidad adaptativa se presenta sólo después de una infección o inmunización y por lo tanto es "adquirida" durante la vida.

La inmunidad activa adquirida de manera natural ocurre cuando una persona está expuesta a un patógeno vivo, y desarrolla una respuesta inmune primaria, que lleva a una memoria inmunológica. Este tipo de inmunidad es “natural” porque no está inducida por el hombre. Muchos trastornos del funcionamiento del sistema inmunitario pueden afectar a la formación de la inmunidad activa como lainmunodeficiencia (tanto en la forma adquirida o congénita) y la inmunosupresión.

La inmunidad activa adquirida artificialmente puede ser inducida por una vacuna, una sustancia que contiene un antígeno. Una vacuna estimula una respuesta primaria contra el antígeno sin causar los síntomas de la enfermedad. El término vacunación fue acuñado por Edward Jenner y adaptado por Louis Pasteur para su trabajo pionero en vacunación. El método Pasteur usado suponía tratar los agentes infecciosos para aquellas enfermedades de manera que perdían la capacidad de causar enfermedades graves. Pasteur adoptó el nombre vacuna como un término genérico en honor del descubrimiento de Jenner, a partir del cual Pasteur trabajó.

En 1807, los bávaros se convirtieron en el primer grupo en exigir que sus reclutas del ejército fueran vacunados contra la viruela, ya que la propagación de la viruela estaba vinculada al combate. Posteriormente la práctica de la vacunación aumentaría con la proliferación de la guerra.

Hay cinco tipos de vacunas tradicionales:

Las vacunas inactivadas están compuestas de microorganismos que han sido matados con sustancias químicas o calor y ya no son infecciosos. Son ejemplos las vacunas contra la gripe, el cólera, la peste y la hepatitis A. La mayoría de las vacunas de este tipo es probable que requieran vacunas de refuerzo.

Las vacunas vivas atenuadas están compuestas de microorganismos que han sido cultivados bajo condiciones que inutilizan su capacidad de inducir enfermedades. Estas respuestas son más duraderas y generalmente no requieren vacunas de refuerzo. Los ejemplos incluyen a la fiebre amarilla, el sarampión, la rubéola y las paperas.

Los toxoides son compuestos tóxicos inactivados de microorganismos en casos donde estos (en vez de los microorganismos por sí mismos) causan la enfermedad, usados antes de un encuentro con el toxoide. Ejemplos de vacunas basadas en toxoides incluyen el tétanos y la difteria.

Las vacunas de subunidad están compuestas de pequeños fragmentos de organismos causantes de enfermedad. Un ejemplo característico es la vacuna de subunidad contra el virus de la hepatitis B.

Vacunas de ARNm Para despertar la respuesta inmunitaria, el sistema de muchas vacunas consiste en inyectar el microbio atenuado o inactivado en nuestros organismos. No es el caso de las vacunas de ARNm. En lugar de ello, para estas vacunas se usa un ARNm creado en un laboratorio para enseñar a nuestras células a producir una proteína, o tan solo una porción de una proteína, que desencadena la respuesta inmunitaria de nuestros organismos. Esta respuesta inmunitaria, que genera anticuerpos, es lo que nos ayuda a protegernos y evitar enfermarnos a causa de ese microbio a futuro.


La mayoría de las vacunas son puestas con inyección hipodérmica ya que no son absorbidas con fiabilidad a través del aparato digestivo. Las vacunas vivas atenuadas de la polio y algunas del tifus y el cólera son puestas oralmente para producir inmunidad basada en el intestino. 

Características del sistema inmunitario

 

El curso temporal de una respuesta inmune. Debido a la formación de la memoria inmunológica, la reinfección en momentos posteriores lleva a un rápido incremento en la producción de anticuerpos y de la actividad efectora de la célula T. Estas infecciones posteriores pueden ser suaves o incluso inaparentes.


CURIOSIDADES



La Fiebre ¿es sólo hipertermia?

Dr. Enrique O. Abeyá Gilardon Dirección Nacional de Salud Materno Infantil Boletín PROAPS - REMEDIARVOLUMEN 2 - Nº 12 - JULIO 2004 C

 

Cuando actualmente decimos fiebre nos referimos a un síndrome caracterizado principalmente por el aumento de la temperatura corporal, pero además acompañado de vasoconstricción periférica, aumento de las frecuencias cardíaca y respiratoria, pérdida del apetito, dolores musculares difusos, somnolencia y decaimiento general. No se conoce con certeza la etimología de la palabra fiebre. El origen inmediato es del latín (febrem, febris) pero allí se agotan las certezas. Algunos arriesgan su origen en el verbo fervere pues significa hervir,estar hirviendo, estar en efervescencia, estar agitado pero las raíces son distintas (febr- y ferv-) por lo que hace poco creíble que ése sea su origen. Otros asocian su origen a otros vocablos con la misma raíz de la palabra latina febrem, como februa y februarius. Februa era el nombre que llevaban las fiestas romanas de purificación que ocurrían en el mes más frío del hemisferio norte y del que luego tomó su nombre este mes como februarius. El februmes el medio de purificación, el ritual religioso de expiación. Esta explicación, además de ser más plausible etimológicamente, es más significativa a las implicancias médicas de la palabra fiebre. Estas fiestas romanas de purificación, que luego fueron ritualizadas como los carnavales y tienen su origen en la necesaria limpieza e higiene que se requería ante la presencia de las tierras pantanosas y húmedas de la Roma Antigua. Las enfermedades atribuidas a los pantanos cursaban con fiebre y profusos sudores, interpretándose éstos como acciones purificadoras del cuerpo. No es de extrañar entonces que la palabra latina febrem (y su derivado hispano fiebre) provenga de februum, la purificación. La alta temperatura del cuerpo motivada por la fiebre y la profusa sudoración al normalizarse la curva térmica, aparecen como medios de purificación del cuerpo. En la antigua Grecia la fiebre era considerada beneficiosa pues respondía a la concepción de los cuatro elementos básicos: tierra, aire, fuego y agua. Esta posición se mantiene aún con los seguidores de Galeno (129-c. 199) que ven la fiebre como un efecto beneficioso frente a las infecciones. Es muy conocida la famosa frase del conocido médico inglés Sydenham (1624-1689): “La fiebre es el motor que la naturaleza brinda al mundo para la conquista de sus enemigos.” Fueron quizás los experimentos del iniciador del método científico moderno Claude Bernard (1813-1878) mostrando los efectos deletéreos en los animales de las muy altas temperaturas provocadas lo que introdujo en la práctica médica el termómetro y considerar a la fiebre como un signo no beneficioso. Esto coincide con la amplia difusión, a fines del siglo XIX, de un nuevo fármaco (aspirina) con propiedades antipiréticas y analgésicas que alivian el principal síntoma asociado a la hipertermia: los dolores musculares. Por otra parte, en nuestro continente se conocía la quinina como un tratamiento efectivo contra la fiebre del paludismo desde antes de la llegada de los españoles, aunque pasarán 150 años del encuentro de estas culturas para que haya evidencia de su utilización por los jesuitas del Perú y su difusión en toda la península itálica a partir de Roma. Pero la historia médica adquiere un renovado posicionamiento hace aproximadamente 30 años cuando se sabe cómo la hipertermia es un excelente mecanismo de defensa contra bacterias, virus y hongos, aún en aquellos animales de sangre fría. Matthew J. Kluger demostró que los animales de sangre fría - como los lagartos - cuando eran experimentalmente infectados buscaban lugares más cálidos logrando así subir su temperatura corporal y con ello controlar la infección y así disminuir el riesgo de morir. En síntesis, durante la fiebre, el huésped se comporta como si el nivel de la temperatura corporal que debe regular se hubiera elevado (el denominado punto de ajuste) por lo que se producen escalofríos (que aumenta la producción de calor), vasoconstricción periférica (que disminuye la pérdida de calor) y se busca abrigo (conducta para disminuir la pérdida de calor). Este aumento de la temperatura mejora a su vez la movilidad leucocitaria, la transformación linfocítica y los efectos del interferón, entre otros. Es obvio entonces que la fiebre, que tiene una larga historia filogenética, es una respuesta integrada por factores endócrinos, autonómicos y conductuales coordinados por el hipotálamo anterior como proceso que en conjunto es beneficioso para el sujeto infectado.


La interesante historia de la vacunas que todos deberíamos conocer