Clarita Zawadzki
Abril 24 de 2009
Por Ángela Cuevas de Dolmetsch
Con pesar infinito me enteré desde el exterior del fallecimiento de Clarita Zawadzki. Fue una liceista ejemplar, alumna de mi madre Margarita Gamboa, quien se refería a ella como la mas inteligente, con claridad mental y de firmes principios, el ejemplo a seguir. María Perlaza acogió con cariño a las hermanas Zawadzki cuando llegaron de México, donde su padre había sido embajador de Colombia, y junto con la señora Ana Betzabé Zapata y los otros profesores y profesoras que han hecho del Liceo Benalcázar la cuna de los grandes talentos femeninos, forjaron en Clarita aquella frase que diferencia a las liceistas del resto del mundo: "tensión y ritmo".
La conocí muchos años después, cuando regresé de Europa. Yo tenía ambiciones periodísticas, pensaba que tenía vena literaria heredada de mis ancestros del Mameyal y, como me había bañado el charco de los patos, ya estaba ungida con el veneno de las comunicaciones. Con Lilián de Levy, Clarita me abrió un espacio en su programa radial ‘Redes y Vientos’ y con paciencia infinita tanto ella como Álvaro Bejarano se tomaron el trabajo de cambiar mi voz chillona, no por completo pero si lo suficiente, para ser corresponsal de ‘Redes y Vientos’ en Londres. Debería modular más la voz y adquirir algo de acento ecuatoriano.
Le agradecí muchísimo a Clarita que nunca mencionara los enfrentamientos del periódico Relator, en los que algunos parientes cercanos míos se habían enfrascado con su padre y que finalmente desembocaron en la liquidación del periódico. Sabía que no tenía por qué cargar con los pecados de los familiares, pero en este mundo, a veces injusto, no son muchos los que tienen la nobleza de espíritu para acoger a los parientes del verdugo, abrirles su casa y su corazón.
Es precisamente este tipo de actitud el que necesita Colombia en su camino a la reconciliación. Anfitriona incomparable, compartimos con ella momentos inolvidables, no sólo por la exquisitez de la comida sino por la calidad intelectual de la conversación. En la casa de Clarita se daba cita la inteligencia de Cali. Me convertí en una lectora asidua de su columna, primero en el periódico Occidente y luego en El País. El Valle y Colombia pierden una excelente escritora y una columnista valiente que nunca se dejó amedrantar.
Por esos avatares que da la vida nuestros hijos escogieron carreras parecidas, la oftalmología, y terminaron siendo colegas dedicados a salvarles los ojos al mundo. Mi más sentido pésame a sus hermanas, hijos y nietos y a Clarita, hasta que nos veamos la próxima vez en la eternidad.