Todos los alumnos de la clase tienen derecho a votar y a optar al cargo de delegado, así que si nos apetece, solo tenemos que presentar nuestra candidatura y convencer a nuestros compañeros de que seremos unos buenos representantes.
Antes de prometer un mes más de vacaciones a cambio del voto, deberíamos enterarnos bien de cuáles serán nuestras obligaciones y responsabilidades, no vaya a ser que nos arrepintamos o que no hagamos un buen trabajo y luego quedemos mal delante de todos.
1. Representación: Esta es, sin duda, la función principal y más importante del delegado de clase: representar a nuestros compañeros siendo el enlace entre ellos y los profesores. Ante cualquier problema o iniciativa que surja entre los alumnos, deberemos hablarlo con el tutor o, si no es el caso, con el profesor correspondiente y después comentar con el resto de compañeros la respuesta que nos han dado y cuál será el camino a seguir.
Por eso, los requisitos imprescindibles para ser buenos delegados de clase son:
2. Convocar las reuniones: Una vez que hay un delegado electo, las decisiones del aula se toman en conjunto en las asambleas. Como hemos dicho, la función del delegado es representar a sus compañeros, pero para que podamos saber si todo está en orden o no, puede que haya que convocar asambleas de forma periódica donde, entre todos, expongamos las iniciativas o inquietudes que hayan podido surgir. Nuestra función no consistirá solo en programar dichas reuniones, sino que también deberemos dirigirlas y asegurarnos de que hasta los compañeros más tímidos expresan sus intereses y dudas. No debemos olvidar que, gracias a sus votos, los representamos a todos, no solo a los que nos caigan bien o a los que más se involucren.
3. Trabajo bidireccional: Dependiendo del centro docente y de su organización, algunos delegados han de asistir a reuniones con parte del profesorado en las que se evalúa el rendimiento de la clase y, más tarde, cuentan a sus compañeros lo que se ha dicho. Podría ser que también los profesores recurran a ellos para que hagan comunicados en el aula si hay algún problema imprevisto, para que manden correos electrónicos informando a los compañeros de lo que se les pida, etc. No es frecuente pero a veces se ha dado el caso.
¿Solos ante el peligro?
No. Todo buen delegado de clase que se precie tiene a su fiel ayudante: el subdelegado. Como Batman y Robin, James Bond y Monneypenny, Sherlock y Watson, el delegado y el subdelegado hacen una pareja indivisible que debe apoyarse y ayudarse para que todo vaya como la seda. El subdelegado no solo ayudará compartiendo el trabajo, sino que también sustituirá al delegado o delegada cuando sea necesario. Que delegado y subdelegado seamos amigos sería lo deseable, pero lo realmente importante es que se respeten, se comprendan, y se apoyen en lo que sea necesario. La comunicación entre los dos debe ser muy fluida y cordial para que el desempeño de sus funciones se haga sin percances.
¿Marrón o rosa?
Y sí, ser un buen delegado de clase puede dar algo de trabajo y parecer un marrón impresionante, pero la verdad es que si hacemos bien nuestro papel, no hay una forma mejor de destacar positivamente frente a nosotros mismos, frente al profesorado y frente al resto del alumnado.