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Alfonso el Sabio para bachilleres

Javier Fernández Delgado

Fue profesor de Bachillerato y ahora ejerce como editor público y experto en edición digital en la Comunidad de Madrid.

javier.fernandez@madrid.org

14 de junio de 2021.

He aquí tres obras, publicadas hace un siglo, para difundir entre los estudiantes la obra del Rey Sabio, poniendo en contacto directo al lector con los testimonios originales, es decir, con las fuentes primarias.

1. Hace un siglo, cuando el VII Centenario

Cien años ha, el interés por difundir la obra del Rey Sabio se tradujo en varias iniciativas editoriales que buscaban poner en contacto directo al lector con la ingente obra cultural que impulsó el monarca en lengua romance: poesía y canciones en gallego-portugués y textos históricos, jurídicos y científicos en castellano. La vocación regeneracionista y pedagógica que dominaban esos tiempos multiplicaba la atracción por el pasado histórico y la investigación sobre los tesoros literarios que este escondía, para darlos a conocer.

El primer director de la Residencia de Estudiantes (1910-1936), Alberto Jiménez-Fraud (1883-1964) compaginó esa responsabilidad con la de editor, ya que bajo su propio sello editorial publicó selecciones de obras clásicas coordinadas por grandes expertos, presentadas con gran esmero editorial (encuadernadas en tela inglesa y con el lomo grabado en oro), en pequeño formato y dirigidas a satisfacer «tanto el gusto del gran público, como el del bibliófilo más exigente». Algo semejante a lo que realizó con las publicaciones de la Residencia durante esos mismos años. El editor había sido también secretario de la Junta para Ampliación de Estudios.

En 1922 publicó en dos preciosos volúmenes la obra Alfonso X el Sabio, prólogo, selección y glosarios de Antonio G. Solalinde, que ha digitalizado la Biblioteca Digital Hispánica, dependiente de la Biblioteca Nacional de España. Son librillos de bolsillo, de 15 cm de alto, como un teléfono móvil de nuestros días.

El seleccionador de esta obra, Antonio García Solalinde (1892-1937) fue primero alumno y profesor después del Centro de Estudios Históricos y ayudante de Ramón Menéndez Pidal. Este último dirigía desde su creación en 1910 el Centro de Estudios Históricos, una de las instituciones dependientes de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), creadas para fomentar el despegue cultural de España. Muchos de sus investigadores se formaron en el extranjero pensionados por la Junta.

Los dos volúmenes de Solalinde recorren tanto la obra poética como la histórica, jurídica, científica y lúdica del Rey Sabio, así como algunas cartas y sus testamentos, a los que añade un Vocabulario de palabras castellanas y gallegas, para mejor comprensión de los textos originales. Es un recorrido muy completo por su obra y la problemática de su época, como cuando recoge las prescripciones sobre los judíos de la Partida Séptima (II, 51 y ss).

El antólogo revindica la ingente labor cultural promovida por el rey.

«En cambio, podemos congratularnos de que Alfonso encontrase horas y momentos para llevar a cabo su papel de gran propulsor de toda sabiduría, y nos haya dejado obras como las suyas para nuestra enseñanza. Los hechos de un rey, el tiempo los deshace y desvirtúa. Nosotros trabajamos por poner de relieve el carácter imperecedero de la labor literaria y científica del rey sabio.»

Solalinde (1922, I, 6 y 25).

Es muy de destacar que esta obra de 1922 sirvió de base a las sucesivas ediciones de bolsillo que se publicaron entre 1941 y 1980, nada menos que siete, en la colección Austral de Espasa Calpe, número 169, con el título de Antología de Alfonso X el Sabio, de Antonio G. Solalinde, aunque este había muerto en 1937 en Estados Unidos. Primero se editaron en Argentina y desde 1960 en España.

Con esas ediciones se formaron los filólogos españoles, quienes más tarde, ya como profesores, utilizaron esos volúmenes de bolsillo de letra muy menuda como obra de lectura para los bachilleres, en las asignaturas de Lengua Española y Literatura. La visión de Solalinde tuvo, pues, un impacto muy duradero, que atraviesa varias generaciones y llega hasta nuestros días.

Antología de Alfonso X el Sabio, 5.ª ed, 1965,.

2. El Instituto-Escuela y la colección Biblioteca Literaria del Estudiante

La preocupación pedagógica de hace un siglo impulsó la creación del Instituto-Escuela (IE) en 1918, un centro educativo dependiente del Ministerio de Instrucción Pública que serviría de laboratorio para experimentar con nuevos métodos y formar a futuros profesores, de forma que se diera una solución al estado lastimoso de la «segunda enseñanza» en España, un país en el que según el censo de 1920 los analfabetos eran 11.145.444 de los 21.338.381 habitantes.

El IE contaba con una Sección Preparatoria, una educación primaria para alumnos entre 8 y 10 años (tres grados), y otra Secundaria, de Bachillerato, para estudiantes de 11 a 16 años (seis grados). Los alumnos terminaban a los 17 años con el título de bachiller. La importancia que se concedió al cuaderno del estudiante se complementó con el impulso a la lectura, mediante una inmersión directa en los clásicos y contemporáneos.

«Una de esas carencias era la de facilitar a los estudiantes una selección fiable de las obras más representativas de la literatura española, que superara las viejas colecciones de trozos decimonónicos, en volúmenes de calidad al tiempo que asequibles para la economía familiar. Con este fin se creó la Biblioteca Literaria del Estudiante, que, junto con otros proyectos editoriales, se proponía acabar con el desconocimiento que existía entre los bachilleres de nuestra riqueza literaria.»

Pedrazuela (2011, p. 557)

La Biblioteca Literaria del Estudiante que promovieron la JAE y el Instituto-Escuela constaba inicialmente de 30 volúmenes cuya publicación comenzó en 1922 con varios títulos, entre los que se contaron los dedicados a Galdós (selección por Margarita Mayo, tomo V) o Cervantes (tomos XXI y XXII), que fueron, por ejemplo, lecturas específicas de primero, tercero y cuarto curso de Bachillerato en el Instituto-Escuela, respectivamente. Esos volúmenes «están pulcramente impresos y llevan bellas ilustraciones».

El tomo XXIX iba a estar dedicado a Alfonso el Sabio, pero la marcha de Solalinde ─que era además el responsable de los «trabajos de organización» de la colección (Memoria JAE 1921 y 1922, p. 279)─ a una Universidad americana y las muchas ocupaciones del director de la colección, Menéndez Pidal, retrasaron su publicación. La colección fue un éxito y muchos de sus títulos se reeditaron durante la Segunda República, con el Instituto-Escuela consagrado ya como una referencia, y se utilizaron en otros ámbitos, como en las bibliotecas escolares que donaron las Misiones Pedagógicas, que incorporaban algunos de ellos y que, según los informes, gozaron del reconocimiento del público.

Los libros de la Biblioteca Literaria del Estudiante no sirvieron únicamente para formar a estudiantes españoles, pues además de ser utilizados en universidades de los Estados Unidos, como hemos visto, también en países iberoamericanos sirvieron en colegios e institutos para familiarizar al estudiante con las obras y los autores clásicos de la literatura hispánica.

3. La Biblioteca de Cultura española

Índice de Alfonso X el Sabio. Siglo XIII

El editor Manuel Aguilar comenzó su andadura hace un siglo y vivió una primera época de esplendor en los años 30, con su colección de títulos de obras maestras españolas, destinadas al gran público y desde luego al nuevo sector educativo, que las demandaba más allá del libro de texto.

En esa colección, de tamaño pequeño, 17 cm, muy manejable, José Augusto Sánchez Pérez publicó Alfonso X el Sabio. Siglo XIII, que, como indica su título, se consideraba la aportación española mas significativa del siglo XIII. El antólogo, un matemático, fue catedrático del Instituto-Escuela y luego del Beatriz Galindo de Madrid. Afirma que (p. 87):

Cuándo se haga la historia de la cultura española, se verá que con justicia, puede decirse que Alfonso el Sabio es el fundador de la ciencia española.

La obra contiene una extensa biografía del Rey Sabio en la que prima el reconocimiento de su labor cultural y científica, una perspectiva inédita y muy innovadora.

Fuente: Prospecto de la Biblioteca de la Cultura española M. Aguilar · Editor, Madrid [1934].

4. De la JAE al CSIC

La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) creada en 1907 fue sustituida, tras la Guerra Civil española, en 1939, por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que reorganizó todas las instituciones anteriores para adaptarlas al nuevo régimen dictatorial, que dio paso tanto al calamitoso exilio exterior como al exilio interior al que fueron condenados muchos de los protagonistas del brillante episodio anterior de la Edad de Plata.

La Biblioteca Literaria del Estudiante del CSIC

Durante el franquismo se intenta recuperar la herencia anterior, pero vaciándola de los componentes laicos y liberales, y adaptándola al nacionalcatolicismo y la férrea censura, tras la depuración de maestros, literatos y científicos. Frente al europeísmo anterior, ahora se impone la autarquía y el españolismo rancio: la ciencia ha de ser «católica». El Instituto-Escuela se reconvierte en el Instituto Ramiro de Maeztu, únicamente masculino, ya que se elimina la coeducación. La Biblioteca Literaria del Estudiante reedita algunas obras, a veces cambiando los editores literarios, ya que las personas originales estaban proscritas. También se intenta completar la colección de 30 volúmenes, de los que solo se habían publicado 22.

«En los primeros años del franquismo, desaparecieron de entre los editores aquellos que lo habían sido en la época anterior, y sus lugares los ocuparon personas afines al régimen. [...] A partir de los años cincuenta y sesenta, cuando el régimen franquista va relajando los postulados falangistas de los primeros años, los antiguos editores vuelven a aparecer en las reimpresiones que se van haciendo.»

Cabeceras con los editores de las cubiertas de ediciones de 1922 y 1946 de títulos de la Biblioteca Literaria del Estudiante.

En 1946 se publica por fin Alfonso el Sabio, selección y notas de M. Cardenal de Iracheta: Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Biblioteca Literaria del Estudiante, XXIX, 247 p. Es una obra de formato de 19 cm, lo que la convierte en la de mayor tamaño de las tres que estamos comentando. El seleccionador de esta obra, Manuel Cardenal Iracheta (1898-1971) fue catedrático y director del Instituto de Bachillerato Cervantes de Madrid, aunque sufrió varios procesos judiciales durante el franquismo.

Su edición se centra en recopilar una antología de textos ─que recuerda a la de Solalinde de 1922, aunque mucho más escueta─, con un índice detallado y breves introducciones a cada obra, pero carece de una biografía que presente una interpretación de la labor del Rey Sabio.

A pesar de la censura y la autocensura, la fuerza de la idea original de la colección se mantiene y en la obra se descubre un Alfonso el Sabio puro y la lectura ofrece un espléndido reportaje sobre la mentalidad de la época, con sus luces y sombras, afinidades y grandes diferencias con nuestra época.

La edición ilustrada repite el tópico en el pie de la imagen: Este es el Rey Sabio que dicen que perdió un Imperio por mirar las estrellas.

5. Tres ediciones facsímiles digitales con antologías sobre Alfonso el Sabio de 1922, 1934 y 1946

Alfonso X el Sabio, de Antonio G. Solalinde (1922 Jiménez-Fraud Editor. 2 vol).pdf

1922

Sánchez Pérez, José Augusto - Alfonso X el Sabio. Siglo XIII (M. Aguilar 1934)..pdf

1934

Alfonso el Sabio selección y notas de M. Cardenal de Iracheta (1946) Biblioteca Literaria del Estudiante XXIX..pdf

1946

6. Centenarios de la JAE y el Instituto-Escuela

La recuperación de la democracia en España permitió sacar del olvido y la censura el esfuerzo didáctico y científico anterior al franquismo, del que hoy nos reconocemos como continuadores. Desapareció la censura, llegaron elecciones libres, retornó la coeducación y la ciencia pudo desarrollarse de forma independiente a la religión. El propio CSIC celebró en 2010 los 100 años de la Junta para Ampliación de Estudios y sus centros. La Biblioteca Literaria del Estudiante formó parte de diversas exposiciones, como la de Laboratorios de la nueva educación, que conmemoró el siglo de la fundación del Instituto-Escuela, en 2018.

7. La España del siglo XIII leída en imágenes

Fuente: La España del siglo XIII leída en imágenes, Cantiga 8c.

El más bello libro sobre la España de Alfonso X el Sabio lo ha escrito Gonzalo Menéndez-Pidal y Goyri (1911-2008), se titula La España del siglo XIII leída en imágenes y lo publicó en 1986 la Real Academia de la Historia, magníficamente ilustrado.

El historiador era hijo del director de la JAE y de su colaboradora y esposa María Goyri (1873-1954), filóloga, profesora y defensora de los derechos de la mujer, ambos impulsores de la Biblioteca Literaria del Estudiante y ella especialmente vinculada al Instituto-Escuela. Su madre, pues, editó en 1922 el primer tomo de la colección, titulado Fabulas y cuentos en verso, reeditado en 1933, y donde se puede leer la ADVERTENCIA DE LA PRIMERA EDICIÓN. LOS CLÁSICOS EN LA ENSEÑANZA, que resume las intenciones en ambas fechas:

«...amplia orientación histórica, que consideramos base precisa de la educación literaria (...) quiere entrañar los principales productos literarios en la inteligencia del lector asiduo, para que el pensamiento y el lenguaje de éste se enriquezcan, y, desenvolviéndose con fuerte arraigo en la tradición, tomen como punto de partida el pasado a fin de poder proseguir la línea de progreso que la tradición señala hacia lo por venir.»

Elaboración de las miniaturas de las Cantigas de Santa María en el códice de Florencia.

Fuente: Menéndez-Pidal (1986, pp. 36-37)

Gonzalo Menéndez-Pidal y Goyri también había sido responsable de las dos ediciones republicanas, en 1933 y 1936, del tomo XXV de la Biblioteca Literaria del Estudiante, dedicadas al Romancero, que incluían numerosas ilustraciones y partituras.

Más biografías sobre Alfonso el Sabio

Referencias

Actividades

  • Descarga en carpeta local las tres ediciones principales y compara sus índices, para detectar qué aspectos considera más relevantes el editor de cada una.

  • Escoge un tema y explora cómo es tratado en alguna o algunas de las obras.

  • ¿Qué echas en falta en la edición de 1946 de la Biblioteca Literaria del Estudiante y que interesaría al bachiller de hoy día?

  • Toma prestado el libro La España del siglo XIII leída en imágenes, hojéalo y escoge un tema sobre el que redactar un pequeño ensayo de 250 palabras, que se pueda incorporar a esta web cooperativa.

Aportaciones de clases y alumnos