PPI y Proyectos

Paradigma Pedagógico Ignaciano y Proyectos

El Paradigma Pedagógico Ignaciano…

1. Toma en cuenta el contexto y la situación personal de cada uno. Ignacio, antes de comenzar el acompañamiento de alguna persona en los Ejercicios Espirituales, deseaba conocer siempre sus predisposiciones hacia la oración y hacia Dios. Se dio cuenta de lo importante que era para una persona estar abierta a los movimientos del Espíritu, si es que quería conseguir algún fruto del proceso espiritual que se disponía a iniciar. Y basado en este conocimiento previo, Ignacio se hacía una idea de su aptitud para comenzar la experiencia; y de si la persona podía sacar provecho de los Ejercicios completos o sería preferible una experiencia abreviada. (…)

De la misma manera, la atención personal y la preocupación por el individuo, que es un distintivo de la educación jesuítica, requiere que el docente conozca cuanto sea posible y conveniente de la vida del alumnado. Y como la experiencia humana, punto de partida de la pedagogía ignaciana, nunca ocurre en el vacío, debemos conocer todo lo que podamos del contexto concreto en el que tiene lugar el proceso de enseñanza y aprendizaje. Como educadores y educadoras, por consiguiente, necesitamos entender el mundo del estudiante, incluyendo las formas en las que la familia, los amigos, los compañeros, la subcultura juvenil y sus costumbres, así como las presiones sociales, la vida escolar, la política, la economía, la religión, los medios de comunicación, el arte, la música, y otras realidades, están impactando ese mundo y afectan al estudiante para bien o para mal.


2. La EXPERIENCIA para Ignacio significaba «gustar de las cosas internamente». En primer lugar, esto requiere conocer hechos, conceptos y principios. Exige que uno sea sensible a las connotaciones y matices de las palabras y a los acontecimientos, que analice y valore las ideas, que razone. Sólo con una exacta comprensión de lo que se está considerando se puede llegar a una valoración acertada de su significado. Pero la experiencia ignaciana va más allá de la comprensión puramente intelectual. Ignacio exige que «toda la persona», - mente, corazón y voluntad -, se implique en la experiencia educativa. Anima a utilizar tanto la experiencia, la imaginación y los sentimientos, como el entendimiento. Las dimensiones afectivas del ser humano han de quedar tan implicadas como las cognitivas, porque si el sentimiento interno no se une al conocimiento intelectual, el aprendizaje no moverá a una persona a la acción. Por lo tanto, usamos el término EXPERIENCIA para describir cualquier actividad en la que, junto a un acercamiento cognoscitivo a la realidad de que se trata, el alumnado percibe un sentimiento de naturaleza afectiva.

3. Suscita una implicación reflexiva del alumnado de modo que pueda considerar la importancia y el significado humano de lo que está estudiando: la REFLEXIÓN. A lo largo de su vida Ignacio se dio cuenta de que él estuvo constantemente sometido a diferentes tendencias y sugestiones, alternativas contradictorias casi siempre. Su mayor esfuerzo fue tratar de descubrir qué le movía en cada situación, el impulso que le conducía al bien o el que le inclinaba al mal, el deseo de servir a otros o la preocupación por su propia afirmación egoísta. Se convirtió en el maestro del discernimiento, y continúa siéndolo hoy, porque logró distinguir esa diferencia. Para Ignacio «discernir» era clarificar su motivación interna, las razones que estaban detrás de sus opiniones, poner en cuestión las causas e implicaciones de lo que experimentaba, sopesar las posibles opciones y valorarlas a la luz de sus probables consecuencias, para lograr el objetivo pretendido: ser una persona libre que busca, encuentra y lleva a cabo la voluntad de Dios en cada situación.

4. Impulsa los cambios profundos en el alumnado para que lleven a cabo opciones interiores y acciones exteriores, y puedan ser competentes en situaciones nuevas: la ACCIÓN. Para Ignacio, la prueba más dura del amor es lo que uno hace, no lo que dice. «El amor se demuestra con los hechos, no con las palabras». El impulso de los Ejercicios Espirituales permitía precisamente al ejercitante conocer la voluntad de Dios para llevarla a cabo libremente. Por eso, también Ignacio y los primeros jesuitas estaban muy preocupados por la formación de las actitudes del alumnado, sus valores e ideales, según los cuales iban a tomar decisiones en una gran variedad de situaciones en las que tendrían que actuar. Ignacio quería formar en los colegios de la Compañía jóvenes que pudieran contribuir inteligente y eficazmente al bienestar de la sociedad. La reflexión de la pedagogía ignaciana sería un proceso truncado si terminase en la comprensión y en las reacciones afectivas. La reflexión ignaciana comienza precisamente con la realidad de la experiencia y termina necesariamente en esa misma realidad para actuar sobre ella. La reflexión sólo hace crecer y madurar cuando promueve la decisión y el compromiso.

5. Realiza una EVALUACIÓN integral de todos los aspectos implicados en el proceso de aprendizaje. La pedagogía ignaciana, sin embargo, intenta lograr una formación que, aunque incluye el dominio académico pretende ir más allá. En este sentido nos preocupamos por el desarrollo equilibrado de la alumnas y alumnos como «personas para los demás». Por eso, resulta esencial la evaluación periódica del progreso de los estudiantes en sus actitudes, prioridades y acciones acordes con el objetivo de ser una «persona para los demás». Probablemente esta evaluación integral no ha de ser tan frecuente como la académica, pero necesita programarse periódicamente, por lo menos una vez por trimestre. Un profesor o profesora observador captará, con mucha más frecuencia, señales de madurez o inmadurez en las discusiones de clase, actitudes de generosidad del alumnado como reacción a necesidades comunes, etc.

Teniendo en cuenta el PPI en nuestros colegios aspiramos a…

Educar hombres y mujeres para y con los demás: Según la CG 36 “necesitamos la innovación que no nos opaque a un mundo en transformación y que nos lance a atrevernos a experimentarlo. La Compañía debe ser innovadora si quiere servir a este mundo que nos dice que es diferente y que busca su propia identidad… La simpatía para con el mundo contemporáneo, la fe en el ser humano para ser libre y la certeza de que la comunidad humana, más que el individuo, está dotada de un enorme potencial transformador.

Poner al estudiante en el centro del aprendizaje: elegiremos las metodologías que permitan que los alumnos y alumnas pongan en práctica sus conocimientos de manera autónoma y se involucren en su propio aprendizaje, construyéndolo de manera activa. Debemos desarrollar el pensamiento crítico, la cooperación y la comunicación.

Educar para la ciudadanía global: según las palabras del padre General Arturo Sosa sj. en el congreso JESEDU Río 2017, los retos a los que deberíamos enfrentarnos como educadores y como Instituciones de la Compañía de Jesús incluyen, entre otros, una formación que no excluya a ninguna clase social en nuestra oferta y que continúe trabajando en educación por la justicia, que exija que nuestras instituciones capaciten a las alumnas y alumnos en la dimensión ambiental de la reconciliación para respetar y cuidar nuestra casa común y que sea agente activo en la creación del concepto de “ciudadanía global” que está todavía en construcción. En cualquier caso, recogiendo las palabras del Padre Sosa, aspiramos a una ciudadanía global que engarce derechos y deberes. Esto implica que, más allá de la conciencia global que las tecnologías de la comunicación han generado, buscamos influir en las personas y la sociedad para que se derriben las fronteras de reconocimiento de los derechos humanos para toda persona.

Acoger la diversidad: Según el propio Ignacio de Loyola, una característica del modo de proceder de los jesuitas es el de adaptarse a las circunstancias de personas, lugares y tiempos. Citando el documento A dónde vamos y a qué “Si queremos que nuestro alumnado reciba una educación integral, tenemos que trabajar las ocho inteligencias incorporando en la enseñanza de cualquier materia actividades relacionadas con las diferentes inteligencias. Esto es más fácil si utilizamos determinadas metodologías, como la pedagogía de o por proyectos. Introducir estas actividades permite atender más fácilmente los diferentes estilos cognitivos del alumnado y, por lo tanto, trabajar mejor la diversidad.”

Dar respuestas del siglo XXI a alumnos y alumnas del siglo XXI, de acuerdo con el proyecto de la Compañía de Jesús: según las palabras del padre General Arturo Sosa sj. en el congreso JESEDU Río 2017, urge que nuestras instituciones sean espacios de investigación pedagógica y verdaderos laboratorios de innovación didáctica de los que surjan nuevos métodos o modelos formativos. Esto implicará que exploremos lo que otros hacen y lo que podemos aprender de ellos, como también lo que la ciencia de la pedagogía plantea para un mundo cada vez más técnico y caracterizado por la cultura digital en la que nuestros estudiantes han nacido y crecido.