Venezuela Insólita: Los cacerolazos del terror

Un mañana de marzo de 1886, un turista francés, que desayunaba en el Hotel St. Amand, en Caracas, escucho como un fragor, que venía de afuera, aumentaba. Salió a la calle, y con sorpresa, vio como la población salía súbitamente, con gesto desencajado, a la calle golpeando cacerolas, ollas ,tapas y haciendo tiros al aire..


En noviembre de 1883, la Baronesa Lady Annie Brassey quien visitaba por primera vez nuestro país, subía desde la Guaira a Caracas, cuando escucho un fragor rítmico… metálico..al pasar una de las curvas del camino, Se encontró con una multitud, que armada de ollas y cacerolas, hacia un ruido ensordecedor…

Tal como imaginamos, era la población en pleno, que de forma espontánea, salía a la calle, armados de sus enceres domésticos. Eran pues,nuestros primeros “Cacerolazos”, pero en este caso, la razón era completamente distinta.. y si se quiere, aterradora.

Para describir la razón de estos eventos, tomare textualmente el testimonio del turista francés referido al principio, y que ha sido citado por Jose Rafael Lovera en su obra “Vida de Hacienda en Venezuela”:


“ De repente, un ruido infernal nos hace precipitarnos afuera. Tiros por todas partes. En este país de revoluciones, en vísperas de elecciones presidenciales, iremos a tener una? No.. Vemos una nube de langostas…Llega sombria, amenazadora, oscureciendo la luz y apestando el aire…

Todos se arman de inmediato. Unos con placas de alambre, otros con ollas de hierro o calderos… o cualquier cosa a mano, metálica o no, para hacer la mayor cantidad de ruido posible. También disparan tiros de fusil. Encienden fuegos por todas partes y todo esto para impedir que la nube caiga sobre Caracas. Durante más de 2 horas, esta nube ha sobrevolado la ciudad que queda sumergida en la semioscuridad. La cantidad de langostas era tal que, pasada la nube, había TRES CENTIMETROS de excrementos en las calles sobrevoladas. En ciertos puntos exteriores de la ciudad, donde cayo la nube, hemos caminado sobre una espesura de dos a dos y medio centímetros de estas langostas.. En un santiamén, el terreno amarillo se volvió negro….. La poca vegetación desaparecio en unos minutos


Una situación similar fue la que vivio la Baronesa Lady Annie Brassey; Levanto su vista al cielo, y creyo ver incrédula copos de nieve cayendo al mediodía.. eran realmente, el reflejo de luz solar en las alas de las langostas quienes se precipitaban en cantidad increíble a tierra a pocos metros de ella para acabar con la vegetación de los cultivos cercanos.


Esta increíble plaga nos afecto casi diez años, desde 1881 hasta 1890. Elizabeth Gross, esposa de un comerciante alemán, se encontró con estos animales en un paraje selvático, camino a Maracaibo y en una de sus misivas, escribe a sus familiares en Europa lo curioso de dichos animales. Ya establecida en la ciudad, describe a una amiga en junio de 1888 un episodio aterrador:


“Imagínate que las langostas que habíamos visto en la selva ya están aquí. Hace poco quería ir de compras por la tarde con la Sra. Ludert y su esposo nos dijo que no nos demorásemos mucho pues se veía muy oscuro sobre el lago, como si amenazara lluvia. Nosotras habíamos entrado a dos tiendas cuando, de repente, se hizo de noche y no se podía ver nada.. Nubes de langostas obscurecían la luz del día. Venían con tanta densidad que teníamos que defendernos con nuestras sombrillas para avanzar. Era algo asqueroso como esos espantosos animalitos pegaban contra nuestras caras. Ellos acaban absolutamente con todo. Después de media hora, las lindas matas de coco habían quedado como escobas. Se comieron todo lo que era verde en los jardines. A pesar de que habíamos cerrado todos los postigos de las ventanas, dos hombres tuvieron que dedicar tres horas a matar todos los animales que habían entrado a nuestra casa. Se metieron en todas partes: en los escaparates, en los espaldares de las sillas, y hasta en los sitios mas mínimos… cinco de ellos penetraron a través de la malla de mi mosquitero y por la mañana estaban en mi cama.. También se habían empezado a comer las medias que estaban en la silla delante de mi cama, así como también el cojín de mi peinadora. Se comen todo lo que contiene almidón. Se metieron en los vestidos, era algo realmente asqueroso”


El ataque de las langostas no podían prevenirse. Solo el ruido podía mantenerlas relativamente alejadas, es así, que durante nueve años,el angustioso ruido de las cacerolas sonaban no como protesta, si no como una forma desesperada de ahuyentar la miseria y la desolación.