La tragedia de Lagunillas de agua, 1939.

Recuerdo en mis tiempos de bachillerato, quedar impresionado ante una novela que relataba crudamente las transformaciones que había traído a Venezuela la explotación petrolera. Siendo para mis tiempos mozos una lectura obligada, “Mene” de Ramón Díaz Sánchez, relataba en uno de sus capítulos, un voraz incendio que arrasaba un pueblo petrolero.

Lo que ignoraba entonces, es que dicho episodio fue basado en un hecho real, y que a su vez, seria premonitorio para otra tragedia aun mayor. Me refiero al gran incendio de Lagunillas de Aguas, en 1939.

El pueblo de Lagunillas de Aguas fue fundado originalmente por los indígenas Zaparas mucho antes de la llegada de los conquistadores, y este tipo de poblado, compuesto de chozas construidas sobre pilotes en el lago, inspiro a Colon a nombrar esta tierra como pequeña Venecia. Lagunillas de Agua debe su nombre a las lagunas pantanosas que se formaban a las orillas del lago, muy cercanas donde el poblado se levantaba.

Los palafitos se comunicaban entre sí por intermedio de “planchones” que a su vez, permitían a sus pobladores ir a tierra firme. Sin embargo, en época de temporales, el pueblo quedaba aislado, pudiendo comunicarse solamente a través de pequeños botes y canoas.

A principio de los años 20, y ante el auge de la explotación petrolera, el pequeño caserío se transformo en un pueblo flotante, con todos los vicios que la novela de Sánchez refiere. Al mismo tiempo. Las petroleras levantan un muro de contención muy cerca del poblado, con el fin de recuperar las tierras de la costa de las aguas.

Una capa aceitosa reposa perennemente sobre las aguas del lago, producto de la explotación del crudo. Para la población local la cual alguna vez baso su economía en la pesca, el trabajo en la industria petrolera es lo único que queda.

Para 1926, ya habían ocurrido dos incendios importantes en el pueblo de lagunilla de aguas. La presión de las autoridades impulso al gobernante de turno, Eleazar López contreras, decretar la fundación de un nuevo asentamiento. Así pues, se sentaron las bases de Ciudad Ojeda, la cual seria, después de Puerto Ordaz, una de las Ciudades más Jóvenes de Venezuela.

En 1936, Ramón Díaz Sánchez realizo la publicación de “Mene”. En 1937, comenzaron las obras en Ciudad Ojeda, sin embargo, la población de Lagunilla de Aguas se negó abandonar el lugar.

El 12 de Noviembre de 1939, debido a un importante derrame en uno de los pozos de la Venezuelan Gulf Oil, se prohibió el uso lámparas y electricidad en todo el pueblo, ante el peligro de un inminente incendio, sin embargo, la noche del 13 de noviembre, el fuego se encargo de borrar para siempre a Lagunillas de Agua.

Nunca se sabrá realmente como comenzó el incendio. La versión más conocida es aquella donde el incendio es iniciado por Alicia Mendoza, una prostituta Caraqueña, dueña del bar “Caracas”, quien al intentar encender una lámpara de querosén hace que la misma estalle. En su desesperación, lanza la lámpara encendida por la ventana. El incendio avanza con tal velocidad que muchos se lanzan al agua desnudos, solo para ser devorados por las llamas del crudo encendido en la superficie. Es así, como al día siguiente, en el muro de contención de 47 kilómetros, son colocados los cadáveres de los pobladores de Lagunillas de Agua… muchos de ellos irreconocibles.

La cifra oficial fue de más de 200 muertos. La desaparición de Lagunillas de Agua dio lugar a la población de Ciudad Ojeda y la migración hacia Lagunillas de Tierra, la cual está a punto de desaparecer definitivamente por hundimiento de estas tierras por debajo del nivel del lago. Después de varias décadas, son pocos los que recuerdan la tragedia del año 1939, sin embargo, El ave Fenix, presente en la bandera y el escudo del municipio Lagunillas, es el símbolo de cómo el pueblo renació de las cenizas de Lagunillas de Agua.