Un Hombre, Dos mujeres... Una Gran Historia de Amor

Desde hace varias semanas, había intentado escribir sobre Paez, Barbarita Nieves y Dominga Ortiz. No me ha sido fácil, estos tres personajes tienen de ya de por si por separado una historia fascinante, pero a la vez, sus vidas están entrelazadas en un fuerte tejido de circunstancias que me obliga a reseñarlos en un solo relato.

Todo comenzó durante uno de nuestros recorridos Eco patrimoniales, cuando Derbys relato la curiosa historia de la esquina de Angelitos:

Se dice que, hacia 1840, José Antonio Paez, visitaba a una amante, quien vivía cerca de dicha esquina. Allí se apostaban los guardaespaldas del presidente, que eran apodados “los angelitos”, y con el tiempo, la esquina adquirió ese Nombre.

Es posible que esa mujer quien visitaba Paez, fuera Barbarita Nieves. Ella, cual leyenda de pigmalion, transformaría a Paez, convirtiéndolo de un llanero sin educación, en un hombre culto y sensible.

Esta historia de amor apasionado, que acabaría solo con la muerte de Barbarita, a los 44 años, ocultaba otro drama, el del amor y la fidelidad incondicional, la historia de Dominga Ortiz, la verdadera esposa de Jose Antonio Paez.

Detrás de cada gran hombre, siempre hay una gran mujer, sin embargo, en este caso, fueron dos.

Dominga Ortiz contrajo nuncias con Paez hacia 1807, en aquel momento, era peón de la hacienda “La calzada”, cerca de Canagua, pueblo de donde ella era nativa. No poseía medios de fortuna, por lo que su esposa aporto la dote, la cual consistía en reses y bestias. Supongo que poco le importaba, ella tenia 17 años, era huérfana y poco agraciada, sin embargo, era una mujer estoica y segura de si misma, tanto, para saber que amaba a este campesino de 19 años, impulsivo y recio.

Los sucesos del 19 de abril de 1810 hace que Paez apoye los ideales del dueño de “la Calzada”, Juan Antonio Pulido, y se aliste en su caballería. Dominga lo sigue, junto con las esposas de los demás soldados que se suman a la lucha. Dominga las organiza, para que atiendan a los heridos en combate y alimenten a las tropas, con el tiempo, se conocerán como “las Troperas.”

Estas mujeres permanecen apoyando a sus hombres, y pasando grandes vicisitudes. Hacia 1813, Paez es encarcelado por el gobernador de Barinas, el realista Antonio Puy. A punto de ser ejecutado y amparada por la noche, Dominga engaña a los realistas haciendo disparos al aire, desde la distancia, hizo creer que un ejercito sediento de venganza venia al rescate de paez y provoco la apresurada huida de Antonio Puy. Este suceso, sera conocido como “El ejercito de animas”

Dominga siguió apoyando a su esposo, incluso durante la batalla de Carabobo, sin embargo, hacia 1818 nota el alejamiento de Paez, quien finalmente la abandona hacia 1822.. dejándola con dos hijos.

Son los años de reconocimiento y gloria, entonces, en circunstancias desconocidas, y desde la oscuridad de la historia, aparece Barbarita Nieves.

Se dice que era hija de un hacendado de Choroni, y definitivamente, era una mujer especial. Tal vez tenia 20 años al conocer a Paez. Era una mujer trigueña, de esbelta figura y profundo ojos negros. Increíblemente inteligente, tenia una amplia cultura general, tocaba el piano, amaba la lectura y sabia varios idiomas.

Es aquí donde la vida del “centauro de los llanos” cambia dramáticamente. Fue conquistado por el amor y seducido por la cultura. El llegó a actuar, a cantar y a componer música. En su casa valenciana, donde vivía en 1827, con Barbarita y sus hijos Páez también aprendió a tocar el violoncelo y llegó a ser un buen ejecutante.

En el ínterin, Dominga de Ortiz se la veía negras. Conocida como “la señora” y respetada como tal, fue objeto de persecuciones por parte de los enemigos de su esposo, sin embargo, siempre mantuvo una actitud digna, de respeto y de mesurado silencio.

Barbarita muere el 14 de diciembre de 1847. Esto sume en un profundo dolor a Paez. Muchos creen que su muerte trajo consigo la decadencia del general.

Hacia 1850, Paez cae en desgracia; Es encarcelado por Jose Tadeo Monagas. Dominga, quien ha conocido al presidente por los azares independentistas, intercede ante su esposo, y logra su liberación, mas es expulsado de Venezuela. Ella y su hija acompañan a Paez en todo momento. Al subir al barco que lo llevara a San Thomas, Paez espera que ella lo acompañe, sin embargo, en actitud de profunda dignidad, Dominga le dira al general las siguientes palabras:

"Yo no voy a ninguna parte con usted... yo cumplí con mi deber de esposa de pedir su libertad. Pero conmigo no cuente. Adiós y que le vaya bien".

Desde el exilio, las cartas de Paez hacia Dominga fueron fragmentarias. Habia pocas respuestas de su parte, y eran frías y parcas. ella luchaba por recuperar sus bienes y los de su esposo, con pocos resultados. Hacia 1868, Paez trato de vender algunas propiedades, entre ellas, la casa de su hija Rosario, sin el consentimiento de su esposa, La misiva escrita por ella ante el proceder de Paez, es famosa, y la transcribo a continuación:

Sr. Gral. José A. Páez

Valencia, noviembre 30 de 1868

Estimado José Antonio:

Por fin has perfeccionado tu obra principiada el 31 de diciembre de 1818; creí que mi resignación y mi constancia para sufrir en silencio, la triste situación a que voluntaria y criminalmente me condenaste con tus hijos por tantos años, cesará en la noche de tu vida; pero me equivoqué, eres el mismo de aquellos tiempos para mí y para ellos, y no te creo con derecho a exigirnos más; todo lo has arrebatado a tu familia legítima; fortuna, consideraciones sociales, posición y cuanto una esposa e hijos que no te habían dado un sólo motivo de queja hasta hoy tienen derecho a esperar del hombre honrado a quien uní mi suerte: para una manceba y sus hijos fueron tus glorias, tus afectos y tu fortuna; para mí los odios, las persecuciones de tus enemigos y lo que es peor tu desprecio y hostilidades. El abandono tuyo y la persecución de tus amigos, pues lejos de verme como tu esposa se creen obligados a tratarme como tu enemiga. Sólo te quedaba un nombre honrado que legarnos, y en la presente cuestión has resuelto también ponerlo en duda.

Me he persuadido que sólo te anima un odio implacable contra mí y mis hijos. ¿Conque es un hecho la venta de la casa de Puerto Cabello?¿Podrás tú negar ante Dios y los hombres la efectiva donación que hiciste a Rosario el año de 1830 de la casa en cuestión?¿Podrás decir que esta donación no sea un acto de estricta justicia que te ocurrió en aquel tiempo, cuando asegurabas a tus hijas adulterinas la Viñeta, las casas de La Palma y otras propiedades valiosas?¿Por qué no vendes estas que son tan donación tuya a ellas como la casa de Puerto Cabello a Rosario?

Has resuelto el escándalo y este será del tamaño que tu quieras, pues a todo estoy resuelta; y todos los medios me parecerán lícitos, antes de ver arrebatarme y disipar lo que queda, la casa de Puerto Cabello de Rosario y la de esta ciudad, no las venderás.

Te repito, todos los medios me parecerán lícitos para impedir que consumes tu obra de iniquidad; no más silencio si tú lo quieres, que conozca el mundo las dos historias: la del hombre grande en política y la del hombre sin corazón y conciencia en familia; por fortuna, Venezuela toda me hace justicia, y tal vez me la harán más allá, cuando me haga conocer.

Te desea salud y felicidad, tu esposa

Dominga Ortíz de Páez