IVC ADOLESCENTES

Llamamos Iniciación Cristiana al proceso que forja a un cristiano y que crea comunidades. La palabra “iniciación” indica, ante todo, la gratuidad de la fe. Para ser cristiano, la persona necesita ser iniciada en la experiencia de la fe, ser introducida en la comunidad eclesial, porque la fe no es un dato o una con-quista humana, sino que es don, fruto del encuentro con Jesús.

Ser iniciado significa también descubrir como gracia el misterio de Jesús, dejarse iluminar, confiar en Él y compartir su vida, muerte y resurrección. La Iniciación Cristiana tiene un punto de partida que es el anuncio kerigmático de Jesucristo, como fuente de vida y salvación, y un punto de llegada: una vida cristiana madura, según el estilo de Jesús, desde la Palabra.

Dentro de este proceso se va explicitando el sentido más profundo de la identidad cristiana, como es la iniciación al misterio de Dios Padre, revelado en Jesús por la acción del Espíritu Santo.

La catequesis de Iniciación a la vida cristiana parte de la experiencia personal de Jesús, valora especialmente la escucha de la Palabra de Dios, la oración personal y la experiencia de comunidad, el silencio, la mediación de los símbolos, el acompañamiento espiritual, la celebración de los sacramentos, la coherencia de una vida según el Evangelio.

Para nuestros adolescentes planteamos como objetivo primero el ENCUENTRO CON JESÚS; que vivan esa experiencia fundamental de fe, de vida. Sólo así lograrán transformarse a partir de ese encuentro y estarán motivados a continuar con un discipulado consciente.

Este nuevo paradigma de la iniciación cristiana debe ser integral y gra-dual.

Integral, porque abarca diversas dimensiones de la persona, haciéndola vivir etapas por las que el catecúmeno va haciendo su propio proceso de maduración.

Gradual, porque ha de llevarse de manera continua, pero respetando el ritmo de maduración de cada persona, según la situación en la que se encuentra y vivenciando la experiencia de fe.