Antes de empezar...
Ante todo hay que hacer una reflexión sobre el papel de los jueces en una prueba de marcha; el reglamento nos dice que su misión es impedir que acaben la prueba los atletas que no cumplan con la definición de marcha, pero hay dos modos de enfrentar esta tarea: la primera, estrictamente reglamentaria es descalificar a los que marchan mal, y la segunda, sin dejar de ser reglamentaria, es conseguir que todos los atletas marchen bien. El reglamento nos da una idea de que lo mejor es lo segundo. Si nos fijamos, veremos que es la única disciplina del atletismo en la que los jueces pueden "asistir" a los atletas, avisándolos de sus fallos o comunicándoles las impresiones que les dé su modo de marchar; esto no lo vemos en otras disciplinas, donde ayudar a un atleta se penaliza incluso con descalificación. Refuerza este argumento el que sea necesario un gran consenso de los jueces para determinar la penalización o descalificación de los atletas. Para ello el juez ha de valerse del buen uso de las paletas amarillas, en el momento preciso y asegurando mucho el empleo de las tarjetas rojas.
Entre los no aficionados a la marcha también existe la errónea creencia de que todos los atletas "corren o van mal", esto es absolutamente falso, es más bien lo contrario: sólo un pequeño número de atletas contraviene el reglamento. Es un problema que nace principalmente de no saber ver la marcha y, en parte, del difícil encaje de pruebas de larga duración en competiciones conjuntas con otras disciplinas atléticas que molestan a algunos.