William Butler Yeats

Rumbo a Bizancio

I

No es un país para ancianos. Los jóvenes

se abrazan, hay pájaros en los árboles

–generaciones que mueren– cantando,

cascadas de salmones y mares de caballas,

peces, aves y carne que en verano celebran

cuanto ha sido engendrado, nace y muere.

Cautivos de esa música sensual todos olvidan

monumentos de perenne intelecto.


II

Un hombre viejo es algo miserable,

un andrajoso abrigo sobre un palo,

a menos que el alma haga palmas, y cante, y cante

para todos los andrajos en su traje mortal;

y no hay escuelas de canto, mas se estudian

monumentos de su propia grandeza;

y por eso he surcado los mares y he venido

a la ciudad sagrada de Bizancio.


III

Oh, sabios, los que estáis en el fuego santo de Dios

como en el mosaico de oro de un muro,

venid del fuego santo, bajad en espiral,

sed los maestros cantores de mi alma.

Consumid mi corazón; enfermo

de deseo, y atado a un animal que muere,

desconoce lo que es; y haced que me una

al artificio de la eternidad.


IV

Ya abandonada la naturaleza,

nunca tomaré mi forma corpórea

de nada natural, mas de esa forma que hacen

orfebres griegos trabajando el oro

para que no se duerma su soñoliento Emperador;

o subiré a una rama dorada a pregonar

para todos los nobles de Bizancio

el pasado, el presente y el porvenir.


William Butler Yeats en Poemas (The Collected Poems) [1989]

Trad. Antonio Rivero Taravillo