De Vladimiro Maiacovski
Era suave como lana
Y suntuoso como seda
Sus manos eran más débiles
Que las de una doncella
Sabía hablarles a los niños
Sabía hablarles a los hombres
Reflejaba la inocencia
Como una madre infantil
Sus ojos eran capaces
De ver lo que nadie ve
Los infiernos del cansancio
Las cenizas de la muerte
Reproducía la ciencia
Y la ambición del trabajo
Y la marcha del combate
Que conduce la esperanza
Clamaba como un cañón
Las victorias de su pueblo
Y desgreñaba la vida
Para peinarla en lo alto
En la sombra y en la cumbre
Su justicia estaba en pie
Sabía el llanto y la risa
Ante todas las imágenes
Domador ducho en caricias
Sus iras causaron miedo
Y ofreció su carne al fuego
Que ardía en sus enemigos
Sus enemigos perecieron
Y él continuó siempre viviendo
En los más simples corazones
Su sangre dio una sola vuelta
La vuelta a la humanidad.