Marosa Di Giorgio

A veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar...

A veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar

a la alcoba, se me aparecían los ángeles.

Alguno, quedaba allí de pie, en el aire, como un gallo

blanco -oh, su alarido-, como una llamarada de azucenas

blancas como la nieve o color rosa.

A veces, por los senderos de la huerta, algún ángel me

seguía casi rozándome; su sonrisa y su traje, cotidianos;

se parecía a algún pariente, a algún vecino (pero, aquel

plumaje gris, siniestro, cayéndole por la espalda

hasta los suelos...). Otros eran como mariposas negras

pintadas a la lámpara, a los techos, hasta que un día

se daban vuelta y les ardía el envés del ala, el pelo,

un número increíble.

Otros eran diminutos como moscas y violetas e iban

todo el día de aquí para allá y ésos no nos infundían miedo,

hasta les dejábamos un vasito de miel en el altar.