Marosa Di Giorgio

Yendo por aquel campo, aparecían, de pronto...

Yendo por aquel campo, aparecían, de pronto, esas extrañas

cosas. Las llamaban por allí, virtudes o espíritus. Pero, en

verdad eran la producción de seres tristes, casi inmóviles, que nunca se salían de su lugar.

Estancias al parecer, del otro mundo, y casi eternas,

porque el viento y la lluvia las lavaban y abrillantaban, cada

vez más. Era de ver aquellas nieves, aquellas cremas,

aquellos hongos purísimos... Esos rocíos, esos huevos, esos espejos.

Escultura, o pintura, o escritura, nunca vista, pero, fácilmente descifrable.

Al entreleerla, venía todo el ayer, y se hacía evidente el porvenir.

Los poetas mayores están allá, donde yo digo.