Zona 1
Entrevistadas: 5 mujeres
San Cristóbal de La Laguna
Gracia
San Lázaro
La Vega Lagunera
Qué no se habrá dicho sobre el casco de Aguere o La Laguna … Pues quizá unas cuantas cosas, sobre todo desde la perspectiva de las mujeres que lo han habitado durante el último siglo y puede que en especial para quienes no son laguneras/os, o no de nacimiento o vinculación, o no del casco o siéndolo desconocen estos aspectos en los que nos adentran.
Trascendiendo el propio accidente natural que le da nombre -la laguna que hoy ya no existe- y todo el legado arquitectónico e ilustre que se erige sobre ella, la óptica vivencial, del día a día, más allá de estos aspectos, a través de las informantes mujeres nos hacen retroceder en el tiempo para que a su vez emerjan estampas del casco y los núcleos circundantes que puede que contrasten en mayor o menor medida con su estado actual y también los asemejan un poco más a otras zonas del municipio abordadas.
Ir al centro desde las otras zonas era “ir a La Laguna”, cuando los caminos eran de tierra y no había las carreteras de hoy. Una época en la que eran más notorias -o se manifestaban de otra manera- las diferencias sociales. “Había tres clases”, nos cuentan: “en la plaza de San Miguel el brasero de arriba era para las «litres», que se ponían sombrero, en La Laguna había mucha gente de alcurnia; el medio para nosotras; y después el resto de las niñas con los soldaditos, más pobres, los soldados que iban a pretender1, porque aquí cuando la guerra se casó mucho mucho peninsular con chicas de aquí”. “Los litres” eran los «pijos/as»2. A los del Liceo los/as llamaban “los elegidos”. En fin, el etiquetaje social ha existido siempre en una u otra dirección ... Lo que sí era compartido es que todo el mundo se levantaba cuando llegaba el alcalde. Otra educación en el sentido menos instructivo y sí más de ¿urbanidad? que pueda imaginarse … “Sí, señor”, “No, señor”. Ya no se estila. “¿Quién vive?” / “¡Soy gente de paz!”.
Esa Laguna de Doña Remedios La Tostona y Pedro El Tuerto -que no era tuerto- en la que todavía existía la fábrica de cristal en la calle San Juan, en el centro, donde el cementerio viejo, así como la fábrica de puros y cigarros de Álvaro al lado del mercado. La de vidrio la demolieron y construyeron un edificio. La misma Laguna en la que pastoreaban en sus alrededores incluso pastores venidos de otras islas como Fuerteventura. Aquí les “alquilaban valle” para pastar las ovejas; dormían en las fincas como temporeros. Y La Laguna en la que donde está la universidad (el edificio central) estaba la Finca de Los Palmeros. Ochenta y seis fanegadas que lindaban con la calle Morales. La mitad de la finca estaba arrendada y en ella se sembraba trigo, cebada, … aparte de tener ganado y gallinas, pollos, …; la parte de abajo fue molino durante un tiempo. Además de la familia de medianeros había dos “gañanes” (ayudantes). Entre esos medianeros había un hombre que “no era ratón de iglesia”, precisamente, y rezaba3 con toalla y un vaso de agua para quitar el exceso de sol, o empleaba dos clases de ventosas (grande y pequeña) y velas, si bien nunca curaba después de comer. El mismo lugar donde ahora se asienta la máxima formación, el conocimiento académico, las ciencias. De hecho la finca se expropió para construir la universidad. Qué simbolismo … De perales, uvas, higos de leche, lentejas o garbanzos -de lo que hacían “tongas”4 de todo ello- a aulas y laboratorios, no pocos dedicados u orientados en la actualidad a la crisis climática y, con ella aparte de otros factores, alimentaria. Les ayudaban chicos de alrededores que ayudaban a separar las tongas y eran recompensados por ello por ejemplo con sacos de “arvejas”5. “En esa casa se mató mucha hambre”, cuenta una descendiente de los medianeros, los “viejitos” de su padre. Describe cómo la gente iba allí a buscar la leche ordeñada y que se servía aunque había niñas que pagaban el gofio y la leche y otras que no. Por supuesto también rememoran la cartilla de racionamiento, que era una libreta con la que se iba a comprar a la venta y según lo que se cogía les iban quitando los tickets. Eso sí, había que hacer cola para ir a coger comida. Señalan que los ricos/as tenían comida pero los/as pobres nada, fue después que hicieron la cartilla para poder coger judías, garbanzos, arroz, café, trigo, aceite, … Hay quien no se puede quejar de pasar hambre pero vió la mantequilla por primera vez con 15 años y “es que no se comía sino potaje y gofio, carne a lo mejor por las Fiestas del Cristo, que se mataban uno o dos conejos, pero la carne no la veíamos mucho, a lo mejor en sopa”; el arroz amarillo variaba la dieta de potaje y gofio, y con ello el estado de ánimo del día, aunque, ojo, “potaje aguado porque tampoco era como hoy”. Por esa época Argentina, destacan, mandó mucho “maíz” (millo) y carne de lata. La gente llegada por ejemplo de La Palma en la posguerra lo hizo huyendo precisamente del hambre y la escasez de muchas cosas. Y otros/as desde aquí se iban más a Cuba, primero, no tanto a Venezuela que fue la tendencia posterior.
El campo estaba sin salir del casco … Había una era cerca del colegio por La Laboral. El llamado Camino Largo, donde se hacía la mantequilla con la leche y había un horno, era todo fincas con muros bajos llenas de membrillos, ciruelas, peras sanjuaneras, zanahorias, morales, el agua de la destiladera ... Muchas mujeres cuentan que en realidad tener agua corriente no estaba muy extendido, ni luz, sólo quinqués (una especie de lámparas) de carburo o de petróleo, que no era extraño que se encendieran usando algodón. Había que ir a buscar el agua a la fuente donde le dicen Los Mulatos -hacia Tegueste- y la leña al monte. La calle Barcelona era un barranco grande donde efectivamente corría el agua y tenía eucaliptos dentro. Es más, la gasolinera actual junto a ella era un salto de agua; agua que, dicen, venía desde Cuevas Blancas. Muestra de las estrecheces vividas era también que para ahorrar dinero había quien bajaba y subía caminando a o desde Santa Cruz, se llegaron a hacer las sábanas hasta de los sacos de azúcar, y desde luego se optaba por la compra a crédito.
Y por supuesto el campo estaba en los alrededores del casco … Por las fincas de Mesa Mota aún parecen oír el vuelo de las langostas durante una plaga, o el sonido al escacharlas o el de los golpes a los calderos para ahuyentarlas. La Manzanilla cambió también. Hubo familia de medianeros a la que indemnizaron para que se fuera, después de toda una vida allí, diciéndoles que la descendencia de los dueños la continuarían ... y lo que hicieron fue Urbanización Hespérides. Ya no se volvería a oler la “bosta”6 de antaño.