El material de vidrio es uno de los elementos fundamentales en el laboratorio. Sus ventajas son su carácter inerte, transparencia, manejabilidad y la posibilidad de diseñar piezas a medida. Su mayor inconveniente es la fragilidad.
El vidrio de borosilicato tiene una mayor resistencia química que el vidrio común, una gran resistencia al calor y a los cambios de temperatura. En su composición se puede encontrar entre un 70% y un 80% de arena, de un 7% a un 13% de trióxido de boro, entre el 4% y el 8% de óxido de sódico y óxido potásico y finalmente entre el 2% y el 7% de óxido de aluminio. Gracias a sus propiedades, el vidrio de borosilicato es ampliamente utilizado en las plantas de producción del sector químico, en la industria farmacéutica, en materiales para laboratorio e incluso en la manufactura de lámparas y moldes de horno.
El vidrio de borosilicato en el laboratorio es empleado para manufacturar matraces aforados, buretas y probetas graduadas, principalmente, aunque para ello debe sujetarse a las normas vigentes. La razón por la que este tipo de vidrio presenta sus propiedades de resistencia a las altas temperaturas y sus cambios bruscos se debe a la manera en que sus componentes se comportan. El trióxido de bismuto, por una parte, debilita la estructura de la red de sílice y reduce el punto de reblandecimientos de los vidrios fabricados de sílice, obteniendo así propiedades como baja expansión térmica, buena resistencia química, alta resistencia dieléctrica y elevada temperatura de ablandamiento. Tiene excelente resistencia a los golpes mecánicos. Se adapta perfectamente a temperaturas extremas, de -40° a +300°, y soporta choques térmicos de hasta 220°.[6]
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Los frascos ambar impiden el paso de una gran cantidad de luz a las sustancias, lo que ayuda a que estas sustancias no se degraden con mucha rapidez. De hecho lo ideal es guardarlos en lugares frescos y obscuros ya que el calor tambien provoca su descomposición.