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Jheronimus van Aken, más conocido como el Bosco, falleció hace ahora más de quinientos años, pero su influencia artística no ha dejado de crecer desde aquel día de agosto de 1516. Creador de una obra paradigmática cuyo estilo se ha convertido en perfectamente identificable, ya en vida recibió notables encargos. Sin embargo, fue a partir de mediados del siglo XVI cuando su escasa producción comenzó a ser coleccionada por personalidades insignes como los miembros de la casa holandesa de Orange-Nassau o el propio Felipe II. Esto permitió que, con el tiempo, sus pinturas pasaran a formar parte de algunos de los museos más importantes de toda Europa, estableciendo así un reconocimiento que, con ligeros vaivenes, se ha mantenido siempre en cotas muy altas, como bien demuestra esta exposición.
Ahora bien, su incuestionable fama y categoría no debe hacernos olvidar que su figura no fue excepcional en aquellos años finales de la Edad Media. Su fantasía y su imaginación aparentemente inagotables fueron compartidas por otros artistas como Martin Schonhauer o Matthias Grünewald, entre otros. Todos ellos eran herederos del mundo de los márgenes de los manuscritos medievales —poblados por seres híbridos y fabulosos—, de las gárgolas góticas —en ocasiones envueltas en un evidente erotismo— o de los relieves de los asientos de los coros catedralicios —esas misericordias en las que cualquier ser, escena u objeto pueden ser encontrados—.
Pero volvamos al Bosco y al porqué de esta muestra. Podemos ya anticipar a quien vaya a enfrentarse a estas obras que no encontrará en muchas de ellas una inspiración directa en la pintura del Bosco. No hay aquí únicamente reinterpretaciones posmodernas de El jardín de las delicias ni tan solo citas evidentes a El carro de heno o a La mesa de los pecados capitales. ¿Dónde está el Bosco, entonces? ¿Por qué se titula la exposición Bosquianos, si después este parece desvanecerse en algunas de las obras expuestas?
Esto es así porque, como se ha indicado con anterioridad, la influencia del Bosco ha fecundado a multitud de otros artistas durante los últimos cinco siglos. Si exceptuamos periodos como el Barroco o el Neoclasicismo, más interesados en otros enfoques y mensajes, en el resto del arte occidental no es difícil encontrar su rastro. Así ocurre durante el Manierismo y su gusto por los juegos visuales (esos retratos imaginarios de Arcimboldo), el Romanticismo del XIX y su defensa de la imaginación (Fuseli, Blake o el mismísimo Goya de Los Caprichos y Los Disparates) o el Simbolismo y su apreciación del misterio y la fantasía (Gustave Moreau y Odilon Redon, entre otros). Y, por último, y de manera muy especial, el Surrealismo. No se entiende la actual relevancia de un artista como el Bosco sin el filtro amplificador de esta vanguardia, una de las más influyentes hasta hoy en día, cuando se cumplen cien años de la publicación de su primer manifiesto por parte del poeta francés André Breton en 1924. Ya Dalí dejó establecida su fascinación por el artista flamenco, y otros pintores surrealistas fundamentales como Max Ernst también confesaron haber sido atraídos e influidos por él.
Se establece así una cadena de referencias, una sucesión de modelos: del Bosco al Surrealismo, pasando por un Simbolismo que se inspira a su vez tanto en el Manierismo como en el Romanticismo. Y de toda esta pléyade de movimientos y obras es de las que beben las obras que ahora exponen en Albacete. Su fuente no solo es el Bosco, pero este siempre aparece como origen, como raíz y como brújula que permite orientarse en el mundo de la imaginación y la fantasía.
Óscar Martínez
Profesor de la EASD de Valencia y escritor
La obra de el Bosco siempre provoca una fuerte impresión en cualquier artista, especialmente en los primeros momentos de descubrirla. Comienzas a preguntarte qué podría estar pasando por la mente de un hombre de finales de la Edad Media y principios del Renacimiento cuando pintaba “El Jardín de las Delicias” y tantas otras obras maestras. Posiblemente, no era todo tan misterioso como lo imaginamos en la actualidad, ni siquiera era el surrealista que tanto influyó en los surrealistas de nuestra época.
Las escenas que se desarrollan en sus cuadros están llenas de personajes que deambulan sin un destino concreto y estructuras imposibles que se elevan hacia un cielo repleto de seres voladores. Los seres humanos, por un lado, parecen vivir en la complacencia despreocupada que les otorga un dios supremo, perdiendo toda su dignidad. Por otro lado, son martirizados por demonios siniestros que practican todo tipo de acciones y dejaciones pecaminosas, como verdugos despiadados sobre sus cuerpos desnudos y mortales. La sensualidad y el sarcasmo sorprenden constantemente al observador.
Todo esto hace que el Bosco sea un artista admirado por aquellos que permiten que sus mentes fantaseen y lo plasmen en sus obras. Salvando las diferencias, ¿quién no ha deseado en algún momento de su vida crear una obra inspirada, con mayor o menor acierto, en el Bosco?
Cuando completé tres o cuatro obras de una serie sobre “El Jardín de las Delicias”, decidí compartir una de ellas en Facebook, en busca de la opinión de mis conocidos. La respuesta fue inmediata y la obra fue recibida con entusiasmo tanto por artistas como por el resto de amigos. A partir de ahí surgió la posibilidad de realizar una exposición colectiva con diferentes artistas y estilos inspirados en el Bosco.
De esta manera, Ramón Torres y yo comenzamos esta emocionante aventura realizando un sólido comisariado para este apasionante proyecto, al que se han unido, desde el primer momento, artistas de gran renombre que, sin duda, deleitarán a quienes visiten la exposición.
José Luis Torrente Ballesteros
Comisario
El primer encuentro con el Bosco y sus extrañas y maravillosas obras no deja a nadie indiferente. Estas piezas se graban en el subconsciente y nos acompañan en nuestro viaje por el arte.
Jheronimus van Aken, conocido como el Bosco, fue un artista crítico que iluminó y revolucionó una época tan oscura como el final de la Edad Media. Su extraordinaria y fantástica recreación de un mundo lleno de personajes y escenas sarcásticas anticipó un cambio significativo en la manera de concebir el arte en el futuro.
"Bosquianos" reúne la visión personal de un nutrido grupo de artistas sobre la huella indeleble que nos dejó el genial creador de obras maestras como "El Jardín de las Delicias". Cada participante cuenta en esta exposición con un espacio propio para mostrar sus obras con total libertad, conformando una amplia y diversa visión de la muestra en general.
Los acontecimientos a veces se presentan como una gran oportunidad. La publicación de algunas obras realizadas para una serie sobre el Bosco por José Luis Torrente provocó de inmediato la reacción y el inicio de este genial y ambicioso proyecto, del que tenemos el honor y la responsabilidad de ser los comisarios.
Desde el primer momento hemos recibido un notable apoyo y entusiasmo por parte de importantes artistas presentes en la muestra, así como la colaboración de instituciones y organismos públicos.
Nuestro objetivo principal no es una exposición colectiva, sino mostrar un conjunto de exposiciones individuales de cada uno de los participantes, con sus diferencias y planteamientos en sus encuentros con el Bosco. Esta singular muestra, como no podía ser de otra manera tratándose de un homenaje a la imaginación y creatividad desbordante de este artista universal, pretende ofrecer al público una nueva experiencia que refleje la genialidad y la influencia duradera de este gran maestro del arte con MAYÚSCULAS.
Ramón Torres
Comisario
Vídeo realizado por los alumnos de animación de la Escuela de Arte de Albacete