Nunca he publicado nada en soledad. Mi anterior y primera incursión en el mundo editado fue como Giulia Conte, de la mano de mi gran amiga Zaida, quien ahora me ha vuelto a convencer para formar parte de este proyecto colectivo del que espero obtener muchas satisfacciones. Las voces del monasterio, se llamó aquella novela; una defensa del patrimonio de San Ginés de la Jara y las ermitas del monte Miral. Nada que ver con J-Aula, ni por su objetivo, su temática ni, por descontado, su extensión.
Escribir escribo mucho, eso sí. Y abarco casi las mismas temáticas que leo, que son variopintas. Andan por ahí decenas de relatos (o, mejor, cuentos; me encanta esa palabra), alguna que otra poesía, varias novelas. Obras que no van a pasar por ninguna editorial, mucho menos por un concurso literario. Escribir es, para mí, un acto libre e íntimo. Y debe quedarse así, es como lo disfruto.
Quizás dentro de poco, cuando mi trabajo y otras ocupaciones y entretenimientos me lo permitan, reúna lo que se encuentra disperso y le dé formato de libro, con portada y todo. Para ojearlo, para que no se me pierda, para compartirlo con algunas personas cercanas, no sé, no lo tengo decidido aún. Por si acaso, y a falta de una auténtica biografía como escritora, dejo por aquí los títulos que recuerdo de algunas de esos variopintos manuscritos.
Kitum. La piedra y las espadas.
Calmando ocultos deseos
Fitoleo
El último viaje de Áspred
La fortaleza concéntrica
Quince relatos completos y uno inacabado
¿Debería añadir ya mi participación en J-Aula? No, no lo haré, creo que no es usual poner en la biografía que se adjunta a un libro los datos de ese mismo libro. Aunque me encante estar en él, por supuesto, y haber contribuido. Porque ahora, a punto de jubilarme de mi tarea docente, creo que estos relatos son más necesarios que nunca. Porque quien pisa las aulas a diario sabe de quienes las habitan, mucho más que los que hacen encuestas o las interpretan. Porque lo que ellas nos dicen es claro: los jóvenes se están quedando sin referencias. Están solos, perdidos, y donde buscan no siempre hay respuestas. Supongo que todos estuvimos también perdidos en algún momento de nuestra adolescencia. A mí, personalmente, me ayudó mucho la lectura. Y la escritura, mucho. Ojalá esta mi segunda incursión en el mundo editado les sirva a ellos para algo.