Queridos amigos en Cristo,

Bienvenidos a nuestro cuarto boletín trimestral Mundo en Oración. Espero que lo encuentren valioso, informativo y tal vez incluso inspirador. Venerable Patrick Peyton, ¡Reza por nosotros!

¡María está viva!

Un día de 1994, recibí una llamada a la cabecera del Sr. LeBlanc, un caballero gravemente enfermo del que sabía que era un hombre de fe devota. En la habitación del hospital donde agonizaba, su hija adulta, su hijo y la esposa de éste le rodeaban con una atención cálida y cariñosa. Tras la unción de los enfermos y el viático, pidió que se le leyeran algunos pasajes de la Escritura. Aunque estaba claramente dolorido y moribundo, estaba radiante de alegría y, con una voz apenas audible, cantó suavemente: "Aleluya". En un momento de tranquilidad entre las oraciones, comenzó de repente a compartir con sus hijos y conmigo el motivo de su alegría. Dijo: "Puedo ver a alguien que viene hacia mí. Es la mujer más hermosa que he visto nunca, y creo que sé quién es". Luego dijo: "Hay muchas otras con ella". Al oír esto, su hija le acarició suavemente el brazo y le susurró: "Papá, si quieres ir con ellos, por favor, hazlo. Ahora sabemos que vas a algo maravilloso. No te preocupes por nosotros; estaremos bien". Unos instantes después, se alejó con gran alegría y paz.

No me cabe duda de que acababa de presenciar a la Madre de Dios, que venía a llevarse a casa a un hombre bueno que rezó millones de veces esas hermosas palabras del Ave María: "Santa María, Madre de Dios. Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén". ¡María está viva! Ella vino a acompañar a un buen hombre de fe al abrazo de su Hijo y nuestro Salvador, Jesucristo. ¡María está viva!

Las últimas palabras del Venerable Peyton fueron: "¡María, mi Reina, mi Madre!". Que la Santísima Madre nos bendiga en nuestro viaje a casa.

One day in 1994, I received a call to the bedside of Mr. LeBlanc, a gravely ill gentleman whom I knew to be a man of devout faith. In the hospital room where he lay dying, his adult daughter, son and the son’s wife surrounded him with warm and loving attention. Following the Anointing of the Sick and Viaticum, he requested the reading of some scripture passages. Although clearly in pain and dying, he was beaming with joy and, in a barely audible voice chanted softly, “Alleluia.” In a quiet moment between prayers, he suddenly began to share with his children and me the reason for his joy. He said: “I can see someone coming toward me. She is the most beautiful woman I have ever seen, and I think I know who she is.” He then said: “There are many others with her.” At this his daughter stroked his arm gently and whispered: "Dad, if you wish to go with them, please do so. Now we know you are going to something wonderful. Don't worry about us; we will be fine.” A few moments later he slipped away with great joy and peace.

I have no doubt that I had just witnessed the Mother of God, coming to take home a good man who prayed millions of times those beautiful words from the Hail Mary: "Holy Mary, Mother of God. Pray for us sinners, now and at the hour of our death. Amen." Mary is alive! She came to escort a good man of faith to the embrace of her Son and our Savior, Jesus Christ. Mary is Alive!

The last words of Venerable Peyton were, "Mary, my Queen, my Mother!" May the Blessed Mother bless us on our journey home.