El peligro de la historia única

Chimamanda Ngozi Adichie

Chimamanda Ngozi Adichie es una escritora nigeriana nacida en 1977. Algunos de sus títulos más conocidos son la novela Medio sol amarillo, Americanah y el breve ensayo Todos deberíamos ser feministas. 

En 2009 pronunció una conferencia TED de apenas 10 minutos titulada El peligro de una sola historia (o El peligro de la historia única, como ha sido finalmente traducida en castellano al publicarse en forma de libro). Os invitamos a escucharla y a conversar sobre ella

Texto del vídeo: El peligro de la historia única. Chimamanda Ngozi Adichie.

Debate final 

¿Hasta qué punto el hecho de que en la escuela se ponga tanto énfasis en la historia nacional, la literatura nacional, etc., alimenta ese peligro "de la historia única"? ¿Creéis que se debieran abrir los programas escolares a una historia más universal, a una multiplicidad de voces y relatos? Pensad también, por ejemplo, en los orígenes familiares de las personas que integráis el grupo-clase. ¿Se recoge vuestra historia, vuestra tradición cultural, etc. en el sistema educativo español? ¿Qué pensáis?

Leed este fragmento de Martha C. Nussbaum, tomado de su ensayo Los límites del patriotismo. Identidad, pertenencia y ciudadanía mundial, para abrir luego un debate en torno a la cuestión que la autora deja abierta.

Los partidarios del nacionalismo político y educativo acostumbran a hacer una débil concesión al cosmopolitismo. Pueden sostener, por ejemplo, que aun cuando las naciones debieran, en general, basar la educación y el debate político en valores nacionales compartidos, el compromiso con los derechos humanos básicos debería ser parte de todo sistema educativo nacional, y que, en cierto sentido, este compromiso propiciaría la unidad de muchas naciones. Esta parece ser una apreciación equitativa acerca de la realidad práctica; y el énfasis en los derechos humanos es ciertamente necesario en un mundo en el que las naciones interactúan constantemente (o, al menos, eso es lo que sería de desear) en términos de justicia y respeto mutuo. 

Pero ¿es suficiente? ¿Basta con que nuestros estudiantes aprendan que, por encima de todo, son ciudadanos de los Estados Unidos, aunque deben respetar los derechos humanos básicos de los ciudadanos de la India, Bolivia, Nigeria y Noruega? ¿O deberían, como es mi opinión, además de prestar una atención especial a la historia y a la situación actual de su propia nación, aprender bastante más de lo que suelen sobre el resto del mundo en el que viven, sobre la India, Bolivia, Nigeria y Noruega, así como sus respectivas historias, problemas y éxitos comparativos? ¿Deben aprender únicamente que los ciudadanos indios poseen unos derechos humanos básicos iguales, o deberían también saber algo acerca de los problemas del hambre y la contaminación en la India, así como de las implicaciones de estos problemas en el hambre y la ecología globales? Y lo más importante de todo, ¿se les debería enseñar que, por encima de todo, son ciudadanos de los Estados Unidos, o más bien debería enseñárseles que, más allá de eso, son ciudadanos de un mundo de seres humanos y que, aunque ellos se encuentren situados en los Estados Unidos, tienen que compartir este mundo con los ciudadanos de otros países?

Para seguir leyendo

Americanah, publicada en 2013, es una novela en la que la autora, más allá de narrar la historia de amor de Ifemelu y Obinze a lo largo de tres décadas, separados durante muchos años por circunstancias de la vida, nos cuenta cómo se siente una negra no americana en Estados Unidos; nos habla de los prejuicios, del racismo, del problema de la identidad. La historia arranca en una peluquería de Trenton, Nueva Jersey, adonde Ifemelu, convertida en bloguera de moda, ha acudido para trenzarse el pelo. A partir de ahí en la narración se intercalan dos tiempos (presente y pasado), dos historias (la de Ifemelu y la de Obinze), tres lugares (Nueva Jersey, Lagos y Londres), y dos voces narrativas, la de la narradora omnisciente y la de la bloguera Ifemelu, que va diseminando a lo largo de la novela reflexiones sobre su condición de negra y sobre la identidad racial.

Un ejemplo de narración omnisciente:

Durante su primer año en Estados Unidos, cuando tomaba un tren desde New Jersey Transit hasta Penn Station y luego el metro para visitar a la tía Uju en el barrio de Flatlands, le llamaba la atención que los viajeros que se apeaban en las paradas de Manhattan fueran en su mayoría blancos y esbeltos y, a medida que el tren se adentraba en Brooklyn, los viajeros fueran en su mayoría negros y gordos.

Un ejemplo de la narración del blog de Ifemelu:

"Queridos negros no estadounidenses, cuando tomáis la decisión de venir a Estados Unidos, os convertís en negros. Basta ya de discusiones. Basta ya de decir soy jamaicano o soy ghanés. A Estados Unidos le es indiferente. ¿Qué más da si no erais «negros» en vuestro país? Ahora estáis en Estados Unidos. Tendremos nuestros momentos de iniciación en la Sociedad de los Antiguos Esclavos Negros. El mío tuvo lugar en la universidad cuando, en una clase, me pidieron que ofreciera la perspectiva negra, solo que yo no entendía ni remotamente a qué se referían. Así que me inventé algo, sin más. Y admitidlo: decís «No soy negro» solo porque sabéis que el negro es el último peldaño de la escala racial estadounidense. Y eso no lo queréis. Ahora no lo neguéis. ¿Y si ser negro implicara todos los privilegios de ser blanco? ¿Diríais entonces «No me llaméis negro, soy de Trinidad»? Lo dudo mucho. Así que sois negros, muchachos. Y he aquí lo que pasa cuando os volvéis negros: tenéis que mostraros ofendidos si alguien, en broma, utiliza palabras como «chocolate» o «tiznajo» o «charol», aunque no sepáis de qué demonios está hablando, y como sois negros no estadounidenses, lo más probable es que no lo sepáis. (En la universidad una compañera de clase blanca me pregunta si me gusta el chocolate; yo digo que sí, y otra compañera dice: Dios mío, qué racista, y yo me quedo desconcertada. «Espera, ¿cómo dices?») Debéis devolver el gesto de saludo cuando otra persona negra se cruza con vosotros en una zona muy poblada de blancos. A eso se llama «saludo negro». Entre los negros es una manera de decir: «No estás solo, yo también estoy aquí». Al describir a las mujeres negras que admiráis, siempre debéis usar la palabra FUERTE porque eso es lo que supuestamente son las mujeres negras en Estados Unidos. Si sois mujeres, por favor, no expreséis vuestra opinión como estáis acostumbradas a hacer en vuestro país. Porque en Estados Unidos las mujeres negras de opiniones muy firmes dan MIEDO. Y si sois hombres, tenéis que mostraros hipersosegados, sin exaltaros nunca más de la cuenta, o alguien temerá que estéis a punto de sacar un arma. Cuando veis la televisión y oís la expresión «comentario racista», debéis ofenderos de inmediato. Aunque penséis «Pero ¿por qué no me cuentan cuáles fueron las palabras exactas?». Por más que prefirierais poder decidir por vosotros mismos en qué medida os ofendíais, o si os ofendíais, debéis ofenderos mucho igualmente. 

Cuando se denuncia un delito, rezad para que no lo haya cometido un negro, y si resulta que lo ha cometido un negro, manteneos alejados de la zona del delito durante semanas, o quizá os detengan por coincidir con la descripción del perfil. Si una cajera negra atiende mal a la persona no negra que está en la cola delante de vosotros, elogiad los zapatos o lo que sea de esa persona para compensarla por el mal servicio recibido, porque sois igual de culpables de los delitos de la cajera. Si estudiáis en una universidad de élite y un joven republicano os dice que habéis accedido solo gracias a la Discriminación Positiva, no exhibáis vuestras excelentes calificaciones del instituto. En lugar de eso, señalad sutilmente que quienes más se benefician de la Discriminación Positiva son las mujeres blancas. Si vais a comer a un restaurante, tened la bondad de dejar una propina generosa. De lo contrario la siguiente persona negra que entre recibirá un servicio pésimo, porque los camareros se lamentan cuando les toca una mesa de negros. Ya veis, las personas negras tienen un gen que las lleva a no dejar propina, así que por favor, imponeos a ese gen. Si contáis a una persona no negra algún suceso racista que os ha ocurrido, aseguraos de que no lo hacéis con resquemor. No os quejéis. Sed tolerantes. Si es posible, presentadlo con humor. Sobre todo, no os indignéis. En principio las personas negras no deben indignarse por el racismo. De lo contrario, no obtendréis solidaridad. "