Pedro y el Capitán

Mario Benedetti

Antes de animarnos a leer un libro, solemos fijarnos en el título y en la portada, porque parece que los títulos siempre nos sugieren algo de la historia, y según eso nos adentramos en su lectura o no. ¿Qué os sugiere el título de Pedro y el Capitán? ¿Quiénes pueden ser esos personajes? Imaginad a Pedro. ¿Cómo es? Y el Capitán, ¿cómo lo describiríais...? ¿Tal vez ese título nos hace acordarnos del cuento de Pedro y el lobo? ¿Se tratará de una fábula...de un cuento más bien infantil...? ¿O tal vez su autor nos quiera despistar con ese título para sorprendernos?

Pedro y el capitán es un drama teatral del escritor uruguayo Mario Benedetti, que se estructura en cuatro actos y tiene solo dos personajes: el capitán, torturador, y Pedro, un preso político. Sin referirse a ningún país concreto, Benedetti presenta una situación que constituye una denuncia de los abusos y torturas cometidos por cualquiera de los dictadores de América del sur (Pinochet en Chile, Videla en Argentina, Stroessner en Paraguay, Fujimori en Perú, Somoza en Nicaragua, Duvalier en Haití, Bordaberry en Uruguay o Trujillo en República Dominicana). Aunque no se publicó hasta 1979, se representó previamente en muchas ocasiones

La obra, que fue narración antes que drama teatral, entronca con la novelas de dictador de América Latina, cuyos mejores representantes serían Tirano Banderas (1926), de Ramón Mª del Valle Inclán; El señor Presidente (1946), de Miguel Ángel Asturias; Yo, el Supremo (1974), de Augusto Roa Bastos; El otoño del Patriarca (1975), de Gabriel García Márquez o La fiesta del chivo (2000) de Mario Vargas Llosa.

Comprometido en la lucha contra el golpe de estado en Uruguay, en 1973, Mario Benedetti renunció a su cargo en la universidad de Montevideo y se exilió primero en Argentina y más tarde en Perú, Cuba y Madrid. 

Al dolor del exilio hace referencia precisamente su novela Primavera con una esquina rota (1982), por la que recibió el Premio Llama de Oro de Amnistía Internacional. Esta obra, que refleja el dolor de una sociedad fracturada por la represión y el autoritarismo, se centra en la conmoción que los sucesos políticos provocan sobre las personas, y constituye una lectura muy recomendable por su humanidad y su ternura. 

Os proponemos realizar una lectura dramatizada en clase. Solo se necesitan dos personajes y alguien más que quiera leer las acotaciones escénicas. Observaréis cómo en el tenso diálogo entre Pedro y su torturador se desbordan los roles de “víctima” y “verdugo", pues la evolución psicológica del capitán camina paralela al deterioro físico del personaje de Pedro, un torturado que con su negativa a responder representa el ideal de resistencia, de fidelidad a unos principios. 

Texto 1

La escena debemos entenderla en el contexto de una dictadura militar, de las muchas que ha habido en la América latina en el siglo XX. Pedro es un preso político, cuyo delito consiste en pertenecer al partido de los que se oponen al régimen del dictador de turno, y realizar acciones de protesta: manifestaciones, reparto de propaganda... y poco más. El capitán, miembro de la policía secreta, se va a encargar de que Pedro confiese y delate a sus compañeros de partido. Y en esta misión pondrá toda su energía. Se trata de una especie de duelo peculiar entre dos personajes con una tensión que va in crescendo.

Escenario despejado: una silla, una mesa, un sillón de hamaca o de balance. Sobre la mesa hay un teléfono. En una de las paredes, un lavabo, con jabón, vaso, toalla, etcétera. Ventana alta, con rejas. No debe dar, sin embargo, la impresión de una celda, sino de una sala de interrogatorios.

Entra PEDRO, amarrado y con capucha, empujado por presuntos guardianes o soldados, que no llegan a verse. Es evidente que lo han golpeado, que viene de una primera sesión –leve– de apremios físicos. PEDRO queda inmóvil, de pie, allí donde lo dejan, como esperando algo, quizá más castigos. Al cabo de unos minutos, entra el CAPITÁN, uniformado, la cabeza descubierta, bien peinado, impecable, con aire de suficiencia. Se acerca a PEDRO y lo toma de un brazo sin violencia. Ante ese contacto, PEDRO hace un movimiento instintivo de defensa.

CAPITÁN

No tengás miedo. Es sólo para mostrarte dónde está la silla.

(Lo guía hasta la silla y hace que se siente. PEDRO está rígido, desconfiado. El CAPITÁN va hacia la mesa, revisa unos papeles, luego se sienta en el sillón.)

CAPITÁN

Te golpearon un poco, parece. Y no hablaste, claro. 

PEDRO guarda silencio.

CAPITÁN

Siempre pasa eso en la primera sesión. Incluso es bueno que la gente no hable de entrada. Yo tampoco hablaría en la primera. Después de todo no es tan difícil aguantar unas trompadas y ayuda a que uno se sienta bien. ¿Verdad que te sentís bien por no haber hablado?

(Silencio de PEDRO.)

CAPITÁN

Luego la cosa cambia, porque los castigos van siendo progresivamente más duros. Y al final todos hablan. Para serte franco, el único silencio que yo justifico es el de la primera sesión. Después es masoquismo. La cuenta que tenés que sacar es si vas a hablar cuando te rompan los dientes o cuando te arranquen las uñas o cuando vomites sangre o cuando... ¿A qué seguir? Bien sabés el repertorio, ya que constantemente ustedes lo publican con pelos y señales. Todos hablan, muchacho. Pero unos terminan más enteros que otros. Me refiero al físico, por supuesto. Todo depende de en qué etapa decidan abrir la boca. ¿Vos ya lo decidiste?

(Silencio de PEDRO.)

CAPITÁN

Mirá, Pedro..., ¿o preferís que te llame Rómulo, como te conocen en la clandestinidad? No, te voy a llamar Pedro, porque aquí estamos en la hora de la verdad, y mi estilo sobre todo es la franqueza. Mirá, Pedro, yo entiendo tu situación. No es fácil para vos. Llevabas una vida relativamente normal. Digo normal, considerando lo que son estos tiempos. Una mujercita linda y joven. Un botija* sanito. Tus viejos, que todavía se conservan animosos. Buen empleo en el Banco. La casita que levantaste con tu esfuerzo. […] O sea, que tenías una vida sencilla, pero plena. Y de pronto, unos tipos golpean en tu puerta a la madrugada y te quitan de esa plenitud, y encima de eso te dan tremenda paliza. ¿Cómo no voy a ponerme en tu situación? Sería inhumano si no la entendiera. Y no soy inhumano, te lo aseguro. Ahora bien, te aclaro que aquí mismo hay otros que son casi inhumanos. Todavía no los has conocido, pero tal vez los conozcas. No me refiero a los que anoche te dieron un anticipo. No, hay otros que son tremendos. Te confieso que yo no podría hacer ese trabajo sucio. Para ser verdugo hay que nacer verdugo. Y yo nací otra cosa. Pero alguien lo tiene que hacer. Forma parte de la guerra. [...]¿Te gusta la música, la ópera? Ya sé que no me vas a contestar... por ahora. (Retomando el hilo.) Pero lo que quería decirte es que sospecho que ustedes aprecian, no sé si consciente o inconsciente, la pasión que nosotros, por nuestra parte, también ponemos en nuestro trabajo. ¿Es así? (Por primera vez, el tono de la pregunta empieza a ser conminatorio. PEDRO no responde ni se mueve.) Decime un poco... A vos no tengo que explicarte las reglas del juego. Las sabés bien y hasta tengo entendido que reciben cursillos para enfrentar situaciones como esta que vivís ahora. ¿O no sabés que entre nosotros hay interrogadores "malos", casi bestiales, esos que son capaces de deshacer al detenido, y están también los "buenos", los que reciben al preso cuando viene cansado del castigo brutal, y lo van poco a poco ablandando? Lo sabés, ¿verdad? Entonces te habrás dado cuenta de que yo soy el "bueno". Así que de algún modo me tenés que aprovechar. Soy el único que te puede conseguir alivio en las palizas, brevedad en los plantones, suspensión de picana, mejora en las comidas, uno que otro cigarrillo... Por lo menos sabés que mientras estás aquí, conmigo, no tenés que mantener todos los músculos y nervios en tensión, ni hacer cálculos sobre cuándo y desde dónde va a venir el próximo golpe. Soy algo así como tu descanso, tu respiro. ¿Estamos? Entonces no creo adecuado que te encierres en ese mutismo absurdo. [...] Concretemos, pues; frente a esta propuesta, ¿estás dispuesto a hablar, estás dispuesto a darnos la información que te pedimos? (Se hace un largo silencio. PEDRO sigue inmóvil. El CAPITÁn sube el tono.) ¿Estás dispuesto a hablar? (La capucha de Pedro se mueve negativamente.)

BENEDETTI, Mario, Pedro y el capitán, ed. Alianza, 2007

LÉXICOBotija: niño pequeño.

Texto 2

El mismo escenario, desierto. Pasados unos minutos, PEDRO (siempre amarrado y con capucha) es nuevamente arrojado a escena, como en la escena anterior, pero con más violencia. Ahora está más deteriorado. Es evidente que el castigo sufrido ha sido severo. PEDRO busca a tientas la silla. Por fin la encuentra y a duras penas se sienta. De vez en cuando sale de su boca un ronquido apenas audible. Entra el CAPITÁN: igual aspecto y vestimenta que en la escena anterior. Observa detenidamente a Pedro, como haciendo inventario de sus nuevas magulladuras y heridas.

CAPITÁN (todavía de pie, con las piernas abiertas y los brazos cruzados)

¿Viste? Ya empezó el crescendo. No podrás decir que no te lo advertí. ¡Mirá que son bestias estos subordinados! Y hay que dejarlos hacer. De lo contrario, capaz que nos revientan a nosotros. (Pausa) ¿Te lo creíste? No, lo digo en broma. Pero la verdad es que hay más de un oficial que les tiene miedo. (Pausa) ¿Y qué tal? Te dejé tiempo para que lo pensaras. ¿Lo pensaste? (Silencio e inmovilidad de PEDRO) Te advierto una cosa. No creas que vamos a seguir todo un semestre en esta situación, digamos estancada. Por un lado, no creo que tu físico vaya a aguantar mucho tiempo. No sos lo que se dice un atleta. No me refiero a mis preguntas, claro, sino a los muchachos eléctricos. (Cambiando de tono) A propósito, mi broma le hizo mucha gracia al coronel. No sólo se rió, sino que me dijo: "Capitán, tenemos que cuidar que no haya un solo apagón. " El chiste no es bueno, pero me reí, qué iba a hacer. (Retomando el hilo) ¿Qué te estaba diciendo? Ah, sí, que estábamos estancados. Por mi parte, quiero salir de este estancamiento. Me imagino que vos también. Por eso he decidido introducir un elemento nuevo en la situación. (Pausa) ¿No te pica la curiosidad? ¿Qué será, eh? ¿Un testigo? ¿Alguien que ya te delató? (Nueva pausa, destinada a crear expectativa) No, nada de eso. El nuevo elemento van a ser tus ojos. Quiero que veas y que yo pueda ver cómo ves. (Se acerca a PEDRO y de un tirón le quita la capucha. Pedro tiene la cara con heridas y huellas de golpes: abre y cierra varias veces los ojos encandilados) Bueno, bueno. (Sonríe) Mucho gusto. Es mejor vernos las caras, ¿no? Nunca me ha gustado dialogar con una arpillera*. Hay algunos colegas que no quieren que el detenido los vea. Y alguna razón tienen. El castigo genera rencores, y uno nunca sabe qué puede traernos el futuro. ¿Quién te dice que algún día esta situación se invierta y seas vos quien me interrogue? Si eso llegara a ocurrir, te prometo colaborar un poco más que vos. Pero no va a ocurrir, no te ilusiones. Hemos tomado todas las precauciones para que no ocurra. Por otra parte, a mí no me preocupa que conozcas mi cara. Lo más que podrás achacarme es que estuve preguntando y preguntando, pero eso no genera rencor, creo. ¿O lo genera? (Pausa) Así, sin capucha, te es un poco más difícil hablar, ¿verdad?

PEDRO

Sí.

CAPITÁN

¡Caramba! Primer monosílabo. Toda una concesión. ¡Bravo! 

PEDRO (tiene cierta dificultad al hablar, debido a la hinchazón de la boca

Quiero aclararle que el hecho de que usted no participe directamente en mi tortura, no garantiza que no lo odie, ni siquiera que lo odie menos.

CAPITÁN (se sorprende un poco, pero reacciona)

Está bien. Me gusta el juego limpio.

[...]

PEDRO

¿Cómo? ¿No quería que hablara? Y ahora que me decido a hablar...

CAPITÁN (más bajo, pero concentrado)

Cállate, estúpido.

PEDRO

Está bien.

CAPITÁN (al cabo de un rato, más calmo, como si recapacitara)

Después de todo, a lo mejor no me considero noble y digno. Pero ¿a quién le importan mi nobleza y mi dignidad? ¿Eh? ¿A quién?

PEDRO

Deberían importarle a usted. Lo que es a mí...

CAPITÁN

¿Eso también está en las instrucciones? ¿Establecer una distancia sanitaria con el interrogador?

PEDRO

Es usted quien establece la distancia. ¿Cómo puede haber comunicación, aproximación, diálogo, etcétera, entre un torturado y su torturador?

CAPITÁN (con cierta alarma)

Yo ni siquiera te he tocado.

PEDRO

Sí, ya sé; es el "bueno". Pero ¿es que aquí hay "buenos" y "malos"? ¿Usted no será como el mastodonte que me hace el submarino*, como la bestia que me aplica la picana*? ¿El mismo engranaje, la misma máquina? ¿Acaso usted mismo puede creer que hay diferencia?

CAPITÁN

Te estás pasando de insolente.

PEDRO

Entonces vuelvo a callarme.

CAPITÁN (después de un silencio)

¿Y no quisieras preguntarme nada?

PEDRO (sorprendido)

¿Preguntar yo?

CAPITÁN

Sí, preguntar vos.

[...]

PEDRO (recapacitando)

Bueno, voy a preguntarle: ¿tiene familia?

CAPITÁN (a su vez sorprendido)

¿Y a vos qué te importa?

PEDRO

Como importarme, nada. A quien debe importarle, si la tiene, es a usted.

CAPITÁN

¿Me estás amenazando?

PEDRO

¡Eso se llama deformación profesional! Ustedes, cuando se acuerdan de la familia de uno, es siempre para amenazar.

CAPITÁN

Y entonces ¿para qué querés saber?

PEDRO

Porque si tiene padres, mujer e hijos, debe ser jodido para usted cuando vuelve a casa.

CAPITÁN (gritando)

¿Qué decís?

PEDRO

Me explico: que para usted debe ser jodido, después de interrogar a un recién torturado, darle un besito a su mujer o a su hijo, si lo tiene.

El CAPITÁN (se levanta de un salto, perdida toda compostura, y le da a Pedro un puñetazo en la boca.)

PEDRO (trata de mover los labios, y habla con más dificultad que antes)

Menos mal que usted es el bueno.

CAPITÁN

Todo tiene su límite.

PEDRO

Se va a arruinar, capitán. No olvide que el "bueno" no puede ni debe propinar piñazos a un hombre amarrado. (Pausa.) De todas maneras, le comunico que no puede competir con sus colegas de la noche. Ellos lo hacen muchísimo mejor. Y es lógico. Lo que ellos hacen eléctricamente, usted lo hace a tracción a sangre. Así no se puede competir.

CAPITÁN

Dije basta.

[…]

CAPITÁN (después de un silencio)

Antes me preguntaste por la familia. Sí, tengo mujer y un casalito*. El varón, de siete años; la niña, de cinco. Es cierto que a veces, cuando llego del trabajo, es difícil enfrentarlos. Aquí no torturo, pero oigo demasiados gemidos, gritos desgarradores, bramidos de desesperación. A veces llego con los nervios destrozados. Las manos me tiemblan. Yo no sirvo demasiado para este trabajo, pero estoy entrampado. Y entonces encuentro una sola justificación para lo que hago: lograr que el detenido hable, conseguir que nos dé la información que precisamos. Es claro que siempre prefiero que hable sin que nadie lo toque. Pero ese ejemplar ya no se da, ya no viene. Las veces que conseguimos algo, es siempre mediante la máquina. Es lógico que uno sufra de ver sufrir. Dijiste que no era insensible, y es cierto. Entonces, fijate, la única forma de redimirme frente a los niños, es ser consciente de que por lo menos estoy consiguiendo el objetivo que nos han asignado: obtener información. Aunque a ustedes tengamos que destruirlos. Es de vida o muerte. O los destruimos o nos destruyen. Vida o muerte. Vos metiste el dedo en la llaga cuando mencionaste mi familia. Pero también me hiciste recordar que de cualquier manera tengo que hacerte hablar. Porque sólo así me sentiré bien ante mi mujer y mis hijos. Sólo me sentiré bien si cumplo mi función, si alcanzo mi objetivo. Porque de lo contrario seré efectivamente un cruel, un sádico, un inhumano, porque habré ordenado que te torturen para nada, y eso sí es una porquería que no soporto.

PEDRO (lo mira con cierta curiosidad, con un interés casi científico, como quien examina una especie extinguida)

¿Algo más?

CAPITÁN

Sí, una pregunta. Es la misma de antes, pero aspiro a que ahora la entiendas mejor, confío en que te des cuenta de toda la vida que pongo detrás de ella. ¿Vas a hablar?

PEDRO (Todavía estupefacto por la perorata del CAPITÁN, pero sin perder nada de su fuerza.)

No, capitán.

BENEDETTI, Mario, Pedro y el capitán, ed. Alianza, 2007

LÉXICO Arpillera (DRAE): Tejido por lo común de estopa muy basta, con que se cubren determinadas cosas para protegerlas del polvo y del agua. Se utiliza a menudo para fabricar sacos.
Picana (DRAE): Instrumento de tortura con el que se aplican descargas eléctricas en cualquier parte del cuerpo de la víctima. También se le dice a la tortura que se da mediante la picana eléctrica.
Submarino (Wikipedia): El submarino es una forma de tortura aplicada en cárceles de diversos países como método para lograr extraer información a los reos.  Presenta dos variantes: el "submarino seco" y el "submarino mojado".  El primero consiste en colocarle una funda plástica en la cabeza del sujeto, hasta que su propia respiración lo ahoga. El segundo, en maniatar al reo e introducirlo de cabeza en un tanque con agua salada, orina u otro líquido, con las piernas suspendidas hacia arriba hasta que empieza a ahogarse. 
Casalito: DRAE, diminutivo de "casal", solar o casa solariega.

Texto 3

El mismo escenario.

El CAPITÁN está en el sillón, meciéndose como ensimismado. Ha perdido la compostura y el atildamiento de las escenas anteriores. Está despeinado, se ha desabrochado la camisa y tiene floja la corbata. Se inclina sobre la mesa y descuelga el tubo del teléfono.

CAPITÁN

¡Tráiganlo! (Cuelga)

(Otra vez vuelve a mecerse en el sillón. A veces parece respirar con dificultad. Transcurren varios minutos. Se oyen ruidos cercanos. PEDRO es arrojado en la habitación. Tiene capucha. La ropa está desgarrada y con abundantes manchas de sangre. Queda tendido en el suelo, inmóvil. El CAPITÁN se le acerca. Sin quitarle la capucha, lo examina, ve sus múltiples heridas y contusiones. Cuando le toma un brazo, se oye un ronco quejido. Entonces lo suelta. Parece desorientado y se aleja de aquel cuerpo.)

CAPITÁN

¡Pedro!

[...]

CAPITÁN (Después de una pausa larga.)

¿Por qué será que me caés bien a pesar de las sandeces que decís?

PEDRO

¿Será que le gustan las sandeces?

CAPITÁN

No, no es eso. Lo que pasa es que usted... (Se interrumpe, sorprendido; da unos pasos en la habitación.) ¡Usted? ¿Y ahora por qué, así de repente, dejé de tutearlo? (Por primera vez Pedro sonríe.) No, no se ría. Sentí de pronto que debía tratarlo de usted. Nunca me había pasado eso.

PEDRO (Siempre sonriendo.)

No te preocupes. En compensación, yo voy a tutearte.

CAPITÁN (Asiente con la cabeza.)

Está bien. Me parece justo.

PEDRO (Casi gozoso.)

¿Arrancamos?

CAPITÁN

Claro

PEDRO

Empezá vos.

CAPITÁN

No, empiece usted.

PEDRO

¿Ya te dije que estoy muerto? Ah, sí, te lo dije cuando aún no te tuteaba. Bien, pero antes de irme de este barrio, quisiera desentrañar algo que para mí es un misterio.

CAPITÁN

Ah. Y yo ¿qué tengo que ver?

PEDRO

Tenés que ver, cómo no. Quiero desentrañar el misterio de cómo un hombre puede, si no es un loco, si no es una bestia, convertirse en un torturador. (Pausa). Fijate que estoy muerto, o sea, que no lo voy a contar a nadie. Es para mí no más.

Cuestiones para el coloquio

1. ¿Qué os ha parecido la obra? ¿Qué momento os ha impactado más? ¿Hay alguna frase, algún fragmento que destacaríais? Intercambiad impresiones.

2. Las obras de teatro suelen estar divididas en ACTOS y estos, en ESCENAS. En este caso, como no hay cambio de escenario, cada acto consta de una única escena. El paso de un acto a otro viene marcado por el trascurso de un breve lapso de tiempo... y los cambios que ello va operando en cada uno de los dos protagonistas, lo que es perceptible en el aspecto físico no solo de la víctima sino también en la del verdugo. Y es que junto con las palabras, junto con los silencios, en esta obra cobra una relevancia fundamental cuanto tiene que ver con la comunicación no verbal: espacio, vestuario, aspecto, movimientos, posturas, gestos, tono de voz, etc. En una obra de teatro todas estas indicaciones vienen recogidas en la ACOTACIONES.

3. Benedetti escribe en el prólogo a su obra varias reflexiones interesantes que nos pueden ayudar para el coloquio.

"Yo definiría la pieza como una indagación dramática en la psicología de un torturador. Algo así como la respuesta a por qué, mediante qué proceso, un ser normal puede convertirse en un torturador." 

¿Qué os parece esta reflexión? ¿Mediante qué proceso un ser normal puede convertirse en un torturador?

"En la obra hay dos procesos que se cruzan: el del militar que se ha transformado de "buen muchacho" en verdugo; el del preso que ha pasado de simple hombre común a mártir consciente. Pero quizá la verdadera tensión dramática no se dé en el diálogo sino en el interior de uno de los personajes: el capitán." 

¿Por qué dice esto Benedetti? ¿Qué tensión se da en cada uno de los personajes? ¿Qué tensión entre ellos? ¿Creéis que, en cierto modo, están invirtiéndose los papeles?

4. En el acto 4, del que no hemos reproducido ningún fragmento, se contrapone la imagen que de Pedro tendrá su hijo al cabo de los años, con la que del capitán tendrán sus hijos. ¿Cómo creéis que serán una y otra?

5. El momento de mayor climax de la obra está en el acto 4, con Pedro ya casi en las últimas. Se dirige a su esposa en voz alta, le dice cuánto la ama y le pide que le dé con tacto la noticia a Andresillo, el hijo de ambos. Reproducimos las primeras líneas de ese monólogo para que lo continuéis respetando el estilo. Luego podéis contrastar vuestras creaciones con el texto de Benedetti.

Mirá, Aurora, estoy jodido. Y sé que vos, estés donde estés, también estás jodida. Pero yo estoy muerto y vos, en cambio, estás viva. Aguanto todo, todo, todo menos una cosa: no tener tu mano.

6. Los elementos del texto dramático son los personajes, los diálogos, las acotaciones escénicas, y la división de la obra actos y escenas. Para la puesta en escena hay que tener en cuenta esos otros elementos esenciales: la escenografía (decorados), la iluminación, la música, el vestuario, la utilería o attrezzo (conjunto de objetos y enseres que aparecen en escena) y, desde el punto de vista de la interpretación, los movimientos en el escenario, los gestos, la voz y el movimiento corporal de los actores. Buscad ejemplos en el texto de cada uno de estos aspectos. Copiad textualmente la acotación correspondiente:

7. Pedro y el capitán nos lleva, irremediablemente, a reflexionar sobre una realidad que sigue existiendo, a pesar de estar expresamente prohibida en la legislación internacional: la tortura. ¿Por qué razón las democracias han descartado de manera tan clara y rotunda la tortura? ¿Por qué, pese a ello, se sigue produciendo? ¿Cómo podemos nosotros luchar por su erradicación?

8. Y ahora, a debatir.

Del texto dramático al espectáculo teatral

 Para seguir leyendo/viendo

Un cuento de Benedetti con el mismo tema 

Una película de Roman Polanski