Madame Bovary

Gustave Flaubert

Con Madame Bovary, Gustave Flaubert inicia la serie de novelas de mujeres adúlteras (infieles) del siglo XIX. La mujer adúltera cobra importancia en esta época por dos razones. La primera, porque los escritores realistas escogían protagonistas cuyos conflictos personales sirvieran para hacer un análisis social e histórico. Las historias se entendían como una tensión entre los anhelos del individuo y las dificultades propias del mundo burgués. El choque entre la "poesía del corazón" y la "prosa del mundo", en palabras del filósofo alemán Hegel. Así las cosas, la mujer aparecía como un ser más vulnerable que el hombre, más atrapado en las normas sociales. Más atractivo, por tanto, para contar su historia. La segunda,  porque el matrimonio y la inexistencia del divorcio convertían las aspiraciones sentimentales de la mujer en un juego a una sola carta. De esta manera, el matrimonio, siendo una de las más importantes instituciones burguesas, suponía una más que probable jaula para las mujeres. Y decimos mujeres porque a los hombres se les tenía permitida la doble vida. A ellas, sin embargo, no. Conllevaba el estigma y la desaprobación absoluta. 

Centrándonos en el personaje de Emma Bovary, nos encontramos con una mujer insatisfecha, egoistona, caprichosa, que no puede evitar rebelarse contra el aburrimiento atroz de un matrimonio que no la llena. Emma ve en el adulterio la única esperanza para redimir su vida del tedio y la mediocridad en los que se encuentra. 

ASPECTOS ESTILÍSTICOS QUE PODEMOS RESALTAR: 

Texto 1

En este fragmento, asistimos por primera vez al contraste entre Charles, un marido enamorado, y quizá ciego, y Emma, una mujer que al mirarse para adentro solo encuentra frialdad e indiferencia. E irritación. Nada parecido a lo que ella había leído en las novelas románticas que significaba "estar enamorada”. 

Charles, a caballo, le enviaba un beso; Emma contestaba con una señal, cerraba la ventana y él se iba. Entonces, por el camino real, que extendía hasta el infinito su larga cinta de polvo, por los caminos encajonados donde los árboles se abovedaban, por los senderos cuyas espigas de trigo le llegaban hasta las rodillas, con el sol en los hombros y el aire de la mañana en la nariz, con el corazón colmado de las dichas de la noche, con el ánimo tranquilo y la carne satisfecha, Charles avanzaba rumiando su felicidad, como quien masticase aún, después de la cena, el sabor de las trufas mientras las digiere. 

Hasta entonces, ¿había tenido algo bueno en la vida? ¿El tiempo de internado, cuando estaba encerrado entre aquellas cuatro paredes, solo entre sus compañeros, más ricos, con mejores notas en clase, que se reían de su acento, que se burlaban de su ropa, y cuyas madres llegaban a la sala de visitas con dulces metidos en los manguitos? ¿O, más adelante, cuando estudiaba medicina y nunca tenía bastante en la bolsa para invitar al baile a la aprendiza que tuviera por amante? Vivió luego catorce meses con la viuda, que, en la cama, tenía los pies fríos como pedazos de hielo. Pero ahora era suya para siempre aquella mujer bonita a quien adoraba. El universo no iba para él más allá del redondel sedoso de sus enaguas; se reprochaba no quererla bastante, le apetecía volver a verla; daba la vuelta a toda prisa, subía las escaleras con el corazón palpitante. Emma estaba en su cuarto, con sus abluciones; él entraba, pisando sin ruido, le daba un beso en la espalda y ella soltaba un chillido.

Charles no podía por menos de estar sobando siempre el peine de ella, sus sortijas, su pañoleta. A veces, le daba besos fuertes y sonoros en las mejillas; otras veces, besitos en fila por todo el brazo al aire, desde la punta de los dedos hasta el hombro; y ella lo apartaba, entre sonriente y fastidiada, como se hace con los niños que no hay forma de quitarse de encima.

Antes de casarse, a Emma le había parecido que sentía amor; pero, como la felicidad que habría debido ser el resultado de ese amor no había llegado, pensaba que probablemente se había equivocado. E intentaba saber cómo había que entender exactamente en la vida las palabras "felicidad", "pasión" y "embriaguez" que tan hermosas le habían parecido en los libros.


La señora Bovary, editorial Alba 2012 (traducción de María Teresa Gallego Urrutia).

Texto 2

En contraste con el Texto 1, vemos ahora a una Emma en plena fiebre amorosa con Rodolphe, su primer amante, que será el que en esta ocasión dé muestras de aburrimiento, hastío e irritación. 

Además de la fusta con pomo de plata sobredorada, le había regalado a Rodolphe un sello con el siguiente lema: Amor nel cor; y, además, una tela para que se hiciera una bufanda y, por fin, una cigarrera. Pero esos regalos a él le resultaban humillantes. Rechazó varios; ella insistió y Rodolphe acabó por ceder, pero le pareció tiránica y demasiado agobiante.

Y además tenía ideas muy peculiares.

Cuando dé la medianoche decía, piensa en mí! 

Y, si reconocía él que se había olvidado, le hacía muchos reproches, que terminaban siempre con la eterna frase:

¿Me quieres?

Sí, claro que te quiero!contestaba Rodolphe. 

¿Mucho?

¡Desde luego!

Y no has querido a otras, ¿verdad?

Pero, ¿tú crees que cuando me conociste era virgen? exclamaba él, riéndose.

Emma lloraba y él intentaba consolarla adornando con bromas sus protestas de amor. 

¡Ay, es que te quiero tanto! seguía diciendo ella. Tanto que no puedo vivir sin ti, ya lo sabes. A veces me entran tantas ganas de verte que me despedazan todas las furias de amor. Me pregunto: "¿Dónde estará? ¿Estará hablando a lo mejor con otras mujeres? Ellas le sonríen, él se acerca"... Ay, ¿verdad que no, que no te gusta ninguna? ¡Las hay más guapas que yo, pero yo sé querer mejor! ¡Soy tu sirvienta y tu concubina! ¡Tú eres mi rey y mi ídolo! ¡Eres bueno, eres guapo, eres inteligente, eres fuerte!

A él le habían dicho esas cosas tantas veces que no le parecían nada originales. Emma se parecía a todas las amantes; y el encanto de la novedad, que iba cayendo poco a poco como una prenda de ropa, dejaba al desnudo la eterna monotonía de la pasión, que tiene siempre las mismas formas y el mismo lenguaje. Aquel hombre tan práctico no vislumbraba la disimilitud de los sentimientos tras la paridad de las formas de expresarlos. Como unos labios libertinos o venales* le habían susurrado frases semejantes, no creía gran cosa en el candor de estas de ahora; había que restarles, pensaba, las palabras exageradas que ocultan afectos mediocres; como si la plenitud del alma no recurriera a veces para desbordarse a las metáforas más vacuas, ya que nadie, nunca, puede dar la medida exacta de sus necesidades, y de su forma de concebir las cosas, y de sus dolores; y la palabra humana es como un caldero rajado con el que tocamos melodías para que bailen los osos, cuando lo que querríamos es llegar a las estrellas. 

*Venales: que se pueden comprar.


La señora Bovary, editorial Alba 2012 (traducción de María Teresa Gallego Urrutia).

Texto 3

Léon es su segundo amante. Emma y él se ven a escondidas en el pueblo donde León trabaja. El tiempo de relación les pasa factura, la pasión sufre su natural desgaste, exactamente igual a como dicen que sucede en el matrimonio. Es interesante observar cómo el texto alterna la omnisciencia selectiva. En la primera mitad, la historia se cuenta desde el punto de vista de Emma, para pasar después al punto de vista de Léon. 

Léon tiene esperando a Emma en el hotel porque un amigo lo ha entretenido. Emma se harta y se va.

Pudo, sin embargo, quitárselo de encima [al amigo] y fue corriendo al hotel. Ya no estaba [Emma].

Acababa de marcharse, exasperada. Ahora lo aborrecía. Que hubiera faltado a la cita le parecía un ultraje, buscaba más razones para perderle el apego; era incapaz de heroísmo, débil, vulgar, más flojo que una mujer; y también tacaño y pusilánime.

Se fue calmando luego y acabó por darse cuenta de que seguramente lo había calumniado. Pero denigrar a quienes queremos nos quita siempre algo de apego. No hay que tocar los ídolos: el dorado se nos queda en las manos.

Ahora Léon y ella hablaban más a menudo de cosas que no tenían que ver con su amor; y, en las cartas que le enviaba Emma, salían flores, versos, la luna y las estrellas, recursos ingenuos de una pasión debilitada que intentaba reanimarse con todos los socorros externos. Emma se prometía continuamente que, en el viaje siguiente, notaría una felicidad muy honda; luego, se confesaba que no había sentido nada del otro mundo. Una esperanza nueva no tardaba en borrar la decepción, y Emma volvía a Léon más ardiente y más ávida. Se desnudaba con violencia, arrancando la cinta estrecha del corsé, que le silbaba alrededor de las caderas como una culebra que pasara escurriéndose. Iba de puntillas a comprobar otra vez que la puerta estaba cerrada y, después, dejaba, con un único ademán, que toda la ropa cayera junta; y, pálida, callada, seria, se desplomaba contra el pecho de Léon con un prolongado escalofrío.

Pero en aquella frente cubierta de gotas frías, en aquellos labios balbucientes, en aquellas pupilas extraviadas, en la presión de aquellos brazos, había algo extremoso, vago y lúgubre que le parecía a Léon que se metía sutilmente entre los dos como si quisiera separarlos. 

No se atrevía a preguntarle nada; pero, al verla tan experta, se decía que debía de haber pasado por todas las pruebas del sufrimiento. Lo que antes le deleitaba, ahora le asustaba un poco. Y, por lo demás, se rebelaba contra aquella absorción cada día un poco mayor de su personalidad. Le guardaba rencor a Emma por aquella victoria permanente. Se esforzaba incluso por no quererla; pero solo con oír el crujido de sus botinas se sentía cobarde, como los borrachos al ver licores fuertes. 

[...]

Ella estaba tan harta de él como él de ella. Emma se volvía a topar en el adulterio con todas las ramplonerías del matrimonio.


La señora Bovary, editorial Alba 2012 (traducción de María Teresa Gallego Urrutia).

Cuestiones para el coloquio

Taller de escritura

La actividad de creación que os proponemos consiste en la escritura de un relato usando la técnica realista. Abajo tenéis unos cuadros de Edward Hopper. Este pintor estadounidense del siglo XX reflejaba en sus lienzos escenas que se prestan a imaginar con facilidad una historia. Escogeréis uno de ellos y construiréis a partir de él vuestro relato. Los aspectos técnicos que tenéis que incorporar son:

✅ Narrador omnisciente. Narrador en 3ª persona que lo sabe todo y que explora y cuenta, no solo lo que pasa, sino lo que piensan, sienten, desean, temen...los personajes. Si te ves con fuerzas para usar el estilo indirecto libre, ¡adelante! 

✅ Análisis psicológico. Está conectado con la omnisciencia. Si el narrador busca "bucear" en la mente de los personajes, la psicología de los personajes quedará expuesta en la narración.

✅ Descripción detallada. Cuando en tu historia "suceda" la imagen del cuadro, haz una descripción detallada del espacio y de los personajes que hay en él.

✅ Diálogo. El diálogo puede ser mínimo. Sin embargo, debe estar cargado de sentido. El diálogo no es obligatorio. 

✅ Imprescindible título imaginativo. Piénsalo después de escribir el relato.

1 folio (mínimo) o 2 folios (máximo).

Compartment C car 
Nighthawks
New York Movie
Office at night
Room in New York
Hotel room
Summer evening
Morning sun

Para saber más

Como ya dijimos en la introducción, Madame Bovary inicia en el siglo XIX la serie de novelas de mujeres adúlteras. A partir del personaje de Emma, se suceden en la narrativa realista europea ejemplos de historias mujeres infieles; eso sí, con personalidades y conflictos muy diferentes. España, Rusia y Portugal tienen a gala haber ofrecido novelas de esta temática que compiten en calidad y cuya eterna rivalidad mantienen viva lectoras y lectores de todas las épocas. ¿Cuál de ellas es la mejor? Imposible ponerse de acuerdo. Las tres que os ofrecemos no son las únicas, pero sí las más mencionadas. 

La Regenta fue escrita por el asturiano Leopoldo Alas Clarín. Su autor, influido por la corriente naturalista, quiso en esta novela hacer una suerte de experimento y demostrar que existen condiciones bajo las cuales una mujer joven, buena, devota y virtuosa no puede escapar del adulterio. ¿Puede una mujer en la flor de la vida, casada con un señor que le dobla la edad, y que además es impotente, permanecer fiel a su marido? Clarín piensa que no. Ana Ozores caerá y lo hará, además, con el donjuán más famoso de la ciudad.

Anna Karénina fue escrita por Lev Tolstoi. Su autor, además de ser uno de los mejores narradores de todos los tiempos, era un moralista y un mojigato en cuanto a cuestiones de sexo. En esta novela refleja su visión de la sociedad urbana, símbolo de todos los vicios, en oposición a la vida sana de la naturaleza y del campo. Del mundo refinado y degradado que es la ciudad será víctima Anna Karénina. El final reservado para las protagonistas de las novelas de adulterio es bastante dramático pero, si hay un final famoso por lo trágico e impactante, es el de Anna Karénina. 

El portugués Eça de Queirós es el autor de El primo Basilio, novela naturalista que también plantea el adulterio en la estela de Madame Bovary, obra que Eça de Queiros consideraba como la obra máxima de todas las literaturas.

También aquí hay una mujer adúltera, un hombre que disfruta del hecho de conquistar sin que medie el amor y una ciudad, Lisboa, que ofrece poca diversión y mucho aburrimiento. Aquí también la mujer en general, no solo la protagonista, es caracterizada con un cierto grado de histerismo y una ceguera que la llevan a su propia destrucción, mientras que el hombre, si bien es retratado como un ser egoísta, sale mucho mejor parado de esta historia de envidia, chantaje y mediocridad. 

Kate Chopin, escritora estadounidense de origen francés e irlandés, es la autora de El despertar, novela publicada en 1899 en EEUU.

"El despertar narra el progresivo acercamiento a la libertad de Edna Pontellier, mujer casada con un rico comerciante de Nueva Orleans y madre de dos hijos. Durante unas vacaciones en Grand Isle, en la costa sur de Luisiana, Edna empieza a conocerse como mujer y su vida, tal y como la ha concebido hasta ese momento, comienza a carecer de sentido. Su decisión de cambiar las cosas por completo le acarreará la incomprensión de sus amistades y su propio marido, incapaces todos de reconocer la nueva mujer que se ha despertado en el alma de Edna". (Fuente)

¡Se lee de un tirón!