Historia del LEAI

El contexto institucional a comienzos de los años 2000

A comienzos de la década pasada el país en general y la Universidad en particular, pasaban por una etapa de gran debilidad institucional. En diciembre de 2001 renunció el presidente Fernando De la Rúa en medio de protestas sociales (las que cobraron la vida de varios manifestantes) por la profunda recesión económica que aquejaba al país desde 1998 y que no parecía tener fin. Ese verano se sucedieron varios presidentes hasta que el Congreso designó al ex gobernador de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, para finalizar el mandato vacante de De la Rúa. La sociedad experimentaba en aquel momento un clima de gran frustración democrática, expresada en la consigna “que se vayan todos”. 

En ese contexto, en abril de 2002 la Asamblea Universitaria eligió al Dr. Guillermo Jaim Etcheverry rector de la Universidad de Buenos Aires, quien sucedió en el cargo a Oscar Shuberoff tras 16 años de gestión. Jaim Etcheverry llegó al rectorado apoyado por una mayoría heterogénea de asambleístas cuya demanda principal era la defensa de la gratuidad de la educación superior. En 2006 Jaim Etcheverry enfrentó tomas de Facultades organizados por la Federación Universitaria de Buenos Aires quienes “comenzaron cuestionando a uno de los candidatos a sucederlo y luego sostuvieron que, antes de elegirse al nuevo Rector, se debía reformar el Estatuto Universitario y resolver la caducidad de los mandatos de todas las autoridades”. Jaim Etcheverry concluyó su mandato el 7 de mayo de 2006 sin que la Asamblea Universitaria lograra reunirse para elegir a su sucesor, situación que se prolongó hasta el 18 de diciembre de ese año, período en el que se sucedieron asambleas organizadas prácticamente en secreto para evitar incidentes, tomas y protestas, que pudieran terminar en violencia.

En esos años la Facultad de Agronomía padeció su propia crisis institucional. A pedido del entonces decano Murphy el Consejo Superior autorizó (CS 5895/97) la presentación de listas de profesores sin cumplir con el requisito estatutario de (art. 107 del Estatuto) de contar con al menos 8 profesores titulares, ya que lamentablemente la cantidad de titularidades que permanecían vacantes ante la falta de llamados a concurso hacía casi imposible la constitución de más de una lista, lo que en definitiva comprometía la democracia interna del claustro. [3] La resolución motivó que 10 profesores titulares demandaran a la Universidad de Buenos Aires a pesar de lo cual la elección siguió su curso porque la Cámara Federal que entendía en el caso no otorgó a los demandantes una medida de no innovar. En estas circunstancias el Ing. Agr. Fernando Vilella fue electo decano y si bien la demanda fue resuelta, tras varias apelaciones, por la Corte Suprema de Justicia en favor de la posición de los titulares, la misma devino en abstracta pues ya las autoridades habían asumido y estaban en plena gestión.

El Claustro de Graduados a principios de los años 2000

Entre 1998 y 2005 el claustro de Graduados fue también víctima del clima general de frustración democrática que dominó al país. De las dos listas históricas que compitieron desde la reinstauración democrática (Integración y LEA, Lista de Egresados de Agronomía) sólo Integración tuvo continuidad, convirtiéndose hacia 2001 en la única representación de los graduados de nuestra Facultad. [1] En aquellos años la participación de los egresados se reducía prácticamente al cuerpo de docentes auxiliares. La crisis de representatividad se hizo evidente hacia 2005 y 2007, no sólo por el perfil de “lista única” del claustro, sino por la incorporación al claustro de una nueva generación de graduados, muchos de ellos becarios del CONICET, que no se sentía representada por la antigua dirigencia docente, que no interpretaba sus demandas. Así fue como surgieron las listas LiGA (Línea Graduados de Agronomía), Puertas Abiertas y LEAI (Línea de Egresados Agronomía Independientes). [2]

El LEAI se conformó por iniciativa de Adolfo Kindgard y un núcleo de graduados de distintas generaciones conocidos entre sí por su participación en la agrupación estudiantil LAI (Línea Agronomía Independiente). Este grupo inicial se propuso desde un primer momento fundar una lista diversa, etaria, profesional e idiosincráticamente transversal a los graduados, congregados por el ideal del independentismo. Continuando la tradición LAI, y por la diversidad que cabía esperar al convocar egresados de más de 4 décadas, se redactaron 5 principios fundacionales a los que debían adherir quienes integraran la lista. Asimismo, se redactó un primer “programa de acción universitaria” de presentación obligatoria junto con la lista. Este primer programa era un compendio de propuestas concretas (por ejemplo revitalizar la Revista de la Facultad) y otras más generales, orientadas a una vinculación estratégica de la Facultad con los profesionales externos o con las asociaciones que los agrupan. Visualizábamos este vínculo como una red de recolección e intercambio de datos productivos y resultados de investigaciones realizadas en la Facultad.

Nuevos aires: la elección de 2007

La elección de 2007 fue trascendente para el claustro: se presentaron 4 listas en un ambiente de convivencia democrática prácticamente inédito. [4] El LEAI obtuvo 42 votos, apenas 5 por encima de la lista que quedó en último lugar. Esta primera elección nos dejó varias enseñanzas. En primer lugar, que como lista éramos desconocidos para la gran mayoría de los graduados a pesar del esfuerzo de difusión que realizamos en la campaña. En segundo lugar, que llegar a ocupar un cargo en el Consejo Directivo sería una tarea de años y, por lo tanto, que  la principal amenaza que enfrentábamos como lista era desmoralizarnos prematuramente. Tercero, que la crisis de representatividad del claustro había sido superada, aunque muchos graduados seguían sin representación ya que prácticamente un tercio de los votantes (LEAI más Puertas Abiertas) no habían podido ingresar al Consejo por el sistema electoral de mayoría y minoría. 

En 2009 nuevamente se presentaron 4 listas, pero en lugar de Puertas Abiertas se presentó Propuesta 2020. La novedad de esta elección fue la aparición de una lista (Propuesta 2020) transversal al claustro de Profesores y al de Graduados, o mejor dicho subsidiaria de su homónima de Profesores. Ambas listas tenían como fin manifiesto promover la candidatura del Ing. Agr. Fernando Vilella. Propuesta 2020 desplazó a Integración de la representación mayoritaria del Claustro, retenida por más de dos décadas, demostrando la debilidad de las listas tradicionales frente a un “aparato político” organizado, cualquiera sea éste. Y por otro lado, Propuesta 2020 instalaba para algunos la idea de que una construcción política eficaz es posible solamente desde “el poder”, es decir, sumándose a una fuerza superior y/o prexistente, y con soporte en la propia institución. En definitiva el resultado electoral cuestionaba la eficacia de la independencia como valor práctico, tal como la concebía el LEAI. Aunque Propuesta 2020 no logró imponer al decano, esta duda sobrevoló el claustro durante los dos años en que retuvo la mayoría del claustro.

¿El independentismo en jaque?

La percepción de que toda lista debía necesariamente alinearse y/o pertenecer a una estructura política de orden superior con soporte estatal/institucional para alcanzar un espacio político significativo se consolidó a partir de 2011 cuando Propuesta 2020 de Graduados, una vez desaparecida su lista homónima de Profesores, obtuvo sólo la mitad de los apoyos logrados en 2009. Esto demostraba (siguiendo esa misma lógica) que sin el respaldo de una estructura política mayor la continuidad de toda lista era dudosa. Fue quizá siguiendo esa línea de pensamiento que Integración y LiGA se aliaron en una única lista para la elección de 2011 y reorientaron su discurso hacia el apoyo explícito a la gestión del nuevo decano Rodolfo Golluscio, quien más adelante se alineó con el rector de la Universidad de Buenos Aires, Alberto Barbieri, y éste con el candidato presidencial del Frente para la Victoria, Daniel Scioli, a fines de 2015. El LEAI, continuó insistiendo en la necesidad de mantener al claustro independiente del decanato y de la política partidaria. Quizá la principal dificultad durante los años posteriores a 2013 fue explicar la diferencia entre “opositor” e “independiente”, ya que frecuentemente se nos tildaba de lo primero. 

En la elección de 2013, el LEAI obtuvo por primera vez la representación minoritaria del claustro de graduados. El programa de acción universitaria de ese año estuvo centrado en la optimización curricular del plan de estudios 2008, la promoción docente y la vinculación de la Facultad con el sector agropecuario. En general, la recepción en algunos estamentos fue de desconfianza, posiblemente por la gran cantidad de profesionales externos (no docentes) que integraban la lista. No obstante, y a manera de bienvenida el decano tuvo la cortesía de recibirnos antes de asumir y darnos su opinión sobre nuestro programa. El punto de mayor discrepancia con el decano era la cobertura de titularidades vacantes, donde siempre sostuvimos la necesidad priorizar el llamado a concurso para cubrir todas las vacancias, no sólo por la posibilidad de promoción que implicaba para profesores asociados y adjuntos de la casa o de otras universidades, sino para el fortalecimiento democrático del claustro de profesores. El decano se inclinaba más bien por llamar a concurso sólo en aquellas cátedras donde hubiera un candidato sólido de la Casa. Otro punto sobre el que discrepábamos era el crecimiento de la oferta curricular de los últimos años. Golluscio, al igual que su antecesor Vilella, creía que era necesario aumentar la oferta curricular a fin de atraer más alumnos a nuestra Facultad para, en última instancia, conseguir más presupuesto de la Universidad. Nosotros, por el contrario, advertíamos que ofrecer nuevas carreras sin un mínimo de recursos humanos y materiales para dictarlas con un nivel aceptable deteriora inevitablemente toda la enseñanza, como se hizo evidente durante la década de 2000 en la que la cantidad de alumnos creció por encima del presupuesto real de la Facultad.  La reunión transcurrió en un tono amable y debemos decir que a lo largo de la gestión 2014-2015 el decano hizo un esfuerzo permanente para que el LEAI fuera aceptado como parte de la Facultad.

La gestión 2014-2015 del LEAI estuvo centrada en impulsar la promoción docente. O mejor dicho, desvincular la promoción docente de la disponibilidad presupuestaria. Para ello, impulsamos no sólo un reconocimiento “moral” al mérito académico mediante la promoción al cargo superior ad-honorem o interino, sino el reconocimiento “institucional” por la mayor responsabilidad ejercida por docentes auxiliares promovidos a profesor. Para ello presentamos un proyecto que reconocía a los profesores interinos y ad-honorem como pares de los profesores regulares a los efectos de elegir y ser elegidos representantes en las juntas departamentales. Presentamos también una norma que establecía el orden de sucesión en la jefatura de cátedras. En esta primera gestión constatamos que el mayor esfuerzo realizado por los consejeros no era la redacción de proyectos sino el trabajo invisible en comisión y que es prácticamente imposible realizar una buena gestión sin la concurrencia de colaboradores en las comisiones curriculares y otras comisiones. En 2014, por ejemplo, se tramitaron varios concursos impugandos cuyo estudio y seguimiento demandó más tiempo que la redacción de proyectos. Otro ejemplo, fue el tratmiento de las nuevas “pautas para la promoción al cargo superior” en el que sostuvimos que a los fines de establecer exigencias laborales los cargos ad-honorem no podían considerarse equivalentes a los interinos o regulares de igual jereraquía sencillamente porque no se percibía remuneración alguna. De algún modo la reglamentación de la resolución CS 5909/09 en la Facultad nos dieron la razón, pero la discusión fue muy interesante. A lo largo de la gestión pudimos apreciar también la sabiduría de muchas normas de la Universidad que a priori parecen anacrónicas o arbitrarias. 

Por otra parte, durante la gestión de 2014 y 2015 advertimos dos prácticas erróneas del Consejo que frecuentemente pasan inadvertidas y que fueron y son a futuro nuestras principales preocupaciones. La primera es la presunción que una resolución es válida por el solo hecho de haber sido aprobada del Consejo. En verdad, la aprobación de una resolución es condición necesaria pero no suficiente para su validez. Para que una resolución sea válida debe, además de ser aprobada por mayoría del Consejo, ser consistente con el Estatuto Universitario, con todo el cuerpo normativo de la Universidad y con las leyes del país. Aunque parezca mentira, en varias ocasiones tuvimos que llamar la atención al Consejo sobre ese punto. La segunda práctica es la delegación involuntaria de atribuciones. Esta práctica ocurre con frecuencia cuando, por ejemplo, el Consejo resuelve que sean las Juntas Departamentales la instancia de inicio de alguna gestión o tramitación. En este caso es frecuente que la instancia de inicio, la Junta por ejemplo, se tome la atribución de aceptar o no el trámite mediante la recepción o no de la documentación o que  el mismo Consejo rechace la gestión por no haber sido iniciada por la junta, con lo cual la Junta Departamental se convierte de hecho en la instancia que habilita o no la gestión cuando en verdad sólo debía recibir y girar al Consejo el expediente. Conviene recordar en todo momento que, salvo mención explícita en contrario, toda atribución que el Estatuto delega en el Consejo Directivo es a su vez indelegable a otro cuerpo.

Aparece “la grieta” en Graduados

Volvamos al año 2015. Hacia fines de ese año nuestra relación con la lista única de profesores e Integración+LiGA de Graduados (ambas listas responden al decano) comenzó a “agrietarse” debido una declaración de apoyo a la candidatura de Daniel Scioli en el ballotage presidencial que el decano presentó en el Consejo, propuesta comprometida con el rector Barbieri. Contribuyó además la pasividad del decano frente a un proyecto de reformulación de actividades reservadas a nuestra profesión presentado por la Comisión de Acreditación del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), proyecto que de prosperar reduciría los actuales “alcances” (llamados anteriormente “incumbencias”) de nuestro título. Tal pasividad cayó mal, especialmente entre los profesionales que ejercen libremente la profesión. También colaboró con la grieta el proyecto del decanato de “desbloqueo” del CBC (admisión de alumnos sin el CBC aprobado) presentado al Consejo como un pedido mandatorio del rectorado, aunque en verdad el Consejo Superior no llegó a expedirse sobre el tema. Sumado a todo esto, en los comicios del claustro de fines de 2015, el decano anuló - a pedido de Integración+LiGA - una decena de votos de graduados empadronados con cédula de identidad (CI) pero que acreditaron su identidad con DNI por haber perdido vigencia la CI. Si algo tuvo de bueno el año 2015 fue la reivindicación del independentismo como propuesta política. El resultado electoral del claustro mostró un creciente rechazo de los graduados hacia la partidización de la Facultad y la dependencia de nuestro claustro del decanato. 

Hasta aquí llega nuestra historia. Los eventos posteriores a 2015 se excluyen de esta reseña por ser demasiado recientes como para interpretarlos en perspectiva y quedan pendientes para una futura edición.  A decir de Borges “no puede haber sino borradores” y este es el primero de nuestra historia, la que seguramente será enriquecida por la memoria de muchos otros protagonistas. 

Notas:

[1] En 1997 se presentó la lista Nuevo Paradigma, aunque no logró alcanzar la representación minoritaria. Esta lista no tuvo continuidad en los años 2000.

[2] Participaron también en LiGA graduados independientes y de la lista “Nuevo Paradigma” presentada en 1997.

[3] Recordemos que desde la reinstauración democrática de 1983, el claustro de profesores sufrió una pérdida permanente de profesores titulares, a veces forzadamente como en tiempos del decano Mundt quien aplicó fuera de término la ley Stubrin, y la mayoría de las veces pasivamente, por jubilaciones o renuncias. Mediante esta forma de manipular el padrón de profesores se llegó a la crisis institucional de 1997/98. Es justo mencionar que el decano Basso revirtió parcialmente la tendencia, pero aún en 2013 la mayoría de las cátedras de la Facultad carecían de profesor titular. 

[4] Una pequeña anécdota sobre esta primera elección cuenta que la primera lista se presentó el mismo día del vencimiento. En verdad el segundo candidato y el apoderado de la lista se apersonaron el día anterior a las 16:30 pero por diversos problemas de agenda ninguna autoridad de la Facultad se hallaba presente para recibir la lista. El día siguiente, el del vencimiento era un día de intensos chaparrones. El apoderado se presentó acompañado sólo por un amigo, con la lista, el programa de acción universitaria y una cantidad de faxes para completar los 20 avales requeridos por el reglamento electoral de Graduados. El vicedecano y el secretario académico en persona recibieron los papeles, pero al constatar que varios avales eran faxes en vez de originales rechazaron la presentación. Desesperados los dos amigos salieron bajo la lluvia a buscar colegas por la Facultad (que estuvieran empadronados) que quisieran avalar la lista. Y quiso la casualidad que encontraran al Ing. Valla, maestro de tantas generaciones de agrónomos, delante del Pabellón Central pedaleando su histórica bicicleta. Lo pararon y con bastante vergüenza le pidieron un aval. El Ing. Valla entendió la situación y con gran generosidad avaló la lista, pero avisando que en verdad no tenía ninguna intención de participar en los comicios. No pasa una elección sin que recordemos esta anécdota y el espíritu democrático de Valla que ayudó a que una lista más pudiera presentarse.