Elementos Barrocos

La policoralidad.

Durante el siglo XVII se generaliza la policoralidad en España. Ya Tomás Luis de Victoria había utilizado este recurso; si bien le faltaron dos características esenciales de la policoralidad barroca: el tratamiento diverso del coro primero (que ejerce de solista) del de los demás coros (que realizan un papel de acompañamiento); y la diversa disposición de los coros en partes separadas de la iglesia. La policoralidad barroca alcanzará su cima en la segunda mitad de la centuria. Será frecuente una disposición en dos o tres coros: uno de solistas, otro vocal, para el grueso del coro, y el tercero instrumental, para el órgano o instrumentos acompañantes.

Este procedimiento alcanzará gran predicamento en Felipe Rogier, el Maestro Capitán (Mateo Romero) y, sobre todo, Juan Bautista Comes, compositor valenciano, que ejerció un influjo extraordinario en toda España. La música española experimentará verdadera pasión por este recurso, siendo normal la composición de obras para 8, 12 y hasta 16 o más voces, estructuradas en dos, tres, cuatro e incluso cinco y más de cinco coros. Esta música puede considerarse un correlato del estilo churrigueresco y la fantasía de los retablos barrocos hispánicos.

La melodía.

Existen dos tendencias:

a) La procedente de las obras escritas en latín. La polifonía se va tornando poco a poco armónica en la línea del bajo, perdiendo progresivamente la horizontalidad. Empero, no obstante, y pese a la aparición de la sensible con valor armónico (Pontac) y la presencia de giros melódicos con abundantes síncopas, no existe una verdadera ruptura con la polifonía del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII, cuando la música solística fue aceptada en el culto.

b) La que aparece en las obras escritas en lengua romance, especialmente en los villancicos. Se caracteriza esta nueva melodía por el uso del compás ternario, el predominio del silabismo y los valores sincopados. Es Comes el autor más representativo.

Hacia 1630 se introdujo el estilo del bel canto. Se trata de un nacimiento autóctono, diferente al italiano, pero que tiene en común con él el lucimiento del cantor.

La melodía española del siglo XVII solía ser diatónica, procediendo por grados conjuntos o intervalos menores de la 5ª, siendo muy raros los saltos de 6ª. De orientación conservadora, las alteraciones solían tener un sentido modulante.

El continuo.

Se introdujo en España a fines del siglo XVI, como un modo de apoyar a las voces y de mantener en el tono a los coros que habían aumentado el número de sus participantes. Prueba de ello fue el uso inicial de instrumentos monódicos en lugar de polifónicos como el bajón (antecedente del fagot). El órgano, introducido hacia 1600, duplicó la polifonía.

Hacia 1630 se incorporó el arpa. Su uso se convirtió en constante y universal. En la música profana, la guitarra, la decadente vihuela y el clavecín. Nassarre, Gaspar Sanz y José de Torres documentaron a fines de la centuria la ejecución del continuo. Mucho menos cifrado que en el resto de Europa, se interpretaba con sencillos acordes; pero también existieron realizaciones más complejas y artísticas.

La armonía.

Fue extremadamente conservadora y consonante, con disonancias preparadas y ausencia de modulaciones a causa de la concepción fundamentalmente modal de la armonía, en especial de las obras religiosas. A medida que transcurrió el siglo fue cediendo paso a la tonalidad.