9. El Café de Oporto
El 23 de agosto de 1885 abrió sus puertas el café de Oporto en el nº 55 de la calle de la Rúa esquina con Palominos. Su propietario D. Anselmo Pérez Moneo, recibió la porcelana de Sévres y la cubertería de metal blanco buscando la ostentación supuesta en un café. Una notable farola salida de los talleres de Moneo, obra de Gumersindo Moro, destacaba en su decoración. Durante la inauguración se pusieron las bases para la constitución de una sociedad cultural y de recreo, con sede en el mismo edificio del café que recibió el nombre de Casino Ibérico, esta sociedad duró poco puesto que fueron desalojados del local, ignoramos los motivos, por el propietario del edificio Sr Bullón en noviembre de 1886, que en el lugar instaló un salón de billar y tresillo que puso en arrendamiento (juego del barrás).
Al igual que el resto de los cafés de la ciudad, ofreció veladas musicales que en un principio fueron recatados conciertos de piano y violín, girando rápidamente hacia el cante y baile flamenco, muy de moda en la ciudad en ese momento, convirtiéndose en un café cantante. No tardó en recibir las primeras críticas por parte de los sectores más conservadores. Estas fueron creciendo hasta conseguir en 1887 la orden del gobernador de suspensión del cante flamenco en el café Oporto y en el café de la Nueva Iberia alegando los desórdenes que provocaban dichos espectáculos. El propietario, en ese momento el Sr. Blasco, se decanta por los espectáculos de fantoches o títeres y por los tradicionales conciertos de piano y violín y canto lírico. Argumentando un delicado estado de salud busca el traspaso, que consigue en junio de 1890, cuando lo adquiere Marcelino Chapado, cocinero del café de las cuatro Estaciones para abrir en el local el café-restaurant de la Universidad.