6. El Café de las Cuatro Estaciones

El café de las Cuatro Estaciones abrió el 13 de agosto de 1879 por iniciativa de los Sres. Ansede y Compañía en la calle Toro 18. Fue decorado con el gusto y la elegancia que se suponía en un gran café de la época. La prensa local destacó el trabajo en madera de los talleres Ansede, los cuadros del reputado pintor Fernando Rodríguez y las esbeltas columnas de la fundición de Moneo.

Dispuso de restaurante y salón de billar y se organizaron veladas musicales para el entretenimiento de su público y aficionados. Como en otros cafés decimonónicos, en su piso principal, se instaló un centro de recreo donde se efectuaban bailes de sociedad.

La ampliación del local en 1886, fue motivo para su reforma y nueva decoración, que dirigida por D. Manuel Ansede causó gran admiración por su lujo y elegancia, como testifica la siguiente nota periodística:

“En el salón principal, no hay papeles, ni pinturas, ni dorados; todo es madera, como se usa hoy en los elegantes despachos y comedores de los aristócratas; preciosas molduras y elegantes y caprichosas lunas de Venecia incrustadas en preciosos marcos que forman parte integral de los lienzos ó paredes del salón. El techo, es de artesonado con innumerables florones de nogal cada uno de los cuales forma el centro de un cuadro blanco en madera; las paredes son exposiciones de belleza; las puertas son del mismo gusto y las columnas, aunque de hierro, por necesidad para sostenimiento del techo, están revestidas del mismo estilo y carácter del resto del salón, que entre sus innumerables méritos, tiene el de la unidad perfecta de gusto y estilo, sin que haya nada, ni el más pequeño detalle, que discrepe del magnífico conjunto del salón. Las luces, no penden del techo como en la mayoría de los cafés. En los dos intercolumnios, se alzan sobre pedestales de mármol estatuas de bronce en número de doce que simbolizan las Cuatro Estaciones, algunas Artes y, representan algunos guerreros de la antigüedad; en el marmoleo mostrador, hay otras dos estatuas representando á Hernani y Rui-Blas, todas ellas de excelente gusto sosteniendo en una mano un candelabro con dos luces del moderno sistema lámparas de gas que inundan de brillante luz el espacioso salón que pálidamente describimos.” (La Liga de Contribuyentes de Salamanca 31 de octubre de 1886).

Continuó su actividad después de la reforma, celebrándose conciertos y veladas musicales, bailes sociales en su principal, banquetes en su restaurante e innumerables partidas de dominó en su café, costumbre esta que los salmantinos, no sabemos si lamentablemente o no, hemos perdido. Hoy, casi nadie recuerda el chamelo, la garrafina u otras variantes del juego. Pero entonces era tanta la afición, que el incesante golpeteo de las fichas sobre la mesa producía tan grande estruendo que los aficionados musicales llegaron a solicitar a la dirección la suspensión de las partidas durante los conciertos

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En 1890, los inquietos Sr. Ansede y compañía vuelven a sorprender al respetable con la instalación de una hermosa fuente en el centro del salón del café, realizado por el escultor y marmolista Antonio Pepouey, que tuvo taller en la calle del Prior nº 11. En ese tiempo su cocinero Marcelino Chapado inicia su carrera como empresario de hostelería, abriendo en la calle de la Rúa el café-restaurant de la Universidad, para más tarde hacerse entre otros, con la dirección de hotel-café del Pasaje y del Castilla, heredero del propio Cuatro Estaciones. Los deficientes servicios de cocina en el café de las Cuatro Estaciones después de su marcha, obligaron a la contratación del que fuera jefe de cocina del Gran Café Restaurant España de Madrid.

En 1895, se produce un gran giro en la concepción del local, la dirección decidió la puesta en marcha de un hotel en el edificio, que sería llamado, como no, hotel de las Cuatro Estaciones. Se instalaron, en el piso principal y segundo, unas sesenta habitaciones algunas para matrimonio, bien decoradas y con luz eléctrica. El hotel estaba dotado de restaurante para setenta comensales y salón de recreo con biblioteca y piano. En sus bajos siguió funcionando el café en el que, naturalmente, se continuó ofreciendo música y dominó. Para entonces la calle Toro había perdido su nombre y se llamaba calle del Doctor Riesco, habiendo tenido durante un tiempo su primitivo nombre de calle de Herreros.

Después de cuatro años de funcionamiento el negocio no había resultado como cabía esperar y las deudas se acumulanban. Además, en noviembre de 1898, fallece la esposa del Sr. Ansede, corriendo el rumor de que se trataba de un caso de viruela y que incluso en el hotel se habían producido varios casos más. Aunque el rumor fue desmentido, el negocio sufrió las consecuencias. En diciembre de ese año la sociedad se ve obligada a presentar suspensión de pagos y a llegar a acuerdos con los proveedores. Pero el cierre es inevitable y el 27 de agosto de 1899, el café de las Cuatro Estaciones y el hotel, fueron clausurados tras haber quedado el edificio en propiedad del comerciante Tomás Alonso del Moral que lo había adquirido en subasta pública. En su lugar fue abierto el café Castilla.

Sobre su situación…

Estaba su ubicación en la calle Toro esquina calle Ruiz Aguilera, en un antiguo edificio en cuyo solar hoy se levanta el edificio del Grupo Blázquez de Inversiones (Jamones Blázquez) con la firma de modas H&M en sus bajos. Cuando abrió el café de las Cuatro Estaciones, la calle Ventura Ruiz Aguilera no tenía nombre y lo recibió tras la muerte, en 1881, de este gran escritor salmantino. A pesar de esto, durante décadas los salmantinos ignoramos el nombre de la calle, a la que nos referíamos con la simple denominación de “la calleja”, lugar de excelente tapeo durante los 70 y 80 y que por tanto no usamos con intención despectiva, aunque tal vez sí lo hicieran nuestros abuelos enfrentados a los poderosos efluvios de las micciones callejeras de los clientes del café de las Cuatro Estaciones, mala costumbre salmantina afortunadamente en vías de desaparecer.

Frente a “la calleja”, atravesando la calle Toro, existe un callejón al que hoy le damos, un tanto eufemísticamente, el título de calle y el calificativo de Dr. Piñuela que en esa época era conocido como callejón de la Bola por la simple razón de haber existido en él un mesón con ese nombre.

Y ya que estamos, el Dr. Piñuela fue un eminente doctor de la Universidad, que fue Alcalde o Teniente de Alcalde de Salamanca y que vivió y murió en una casa en la calle Toro con acceso a algunas dependencias por el callejón de la Bola. En esta casa dejó establecida a su muerte la fundación Asilo de San Rafael, en beneficio de ancianos sin recursos.

Sobre Tomás Alonso del Moral..

Tomás Alonso era comerciante de la Plaza Mayor, establecido en el nº41, local de larga tradición comercial. Originalmente fue tienda de paños y ropas hechas, de Suarez, a quien sucedería María Crespo ya en el siglo XIX y luego a mediados del mismo Fidela Brusi, a la que en 1890 adquiere la propiedad y el traspaso Tomás Alonso, que con los años acaba regentado por su viuda y luego más tarde Almacenes Iscar, luego Viñuela y después Yunatti. D. Tomás no tuvo intención de dedicarse a la hostelería, sino que, conservando la propiedad del edificio, traspaso inmediatamente el negocio.

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