Diez consejos para comunicarte con una persona que sufre de dolor crónico

(Traducción de la nota “Ten Tips For Communicating With A Person Suffering From Chronic Pain”. Autor: Mark Grant (*). Fuente: http://www.overcomingpain.com/. Traducción: Alejandra Guasp, Red Ehlers-Danlos Argentina, 02/11/2012)

(*) Mark Grant es un psicólogo australiano con más de 20 años de experiencia en el tratamiento de personas que sufren de dolor crónico y estrés

Las personas con dolor crónico se comunican de manera diferente de la gente que está bien. Cansados, irritables y abatidos, a menudo son reacios o incapaces de hablar sobre sus sentimientos. O pueden hablar con una especie de “código” y decirte que se sienten bien, cuando en realidad están sufriendo.

A veces, simplemente no tienen palabras para describir cómo se sienten.

Estos factores pueden crear frustración y a menudo llevan a un quiebre en la comunicación entre quien sufre dolor y aquellos cuya misión es tratar de entenderlos. Los siguientes “consejos de comunicación” están creados para ayudarte a reconocer y superar los obstáculos especiales que pueden producirse al comunicarte con personas que sufren de dolor o enfermedades crónicas.

1. ¡Escuchálos!

Escuchar realmente es una de las cosas más útiles que podés hacer por una persona con dolor. Escuchar también implica más que solo oír lo que se está diciendo.

Un buen oyente escucha con su corazón además de con sus oídos. Es capaz de leer entre líneas e interpretar las comunicaciones no verbales sobre el dolor. Para ser un buen oyente, tenés que centrar completamente tu atención en la persona con la que te estás comunicando, y escuchar no solo lo que está diciendo, sino también cómo lo está diciendo.

Los buenos oyentes también son capaces de alejar sus preconceptos y suposiciones y adoptar una actitud de genuina y profunda curiosidad. Repetir y resumir lo que se dice es también una capacidad asociada a los buenos oyentes.

Como observa Bernard Lown, médico y ganador de un premio Nobel, “la mayoría de las quejas de la gente son relativamente directas, detectables para el oído cultivado para escuchar el inaudible suspiro, visibles para el ojo sensible a la lágrima que no se derrama”.

2. No finjas

Puede ser desagradable escuchar a alguien hablar sobre su dolor (¡imaginá cómo es para ellos!).

No le preguntes a alguien cómo se siente, a menos que estés realmente preparado para escucharlo. Sin embargo, es mejor escuchar en serio durante solo 5 minutos que fingir – porque vos no tenés por qué tener todas las respuestas.

La gente puede darse cuenta si no estás realmente interesado y eso los hace sentirse como si fueran una carga.

3. Entendé que quienes sufren de dolor pueden tener miedo de decir cómo se sienten

Muchas personas con dolor crónico no hablan sobre su dolor por miedo al ridículo o porque sienten ¿qué sentido tiene?, o porque piensan que si no hablan de eso, quizás desaparezca. Otros le restan importancia a su dolor por razones similares.

No expresar o no registrar completamente el dolor son mecanismos de afrontamiento que pueden desorientar a quien no sabe lo que está sucediendo. Entonces, cuando sospeches que alguien con dolor dice que se siente bien, podés hacerle saber que estás interesado, pero que entendés si no quiere hablar sobre eso.

4. Buscá pistas no verbales

Como se señaló, quienes sufren de dolor crónico a menudo no lo comunican, entonces buscá “discordancias” entre lo que dicen y cómo lucen. Algunos síntomas delatores, que generalmente indican dolor severo y tratado inadecuadamente incluyen sudoración, irritabilidad, trastornos del sueño, agitación nerviosa, dificultades para concentrarse, disminución de las actividades y pensamientos catastróficos.

Muchas personas con dolor crónico están tan acostumbradas a estos sentimientos negativos que no reconocen su importancia y por eso no te dan esa información a menos que específicamente les preguntes.

5. Creéle a la gente cuando dice que tiene dolor

Cuando las personas con dolor se quejan de él, a menudo no se les cree. Hay muchas razones para esto, incluyendo el mito de que quienes sufren de dolor crónico exageran su dolor para obtener compasión o para evitar responsabilidades.

En general, la gente no anda por ahí fingiendo que tiene dolor para obtener compasión – la investigación ha demostrado que de hecho es raro que las personas exageren o finjan. Recordá que “dolor es todo aquello que la persona que lo siente dice que es, toda vez que la persona que lo siente dice que lo siente”.

6. Hacer preguntas “que ayudan” puede estimular la esperanza

Las preguntas útiles son preguntas específicas o preguntas abiertas que expresan tu comprensión y tu interés en lo que está sintiendo la persona con dolor. Por ejemplo, podés tener una idea aproximada de cuánto dolor tiene una persona pidiéndole que lo califique en una escala de cero (nada de dolor) a diez (el peor dolor posible). Otras áreas importantes para hacer preguntas incluyen el sueño, la concentración, la transpiración y el estado de ánimo (depresión, irritabilidad).

También es asombroso que raramente se le pregunte en forma directa a quienes sufren de dolor crónico cuán satisfechos están con su tratamiento, y si piensan que su dolor es o no tolerable. Hacer las preguntas correctas también le da a quien sufre dolor el permiso para hablar sobre él.

7. Evitá “palabras que mutilan”

Las palabras son un arma de doble filo – pueden mutilar o sanar. Frases dichas sin pensar, como “solo tenés que aprender a vivir con tu dolor” o “no parecés enfermo” no hacen nada por ayudar, y hacen que quien sufre de dolor se sienta peor.

La psicología elemental enseña que el miedo es una vía incorrecta para motivar el comportamiento constructivo. En lugar de movilizar los recursos de quien sufre, ese tipo de frases hace que desaparezca la esperanza. Las palabras constructivas, cuidadosamente elegidas, en el contexto de cuidar una relación, pueden ser un disparador poderoso de recursos curativos.

Tan solo preguntarle a alguien cómo se sentía cuando parecía que no podía más: “Y entonces, cómo lo superaste?” puede evocar conciencia de la fuerza y la determinación de sobrevivir.

8. Sé compasivo

Tratá de dejar de lado tus preocupaciones, aunque sea durante unos pocos minutos, y escuchá con tu corazón abierto. Es sabido que la compasión es una de las emociones humanas más curativas.

Como escribió el ensayista Anatole Broyard “Yo no le pediría mucho tiempo a mi médico. Solo quisiera que se preocupara por mi situación por quizás unos cinco minutos, en los que pudiera darme toda su atención de una vez, que creara un vínculo conmigo durante un período corto, vigilara mi alma al igual que mi carne para involucarse con mi enfermedad, porque cada hombre está enfermo a su manera. Sin ese reconocimiento yo no soy nada, más que mi enfermedad”.

9. Sé honesto con las limitaciones de tu conocimiento

Es difícil ver a una persona con dolor y no saber cómo ayudarla. A nadie le gusta ver que otro sufre. Puede ser tentador ofrecerle algunos consejos bien intencionados, como “solo aprendé a vivir con esto”, que aunque muy bien intencionado, de hecho es muy poco útil.

Es mejor admitir que no tenés las respuestas en lugar de decir algo que sin intención destruya la esperanza.

10. Recordá, el dolor no es lo que pensás que es

Como probablemente sepas, el concepto de dolor ha atravesado una importante revisión en las últimas décadas. El dolor ha pasado de pensarse en términos meramente físicos a tomar conciencia de que está compuesto por factores físicos, psicológicos y neurológicos. Sin embargo, aunque han pasado más de 30 años desde que la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor declaró que el dolor es un problema tanto mental como emocional, mucha gente todavía actúa como si el dolor pudiera comprenderse simplemente como el signo de una lesión física.

Por ejemplo, quienes sufren dolor a menudo encuentran descrédito (incluso de parte de profesionales médicos entrenados), porque no tienen una lesión visible. Pero como los especialistas en dolor ahora saben, la participación de factores neurológicos explica por qué el dolor puede producirse en ausencia de causas externas. Esto también quiere decir que el dolor en ausencia de causas externas no debería considerarse anormal.

El dolor es en parte un problema psicológico que involucra un abanico de emociones. La respuesta inicial al dolor es el miedo, que es correcta, ya que el dolor representa una amenaza a la identidad y a la capacidad de trabajar, amar y jugar.

Sin embargo, cuando el dolor persiste, el miedo se transforma en ansiedad y depresión.

El efecto de la depresión en quienes sufren de dolor es mostrar menos sus emociones, y así, no lucen como si tuvieran dolor.

El dolor también es difícil de expresar en lenguaje, haciendo incluso más difícil entender lo que la persona está sintiendo. Entonces, para entender a una persona con dolor tenés que recordar que el dolor es algo enormemente complejo e individual.

La otra cosa que tenés que recordar es que el dolor es diferente para cada persona, dependiendo de la personalidad y de la historia de vida de la persona que lo padece. Entonces, no podés saber cómo es el dolor de esa persona...