LA EDUCACIÓN Y LOS VALORES, LA ASIGNATURA QUE FALTA
Cada vez que se produce un acontecimiento criticable o rechazable, sobre todo si se reitera en el tiempo y se producen daños graves a la convivencia e incluso daños personales, incluidas muertes, surgen voces, en todos los niveles de la sociedad, que reclaman de la educación una respuesta anticipada. Dice la UNESCO: "La educación debería abarcar valores tales como la paz, la no discriminación, la igualdad, la justicia, la no violencia, la tolerancia y el respeto de la dignidad humana. Una educación de calidad basada en un enfoque de derechos humanos significa que éstos se aplican a lo largo y ancho del sistema educativo y en todos los contextos de aprendizaje".
Estos años, podríamos enumerar un sinfín de sucesos que demuestran lo anterior. Recordemos casos tales como: los múltiples accidentes de tránsito en las que participan jóvenes conduciendo a altas velocidades y/o en estado de embriaguez, en donde se aprecia una falta a los valores de la responsabilidad y el respeto por la vida humana (la propia y la de los demás); qué decir de cuando ocurre algún acontecimiento luctuoso en una escuela o en un liceo de nuestro país, consecuencia del acoso o de la violencia que unos sufren y que otros infringen, cuando la intolerancia y el irrespeto reinan como por ejemplo en la transformación de un compañero de curso en un objeto de burla por parte de todos sus pares, como se denunciara en los medios de comunicación; también lo apreciamos en la moda de bailes en donde los jóvenes se agreden físicamente entre sí o la participación en actos violentos contra algún compañero (según algunos “juegos) y que son fotografiados por los hechores y/o cómplices, para luego ser puestos en páginas de Internet. Otro ejemplo lo encontramos en las llamadas barras bravas del fútbol, en las que se aprecia una abundante población juvenil con comportamientos masificados alejados de la convivencia, con daños en propiedad pública y privada (calles, medios de transporte, espacios públicos y deportivos saben de su paso cual ejércitos bárbaros que por donde pasan quedan sus vestigios de destrucción y violencia), de sus cánticos en los que abundan la xenofobia, la discriminación y la beligerancia. Otro ejemplo es la expresión delictiva infantil y juvenil, con su carga de violencia y de irrespeto a la propiedad privada y, en algunos casos emblemáticos, a la vida humana misma.
La tendencia de los medios y de la opinión pública, en estos casos, como en muchos otros, es a propugnar una respuesta básicamente policial e incluso judicial. Sin embargo, a la luz de lo estudiado, viendo todas estas situaciones anteriormente descritas, en las que reconocemos el componente valórico negativo que en ellas subyace, si sólo la sociedad reaccionara con una respuesta de tipo policial (y judicial) estaríamos en presencia de una visión reduccionista conductista de los hechos. Es decir, frente al estímulo que es la conducta inapropiada, daríamos una respuesta que evidentemente no sería la apropiada, pues no iría al fondo de las cosas, ni en su análisis ni en la búsqueda de soluciones adecuadas. Aquí se trata de desentrañar cuales son aquellas normas universales por las que se rigen los sujetos involucrados, cuáles son aquellos estilos de conducta a través de los cuales expresan la escala de valores cada uno de ellos. Descubriríamos, sin duda, que subyace una visión menoscabada de la persona humana, de ellos mismos y de su entorno. Apreciamos la presencia de formas inhumanas de convivencia (UTILIZACIÓN DEL OTRO, ALIENACIÓN,MANIPULACIÓN, ANOMIA). El hechor continúa quizás en ese estado de ser inconcluso que no ha logrado avanzar en ese proceso de convertirse en persona. Forma parte de diversas instituciones sociales, sin embargo no ha logrado descubrir que para su pertenencia requiere de normas (expresadas en derechos y deberes),que para formar parte de la sociedad humana es necesario comprender que el poder proviene del derecho y que así como cada individuo tiene objetivos particulares, no es posible negar la existencia de metas comunes que se contraponen a su egoísmo, en algunos casos, y hedonismo, en otros.
LA EDUCACIÓN Y LOS VALORES, LA ASIGNATURA QUE FALTA
FILOSOFÍA, EDUCACIÓN Y VALORES
La filosofía, entendida como "el intento por lograr una explicación racional de todo lo existente" (Whitehead) en planteamiento problemático nos interpela acerca del bien moral (ética) y nos muestra a un hombre en constante búsqueda del sentido axiológico de su existencia. En ese constante devenir, su sentido axiológico es la expresión de una preferencia por valores que, teniendo una existencia potencial, requieren de una existencia concreta, expresada a través de un tipo de relación entre un ser necesitado y un objeto apetecible. La tarea de la educación se entiende, en este contexto, como un hacer que el individuo realice un tipo de vida digno de vivirse. Cuyas preferencias o valores estén en consonancia con el fin último se du existencia. Como dijera Spranger: "Dime lo que amas y te diré quién eres." Así entonces, debemos entender la educación no como un mero "ir a la escuela" sino como "un proceso para llegar a ser persona" (Rogers). El hombre, ser inconcluso, requiere de un proceso natural, que conlleva en sí aprendizajes de conocimientos, habilidades y aptitudes, camina en dirección al ser persona. Esto último con la implicancia de la consciencia del universo y la responsabilidad de sus propios actos. Entonces la educación nos conduce a esa liberación personal que constituye la humanización.
UNA ASIGNATURA COMO PROPUESTA
Producto de los acontecimientos del pasado mediato de nuestro país y de la necesidad de, por un lado, preservar la memoria histórica, y, por otro lado, lo que es más fundamental, la ausencia de actos que dañen la convivencia nacional y que establezcan el más irrestricto respeto por los derechos humanos, se propuso hace un tiempo a esta parte, la creación de una asignatura especial. Cabe señalar que esta propuesta ya había emergido tanto en Francia como en España, como una necesidad de la sociedad, a la que la educación debía responder. Una asignatura que forme en la importancia de la seguridad vial, que esté atenta sobre la violencia en general y sobre la violencia de género en particular, y que señale los antídotos, como el respeto, la igualdad y la tolerancia.
Es importante señalar que los brotes de especial virulencia que producen esos fenómenos preocupantes de falta de civismo, de violencia y de muerte, son sólo la punta de un iceberg que abarca a todas las dimensiones que afectan a lo que llamarían una pedagogía de la libertad. El derecho es un medio de socialización o de seudoculturización fuerte, basado en el consenso y en la coercibilidad, a través de las sanciones y penas que puede imponer, pero su utilización exclusiva, sin otras medidas más en profundidad, es incapaz cuando falla el consenso y sólo queda el uso de la fuerza. El consenso sólo puede ser fruto del convencimiento, de la adhesión razonable a los valores principales del sistema, desde la idea de dignidad humana hasta las de libertad, igualdad y solidaridad y sus concreciones, como la tolerancia, el rechazo de la violencia y la defensa de la solución pacífica de los conflictos. En la formación recta de las conciencias, que es condición de la comprensión sobre el valor de la obediencia al derecho en las sociedades bien ordenadas, la educación es un instrumento indispensable.
Sólo la convicción razonable y libremente entendida y aceptada que procede de una formación pensada, estable y sistemática. Necesitamos una asignatura sobre la educación en valores que no puede ser improvisada, ni coyuntural, ni oportunista, sino sistemática, completa y adecuada a la edad de los alumnos y que exige una estabilidad y una permanencia para que pueda producir frutos. Con su implantación se deben despejar algunos prejuicios. Los más mayores tendremos que descartar cualquier comparación con adoctrinamientos de cualquier especie.
Si el Gobierno se decide a realizar esa reforma, se habrá producido un cambio revolucionario en la enseñanza y se producirán, sin duda, resultados positivos para la convivencia, con un modelo de ciudadanía que respetaría al otro como tal otro e igual en dignidad y en derechos. Con esta asignatura los alumnos comprenderán lo importante que es el respeto, además de a los demás, al medio ambiente, a la fauna y a la flora. Comprenderán que todas las ideas son libres y que nadie debe interferirlas ni violentarlas. Ahora bien, defender el derecho en la sociedad democrática como el mejor cauce, junto con la educación, para una convivencia ordenada, no debe suponer crear ciudadanos sumisos. Se debe impulsar la libertad crítica, la independencia y la autonomía de todos para rechazar a gobernantes corruptos, autoritarios o falaces, y para desterrar la manipulación y la mentira de la vida pública. Es una asignatura, en fin, capaz de formar a ciudadanos libres e iguales en derechos.
Partiremos de la premisa de que todo niño (a) y joven deben ser orientados a desarrollar actitudes y valores para que en la convivencia cotidiana manifiesten un respeto incondicional a la totalidad de cada persona humana. Sus manifestaciones de convivencia han de ser expresión del respeto que se debe tener a sí mismo y a las personas con las que se relaciona. Toda persona, por el hecho de haber nacido como tal, posee un ser impregnado de dignidad. Tarea del educador será recordar en todo momento este atributo del alumno y deberá tratarlo a la altura de la dignidad que le es propia. El alumno, por su parte, debe saber que por el hecho de ser persona, posee una alta dignidad propia, al igual que las demás personas con quienes convive. Es un ser incalculable y quienes conforman su entorno también poseen ese valor ilimitado. Así entonces, la educación debe orientarse para que el educando tome consciencia de "que sus comportamientos han de ser coherentes con lo que él y los demás valen porque son personas, tienen dignidad y merecen respeto[1]" Sólo de esta forma, el educando estará aprendiendo a reconocer su valiosa presencia en la sociedad y, del mismo modo, aprenderá a valorar la presencia de los otros, extirpando todo aquel resabio que permanezcan en él de xenofobia y discriminación.
Se hace necesario fomentar un modelo que presente las estructuras universales del juicio moral, que son aquellas que permiten a la persona adoptar principios generales de valor, como la justicia, la responsabilidad, etc., de manera tal que se persiga más que un conocimiento, un reconocimiento y asimilación de valores universales, como por ejemplo aquellos contenidos en la Convención Internacional de los derechos del niño, de la declaración Universal de los derechos Humanos e, incluso, en la Constitución política de nuestro país. Estas habilidades debieren llevarlo a la meta de la coherencia del juicio y la acción moral, la comprensión y construcción de normas justas de convivencia ocupen lugares preponderantes en su quehacer. Para alcanzar dichos objetivos se hace necesario desarrollar las diversas dimensiones de la personalidad moral, como lo son la autorregulación y la autonomía, así como la capacidad de diálogo, la empatía y un conjunto de habilidades sociales que lo lleven a desarrollar la capacidad de transformar el entorno.
Las estrategias metodológicas pueden ser muy diversas, dependiendo de la etapa de la que estemos hablando. En el caso del desarrollo del razonamiento moral se usan estrategias, como la discusión de dilemas morales, el diagnóstico de situaciones, comentarios críticos de textos; otro bloque de estrategias está más relacionada con desarrollar la capacidad de ponerse en el lugar de los otros, como el rol playing, el rol model, los ejercicios autoexpresivos, y otro bloque más de tipo conductual implica técnicas de autorregulación, autocontrol, y estrategias relacionadas con el desarrollo de habilidades sociales, particularmente en donde los mecanismos de resolución alternativa de conflictos[2] tales como la mediación y la negociación. En general, se trata de metodología de tipo cooperativo. En algunos casos es necesario el trabajo individual, de reflexión personal, pero, en principio, se utiliza una metodología que básicamente es cooperativa y grupal.
Una parte que siempre aparece muy compleja de abordar tratándose de educación en valores” es cuando llega al tema de cómo enfrentar a la evaluación...
La evaluación en este ámbito presenta ciertas complejidades. Además nos hemos encontrado que para muchos profesores la evaluación en esta área encierra un problema ético, porque les supone, piensan ellos, hacer explícitos juicios de valor sobre sus alumnos. Nosotros decimos que no se trata de eso. Cuando hacemos formación de profesores, intentamos que vean la evaluación, como el detectar cuál es el proceso que va siguiendo el alumno a la hora de ir construyendo su personalidad moral, si este corresponde o no al momento evolutivo en que se encuentra, si va logrando estas dimensiones del desarrollo moral, de las que hemos hablado anteriormente: conocerse a sí mismo, saber ponerse en el lugar de los otros, tener capacidad de diálogo, etc. Todas estas dimensiones siguen un proceso, y lo que intentamos hacer con la evaluación es ver hasta dónde ha llegado el alumno y ayudarle a avanzar. Un objetivo muy básico en nuestro modelo de evaluación es poner en contacto a la familia con los profesores/as. Con la evaluación estamos intentando que los padres de familia se impliquen también el proceso de educación moral de sus hijos y les estamos dando herramientas para que ellos se den cuenta de cuál es la evolución de sus hijos/as y puedan participar de dicho proceso.
Esta tarea no debería ser una sobrecarga para los profesores/as. Más bien debiera entenderse como una toma de conciencia por parte de los profesores, porque todos están trabajando el tema, en forma implícita y explícita, a través del currículo formal u oculto. Cada uno desde su lugar de trabajo está educando en valores de una forma determinada y propia. Entonces lo que se hace necesario es un acuerdo entre los docentes para sistematizar una práctica que ya existe. Por eso no se trata propiamente de un “nuevo trabajo”, sino de una actividad que ya se está haciendo, pero que ahora puede comenzar a ser realizada de manera más reflexiva y sistemática.
En este mundo del siglo XXI en que vivimos subyacen dos situaciones que nos llevan a reflexionar en estas palabras finales. Por un lado una sociedad que espera de la educación respuestas anticipadas a problemáticas negativas que la afectan desde sus raíces, como son los temas disvalóricos expresados en nuestras palabras introductoras a este trabajo.
Por otro lado, una tendencia e considerar excluyentes entre sí dos cosmovisiones educativas: la idea de construir personas eficientes, capaces de competir y adaptarse al mundo del trabajo, y una visión más "humanista" que tiende a enfatizar los aspectos éticos de la educación.
Muchas veces se han mostrado estas visiones como contrapuestas. Por un lado el modelo que se ocupa de la educación de los valores, a los modelos más competitivos o tecnológicos. Es la dicotomía entre los "buenos" y los "capaces". Contraposición sin duda alguna extrema y arcaica. La formación de los valores implica a un educando poseedor de información, conocedor de los puntos de vista científicos y tecnológicos, lo que le permite estructuras juicios éticos respecto del desarrollo humano de la sociedad. Por otras parte, el mundo de trabajo requiere de un alto nivel de conocimiento y/o capacitación, que también requiere de personas que valoren el diálogo, el trabajo en equipo y la autonomía.
El formar personas aptas para el trabajo no se contrapone con la formación de buenos ciudadanos. Un buen ciudadano posee también el desarrollo de las competencias necesarias para la ejecución de una tarea laboral bien hecha.
BIBLIOGRAFÍA
Tedesco, Juan Carlos. Los nuevos desafíos de la formación docente / Juan Carlos Tedesco. ARTICULO REVISTA Revista de tecnología educativa. -- Vol. 14 , no. 3 (2000), p. 323-337
Álvarez Ramírez, Sylvia. Educación de la sexualidad en el contexto del desarrollo de la persona, CPEIP, Santiago de Chile, 1991.
Centro de Abordaje de Conflictos. Mecanismos de Resolución Alternativa de Disputas. http://www.mediacioneducativa.com.ar/tecnirad.htm
Ibañez, Diego. La Educación de las virtudes. Ilustre Municipalidad de providencia, 1999.
[1] Educación de la sexualidad en el contexto del desarrollo de la persona (Alvarez: 1991)
[2] http://www.mediacioneducativa.com.ar/tecnirad.htm
Antes de adentrarnos más en profundidad en los fundamentos y principios Que aporta el propio Max Scheler, cabe hacer una pequeña introducción sobre lo que nos referimos cunado de axiología de los valores nos referimos.
Axiología (del griego axios, ‘lo que es valioso o estimable’, y logos, ‘ciencia’), teoría del valor o de lo que se considera valioso. La axiología no sólo trata de los valores positivos, sino también de los valores negativos, analizando los principios que permiten considerar que algo es o no valioso, y considerando los fundamentos de tal juicio. La investigación de una teoría de los valores ha encontrado una aplicación especial en la ética, donde el concepto de valor posee una relevancia específica. Algunos filósofos como los alemanes Heinrich Rickert o Max Scheler (siglos XIX-XX) han realizado diferentes propuestas para elaborar una jerarquía adecuada de los valores. En este sentido, puede hablarse de una ‘ética axiológica’, que fue desarrollada, principalmente, por el propio Scheler, y la cual trataremos a continuación.
En un primer momento, Max Scheler distinguió las esencias de lo que es tangible, real o existente, lo que llevó a la afirmación de la independencia de los valores (eternos e invariables) respecto de los bienes, que serían sólo sus portadores circunstanciales. De este modo, Scheler cambia el enfoque formal del filósofo alemán Immanuel Kant por un estudio de los valores en cuanto contenidos específicos de la ética, los que se presentan de un modo directo e inmediato a la persona.
Los valores, según Scheler, se presentan objetivamente como estructurados según dos rasgos fundamentales y exclusivos:
La polaridad, todo los valores se organizan como siendo positivos o negativos. A diferencia de las cosas que sólo son positivas.
La jerarquía, cada valor hace presente en su percepción que es igual, inferior o superior a otros valores. Esta jerarquía da lugar a una escala de valores que Scheler ordena de menor a mayor en cuatro grupos:
Los valores del agrado: dulce - amargo.
Las valores vitales: sano - enfermo.
Los valores espirituales, estos se dividen en:
Estéticos: bello - feo.
Jurídicos: justo - injusto.
Intelectuales: verdadero - falso.
Los valores religiosos: santo - profano.
Los valores morales no son una categoría de valores porque no poseen portadores, son valores puros. Su realización es más bien indirecta. Se verifica en la realización de los otros valores según su polaridad y jerarquía objetiva.
Para resumir, podemos afirmar que la ética axiológica defiende la división entre los valores propiamente dichos y el resto de bienes, sustancias o cosas; de forma que pueden existir los valores sin que existan los seres humanos. Es ante esto, donde encontramos su gran problema, pues si no existen las personas que ponen en práctica los valores ¿cómo podemos decir que son valores?
La Educación de los Valores
Febrero, 2017
¿Cuántas veces no hemos visto alguna de las expresiones que aparecen más abajo en las viñetas y las hemos justificado? Quizás si hasta escuchamos alguna de ellas, pronunciada por un ser querido. O más aún, acaso hemos actuado o pensado de alguna de esas formas...
Quizás nunca nos hemos coludido para subir ni el confort, ni los pollos, ni los precios de los medicamentos, pero no es cierto que hay cierta semejanza con tantas otras formas de engañar a nuestros semejantes: mintiendo, sacando provecho vil de los otros, desoyendo las necesidades de los que tienen menos...
Quizás nunca hemos destrozado un semáforo, un bien público tan necesario para la seguridad de todos, pero no es verdad que hay cierta semejanza conductual como cuando tiramos nuestra basura al piso de una habitación, de una calle, de una plaza. O cuando escribimos sobre las paredes de nuestras calle y baños públicos (por qué sera que no lo hacemos en el baño o paredes de nuestra casa). Qué decir de los que rayan nuestros monumentos históricos de escultura y de arquitectura, patrimonio de todos nosotros y de las generaciones futuras. O cuando escribimos corazoncitos en la corteza de los árboles, cuando contaminamos los ríos y mares. Nos resulta fácil criticar a los industriales que lanzan desechos a los ríos y mares, pero se nos olvida que nosotros hacemos otro tanto cuando dejamos, por ejemplo, plásticos en los mismos lugares, plásticos que se degradarán en miles de años...
Quizás nunca hemos asaltado un banco, ni robado una tienda, pero seguramente podemos ver cierta semejanza en esos actos, cuando no pagamos nuestros compromisos, cuando evitamos pagar lo que corresponde, cuando alguna vez nos quedamos con un vuelto que no nos correspondía...
Quizás nunca hemos tenido la desgracia de manejar bajo los efectos del alcohol ocasionando un accidente, mucho menos haber sido los responsables de la muerte de la pequeña Emilia, del campesino muerto por el hijo del político o de la joven kinesiologa atropellada. Pero el acto mismo de irresponsabilidad de conducir bajo la influencia del alcohol y las drogas, constituye un acto de profundo desprecio por el ser humano. Y no pienso sólo en desprecio por las víctimas directas de un hipotético accidente mortal, sino en el desprecio hacia la familia del mismo conductor, que en su acto de irresponsabilidad (ese que deja al azar la vida de los demás y la propia) no es capaz de pensar sólo en sí mismo, disfrutando del presente, sin importarle ni siquiera su propio futuro que podría ser de muerte, de secuela física y psicológica, producto de una mala decisión...
Quizás nunca hemos agredido físicamente a ninguno de nuestros seres queridos, pero visualizo cierta semejanza con un mal modo, con una ofensa, con un desprecio hacia quienes nos rodean. El hombre o la mujer violenta no es capaz de discriminar en sus actos. Simplemente daña: daña a un ser querido, a un vecino, a un compañero, a su pololo(a), a sus padres, a sus hijos, incluso hasta a sus mascotas...
Quizás nunca hemos discriminado a una persona por ser diferente a nosotros mismos. Es probable que, en teoría, nos encontremos incluso mejores personas que las que verdaderamente somos. Quizás tenemos una actitud comprensiva y acogedora igualitaria antes un católico o ante un testigo de Jehová; ante un ateo o ante un cristiano; ante un heterosexual o ante un homosexual; ante un pobre o ante un rico; ante un militante de gobierno a ante un militante de la oposición; ante un chileno o ante un peruano; ante un blanco o ante un negro; ante un hombre o ante una mujer; ante un niño con sindrome de Down o ante un niño superdotado; ante una persona de nuestro equipo de fútbol o ante una persona del equipo rival; ante una persona de nuestros propios gustos artísticos o ante una persona de gustos completamente opuestos.
Debo reconocer que al redactar el párrafo anterior, también yo me descubrí no teniendo siempre esa actitud "comprensiva y acogedora igualitaria" en todos los casos descritos. Y de aquello trata esta reflexión. Reconocemos la reflexión, la tolerancia y el respeto como valores humanos, llamados a iluminar nuestro caminar, tan breve en tiempo y espacio, diría Sartre.
Esta reflexión tiene la finalidad de aportar a quienes QUEREMOS SER MEJORES PERSONAS, a QUIENES NO NOS CONFORMAMOS CON UNA MIRADA EGOÍSTA DE LA VIDA, para QUIENES CONSIDERAMOS QUE SOMOS PERSONAS VALIOSAS EN CUANTO RECONOCEMOS TAMBIÉN EN LOS DEMÁS ESA CONDICIÓN VALIOSA. Condición de valor dada por el sólo hecho de ser persona (algunos dirán, además, por el sólo hecho de ser hijos de Dios). No estamos solos en el mundo. Somos socios, compañeros, vecinos, cómplices de una generación humana que en 100 años más no estará sobre la faz de la tierra: tenemos la misión de heredar a quienes nos sucederán, un mundo en donde prevalezcan la REFLEXIÓN, la TOLERANCIA y el RESPETO.
La Reflexión implica aceptarnos como personas capaces de observar, analizar y tomar decisiones racionales en nuestro actuar cotidiano. Pensar en nuestros actos antes de actuar. Si en este proceso de reflexión somos capaces de reconocernos, los humanos, como entes racionales, entonces no podemos aceptar que nuestros actos sean presas de la irracionalidad y las emociones. De esta manera me hago responsable de mis actos, pues los entiendo y los manejo. Aplicando la reflexión, lejos estará de nuestro hacer la violencia o cualquier acto semejante.
La Tolerancia implica aceptar que los otros no son ni están obligados a pensar y actuar igual que yo, pues reconozco en el otro a una existencia independiente de mí, con su propia historia y su propia vida. En consecuencia, acepto su actuar, aunque sea muy diferente a mí, pero tiene derecho a ejercer su libertad. Quizás la única limitación al ejercicio de un actuar tolerante radique en la defensa de mi integridad personal o la de otras personas, incluso la defensa del ambiente (incluida su fauna), que el otro no tiene derecho a transgredir, pues es posesión de todos.
Finalmente, el Respeto implica reconocer que mis derechos terminan donde empiezan los derechos de los demás. Es en este contexto en que reconozco al ser humano, en su grandeza y en su debilidad, como un ser que merece estar aquí y ahora, tal como yo lo merezco.
Eso es lo que quiero heredar a mis hijos y nietos... y Usted?