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MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
EL CULTO A LOS MUERTOS
LA VIDA DE ULTRATUMBA SEGÚN LOS GRIEGOS
Para los griegos era un deber ineludible enterrar a los muertos, ya que las almas de los que no recibían sepultura ni rito funerario alguno estaban condenadas a vagar eternamente y a perseguir a sus parientes por haber descuidado el cumplimiento de los preceptos religiosos con los difuntos. Sin embargo, esta norma no se respetaba con los ladrones de templos, con los suicidas ni con los delincuentes ajusticiados.
El entierro de los difuntos era uno de los pilares fundamentales de las creencias familiares, ya que los espíritus de los antepasados eran una especie de divinidades a las que se debía rendir culto de forma periódica.
Vida de ultratumba
"...creen que bajo tierra hay un lugar
profundo, grande, amplio, oscurísimo y sin sol. Es el Hades.
En aquel abismo enorme reina el
hermano de Zeus, llamado Plutón.
En primer lugar se encuentra la
laguna Aquerusia. Nadie la puede
cruzar ni vadear sin un barquero, ya
que su profundidad no permite
traspasarla a pie y su anchura es
excesiva para atravesarla a nado y, en
fin, ni siquiera las aves muertas
pueden alcanzar la otra orilla
volando.
Inmediatamente junto a la bajada y a
la puerta, que es de acero, Éaco se
encarga de custodiar la entrada sin
pausa. A su lado Cérbero, el can de
tres cabezas, bravísimo, muestra su
cara amical y pacífica a los que
llegan, pero atemoriza a los que
intentan huir con sus ladridos
incensantes y sus afilados colmillos.
Allí imperan Plutón y Perséfone, y
tienen poder sobre todas las cosas.
Dos son los que están sentados como
magistrados, gobernadores o jueces.
Los humanos buenos, justos y que
llevaron una vida virtuosa, en cuanto
se reúnen en grupos, los mandan a
los Campos Elíseos para que lleven
allí una vida felicísima. En cambio,
cuando llegan a sus manos los
malvados los envían al lugar
destinado a los impíos, para que
reciban el castigo que les
corresponde por sus culpas e
injusticias.
Los hombres de vida mediocre, que
son la mayoría, andan errantes por el
prado, sin cuerpo, todos convertidos
en sombras que con el tacto se
desvanecen como el humo. Se nutren
de las ofrendas y las libaciones que
les hacemos en sus sepulcros. De
manera que si alguno acá, en la
tierra, no dejó ni parientes ni amigos,
aun muerto, padece hambre y vive
entre los muertos atormentado por
falta de alimento."
LUCIANO, Sobre el luto, 2-9
El ritual de un entierro griego
"Cuando muere un familiar, en primer
lugar le ponen un óbolo en la boca
para que le sirva para pagar el paso
de la laguna. Después de lavar el
cadáver, de ungirlo con bálsamo
perfumado en el momento en que
empezaría a oler mal, y de coronarlo
con flores de la estación, lo exponen
a la vista de todo el mundo,
amortajado con los mejores vestidos
para que no tenga frío ni el Can
Cérbero le vea desnudo.
Y mientras van haciendo todo esto, las
mujeres prorrumpen en llantos y
gemidos, todos lloran, se golpean los
pechos, se mesan los cabellos y se
arañan las mejillas. A veces incluso
desgarran la ropa y se echan polvo en
la cabeza, y los que aún viven están
peor que el difunto, porque a menudo
se revuelcan por el suelo y se
golpean la cabeza contra el
pavimento."
LUCIANO, Sobre el luto, 11-12
Al día siguiente, el difunto era llevado sobre los hombros de sus familiares o de los esclavos, o en un carro. Detrás iba la comitiva de familiares y amigos.
En el cementerio, situado generalmente al lado de los caminos que llevaban a las ciudades, el cuerpo podía ser inhumado o quemado en una pira. En este caso, las cenizas eran recogidas por un hijo o familiar y después se guardaban en una urna.
Cuando el cadáver era inhumado, el cuerpo se depositaba en un sarcófago de cerámica o de madera, o simplemente se enterraba sin sarcófago, sobre un lecho de hojas. Al lado del cuerpo del difunto se dejaba una cantidad considerable de cerámica y parte del ajuar qu había pertenecido en vida al finado, para que pudiese continuar disfrutando de sus cosas después de muerto. A Continuación se ofrecían libaciones. Las tumbas eran recubiertas por un túmulo de tierra sobre el que solía ponerse uno de los siguientes monumentos: una estela, una columna, un vaso, etc. Los ricos levantaban en memoria de sus difuntos monumentos más suntuosos en forma de pequeños templos, con una inscripción que recordaba al difunto. En muchos de los museos que conservan cerámica griega, puede verse un tipo de vasos, llamados lécitos, que, en un principio, servían para contener ungüentos y perfumes de todas clases. Estas lécitos, muchas con fondo de color blanco, adoptaron una función exclusivamente funeraria. Las figuras en ellas representadas son también de carácter funerario: el muerto presentándose cerca de su tumba, simbolizada habitualmente por una columna, o despidiéndose melancólicamente de otra persona, o bien dos mujeres adornando una tumba con ofrendas funerarias.