La Administración del Estado y los Tercios

La Administración y

Los Instrumentos del Estado

con Carlos I

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El cambista y su esposa.- Marinus Claeszón (1539)

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En 1480, los Reyes Católicos reorganizaron el Consejo Real, como instrumento de gobernación de sus reinos, institución cuyo nacimiento (1385) se remontaba a tiempos de Juan I de Castilla. Con Carlos I, la monarquía estará asistida por cinco Consejos: El Consejo Real, el de Estado, el de Hacienda, el de la Inquisición y el de las Indias. Los Austria mayores siguieron la norma de hacer muy suyo el Consejo Real que actuaba como tribunal supremo de justicia. Los consejeros era 16, en su mayoría letrados profesionales. La nobleza solo tenía una representación testimonial. Hecho, este último, al que Carlos concedía importancia, como testimoniaba en carta a su hijo Felipe:

"El Duque de Alba quisiera entrar con ellos (se refería a la entrada en el Consejo del cardenal Tavera y de Francisco de los Cobos)..., y por ser cosa del gobierno del Reino, donde no es bien que entren los Grandes, no lo quise admitir, de lo que no quedó poco agraviado".

"De no ponerle a él, ni a otros de los Grandes muy adentro en la gobernación os habéis de guardar, porque por todas vías que él y ellos, os ganarán la voluntad, que después os costará caro..."

En 1529, se crearon los consejos de la Guerra y de las Ordenes que tenía atribuciones sobre las órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara. Todo aquel entramado de instituciones, en organización polisinoidal, se mostró muy eficaz durante los gobiernos de Carlos I y de Felipe II.

La base sobre la que se sustentaba la diplomacia de los Austria eran los enlaces matrimoniales entre miembros de las distintas dinastías. Carlos I mantuvo embajadas en Londres, Lisboa, París, Viena, Roma, Venecia y Génova. Como diplomáticos destacaron Nicolás Perrenot Granvela, embajador en París con Francisco I; Simón Renard, en la Inglaterra de María Tudor; Diego Hurtado de Mendoza, en Venecia; Lope de Soria, en Génova; Requesens, en Roma.

El ejército de las glorias imperiales lo formaban unos 60.000 soldados de los que unos 12.000 formaban los famosos tercios españoles, tremenda y temida fuerza de choque, artífice de muchas victorias durante más de un siglo. Los tercios reunían una serie de características que les hacían ser la fuerza de elite: gran movilidad, destructora potencia de fuego y extrema moral de victoria. Cada tercio estaba formado por 12 compañías de 250 soldados. Cada una bajo el mando de un capitán, un alférez y un sargento. Dos tercios viejos formaban una corenalía y dos corenalías integraban una división de combate bajo el mando de un capitán general. Los cuatro tercios viejos tenían un presupuesto de 600.000 ducados. La relación entre arcabuces y picas de cada tercio fue aumentando progresivamente y los arcabuceros españoles gozaban de merecida fama en toda Europa por su eficacia en combate. En 1567, el arcabuz fue desplazado por el mosquete de horquilla. Los jubilados o impedidos de los tercios recibían una pensión equivalente a la tercera parte de una paga, siempre que hubieran servido 10 años en el Tercio.

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Pieza de artillería del Tercio y reclutando aprendiz para el Tercio.

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La fabricación de armas ligeras se concentraba en el País Vasco, en Guipúzcoa y, concretamente, en las localidades de Eibar, Elgoibar, y Placencia de las Armas. En la tercera guerra con Francia, un empresario vasco, Antón de Urguizu, tenía a punto 2.000 arcabuces y preparaba 4.000 más y 6.000 picas. Los soldados se reclutaban en Castilla, Extremadura, en la alta Andalucía y en Asturias. Los pastores trashumantes eran los que en mayor medida nutrían los tercios y se convertían en fieros soldados y duros conquistadores. Sin embargo, la caballería estaba formada por alemanes y flamencos y era una fuerza que rondaba los 10.000 jinetes en las guerras. La artillería se fabricaba en gran parte en Alemania, cuyas fundiciones eran superiores a las de España.

En cuanto a la marina de guerra, se disponía de unas veinticinco galeras dedicadas, sobre todo, a la protección de las costas de Levante, pero el emperador Carlos se servía esencialmente de la marina de guerra genovesa de los Doria. Poco a poco, se fue se fue desarrollando una industria naval más potente por las necesidades de protección de las rutas comerciales atlánticas.

Para financiar los gastos del Estado el Consejo de Hacienda, adoptó el modelo flamenco con la intención, nunca alcanzada, de "mediar los gastos con los ingresos". Carlos nombró presidente del Consejo a Enrique de Nassau. A mediados del siglo XVI el presupuesto ordinario ascendía a 1.500.000 ducados en tiempos de paz, pero en tiempos de guerra era necesario disponer de unos 3.000.000 de ducados adicionales para mantener los ejércitos y su equipamiento. Donde los cuatro tercios viejos y la caballería absorbían 1.600.000 ducados ( un caballo costaba unos 60 ducados). Esto obligaba a un progresivo endeudamiento que, al final del reinado de Carlos I, supuso una deuda de 24.000.000 de ducados. Solo los intereses devoraban el 50% de los ingresos de la Corona que ascendían a unos 3.000.000 de ducados. Ingresos que se triplicarían al final del reinado de Felipe II.

Los ingresos de la Corona procedían de sus propias rentas anuales, de los servicios votados en las Cortes y de las ayudas de la gracia pontificia. Estos ingresos se completaban con los ingresos procedentes de la trata de esclavos negros con destino a las Indias, por las licencias concedidas a los negreros de turno, en 1552, se llegó a pagar por una de estas licencias, 190.000 ducados; que como contrapartida autorizaba al negrero a enviar 23.000 negros en siete años, unos ocho ducados por esclavo, ocho veces menos que el precio de un caballo. Pero suponemos que el precio de venta del esclavo no sería inferior al de un caballo, ni a cincuenta ducados por cabeza humana. Luego estaban los ingresos por la venta de oficialías, hidalguías y otros privilegios, así como la venta de propiedades reales o los derivados de la enajenación de los bienes recibidos por la desamortización de señoríos eclesiásticos y maestrazgos. También se contaba con los crecientes ingresos procedentes de las Indias que al final del reinado de Carlos suponían para la Corona unos 400.000 ducados anuales, la quinta parte de los ingresos totales recibidos en España; en la última mitad del siglo XVI las riquezas procedentes de América totalizaron los 250.000.000 ducados. Como ingresos extraordinarios del reino de Carlos I hay que destacar los 900.000 ducados de la dote de Isabelde Portugal y los 2.000.000 de escudos (unos mil millones de pesetas actuales) del rescate pagado por los dos hijos de Francisco I, que estuvieron retenidos, como rehenes en España, al poner a su padre en libertad.

Además, se disponía, como fuente de financiación, de los "juros", una especie de bonos del Estado y con los préstamos de la nobleza, alto clero, ricos comerciantes y banqueros o prestamistas internacionales, entre los que destacaba la casa italiana de los Fugger. En el fondo todo cargaba sobre el trabajo del pueblo, ya que la "clase patricia" estaba exenta del pago de impuestos. El gasto se disparó, así como la inflación, en la época imperial. Solo los gastos de la Casa Real, unos 250.000 ducados, en 1544, se habían multiplicado por cien desde tiempos de Isabel la Católica.

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(Es difícil encontrar la equivalencia entre el ducado (375 maravedíes) y la peseta actual, pero el ducado de oro empleado en el siglo XVI, unas 7 pesetas de entonces, no debía alejarse mucho de tener el poder adquisitivo equivalente al que tienen de 7.000 a 10.000 pesetas actuales.

El ducado fue creado por Roger II de Sicilia en el siglo XII con la leyenda SIT TIBI CHRISTE DATUS QVEM TV REGIS ISTE DVCATVS, de donde le vino el nombre. Juan II de Aragón, padre de Fernando el Católico, lo introdujo en España poco antes de 1477, con ley de 23 y ¾ quilates y con un peso de 3,54 gramos. Al principio tuvo que competir con el florín de oro de peso un poco inferior. Su hegemonía tuvo lugar durante la primera mitad del siglo XVI, ya que más tarde cedió su puesto al escudo. Carlos I acuñó el doble ducado de 7 g y, también, medios ducados, los florines. En 1528, se acuñó en Zaragoza la pieza de 100 ducados de 350 gramos y 81 milímetro de diámetro. Un ducado equivalía a 275 maravedíes, moneda también muy empleada en aquella época. Fueron famosos los ducados de Fernando el Católico acuñados en Zaragoza. Zaragoza dejó de acuñar ducados en 1564).

El endeudamiento de la Corona, a la muerte del emperador, fue uno de los más graves problemas de la España del siglo XVI y siguientes. Fue la causa de las dos suspensiones de pagos durante el reinado de Felipe II, que continuó manteniendo gastos de guerra insoportables para la economía del reino y que supusieron unas penosas condiciones de vida y la ruina para gran parte de la población. Al final de su reinado, Felipe II era odiado en toda Europa, aunque el triste y severo monarca había logrado ser tolerado y, en cierta forma, admirado por su pueblo, se decía "...si el rey no muere, el reino muere". Muy otra sería España de haber sabido canalizar las ingentes riquezas obtenidas de las Américas hacia inversiones más productivas que la guerra y la defensa de la religión católica, prescindiendo de aspirar a "salvar a los que deseaban condenarse" separados de la religión de oficial. Mucho nos debe Roma, pero mucho más todos los que se enriquecieron a costa de nuestras ansias imperiales. Todo aquello sirvió para crear una casta de aristócratas, cuyos apellidos aún suenan en el siglo XXI a rancias "glorias" del pasado, y de altos funcionarios que no estuvieron dispuestos a imitar los modelos industriales emergentes en el resto de Europa, sino, por el contrario, a encerrarse en sus dominios como los antiguos señores feudales, aislándose de la realidad que iba implantándose en otras naciones.