La batalla de Vitoria

Se encuentra en el Museo de Armería de Álava

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Miguel Ricardo de Álava y Esquivel nació en Vitoria el 7 de febrero de 1772

La parte más bella de la empuñadura es el puño donde pone el lema de la Casa de Álava "A LA MAS LINDA ALAVA"

LA BATALLA DE VITORIA

21 DE JUNIO DE 1813

En colosal retirada

vienen las temidas tropas

de Napoleón el invicto,

cuya suerte á su fin toca.

El intruso rey José,

que sostiene su corona

en el aire del acaso

con el humo de la pólvora,

como jefe que no manda,

como soldado que estorba,

al frente de sus legiones

francesas, rápido toma

el rumbo de Francia, viendo

que le hostigan las victorias

de lord Wellington, aliado

de la nación española.

Llega a la llanura de Alaba,

y, á lo largo del Zadorra,

desde La Puebla á Mendíbil

sus divisiones coloca,

con el mariscal Jourdan

que es el caudillo de todas.

En tanto, por Berberana

Guibijo y Arcamo asoman

los aliados, con lord Wellington,

que á los franceses acosa.

En Subijana los jefes

de su ejército convoca,

y al ilustre Alaba encarga

que el plan de ataque proponga,

pues no hay quien cual él, el campo

de la batalla conozca.

Se acepta su pensamiento,

y, en cuanto brilla la aurora,

del nuevo esperado día,

que hará famoso la historia,

Morillo ataca á La Puebla

y el alto de Arganzón toma,

contra el conde de Gazan,

que con tres legiones choca:

contra ingleses y españoles,

entre los bosques y rocas

de El Boquete y Subijana,

que al fin vencido abandona.

En tanto el inglés Graham

y Giron, y Pack y Longa,

desde Murguia acometen

contra el paso del Zadorra

por Abechuco y Araca

y Gamarra, en horrorosa

embestida, que resiste

por espacio de seis horas

Reile, el conde, insigne jefe

de las imperiales tropas.

Forzados ambos estremos,

Wellington el centro corta

por Villodas y Tres Puentes

y Mamario, y desaloja,

bajo mortifero fuego

de acometida heróica

de Jundiz á los franceses,

alto de eterna memoria,

donde cincuenta cañones

pusiera Tirlet ahora,

tarde y sin fruto, amparando

al rey José y á su escolta

que en Ariñez, con Jourdan,

al contemplar la derrota,

ciegos, en su aturdimiento,

al escaparse, provocan

la completa retirada

de las huestes napoleónicas.

Incomparable espectáculo

entónces se desarrolla,

y ante los ojos atónitos

de los pueblos y las tropas.

Las nieblas, hácia las cumbres

de la sierra, el rumbo toman;

brilla el sol, y las columnas

de humo, formando coronas,

entre el resplandor siniestro

de las mortiferas bocas

suben, y permiten ver,

en los sembrados y lomas,

cuál marchan los batallones

guiados por la victoria,

con sus pintorescos trajes,

con sus armas ostentosas,

sus desplegadas banderas

y sus cánticos de gloria.

A escape los escuadrones

los estensos campos cortan,

contra la linea lanzándose,

donde el francés se amontona.

Vomita la artilleria,

con furia vertiginosa,

constante fuego, empujando

á los que van en derrota.

Arden pueblos y sembrados

y entre las llamas y sombras

se ven cruzar los furgones

enemigos; se desbocan

sus tiros, ruedan al suelo

y, en confusión espantosa

los soldados se dispersan,

con los vencedores chocan,

y al belicoso alarido

de los que matan ó lloran,

únense el terrible estruendo

de la explosión de la pólvora,

y el toque de los clarines,

y las voces poderosas

de los jefes, y los ecos

de los himnos de victoria,

que entre las gentes aliadas

doscientas músicas tocan;

y este gran rumor confúndese

con el que á lo lejos brota

del ejército vencido,

que cual la mar tormentosa

brama y se agita, formando,

en la ámplia llanura toda,

este cuadro, un gran infierno

que nuestro triunfo corona.

En medio del panorama

guerrero que tanto asombra,

circuida de humo y fuego

se alza la noble Vitoria.

Pensando en la triste suerte

que habrá de correr ahora,

por el temor del encono

de las fugitivas tropas,

y de la furia inclemente

de las huestes vencedoras,

que haran horribles estragos

en el pueblo, unas tras otras,

Alaba se pone al frente

de un regimiento, en buena hora,

cruza el peligro, se lanza

por las veredas más cortas

á la ciudad, entra en ella,

á los franceses arroja,

sus restos acuchillando

en las calles y en la ronda,

é impide que los ingleses

luego, á la ciudad se impongan.

El, el caudillo inmortal

que preparó la derrota

del rey José, él, cual buen hijo

logró salvar a Vitoria.

Sus paisanos le saludan

con frenesí, y le coronan

con la aclamación ferviente,

que en sus pechos se desborda.

A lord Wellington recibe,

al terminar la derrota,

al frente del municipio

y de la población toda.

Ambos caudillos, cumpliendo

vieja promesa amistosa,

ántes de buscar descanso

á tanta fatiga y gloria,

á saludar se dirijen

á la que ha de ser esposa

de Alaba, á la ilustre dama

doña Loreto de Arriola.

¡ Cuadro imponente el que ofrece

por la tarde la anchurosa

llanura, donde aún retumban

los tiros de la derrota!

Entre los rastros de sangre,

que el suelo á trechos coloran,

entre los informes grupos

de muertos, que se amontonan,

en los desechos sembrados,

en las altas y en las hondas

revueltas de los caminos,

hay huellas de la espantosa

jornada, que ha decidido

de la suerte de la Europa.

Véase allí tres mil cadáveres,

de unas naciones y otras;

ocho mil pobres heridos

urgente socorro imploran;

ciento cincuenta cañones,

con sus armaduras rotas,

desde Betoño á Arlanban

el ancho camino estorban;

mil furgones atestados

de despojos, que destrozan

los soldados vencedores,

que el rico botín se apropian,

esparcidos por los campos

yacen, y entre ellos las joyas

del arte, á España usurpadas

en pedazos se recobran.

Centenares de familias

fugitivas, su congoja

muestran al ver que los suyos

por fuerza les abandonan.

Muchas, que ayer eran ricas

se encuentran pobres ahora,

y en cambio, á pobres de siempre

hace ricos la victoria.

Su bastón de Mariscal,

perdió José en la derrota,

que á la Inglaterra lord Wellington

manda, cual timbre de gloria.

En cambio á su vez, recibe

como premio, la gran honra,

de Feld-mariscal y el título

de duque, y rentas cuantiosas.

A Alaba su gratitud

demuestra tambien Vitoria

con repetidos obsequios

que su gran mérito abonan.

El gran caudillo alabés,

en la campaña más glorias

conquista, hasta que la Francia

demanda una paz honrosa.

Por él España los cuadros

del gran Rafael recobra;

á nuestra patria en Holanda,

de una manera ostentosa,

á espensas de su dinero,

que es pobre su nación propia.

Amigo de los principios

modernos, sufre la odiosa

persecución, que en la Córte

y en su pueblo se provoca

por ruines émulos suyos,

que cual ingratos se portan

al pagarle el bien que hiciera,

con el mal que le ocasionan.

Es en las Córtes modelo

de los ardientes patriotas;

desterrado obtiene honores

de las gentes poderosas

del extranjero, que rinden

digna justicia á sus glorias.

Embajador al arder

nuestras civiles discordias,

contiene las hecatombes

sangrientas que nos deshonran,

oponiendo al "no hay cuartel",

la humana misericordia.

Ministro, con los más célebres

nombres, que apunta la historia,

en los tiempos más difíciles,

secunda grandes reformas.

Y modesto, y sin los títulos

de aristocráticas pompas,

querido y muy respetado

en su ancianidad dichosa

vivió en la ciudad, que guarda

sus restos altiva ahora,

honrando al gran general

que preparó la derrota

del rey José; y al buen hijo

que salvó un dia á Vitoria.

Sacado del libro "Romancero Alabes" de Ricardo Becerro de Bengoa de Editorial MAXTOR

En 1812 una parte del poder público se decide al final por oponerse a los franceses. El 27 de mayo, la Diputación reunida en Tertanga (cerca de Orduña) responde afirmativamente a las invitaciones de la Junta Central y Consejo de Regencia -organismos ambos de carácter antifrancés- y apuesta por la oposición institucional. La creación de una Junta Provincial paralela aisla en la capital el poder "legal" francés. Mientras, en la provincia, la Junta y la guerrilla dominan toda la situación. Vitoria llega a quedar bloqueada, lo que acentuará aún más las dificultades de racionamiento, 1812 será llamado "el año del hambre", aunque esta designación ha de generalizarse a toda la península.

La Diputación paralela elegirá presidente al general Alava, y mandará representación a las Cortes de Cádiz en la persona del diputado Manuel Aróstegui.

Sacado del Tomo 3 de "Alava en sus manos" Caja Provincial de Alava 1983