Hipocondría

La hipocondría es una enfermedad por la que el paciente cree —de forma infundada— que padece alguna enfermedad grave. El origen del término hace referencia a una región anatómica, el hipocondrio, situada bajo las costillas y el apófisis xifoides del esternón, donde según la escuela médica humoral se creía que se acumulaban los vapores causantes de este mal.

La hipocondría es, en esencia, una actitud que el individuo adopta ante la enfermedad. La persona hipocondríaca está constantemente sometida a un análisis minucioso y preocupado, incluso obsesivo, de sus funciones fisiológicas básicas, pensando en ellas como una fuente de segura enfermedad biológica.

La característica esencial de la hipocondría es la preocupación y el miedo a padecer, o la convicción de tener, una enfermedad grave, a partir de la interpretación personal de alguna sensación corporal u otro signo que aparezca en el cuerpo. Puede ocurrir, por ejemplo, con lunares, pequeñas heridas, toses, incluso latidos del corazón, movimientos involuntarios, o sensaciones físicas no muy claras. Aunque el médico le asegure que no presenta enfermedad alguna, el hipocondríaco solamente se queda tranquilo durante un momento, pero su preocupación por lo general vuelve de nuevo.

La interpretación catastrófica de los signos corporales más ínfimos por parte del individuo, es el mecanismo que desencadena la hipocondría. Se sabe que este trastorno afecta a menudo a ambientes familiares, es decir, que muchos miembros de una familia tienden a estar afectados. Hay familias que son especialmente sensibles y están muy inclinadas hacia la interpretación de los signos de enfermedad en todos los ámbitos de la vida. De esta forma, los miembros de la misma familia aprenden a interpretar negativamente cualquier signo corporal y lo asocian con angustia, miedo o ansiedad.

No debemos descartar que una persona hipocondríaca esté realmente enferma. En muchas ocasiones lo que hace es centrar su atención en síntomas leves o imaginarios (mareos, dolor de cabeza, etc.), y no en los verdaderamente importantes. Asimismo, el hipocondríaco, al centrar su atención emocional en una determinada función biológica, puede terminar por formar síntomas orgánicos reales (fenómeno psicosomático). El enfermo expresa así el efecto nocebo, es decir, la aparición de un síntoma somático causado por un proceso psíquico.

Sintomatología

Estamos ante un trastorno asociado muy a menudo con la ansiedad, por lo que el principal síntoma de la hipocondría es la preocupación exagerada que siente por su salud. El hipocondríaco medita constantemente sobre sus síntomas, reales o imaginarios, llegando a percatarse de signos funcionales que normalmente se escapan a la conciencia (intensidad de los latidos cardíacos, funciones digestivas, etc.). Puede describir su cuadro clínico con una sutileza impresionante, aclarando repetidas veces el alcance de cada uno de sus síntomas físicos. La atención del hipocondríaco se centra no sólo en el estudio de sí mismo (se toma el pulso, la temperatura, el número de respiraciones por minuto y la tensión arterial varias veces al día), sino también en la cantidad y composición de los alimentos. Sabe con qué aguas hace mejor la digestión, qué grados de ventilación o de temperatura le convienen, etc.

La característica esencial de la hipocondría es la preocupación y el miedo a padecer, o la convicción de tener, una enfermedad grave, a partir de la interpretación personal de uno o más signos o síntomas somáticos. La sintomatología más típicamente hipocondríaca es la sugestiva, que experimenta acompañada de una especial alteración negativa del estado de ánimo, sumamente desagradable, y que le hace colocarse en una actitud fóbica frente a sus molestias, de las que siempre cree que son el comienzo de enfermedades graves. Finalmente, el hipocondríaco acaba renunciando a casi todo para consagrarse a cuidar su enfermedad imaginaria.

En la mayoría de los casos, los pacientes sufren síntomas físicos, ya que la hipocondría es un trastorno somatomorfo, que produce dolor real que tiene como única causa la psicológica, y estos dolores aumentan los pensamientos negativos sobre su salud, lo cual incluye al paciente en un círculo vicioso.

En la hipocondría las preocupaciones del enfermo hacen referencia a funciones corporales (latido cardíaco, sudor o movimientos peristálticos), a anormalidades físicas menores (pequeñas heridas, tos ocasional) o a sensaciones físicas vagas y ambiguas (corazón cansado, venas dolorosas...). El individuo atribuye estos síntomas o signos a una enfermedad temida y se encuentra muy preocupado por su padecimiento. Pero al fin en realidad no existe ninguna enfermedad médica asociada a los síntomas que atribuye el individuo, y si el paciente está enfermo verdaderamente, su enfermedad no está relacionada con ellos. Del mismo modo esto se genera o se potencia ante análisis médicos rutinarios u obligatorios que tenga que realizarse (por ej. ante la proximidad de un análisis de sangre la persona puede imaginarse miles de posibles malos resultados).

Diagnóstico

Ver también: Trastorno somatomorfo

La hipocondría hay que distinguirla de ser aprensivo; en la hipocondría el malestar es significativo y afecta la vida laboral, social u otras áreas importantes de la vida del sujeto. Hay que considerar también que la duración de la sintomatología sea significativa, al menos 6 meses, antes de diagnosticar dicha enfermedad.

Se debe asegurar que el paciente no tenga verdaderamente ninguna enfermedad física. Una vez que se ha descartado, si el paciente sigue con angustia, preocupación y dudas acerca de su estado de salud, es conveniente estudiar la posibilidad de un trastorno psicológico.

Los Criterios Diagnósticos de Investigación (CIE 10) para la hipocondría especifican que debe existir la convicción de "estar padeciendo como máximo dos enfermedades médicas importantes" y exigen que, por lo menos, una de ellas sea correcta y específicamente nombrada por el individuo que presenta el trastorno hipocondríaco.

En psiquiatría, la actitud hipocondríaca aparece como un síntoma en algunas formas de depresión endógena, especialmente en la melancolía involutiva (depresión de los ancianos). También puede adquirir en ciertos casos los rasgos de un desarrollo delirante, de contenido hipocondríaco, en la llamada paranoia hipocondríaca. Multitud de neuróticos, tanto histéricos, neurasténicos, como organoneuróticos y pacientes psicosomáticos, destacan en su cuadro clínico general la actitud hipocondríaca.

Tratamiento

En algunos casos, se utilizan psicofármacos inicialmente para controlar los síntomas ansiosos tan importantes que padecen estos pacientes. Conjuntamente, se puede utilizar una terapia psicológica cognitivo-conductual, en la que se promueve la pérdida de la angustia y el miedo a la enfermedad que el hipocondríaco siente.

En un principio se le pide que no acuda más a la consulta del médico ni a las urgencias hospitalarias y que no hable de salud ni de enfermedad. Para esto es muy conveniente la colaboración de la familia del paciente, ya que han de entender que tiene un problema real, aunque no el que el paciente refiere, sino otro igualmente preocupante. Una vez que se ha establecido este marco fuera de la consulta, comienza el tratamiento psicológico propiamente dicho.

Se ha observado mejoria importante del trastorno hipocondriaco con el uso de oxigenoterapia hiperbarica, aunque no existe consenso ni un adecuado protocolo a seguir, ya que el ritmo y frecuencia de las sesiones las lleva el propio paciente, pero el acuerdo general es que la sensación de mejoria comienza a los pocos minutos de iniciada su terapia, y tal sensación suele durar varios días, con mejoria progresiva según se avanza con el tratamiento.

Pero el tratamiento básico sigue siendo el perder el miedo a la enfermedad y a la muerte. Muchas veces la propia angustia producida por el pensamiento de estar enfermo, como sensación desagradable e incontrolable, se convierte en el desencadenante de dicho miedo. Para conseguir la desaparición de estos temores, se emplea la desensibilización en la imaginación a situaciones temidas y evitadas, para que finalmente el paciente pueda acercarse a ellas sin angustia y sin miedo.

El paciente puede entonces comenzar a reinterpretar sus sensaciones corporales y sentir también aquellas que son agradables o neutras y su cuerpo deja de ser una fuente de dolor o temor y se puede convertir en un generador de placer y confianza.

Finalmente, se trabaja para que el paciente pueda enfrentar con éxito otros problemas que aparecen en su vida cotidiana: toma de decisiones difíciles, cambio de trabajo, separaciones, etc. Se intenta evitar de esta forma que en el futuro se desencadenen situaciones de depresión o angustia continuada que le pueden hacer recaer en sus problemas hipocondríacos.

Hay que observar que en algunos casos la diagnosis de hipocondría puede no ser correcta cuando el paciente realmente padece alguna enfermedad y es el especialista quien no consigue encontrar su verdadera causa. Por esta razón cada caso debe ser analizado a fondo antes de establecer un diagnóstico de hipocondría, ya que debe descartarse patología orgánica poco habitual, o problemática social o psicológica de fondo.

Enfermos imaginarios en la cultura

El caso más conocido es el del personaje de Molière, descrito en su obra "El enfermo imaginario" ("Le malade imaginaire", 1672), pero existen numerosos ejemplos, ficticios y reales, de esta patología en la cultura y la historia. El poeta español Carlos Barral describe en uno de sus poemas la raíz del problema hipocondríaco, el miedo, verdadero fundamento de esta patología:

Clasificación y recursos externos

Hipocondría

El miedo, tan extraño,

decrépito, infantil, peor que lo temido.

Una extendida leyenda sobre Marcel Proust le atribuye la creencia de que cada día era su último día, y el mismo Juan Ramón Jiménez dejaba escrito en su diario que

J.R. y yo hemos pasado, cada uno, por una fuerte crisis.

Él de locura, lo mío cáncer. Pero creo que el sufrimiento por lo de él fue infinitamente mayor.

  • Manuel de Falla dejó inacabada su última obra, "La Atlántida", basada en un poema de Jacinto Verdaguer, debido a las limitaciones que le ocasionaron sus numerosos episodios de hipocondría (se obligaba a largos rituales de lavado, hervía el agua de bebida, se automedicaba...). También existe constancia de actitudes similares en Charles Darwin.

  • Pío Baroja también padeció de un cierto grado de hipocondría, y en sus memorias pueden encontrarse numerosas referencias al descontento con su cuerpo, torpe y poco agraciado. Esa frustración o insatisfacción con el propio cuerpo parece ser otro factor trascendente en el desarrollo de la enfermedad.

  • José Donoso sufría de úlcera cada vez que escribía una obra. Estuvo al borde de la muerte al escribir El obsceno pájaro de la noche.

  • Gabriel García Márquez es otro caso curioso de hipocondría. Todos los años, al llegar la primavera, se llenaba de golondrinos. En Cien Años de Soledad, se los atribuyó a uno de sus personajes, Aureliano Buendía, y a él no volvieron a salirle.

Hipocondríacos

1º) ¿Qué es la hipocondría?

La característica esencial de la hipocondría es la preocupación y el miedo a padecer, o la convicción de tener, una enfermedad grave, a partir de la interpretación personal de alguna sensación corporal u otro signo que aparezca en el cuerpo. Puede ocurrir, por ejemplo, con lunares, pequeñas heridas, toses, incluso latidos del corazón, movimientos involuntarios, o sensaciones físicas no muy claras. Aunque el médico le asegure que no tiene nada, el hipocondríaco solamente se queda tranquilo un rato, pero su preocupación vuelve de nuevo. Para entenderla más profundamente se puede consultar la página en la que se describen los procesos psicológicos subyacentes en la hipocondría .

2º) ¿Por qué se llega a ser hipocondríaco?

La interpretación catastrófica de los signos corporales es el mecanismo por el que se dispara la hipocondría. Por qué se dispara ese mecanismo es difícil de determinar. Se sabe que este trastorno afecta a menudo a ambientes familiares, es decir, que muchos miembros de una familia tienden a estar afectados. Esto nos puede indicar que hay familias que son especialmente sensibles y están muy inclinadas hacia la interpretación de los signos de enfermedad en todos los ámbitos de la vida. Durante las reuniones familiares no se habla más que de enfermedades, se comenta constantemente si se está bien o mal, se vive con muchísima angustia cualquier signo de enfermedad en alguno de los hijos, etc. etc. De esta forma los miembros de la familia aprenden a interpretar de esa forma cualquier signo corporal y lo asocian con angustia, miedo o ansiedad. Es una interpretación, aunque también se podría pensar que existe una predisposición genética. Lo importante no es el por qué, sino como solucionarlo.

3º) ¿Suele suceder tras un problema orgánico de cierta importancia?

Puede suceder asociado a un problema orgánico, pero no necesariamente, ni siquiera con mucha frecuencia.

4º) ¿Puede establecerse un perfil de la persona hipocondríaca?

Asociado a la hipocondría suele haber un miedo desmedido a la muerte, al dolor, al sufrimiento, a la debilidad o dependencia de otros.

5º) ¿Es cierto que presentan una mayor sensibilidad frente al dolor y eso les lleva a exagerar sus dolencias?

Como decía, es cierto que puede haber miedo al dolor. El miedo hace que busquemos indicios de aquello que tememos, para prepararnos a solucionar lo que se avecina, que para nosotros es terrible. Eso hace que aquellos que tienen miedo al dolor busquen es su cuerpo cualquier indicio de que puede haber dolor para evitar que llegue a más. Si aparece la más mínima señal, que para otra persona hubiera pasado inadvertida, se disparan todas las alarmas y aparecen síntomas de angustia y de ansiedad que causan un malestar muy grande y hacen que el dolor se incremente. No es que exageren sus dolencias, al añadirles ansiedad y angustia se hacen realmente peores y más insoportables.

Este proceso está en el fondo de muchos dolores crónicos, pero no necesariamente desemboca en una hipocondría. En el caso del hipocondríaco se da el miedo a la enfermedad y su preocupación persiste a pesar de las exploraciones y explicaciones médicas apropiadas.

6º) ¿Estas personas suelen pasar por períodos de mucha angustia debido a que se sienten incomprendidos?

El hipocondríaco se siente muy incomprendido, nadie es capaz de detectar su enfermedad. Como piensa, naturalmente que necesita que encuentren su enfermedad para poder solucionarla no solamente se angustia, sino que lógicamente se deprime creyendo que lo que le pasa no tiene solución. El hipocondríaco sufre mucho, se cree enfermo y tiene sensaciones que el siente que se lo indican y lo único que recibe son palabras que le dicen que no tiene nada y que "todo es psicológico". Cuando se dice que todo es psicológico en realidad se le esta diciendo que todo es cuento; aunque desde luego lo que él (ella) siente es totalmente real, todo menos cuento. Los procesos psicológicos tienen una realidad total en el cuerpo y el dolor, la angustia y las enfermedades psicosomáticas son completamente reales, aunque los procesos que las desencadenan sean psicológicos y no correspondan a una enfermedad física.

7º) ¿Suelen evitar consulta a un profesional por miedo a que les descubra alguna enfermedad?

En efecto, muchos de ellos prefieren quedarse con una duda, que les llena de angustia y ansiedad, a enfrentar la posibilidad de que les digan que están realmente enfermos. Los que van al médico lo suelen hacer de forma repetitiva porque tienen la experiencia de que cuando el médico les dice que no tienen nada se quedan momentáneamente tranquilos, aunque por desgracia les dura poco.

8º) ¿Cómo se llega al diagnóstico? ¿Son necesarias pruebas exploratorias para descartar posibles problemas físicos?

Lo primero que se hace es asegurar que no tienen ninguna enfermedad física. Una vez que se ha descartado, si el paciente sigue con angustia, preocupación y dudas acerca de su estado de salud, es conveniente estudiar la posibilidad de un trastorno psicológico.

9º) ¿En qué se basa el tratamiento?

Una vez que se detecta que un paciente es hipocondríaco y que accede al tratamiento. Se definen claramente con el paciente los objetivos de la terapia, que son que pierda la angustia y el miedo a la enfermedad que teme.

Para ello se plantean primero una serie de prohibiciones y tareas. Se le pide que no acuda a más médicos ni a las urgencias hospitalarias, que no hable de salud ni de enfermedad. Para esto es muy conveniente la colaboración de la familia del paciente, también para que entiendan que lo suyo no es cuento, que tiene un problema real aunque interpretado por todos como un problema que no existe. Una vez que se ha establecido este marco fuera de la consulta comienza el tratamiento psicológico propiamente dicho.

El tratamiento básico consiste en perder el miedo a estar enfermo, cuando se está sintiendo la sensación que se teme. A veces es el propio pensamiento de estar enfermo que genera un miedo y una angustia muy grandes, es quien genera la sensación que se teme y se interpreta como enfermedad. Esa angustia es una sensación desagradable e inexplicable que genera más miedo. De esta forma, la propia ansiedad asociada al pensamiento de estar enfermo se convierte en un disparador de los miedos a la enfermedad. Se establece así un círculo vicioso en el que el miedo a la enfermedad causa unas sensaciones que son a su vez interpretadas como enfermedad. Otras veces, al intentar eliminar la sensación temida se potencia. (Para ver con más detalle como se implantan estos procesos se puede consultar la página sobre los procesos psicológicos en la hipocondría)

En la terapia se trata de que el pensamiento de estar enfermo no dispare un miedo terrible. Para ello se emplean una las técnicas descritas en el libro "Curso Terapéutico de Aceptación I y II". Por ejemplo con la técnica de exposición a las sensaciones corporales, que consigue que el paciente pierda el miedo a los síntomas que interpreta como enfermedad. Aprende que si no huye de ellos, si no lucha contra ellos y los acepta, se pueden convertir en sensaciones admisibles que nos permiten seguir con nuestras actividades diarias sin mucho sufrimiento. Esta parte del tratamiento se realiza junto con un entrenamiento en técnicas de manejo de ansiedad que facilitan la exposición.

También hay que enfrentar el miedo a la enfermedad y a la muerte. Para ello se comienza un trabajo de desensibilización ante la enfermedad y la muerte de forma que se sitúe el miedo que causan al paciente en términos razonables. Se emplea la desensibilización en la imaginación a situaciones temidas y evitadas, para que finalmente el paciente pueda acercarse a ellas sin angustia y sin miedo.

El paciente puede entonces comenzar a reinterpretar sus sensaciones corporales y sentir también aquellas que son agradables o neutras y su cuerpo deja de ser una fuente de dolor o temor y se puede convertir en un generador de placer y confianza.

Verse enfermo tiene en nuestra sociedad una connotación de debilidad. Por ello entrenar al paciente en basar su autoestima en otros medios de valoración y se le entrena en aumentarla.

Finalmente se trabaja para que el paciente pueda enfrentar con éxito otros problemas que aparecen en su vida cotidiana: toma de decisiones difíciles, como cambio de trabajo, separaciones, problemas de relación, etc. de forma que se pueda evitar que en el futuro se le desencadenen situaciones de depresión o angustia continuada que le pueden hacer recaer en sus problemas hipocondríacos.

En algunos casos los psicofármacos pueden ser una ayuda, sobre todo al principio del tratamiento. En esos casos se requiere la intervención de un psiquiatra; pero hay muchos otros en los que el paciente se puede manejar sin ellos.

Los estudios controlados que existen sobre este tratamiento, aunque no son definitivos, son muy esperanzadores, mi experiencia clínica con él es que da muy buenos resultados.

En algunos casos los psicofármacos pueden ser una ayuda, sobre todo al principio del tratamiento. En esos casos se requiere la intervención de un psiquiatra; pero hay muchos otros en los que el paciente se puede manejar sin ellos.

No existen muchos estudios controlados sobre esta enfermedad, pero mi experiencia clínica es que este tratamiento da muy buenos resultados.

10º) ¿Qué recomendaciones se pueden hacer a la persona con una tendencia clara a padecer este problema?

Todos pensamos primero en como solucionar por nosotros mismos el problema. Para eso el Curso Terapéutico de Aceptación puede ser un primer paso. En él se explica con profundidad los mecanismos que hacen que la hipocondría se mantenga y cronifique y contiene una serie pautada de ejercicios dirigidos a aceptar nuestras sensaciones sin creencias irracionales de que son enfermedades, junto con otros dirigidos a vivir el presente y nuestro cuerpo plenamente, dejando las preocupaciones por la enfermedad para dedicarse a los valores que consideramos importantes en nuestra vida. En este enlace se puede ver cómo se aplica el curso al tratamiento de la hipocondría.

Cuando ya se está en un proceso hipocondríaco sería conveniente que pensase que un psicólogo puede ayudarle a llevar esa enfermedad, que nadie es capaz de diagnosticarle y detectarle, con más tranquilidad y menor sufrimiento.

Cuando uno está enfermo y la enfermedad es larga o grave, cambian nuestras relaciones sociales y recibimos un impacto psicológico importante, además de la enfermedad tenemos ansiedad, miedo, angustia. Si alguien está enfermo y angustiado puede necesitar una ayuda psicológica para vivir un estado difícil y doloroso de forma más entera, positiva y optimista. Aquellos que enfrentan su enfermedad con más tranquilidad y optimismo tienen más posibilidades de mejorar. Nuestra sociedad empieza a reconocer la importancia que puede tener el tratamiento psicológico en la superación de algunas enfermedades, pero se tiene que generalizar todavía más y se tendría que ver normal recibir un apoyo psicológico asociado al tratamiento médico. Si esto fuera así, cambiaría la visión de que solo se va al psicólogo si se está muy loco.

Por otro lado, todos sabemos que el estrés y la ansiedad hacen más probables enfermedades serias (de corazón, inmunológicas, etc.).

Todas estas son razones para que si se tiene ansiedad o si se está deprimido, aunque sean porque se está enfermo, se acuda al psicólogo.

Metáfora terapéutica de la semana

El uso de las metáforas en la terapia

Por cortesía del Centro de Psicología Clínica y Psicoterapia

Dedicar tiempo a cuidar nuestra mente

Había una vez un terrateniente que era dueño de un gran bosque en el que quería talar muchos árboles. Buscaba un leñador eficaz y convocó un concurso. Se presentaron todos los leñadores de la región porque pagaba muy bien. Allí fue nuestro protagonista, hombre serio, responsable, muy trabajador y con gran experiencia. Ganó el concurso, le contrataron y comenzó a trabajar.

El primer día cortó cien árboles y regresó muy contento a su casa. Pero el segundo día solo pudo cortar ochenta, pese a que tenían la misma dificultad que los del día anterior. Para quedar bien con el terrateniente, el tercer día madrugó más y se puso a cortar árboles desde el amanecer hasta el anochecer; sin embargo, solo pudo cortar cincuenta. Ante la impotencia de nuestro leñador, las cosas fueron empeorando según pasaban los días: se levantaba antes de que amaneciera, se acostaba ya anochecido y se esforzaba al máximo, pero cada vez cortaba menos árboles.

Por fin decidió hablar con el terrateniente y todo compungido le explicó la situación: “Mire, estará viendo que me esfuerzo más y más, pero no sé lo que pasa que cada vez corto menos árboles. Estoy desesperado, pero ya no puedo más, no descanso, no paro, casi no duermo, pero no puedo cortar más árboles”.

Ante esto su jefe le dijo: “Vengo observando tus dificultades y veo tus esfuerzos para resolverlas, me he dado cuenta de que no descansas ni un segundo, pero ¿te has parado a afilar tu hacha?

Hoy día todos necesitamos nuestra mente para trabajar: es nuestra principal herramienta y necesitamos afilarla.

Jorge Bucay