Nortecito
EL NORTECITO
Era una niña de bien, no, que niña bien,
si siempre fue rebuzno
y saboteo y salirle con peloteras
a mi mama. Pero leía mis libros…
-Clarisolcita-
Por: f l o w
Ella patino fuera del norte porque descubrió, no en palabras y menos en conscientes actos, que a la final, las convivencias con los niños de bien del norte de Cali, o mejor dicho, los nortiches y sus amistias los gringos, europeos y suramericanos, terminaban siempre desenformadas en una gran sonrisa de superficialidades… a la larga, el frío filo de cómo el nortiche de la época, y aun el genuino de ahora, saca y taja sus amistades de una forma rutinariamente tan mezquina, y con altos grados de egoísmo, que a la larga lo terminan es llevando a asociarse, a lo bien, solo con otros llenos de igual cantidad del tan grotesco ingrediente; y esto lo hace aun sabiendo el nortiche que en otras partes de la ciudad viven y cohabitan seres humanos con otros colores y menos cantidad de combustible…
Mejor cambiemos de tema y volvamos a Clarisolcita… porque en aquel día, ella vio que sus alrededores se encontraban solitarios, y como que tocaban a su puerta nuevos sabores, mas al no tener con quien compartirlos, entonces se encaminó Sexta arriba como en automático, hasta cuando se dio cuenta y vio que estaba sobre la Quinta… del puente para allá… donde por tolerancias arquitectónicas y de diseños se tocan las dos calles más importantes de Cali, allí se rozan por la vena que va desde donde quedaba el Teatro Bolívar hasta el ano del Inter…
Y allí en plena Quinta, a eso del San Antonio… que sobre esta calle en ese entonces botaba un puñado de casuchas feas, con tipos guavalosos de estómagos gigantescos abiertos e inflados que fabricaban hacia afuera miradas ascosas que enturbiaban hasta al viento, y que las empujaban a ver si encajaban y alcanzaban a la melena rubia que cargaba esa pelada, como le decían a Clarisolcita entonces, cuando todavía salpicaba el brillo a doquier…
Pero antes de que sus piececitos blancos abandonaran la frontera del nortecito, apareció un tipo larguirucho, piernas flacas entre blujines y camiseta, desgarbado él, con gafas gigantescas y mechas largas… me levanto la mano como saludándome y me dijo:
- hola, soy Andrés, vivo en San Antonio, a vos como te llaman?
- Clarisol –dijo a secas, como sospechando del tipejo
- Pareces como perdida
- El norte sucks, ya nadie vibra como antes, están tan saturados de las cosas que hacen, que se encierran en sus pequeños mundos… -cerro los ojos y continuo, están como muertos… -su voz sonó esta vez como resquebrajada…
- Fresca hermana, venga la llevo a un parche súper-chévere, no queda en el nortecito… a mí también me toco buscar otros horizontes, soy de Arboleda, que es como parte de ese “Nortiche” high class de mierda…
- Donde queda ese parche que decís… -dijo Clarisolcita en esperanzas.
- En la mitad de la ciudad, no es sur, ni centro y menos el oriente, mucho menos el norte poluto y vulgar, es un lugar central, donde se reúnen los mejores creadores de ideas, después de la explosión de Lola Palluza, se llama Ciudad Solar…
- Si claro, los otros duermen en laureles podridos o sucios cegados por la explosión… y se fue Lola y nos dejo…
- Que te gusta hacer a vos, -le dijo Andrés como cambiando de tema mientras bajaban por el paradero de buses al frente de esa capilla ahí en el comienzo de la quinta
- Yo soy como enredadera de night club, es todo lo que sé hacer, bailo plano, lleno y con puente pero en solitario
- Bacano… que más te gusta –le dijo como queriendo sacarle del fondo, lo oculto
- El cine
- Ah, ahí si bailamos juntos y parlamos el mismo idioma…
- Me gustaría hacer mi propia película
- Sobre que…
- Sobre mi vida de enredadera nocturna en ese nortecito maldito
- Yo escribo guiones de cine y estudio teatro con Buenaventura… -emocionado Andrés se prolongaba, por ahí hay un man Nicholls de una agencia de publicidad, me presta una cámara a veces cuando me da por esas, te gustaría sentarnos en esa panadería a ver como unimos cables –la sonrisa cautivante de Andrés estaba contagiando el ambiente, mientras que el viento le meneaba esa melena rebelde que traía en carboncillo dibujada como ondas alrededor de sus gafas.
- No sé, -decía melancólica Clarisolcita, parecía que ya nada le llamaba la atención , el brillo de su pelo se había ido quedando pegado poco a poco entre sabanas de muchas camas de muchos parches que aun ni recordaba al mirarse en el espejo… ese espejo era su lente de cámara con sus blow-ups y close-ups a las marcas que le dejaba la rumba y el descontrol entre la piel de su cara… miro bajo, encontró en la mesa barata de panadería caleña de esquina de barrio, un sentir vacío y plástico, al tocar el elemento con forma de mueble donde se sentaba… levanto lentamente sus ojos tiro a un lado el pandebono mordisqueado y vio al flaco gafufo ese, larguirucho que acaba de conocer, y en un espacio de 1/8 de segundo, se rechazo la remota idea de tal vez brincar con él entre cualquier catre o cualquier pastizal húmedo, sobre una madrugada de monte junto al cementerio del bajo norte, allá en ese lote feo, cerca de una lapida donde decía “Que Viva la Música”, sobre mármol barato comprado de segunda en la olla donde cocinan las ratas de la Dieciséis todo lo que se le roban a los despabilaos que no saben que Santiago de Cali es maldito para todos los entrelazados en cualquiera maldad… miro bien a los ojos de Andrés y se le fueron pudriendo en su mirar las formas y solo un esqueleto le hablaba como desde ultra tumba
- Vamos chicaaa, eeestaaas, bieeennn ¿??? –pensamientos de Pance y del gringo que degollaron por huevon se le atravesaban a Clarisolcita… no de los que matan las guerrillas, esos son sapones, sino ese rosadito boludo, que hace de inocentón cuando está de visita en tierra latinoamericana, su sangre había rebotado en piedras del río de Pance, que no había podido absorber la tierra todavía, la sangre se devolvía clamando a gritos, buscando un hábitat, y gota a gota, al frente de ella, un segundo más tarde recuperaba el esqueleto de Andrés sus formas humanoides , esta vez tenía el aspecto del gringo rosadito muerto y la sombra de la pendeja pero buenota de la María Lata Bayò, con esa cara de estúpida que puso cuando vio que yo no era el anhelo de un Pellar sobre el Valle del Renegado, sino la pesadilla de sangre de un gallinazo sobre piel infiltrada en tierra ajena
- Sí, claro –le dijo ella, ahora ya miro mejor, me gustaría hacer una película sobre mi vida… llevo la marca de una muerte lenta que identifica al drogo de mi generación, que pasó veloz como relámpago dentro una sociedad vulgar y poluta… atravesándola como flecha maldita y especial…
- Tenes ideas macabras, empotradas detrás de esa melena rubia…
- Nada en mi es de confianza, le eché de todo a la olla y soy la prueba del producto… salsa de mi confusión
- Terminate pues esa gasimba y nos pisamos donde los publicistas a ver como es con la cámara filmadora
- Nada de libretos chimbos gomosos de rutina escolástica… sizas parce?
- Simon pelada, a lo bien, en vivo y en directo sin escamas
Bajaron un rato por entre el nortecito, de vuelta, miraron al frente del lujoso lugar y preguntaron por Hernán… salió el viejo barbudo con ese caminao que lleva y la sonrisa que no se le despega después de unas cuantas rumbas de polvo loco, que hubo mijito -nos decía, como les va… y esa princesita que te acompaña?, vengan nos sentamos tranquilitos en mi oficina, y me cuentan que viento les trajo por estos lares…
Andrés se acordó de la historia que les había contado Hernán, aquel día que filmaban unas tomas a un concierto de rock en el Pedregal con el Mayolo y el Diego León , había confesado él, haber matado un negro por allá por entre algún cañaduzal, sobre cualquier carretera nocturna del Valle del Cauca, mientras conducía su convertible a mas de 200 por hora de cheno y perico… claro que él no sabía si lo que paso fue real o producto de su imaginación… aunque recuerda haberse dado con algo… detuvo el auto más adelante, retrocedió al punto de coalición rápidamente… el olor a caña era lo único real, como testigo de la escena… las estrellas miraban desde la vía Láctea. Cuando enfoco las luces del automóvil sobre la carretera, se acuerda que vio un bulto, puso en neutro y bajo lentamente, se acerco al montículo y vio que era como el cadáver de un negro… al segundo, sombras similares se le acercaban y le rodeaban como preguntándole sobre el crimen… era de madrugada y no debería haber ni un alma, estaba en la mitad de ningún lugar… pero allí, a su rededor, le susurraban sombras oscuras con manos ásperas de trocar cañaduzales, machete al cinto y olor a muerte en las miradas que reflejaba la luz del carro. Hernán solo recuerda haber volado hacia el automóvil velozmente, temeroso, no, temeroso no, muerto de la paranoia y el terror y voló hacia Cali … a los tres días, tratando de recordar, no sabía si había vivido lo que imaginó o era solo producto de su rumba y el exquizo sulfúrico del polvo. Decía que a los meses le dio por pasar por el sitio que recordaba, y creía haber visto la huella oscura de algo y los quemones de unas llantas… en una esquina del camino, huellas descalzas de pies gruesos que miraban la escena invisible de un crimen de una tal vez muerte no anunciada.
Recogieron la cámara y Clarisolcita salió con ganas de vomitar del lugar, el pericazo que se había pegado, le había revuelto la existencia interna a tripas en revolución en contravía… al Che Guevara, lo habían encontrado por allá en una selva Boliviana, pero decía el Grillo que lo iban a asesinar, porque vivo en una cárcel latinoamericana, no le convenía a los gringos. Las ordenes del Tío Sam a los generales títeres bolivianos, eran de muerte, muerte hacia el silencio… lo que no supieron los CIAs, fue que luego de la balacera , entre el humo, nacieron los símbolos sobre camisetas de un líder, un pensador, un ideólogo, un héroe solitario… pero para Clarisolcita, todo ese borolo se le venía en forma de vomito en el baño de la agencia de publicidad, y ella vomito verde y lo dejo en el piso a propósito, por aquello que pensaba que una publicidad no era arte, era como el mata-arte vendido a la extensión y expansión de un sistema con licencia para ocultar la verdad cruda a un pueblo con afiches bonitos de algo burgués y ridículo en el nombre del biyuyo que todo lo traspoyaba…
Andrés filmaba el verde del vomito, siguió a Clarisolcita desde ese día por todos lados, aun le filmo la escena cuando Ricardito la visito aquella tierna mañana en su cuarto, y el día que Clarisolcita se desnudo todita y luego se tiro sobre una piedra grande y blanca del Río Pance, sin temor a nadie, ni del sol… y Ricardito solo estimo en mirarla. Las tomas al espejo no las hacia Andrés, la cámara se la llevaba Clarisolcita y dentro su intimidad, la colocaba en una esquina, o sobre un asiento, o sobre lo que fuera, hasta en el piso, y la dejaba rodar, rodaba y rodaba hasta que consumía los carretes de la filmadora que Nicholls pagaba sodandose el revelado, los close-ups y el polvo loco que se les pasaba por entre las venas cuando editaba… a veces era difícil sacar a Clarisolcita de esos huecos donde se iba a vivir, que cogía como hogares pasajeros a su tumultuosa soledad que le opacaba el alma. Una amiga de ella me dice que ahora parece un cadáver buscando gotas de sangre que caen sobre el pavimento, rellenando su existencia frente a un espejo y metiendo de todo, hasta pega… por eso Andrés le termino diciendo el ultimo día que se vieron, que ella se parecía más a la heroína que él se metía. Apago e hizo el clic-off en la cámara, y se apago por siempre la Siempre Viva.
Fin