Federico O'Reilly Togno
Por Ramsés Mena
Federico O'Reilly Togno
Por Ramsés Mena
Escribo un poco sobre Federico, el culpable de que muchos le tomáramos gusto a la Inferencia Estadística, el profesor siempre positivo, alegre, y listo para disparar un ingenioso —pero lejos de ser sutil— chiste que animaba el arranque de jornada.
Ha sido ya un rato que la pandemia nos despojó de aquella cotidianidad de nuestra vida en el IIMAS, ciertamente no será lo mismo regresar a un Departamento de Probabilidad y Estadística (DPyE) sin el deambular de Federico por el pasillo, proponiendo problemas de bondad de ajuste para colaborar y resolver, así como muchas otras inquietudes matemáticas.
Tuve la suerte de ser su alumno en la maestría, pero mucha más grande fue mi fortuna por tener su guía y consejo a lo largo de toda mi carrera como investigador en la UNAM. Federico siempre tuvo una opinión sabia, un apoyo siempre firme y positivo, y de quien ya había recorrido muchos caminos. Por esto le estaré eternamente agradecido.
Aunque existen muchas historias de mi interacción con Federico, para este espacio en su memoria me gustaría mencionar una que se me quedó muy marcada. Todos recordamos que Federico no era el gran despilfarrador de dinero, —¿quien no recordará aquellas comidas en la Casa del Académico?—. Sin embargo, un hecho que jamás olvidaré es que a mi llegada al IIMAS, y en espera del no siempre oportuno primer pago, Federico amablemente me prestó una quincena para que, como él decía, no estuviera pasando aceite. Con el pasar del tiempo me di cuenta de la importancia de tal gesto, mismo que varios de los que lo vivimos, seguimos repitiendo. Federico también nos enseñó que empujarnos entre todos, en el arranque de una vida académica, no solamente se trata de hacer más artículos.
Con gestos como este, además de sus diversas analogías de todos los teoremas de estadística, Federico se queda sin duda entre nosotros.