Cuando hablamos de “Evaluación Salesiana” queremos definir un modelo de evaluación inspirado en los valores que nos transmitió Don Bosco. Un modelo nuestro y representado por nosotros. Un modelo que ponga en valor nuestra propia especificidad y herencia. Es establecer un modelo de evaluación con estilo, con nuestro estilo, salesiano.
Una evaluación salesiana sustentada en el Sistema Preventivo, que es actual, potente y transformador.
Los elementos clave son,
¿Qué tiene que ver la inclusión con la evaluación? Como hablábamos al principio, Don Bosco fue un visionario, él empoderó a Bartolomé Garelli, él no le dejó entrar simplemente, lo acogió, potenció su transformación personal desde lo que era. No fue una práctica aislada, lo hizo con él y con todos los demás, por decirlo de alguna manera fue su leitmotiv y no hay mejor definición de inclusión.
Hablar de evaluación inclusiva es hablar de requerir una transformación y conjugar aspectos curriculares, cognitivos y éticos, es una visión humanista de la educación donde en el centro de la intervención está el niño/a, es un proceso encaminado a responder a las diversidades de los estudiantes. No es una educación marginal ni exclusiva para un alumnado concreto, supone PERTENECER a un grupo.
Con una evaluación de resultados y competitiva nos separamos de nuestra identidad, no se respeta ni favorece la diversidad. No se implementa la educación inclusiva, sino que, aun en los casos en que se haya modificado la metodología y se estén tomando en cuenta algunas diferencias de los estudiantes, un examen puntual, único, igual para todos, lo que promueve es la homogeneidad.
En el “mundo docente” se habla ya desde hace algún tiempo de “evaluación auténtica”, una evaluación en clave competencial, una evaluación que favorece la autonomía en el aprendizaje y en la metacognición; es una evaluación coherente con las actuales corrientes pedagógicas que empoderan al alumnado, es una evaluación que aprende del error; pero, por encima de todo, la evaluación auténtica diferencia la evaluación de la calificación. Ya no interesa tanto la acumulación de conocimientos repetitivos, lo que tú sabes, tus conocimientos, sino lo que sabes hacer, crear, construir o argumentar; todo aquello que te va a permitir adquirir competencias, destrezas y habilidades. Nosotros pretendemos que ese modelo de evaluación se llame y sea un modelo de evaluación salesiano y auténtico, es decir, actualizar lo que ya somos y sabemos.
Se proponen distintos modelos para esta nueva forma de evaluar, no son excluyentes entre sí y ayudan a transformar nuestra realidad:
En cualquier caso, la evaluación debe concebirse siempre como un medio, nunca como un fin, comprometiendo al o la estudiante a aplicar conocimientos y habilidades, actuando como motor del aprendizaje, verificando si los logros, los objetivos de aprendizaje que habíamos propuesto se han alcanzado y con qué nivel de éxito. Para ello, el docente dispondrá de suficientes evidencias y de distintos instrumentos de evaluación que le van a permitir evaluar, desterrando así el examen o prueba de lápiz y papel como único método. Se rompe de esta forma con el enfoque en el que sólo el profesorado evalúa a los estudiantes, con la visión que defiende la enseñanza memorística y el aprendizaje bulímico, y se opta por otro enfoque que permite procedimientos auto y coevaluativos, dando importancia también a elementos emocionales y motivacionales, autocalificación y diálogo. Esta forma de evaluar defiende una educación inclusiva que permite aprendizajes profundos en el alumnado, al ser un agente activo en el proceso.
Se presentan algunos principios necesarios para un buen desarrollo de la evaluación y, en consecuencia, de la acción docente :
- Conocer al alumnado.
- Detectar sus fortalezas durante el proceso de aprendizaje.
- Detectar las dificultades que debe superar.
- Regular los procesos de enseñanza y aprendizaje, realizando los ajustes necesarios en la programación prevista.
- Ajustar la forma de enseñar al modo de aprender y al modo de evaluar.
- Valorar los progresos en función de las posibilidades.
- Estimular al alumnado, valorando sus logros.
- Innovar el currículum, en sus metodologías, actividades, recursos, instrumentos de evaluación.
- Atender a la diversidad del alumnado: por sus capacidades, sus intereses o motivaciones, sus ritmos de aprendizaje, sus estilos cognitivos, sus culturas, sus contextos sociales, sus circunstancias singulares más o menos permanentes…
- Reflexionar sobre la equidad en nuestros centros educativos.
En síntesis, debemos volver a la evaluación según D. Bosco para conseguir, mediante su aplicación adecuada y fiel a nuestro sistema preventivo, mejorar la calidad educativa de nuestros centros e incorporar la equidad, logrando hacer llegar esa calidad a todo el alumnado, desde la Educación Infantil hasta el bachillerato, pasando por la Formación profesional.
Soñamos una transformación. Y esta transformación se consigue, en buena parte, abordando un modelo evaluativo salesiano que ofrezca respuestas coherentes con el perfil de ciudadano y de cristiano que queremos ofrecer a nuestras familias y a nuestra sociedad. Siendo fieles y coherentes con nuestro origen. No podemos olvidar que nuestro alumnado tiene que insertarse, más tarde o más temprano en el mundo laboral y pertenecer de forma plena a la sociedad que les ha tocado vivir, aportando su ser salesiano.
El alumnado es evidentemente una parte central en los procesos de evaluación, pero lo que da sentido a la evaluación es la presencia y la participación del conjunto de la comunidad. No perdemos poder con esta propuesta, ganamos autoridad.
Nuestra evaluación debe ser flexible y diversificada, así como continuada. Hay que evaluar desde la individualidad teniendo en cuenta el grupo. Es importante observar la evolución continuada del alumnado. Hay que proponer actividades en las cuales el educando refleje lo que ha aprendido y no olvidar la importancia de compartir los criterios de evaluación y de analizar conjuntamente el porqué de los resultados. Hay que preguntarse si realmente estamos evaluando lo que deseamos evaluar.
Para atender a la diversidad podemos utilizar técnicas de evaluación distintas, por ejemplo:
Pruebas, controles, preguntas orales y escritas, de forma prevista e imprevista (para la evaluación del aprendizaje de contenidos).
Tareas, trabajos y proyectos, individua les y en grupo; ejercicios de clase, deberes, observaciones, entrevistas (para la evaluación continuada).
Observación de la actitud: la predisposición para aprender, la participación, cooperación, puntualidad (esta evaluación tiene en cuenta aspectos emocionales y actitudinales).
En cada una de las fases de la secuencia formativa (inicial, desarrollo, cierre) la evaluación proporciona información que ayuda al profesorado y alumno a tomar decisiones para enfocar las tareas, para modificarlas o para hacer una valoración al final de un proceso. Esta evaluación no tiene por qué realizarse con un mismo tipo de actividades ni en el mismo momento, es más no debe hacerse así, sino todo lo contrario.
El estudiante debe tener claro los objetivos que debe lograr, así como los contenidos, capacidades y competencias que van a ser evaluados, independientemente de la etapa que cursen.
Alternar actividades individuales y grupales para promover el trabajo cooperativo y facilitar la atención a la diversidad entre los iguales.
El profesor debe tomar el rol de orientador y guía a lo largo del proceso y es importante recordar que precisamente por esto, el docente ya no es el protagonista principal del proceso de enseñanza - aprendizaje. El protagonismo pasa al alumnado.
Los criterios de evaluación deben ser informados y compartidos por todos los participantes en el mismo proceso de E-A (estudiantes y profesorado)