La evaluación, en un entorno de evaluación inclusiva, es un proceso destacado para no convertir las diferencias, naturales en los seres humanos, en desigualdades educativas.
Una evaluación favorecedora de los procesos de inclusión tiene que partir de la certidumbre de que todo educando es capaz de aprender y que tiene potencialidades y que le prestemos toda la ayuda posible. Asimismo, la evaluación debe tener como referencia objetivos claros, que especifiquen resultados, pero prestando atención también a los procesos.
Plantear una evaluación favorecedora de la inclusión no puede ser una decisión de un profesor aislado, sino que es necesario que sea la consecuencia de un acuerdo compartido por la comunidad educativa -incluyendo al educando-; que sea el conjunto de la comunidad que asuma la responsabilidad.
Cualquier práctica de carácter inclusivo, cualquier esfuerzo por potenciar el aprendizaje y la participación de todos y cada uno de los estudiantes, que no vaya acompañado por un sistema de evaluación que respete y valore las diferencias individuales solo conseguirá profundizar la brecha de la desigualdad.
Es prioritario y de máximo interés establecer un modelo de evaluación coherente con los principios de inclusión: participación y aprendizaje de todos y todas. Una evaluación continua, flexible y dinámica, que acompañe todo el proceso de enseñanza aprendizaje y tenga como propósito fundamental proporcionar información –al inicio, durante y al final del proceso–, para la toma de decisiones. Es decir, que permita conocer el punto de partida de los estudiantes con relación con los aprendizajes esperados, retroalimentar y ajustar el proceso de enseñanza acorde a las características y necesidades de los estudiantes, y comprobar si se han logrado o no, y en qué medida, los aprendizajes.
La inclusión supone una filosofía de vida compartida por todos los miembros de una comunidad educativa que trabaja por y para el bien de todos sin exclusión por ningún motivo.
"El maestro consciente de su papel de magister no es el guardián celoso de la autonomía infantil, sino el amante celoso de lo mejor que un niño puede llegar a ser. Su misión es hacerle visible y deseable al alumno la potencialidad más alta de sí mismo. Esta es la competencia que hace posible todas las demás".
Massimo Recalcati