Revista El Pensador #05
Los jóvenes quieren decirnos algo.

Hablan los jóvenes

Una agenda diferente.

Sofía Chini

“Creo que los jóvenes sí participan en política, pero lo hacen de otra manera”, comenzó declarando Sofía Chini. En este sentido, sugirió “hacer una relectura de en qué espacios están participando”.

Por otra parte, la joven hizo hincapié en las diferencias de las agendas de los jóvenes y los políticos: “Los jóvenes tienen otros intereses vinculados con el medio ambiente, la sustentabilidad, el género, otros temas que quizás se hablan pero no tienen espacios suficientes para ser profundizados. Esto lo digo puntualmente en el caso de Córdoba”.

El sistema como problema.

Romina Auce

Romina Auce tiene una mirada positiva acerca del tema: “Creo que sí hay un real compromiso sobre todo en las causas de la vida diaria de los jóvenes. Venimos a irrumpir con la política clásica y nos comprometemos con causas de la vida diaria.

Sin embargo, manifestó un problema de la actualidad en cuanto al acceso a la política: “Es difícil entrar al sistema, que te abran las puertas”.

La visión desde el exterior

Facundo Atelman

Desde Andorra, donde se encuentra trabajando, Facundo Atelman asegura que la mayor diferencia que encontró con Argentina es el estilo de vida en el sentido de que hay posibilidad de proyectar, y a continuación agregó que allí “se vive más seguro y tranquilo”.

Emigrar, ¿una balanza justa?
Por Facundo Atelman

Los jóvenes que salen a diario de Ezeiza no son ningunos antipatria, simplemente son la muestra fehaciente de un Gobierno que ha agotado todas las herramientas en destruir cada sector e ilusión de un futuro mejor para la juventud y próximas generaciones. Y yo me pregunto, ¿cuándo van a dejar de buscar culpables y tratar temas irrelevantes para ponerse a trabajar en la solución de los verdaderos problemas? ¿En qué momento piensan poner en marcha un verdadero plan de saneamiento de todo a largo plazo?

En esas preguntas sin respuesta se encuentra la clave de por qué se van los chicos. Emigrar no es tarea fácil. Uno deja familia, amigos, trabajo, ciudad, costumbres, entre muchas cosas, para aventurarse a un mundo totalmente desconocido, en donde se encuentra con otros idiomas, otras culturas y formas de vida.

Desde el minuto uno ese mundo está hecho para valientes. Pero, ahora bien, ¿por qué hacerlo? Al mirar la situación de Argentina nos encontramos con una inflación que cada semana empeora, una inseguridad de la que ya ni los barrios cerrados se salvan, un dólar que se desata cada vez más, una Justicia que intentan corromper y un Gobierno que lo único que hace es seguir buscando culpables, tapar baches y no dejar de hacer papelones.

Mientras de un lado está el laburador que se encuentra todo el día afuera para poder llegar a mantener a su familia, del otro está quien recibe planes sociales sin tener que salir de su casa más que para hacer una fila del ANSES. Puedo sonar poco optimista, pero hoy solo se ve cada sector destrozado y la única alegría del pueblo argentino la da una victoria de la Selección.

Por estas razones, y muchas otras más, miles de jóvenes deciden salir del país a diario en busca de un futuro mejor, en donde puedan transitar una vida tranquila, segura y que les permita progresar, tanto en lo económico como en los otros aspectos de la vida.

Como mencionamos antes, salir de casa no es fácil y te vas a encontrar con un montón de momentos malos, e irte no te deja exento de que te roben, estafen o pasarla mal, pero sin dudas las posibilidades son menores, ya que te encuentras con una sociedad más avanzada y respetuosa, con leyes y justicia que se respetan.

Muchas veces uno no toma dimensión de lo mal que se está hasta que visualiza algo mejor. En mi caso me di cuenta de pequeñas cosas que tuvimos que dejar de hacer por miedo a la inseguridad. Por ejemplo, permitir a los chicos jugar en las calles y plazas solos; observar a abuelos sentados hablando en la vía pública o caminando tranquilos; ayudar a los demás sin miedo a que te hagan algo; dejar puertas abiertas; usar aparatos electrónicos en la calle; tener objetos de valor en los autos, salir solo a cualquier hora y puedo seguir… Todas estas cosas no son dichas por decir, más bien las viví y vivo a diario. Hoy agradezco poder volver a vivenciar todos estos momentos que sin duda en Argentina no se podrían hacer porque te roban, matan, golpean, te rompen un vidrio, etc…

Al momento de salir de Ezeiza, lo hice por un sueño deportivo, pero también porque me había dado cuenta de que se trabajaba para el mes, con una imposibilidad de poder ahorrar tranquilo, observaba que no se podía planear para más de dos meses porque te cambian las reglas de juego todo el tiempo.

Tal es el caso de la imposibilidad de sacar pasajes en cuotas, o del aumento constante de los precios, como también de los nuevos impuestos que te agregan. Hoy la juventud debe estudiar y trabajar al mismo tiempo, porque ya no se puede vivir sin trabajar. Los mismos jóvenes no pueden ver un futuro lejano porque no existe posibilidad alguna de proyectar a mediano y largo plazo.

Sin dudas que emigrar te aleja de los seres queridos y de una vida cotidiana a la que ya estamos acostumbrados, te pierdes muchos eventos y momentos únicos, pero también aprendes muchísimo, te das cuenta de los valores que se perdieron y entiendes por qué en muchas cosas están más avanzados que nosotros, ya sea como país y como sociedad.

Viajar tiene sus pros y contras pero creo que para la juventud argentina, si ponemos en una balanza donde se tiene el bienestar (seguridad, paz, economía, sociedad, entre otras cosas) que uno recibe en Europa luego de trabajar, y del otro lado todo lo positivo que tiene uno en su casa luego de salir de trabajar (familias, amigos, costumbres, cultura, comidas), y en cada uno agregamos sus pros y contras, a mi entender es una balanza equilibrada que hace que valga la pena dejar lo habitual por atreverse a la incertidumbre de la búsqueda de algo mejor. La tranquilidad y seguridad no tienen precio.

La importancia de las Redes Sociales

Josefina Altamira

Josefina Altamira asegura que “a los jóvenes no nos falta participar porque desde las redes sociales lo hacemos”.

Durante su intervención en el panel manifestó que “se nota que hay un malestar y que hay ganas de estar mejor”, si bien sostuvo que no hay espacio para participar “desde lo chiquito” en el sentido de que “si denuncias un robo, alguien te va escuchar”. Desde su perspectiva son este tipo de participaciones las que tienen efecto en la Argentina de hoy y de mañana.

Continuando con su idea, Altamira señaló que “la clave para acercar a los jóvenes a la política son las acciones concretas. Los políticos hoy suelen ser muy abstractos en sus propuestas y lo que todos necesitamos hoy es concreción: cosas reales de las que se puedan ver los resultados hoy y a lo largo del tiempo”.

Respecto de los jóvenes que se quieren ir del país en busca de un futuro mejor, la joven expuso su caso concreto: “Estuve en Barcelona los últimos seis meses y me di cuenta de que allá podía crecer mucho más que acá. Por eso, mi consejo es que se vayan, que disfruten, que crezcan pero que también traigan algo de su experiencia a nuestro país”.


Interés sesgado.

Tomás Bossio

Como presidente de la juventud del Pro de Villa Carlos Paz, Tomás Bossio presentó su ejemplo para llevarlo de lo particular a lo general: “De mi grupo de amigos somos once y el único que participa en política soy yo, los otros diez se acuerdan cada cuatro años cuando hay que votar. Sin embargo, a la vez, se interesan y hasta te proponen ideas”.

Por otra parte, Bossio señaló que para atraer la atención de los jóvenes, los políticos tienen que “bajar a la tierra y hablar con ellos”.

Con la libertad como eje, les dijo a los jóvenes que desean irse del país que lo hagan, pero advirtió que “acá si peleás por las oportunidades, se encuentran”. Además, también comentó que “es muy difícil separarse de los afectos”.

Las estructuras no representan a los jóvenes.

Lourdes Ibáñez

“Vengo del Frente Joven de Dirigentes. Nosotros tenemos el desafío de ser agentes de reconciliación para los jóvenes”. Ibáñez declaró que hay una idea errónea acerca de que los jóvenes no quieren participar en política. El problema, dijo, “es que las estructuras que hoy nos presentaron tienen muchas grietas y conflictos que representan a otros. Hay una cierta desconfianza en empezar a militar en los distintos espacios posibles justamente porque no se quieren meter en las internas”.

Sobre cómo atraer a los jóvenes a la política, señaló que basta con acciones concretas y con la escucha consciente.

“No hay como estar en Argentina con tu gente”, sostuvo Ibáñez en relación con los jóvenes que quieren dejar el país en busca de nuevas oportunidades. “Sostengo que vayan, que conozcan, que crezcan, pero que vuelvan, porque acá está lo lindo”.


El problema de la representación.

Santiago Drappo

“Es difícil imaginarse un futuro en la Argentina con la realidad que vivimos hoy, con un 40% de pobreza, con una inflación que te da entre el 5 y 6 mensual. Esto genera un panorama desalentador, de desesperanza, de que no tenés un horizonte por el que trabajar y obviamente los jóvenes ven en la política parte del problema porque es una política que no ha sabido dar respuestas, que ha estado desconectada de la realidad y que genera ese sentimiento de irse”, explica Santiago Drappo.

Drappo considera que es parte de una minoría de jóvenes interesados en política: “Soy un joven de veinte años que, en contra de la marea que te expulsa, me quedo a pelearla porque creo que hay oportunidades en el país, hay un futuro posible”. Sin embargo, también comprende a sus pares que se quieren ir porque, según dice, “lo que está faltando en la Argentina es jóvenes que representen a jóvenes”. Y eso es un problema debido a que muchas veces “nos quedamos con lo que los adultos consideran que los jóvenes necesitan y no le damos voz a sus verdaderas necesidades”.

A la hora de analizar el fenómeno Milei, Drappo cree que “responde a que la clase política no ha sabido darles respuestas a los jóvenes”. De todas maneras, es positivo y cree que no todos los jóvenes consideran a Milei como única salvación, “sino que lo que pedimos son medidas concretas y, en ese marco, cualquiera puede plantear las ideas correctas. En este caso, yo no creo que Patricia Bullrich esté muy lejos de esas ideas. De hecho, está alineada en que los jóvenes puedan trabajar, que ese esfuerzo sea recompensado, en poder estudiar sin que el Estado ponga trabas en tu crecimiento y progreso económico”.

Como corolario de su participación en el programa, Drappo manifestó que “lo que hoy necesita la juventud son medidas concretas que resuelvan los problemas y que vuelvan al sentido común”.

La política como un sector inaccesible para los jóvenes.

Camila Castellanos

Para Camila Castellanos el tema de los jóvenes y la participación política es bastante complejo debido a que “las personas mayores que están en política han absorbido ese sector y cuesta mucho entrar”.

Respecto del primer trabajo, dice Castellanos que “todos piden experiencia, pero esa primera experiencia es muy difícil de conseguir”. Aunque hoy piensa que no están dadas las condiciones para el desarrollo, considera que hay esperanza a largo plazo, “pero en un futuro muy lejano”.

En referencia al próximo 10 de diciembre de 2023, la joven enfatiza el hecho de que los políticos ya deberían estar pensando propuestas y “ahí tener en cuenta a los jóvenes”.

Una juventud frustrada.

Tomás Tagle

De acuerdo con Tomás Tagle, en la actualidad los jóvenes no se ven representados en la política: “Ven esa desconexión y se sienten frustrados, de ahí el aparente éxito del fenómeno Milei que viene a pretender reescribir las reglas”.

Entre las frustraciones que tiene la juventud, una de las más importantes es la de la inseguridad. En este sentido, Tagle advierte que “la inseguridad es consecuencia de la pobreza. Va todo de la mano con esta macroeconomía que no parece arrancar nunca”.

No existe la política juvenil.


Lucio Martínez Villada

“Creo que el 10 de diciembre de 2023 es la puerta al cambio y los jóvenes tenemos que ser parte de ese proceso”, sostiene Martínez Villada con tan solo 18 años, quien estudia derecho en la UCA.

El joven considera con vehemencia que “la juventud no tiene que participar de la política juvenil, sino participar de la política. Tenemos una situación que es desastrosa: más de la mitad de los jóvenes como yo son pobres.

En este sentido, siempre me he reconocido como un privilegiado y me sentiría muy mal si no estuviera haciendo esto porque la mitad de mis amigos se está yendo afuera. Estamos en un momento bisagra y los políticos en lugar de debatir ideas están debatiendo responsabilidades”.

Política juvenil, política de vidriera

Lucio Martínez Villada

La Argentina atraviesa momentos de particular trascendencia histórica. El nivel inusitado de polarización de fuerzas que disputan modelos disonantes e incompatibles nos ha arrastrado a los jóvenes a tomar partido. En la oscuridad, el hartazgo generalizado con los políticos y el rechazo al sistema incendió a la política misma -comprendida como ideal, proceso y método- y esa hoguera ilumina los ojos de muchos jóvenes.

Jóvenes agotados de vivir en un país que reincide en el error e intenta innovar en lo que funciona. En un país sin visión de largo plazo, nos debatimos entre involucrarnos para transformar o huir para sobrevivir.

Hace algún tiempo que debato este asunto con amigos y colegas: yo sostengo que no existe la “política juvenil”. Sí existe la política. Lo otro es una etiqueta que enmascara algo distinto, algo que se acerca más a una suerte de postureo para redes, autobombo sin fin social alguno. Porque se hace política para servir, y la política sirve para hacer. No pretendo desarrollar una defensa extensiva a la política argentina, donde existen más sombras que luces, pero sí al método democrático. Porque, si tenemos alguna esperanza, es la de construir alternativas que transformen con soluciones nuestro trágico presente.

Como joven argentino, estoy profundamente preocupado por el futuro del país. El kirchnerismo ha llevado a nuestra nación al borde del colapso económico y nos corresponde a nosotros, la juventud argentina, tomar una posición y exigir un cambio.

Si realmente amamos a este país, no podemos quedarnos de brazos cruzados y ver cómo nuestros líderes toman decisiones que dañan a nuestra nación y a su gente. Es hora de que nos involucremos en el proceso político y hagamos oír nuestra voz. Somos miles los jóvenes convencidos de que el camino es la apertura, no el encierro. Tenemos la responsabilidad histórica de dar forma al futuro, y es crucial que tomemos dimensión de nuestro destino.

Algunos pueden argumentar que la política no es para los jóvenes, que es un juego sucio que es mejor dejarlo para los mayores, los más experimentados. Pero no estoy de acuerdo. Nosotros, como jóvenes argentinos, tenemos una perspectiva única y una voz fresca que se necesita desesperadamente en la esfera política. Somos nosotros quienes viviremos con las consecuencias de las decisiones tomadas por nuestros líderes, y en parte depende de nosotros asegurar que esas decisiones sean en el mejor interés de nuestra nación y su gente.

En estas líneas también pretendo diferenciarme de la política juvenil que solo aspira al cargo por el cargo, el sueldo por el sueldo. Que quede claro: la política no es el lugar para enriquecerse, y no hay aspiración más mediocre y más lejana a mis convicciones que la de pretender parasitar un sistema que no da abasto sin trabajar.

Estamos en momentos donde es necesario hacer sacrificios. Mi defensa de la política dista de ser una defensa del despilfarro estatal. La primera remuneración para un joven verdaderamente convencido es la satisfacción de ser parte de la solución, el ser útil.

La juventud argentina tiene una larga historia de defender causas, con un avance enorme en la profundización y entendimiento del valor de la república y el libre mercado de por medio. Desde los movimientos estudiantiles de izquierda en los años 70s, hasta las actuales protestas contra el kirchnerismo, para bien o para mal, siempre hemos estado al frente del cambio político en nuestro país.

Lo que nos diferencia de aquella juventud violenta e irreverente es la experiencia colectiva. Vivimos en la era de la información. La historia nos enseñó que la violencia y la guerra solo destruye, corroe y divide. Es hora de utilizar el basamento democrático para sostener nuestra renovada convicción liberal, y no solo exigir, sino realizar el cambio.

Hoy marchamos para no marcharnos.

Si estamos, es para no irnos.

Vivir bien en Argentina es más la excepción que la norma.

Carolina Romero

Carolina Romero, quien vive y trabaja en Francia desde hace cuatro años, y ahora mismo en el ámbito de las energías renovables, diagnosticó a la Argentina actual como “agua turbia, aquella donde no se sabe hacia adónde ir, pero como toda agua turbia, tiene solución, si bien no está nada claro cuál pueda ser a corto, medio e incluso a largo plazo”.

Al momento de comparar la calidad de vida entre Francia y la Argentina, Romero consideró que “efectivamente se puede vivir bien en Argentina”, pero matizó su afirmación agregando que eso “es más la excepción que la norma”.

Por último, y como alguien que vive en el exterior, dio un valioso consejo para los jóvenes que se quieren ir del país: “que no se vayan enojados o desilusionados y que mantengan siempre un nexo real con Argentina”.

Miradas sobre los jóvenes y su hoy

Los jóvenes: sí a lo público, no a lo político.


Lukas Klobovs

Klobovs, experto en encuestas de opinión pública, comenzó destacando la existencia de una disociación cada vez más grande, y no solo en los jóvenes, entre lo que es la agenda política pública (lo que le interesa a los políticos) y la agenda de la sociedad, lo que le interesa al ciudadano medio.

Al referirse específicamente a los jóvenes, considerados como quienes tienen entre 18 y 29 años, Klobovs detalló lo anterior al explicar que sí existe en ellos un interés por lo público, en contra de lo que podría creerse, pero por lo público y no lo político, entendido como lucha de poder y con respecto al cual se sienten profundamente desilusionados.

Esa desilusión se expresa de una doble manera: desilusión con los políticos, pero también con la democracia, un contexto que explica la creciente identificación con Javier Milei, pero más una identificación con su personalidad y su crítica hacia la política tradicional que un apoyo decidido al ideario liberal.

Desafío multigeneracional: que la experiencia y la innovación se den la mano.
Por Fernanda Romero del Prado. Civilitas Argentina

Durante el mes de noviembre nos dedicamos escuchar a los jóvenes y les pedimos que respondieran a esta pregunta: ¿qué le preguntarías o reclamarías a los políticos o a la política argentina? La experiencia nos permitió reunir un gran número de testimonios de jóvenes que, grabándose en un video ellos mismos, pusieron de manifiesto sus inquietudes o reclamos.

Varias de esas respuestas fueron emitidas en esos dos programas, pero la mayoría de las charlas espontáneas y sin filtro que antecedieron a esos videos son los que inspiran esta reflexión.

Fue acertado pero ingenuo al mismo tiempo pedir un video. El mundo que los jóvenes llevan en su mano, que es el mundo de la conexión instantánea, el de la imagen, el de estar al mismo tiempo en todas partes, el de las infinitas posibilidades, pero a la vez el de la viralización instantánea, es el que ellos dominan, disfrutan y padecen.

En el fondo, si no tienen clara la finalidad, mejor no comprometerse a dejar en la web un testimonio personal parecido a la antigua rúbrica. Creíamos que iban a tomar ese pedido de colaboración como una oportunidad de expresarse, pero en muchos casos no quisieron exponerse.

La generación de adultos tendemos a pensar que hay una gran apatía por parte de los jóvenes hacia el compromiso político (léase compromiso social o comunitario), sin embargo, muchos de ellos nos contaron, sin que un celular grabara, de su participación activa en campañas concretas de ayuda solidaria, o en misiones que ayudan en áreas de salud a comunidades del norte lejano y desconocido. Otros colaboran en tareas de higiene y concientización del cuidado de ríos y del medioambiente y podríamos enumerar otras muchas tareas que desarrollan sin pereza.

Eso pone el foco en el tema de la motivación. Hay grupos juveniles numerosos que se reúnen para dar apoyo escolar y asistencia a comunidades carenciadas. Con vocaciones variadas y la motivación adecuada contribuyen a mejorar el ámbito que los rodea.

Sin embargo, dejaron de creer en líderes políticos, no creen en promesas intangibles, vacías o de difícil concreción.

Su admiración pasa por otros líderes, por ejemplo, líderes tecnológicos que administrando su propio ingenio y sus propios recursos, son capaces de interpretar el mundo que viene, son capaces de capacitar a los jóvenes y formarlos para ello, y son capaces de dar trabajo a muchas personas. Es un mundo que maneja valores como la innovación, inclusión, flexibilidad, idoneidad, compromiso, competencia y eficiencia.

Un mundo que incluye al comercio, al transporte, la investigación, el trabajo en red, el turismo, la medicina, la docencia, y cualquier otra área que podamos imaginar. Este mundo es el suyo y es a la vez el mundo nuestro.

Seguramente sea el momento de atender la mirada joven y su manera de interpretar esta realidad, tal vez sea momento de adaptarnos y complementarnos.

Si logramos replantearnos el liderazgo político de grandes discursos y escasos logros, y enfocarnos en soluciones concretas a problemas puntuales, seguramente la política recobre credibilidad. Así como el mundo de la virtualidad convive integrado al mundo de lo presencial y se complementan, así nuestras miradas y propuestas convencionales deberían refrescarse con las posibilidades inconmensurables del mundo que los jóvenes tan bien manejan.

Motivos para ponernos juntos en marcha son los que sobran.

Que la experiencia y la innovación se den la mano.

Elogio de los jóvenes excéntricos (y de los adultos también)

Carlos Alvarez Teijeiro. Director de Civilitas Argentina

Se suele decir, con un dejo de reproche y tristeza en la voz, que los jóvenes tienden a ser excéntricos, que la juventud es un momento propenso a la excentricidad, y se lo dice denostando esa condición por no reparar en lo que excentricidad significa literal y etimológicamente: ex - céntrico, salido de su centro, volcado hacia el afuera, el afuera de la calle, del barrio, de la ciudad, del propio país y finalmente del mundo.

En ese sentido, hasta podría afirmarse que de todos los seres vivos solo el ser humano tiene la posibilidad de ser excéntrico, la posibilidad de la que carecen los animales de “estar-en-algo (y alguien)” que no sea estrictamente “lo-suyo”, es decir, estar en los demás.

Y ese es precisamente el rasgo de nuestra juventud qué más necesitamos en tiempos de crisis, porque los tiempos de crisis, al menos en nuestro país, vienen siendo casi siempre tiempos de búsqueda de soluciones individuales, de soluciones de aquellos cuya única salida de sí mismos es justamente sí mismos, quienes están en “lo-suyo” y nunca en “lo-de-todos”.

Lo contrario a la excentricidad no es la prudencia razonable y mesurada, esa madurez que solo injustamente exigiríamos a nuestros jóvenes de 20 o pocos años más. Lo contrario a la excentricidad es la superficialidad ensimismada, un adentro sin corazón, el movimiento centrípeto de quienes creen que el mundo es solo la puerta que abren las redes sociales, que tantas veces no son sino la experiencia privada y hasta consumista de las vidas de los demás.

La excentricidad, por el contrario, no es esa forma de conformismo sino la manifestación de la más sana rebeldía. En la era del ensimismamiento colectivo, de subjetividades exacerbadas aunque tenues y plásticas al mismo tiempo, móviles, lábiles, de materialismo biográficamente compatible con espiritualidades difusas, introspectivas y poco estructuradas (contra el penoso riesgo de que se nos considere fundamentalistas), en ese contexto de la época los excéntricos son los rebeldes que hacen frente a una sociedad en la que parecen haberse perdido los vínculos interpersonales más densos y estrechos, los más fecundos.

Y todo eso es muy propio de los jóvenes. Tal vez en su desilusión con respecto a la política que hacemos los adultos y a los políticos se hayan vuelto un tanto escépticos, pero del escepticismo pueden ser rescatados con proyectos, no así del cinismo que perciben en muchos de cuantos son el motivo de lo que los desilusiona.

El siglo XXI, gran heredero en esto de la centuria precedente, al menos desde su último tercio, es un tiempo en el que el salir-de-sí solo acontece en la forma del mundo consumo de Zygmunt Bauman, todo ocurre en el modo anhelante y casi desesperado de acercarse a los objetos, la única cercanía que nos consuela y gratifica por ser la única en la que da la impresión de que definitivamente somos quienes estamos a cargo.

Definitivamente, no es lo mismo estar a cargo que tener un encargo, que asumir como propia una tarea, un proyecto, un sueño, y en eso los jóvenes tienen mucho para enseñarnos a los adultos, que con el tiempo, el cansancio y el pesimismo hemos dejado de pensar nuestra vida como encargos para entenderla como cargas.

Frente a esta realidad, signo de los tiempos, necesitamos más que nunca de los jóvenes excéntricos, pues son precisa y luminosamente eso, los que aceptan que en el afuera al que salen está la vida, es decir, los demás, y que “la vida encarga hacerse cargo de ella”, pero no como un mandato sino como un regalo, y tal y como son todos los regalos, ante los que no cabe mejor actitud de acogida que la excentricidad, pues solo en el salir-de-sí acontece el verdadero llegar adentro.


Enseñar a pensar

Elizabeth Kloster. Miembro de Civilitas

“No puedo enseñar nada a nadie,

solo les puedo hacer pensar”

Sócrates

No hay mayor desafío para con nuestros jóvenes que enseñarles a pensar por sí mismos y no por medio de otros, algo cada vez más común en tiempos de primacía casi absoluta de las redes sociales. Pero, ¿de dónde viene el aprendizaje?

El aprendizaje que comienza con el nacimiento, y en el cual se internalizan valores, normas y costumbres se denomina proceso de socialización. Ese proceso convierte progresivamente a un recién nacido, dotado de un número muy limitado de conductas, en un sujeto social que llega a ser una persona autónoma generadora de un proyecto de vida.

George Mead, en su obra Espíritu, persona y sociedad expresa que “desde lo social el sujeto deviene en persona y los vínculos son esenciales en la vida humana porque lo vincular puede aplastar un deseo o generar un proyecto”.

La familia es el principal agente de socialización durante la infancia y en ella se lleva a cabo la socialización básica o primaria, que se articula y complementa con la socialización secundaria, que comienza cuando el niño/a ingresa a la escuela y establece vínculos diferentes a los familiares como, por ejemplo, las relaciones con los grupos de pares. Es la etapa de la educación formal y sistemática.

Sucede que en la actualidad, y desde hace unas décadas, estos agentes de socialización, familia y escuela, han sido atravesados por las tecnologías de la información y comunicación. Los niños y adolescentes desarrollan competencias tecnológicas propias del siglo XXI.

Pilar Sordo, al describir las características de las nuevas generaciones, afirma que “a esta generación la he llamado generación on-off, todo lo prenden y todo lo apagan. En Google pueden obtener toda la información”

La adolescencia es una etapa en la que se da valor a las relaciones sociales, el grupo de pares es muy importante, allí comparten necesidades y motivaciones. Hoy por hoy, un ámbito donde se “encuentran”, establecen contactos, generan vínculos y nuevas formas de pertenecer son las redes sociales, estructuras compuestas por un grupo de personas con intereses en común.

Las redes sociales son una herramienta de comunicación y participación y sus principales características son el exceso de información y la velocidad con la que suceden las cosas.

Adriana Amado manifiesta que” la información en los 70 era poder, hoy no vale nada porque sobreabunda” y Durán Barba sostiene que “la comunicación tradicional se volvió inútil”.

Gergen, por su parte, en su obra El yo saturado habla de “multifrenia” y la define como la sobresaturación de mensajes y colonización del yo en una era de tecnología comunicacional avanzada. Gergen analiza la sociedad contemporánea desde el impacto que producen los medios de comunicación de masas y las nuevas tecnologías y sostiene que “el sujeto queda expuesto a una enorme variedad de personas”.

En la aldea global a través de internet las personas de cualquier parte del mundo pueden estar conectadas. Bauman, en su obra La modernidad líquida sostiene que “estamos cerca de los que están lejos y lejos de los que están cerca”.

Este escenario presenta un real desafío a la educación. Las nuevas generaciones, que son los nativos digitales, demandan reajustes al sistema educativo, reajustes que implican el perfeccionamiento docente y la necesidad de que los adolescentes adquieran y desarrollen habilidades intelectuales que les permitan examinar conceptos según los que se piensa la realidad.

Todo lo anterior requiere de una actitud crítica, que es el examen de nuestras creencias y de todo lo que vemos y oímos, y se realiza por medio de la razón, que es la capacidad humana de comprender y evaluar y luego decidir razones y cursos de acción, con criterio propio.

Ya en la antigüedad los griegos reconocieron la diferencia cualitativa entre el ser humano y los demás seres animados, porque a través del logos o razón el hombre puede conocer la realidad interna, que incluye la re-flexión, proceso natural del pensamiento que permite a las personas desarrollar sus propias ideas y habilita el dialogo y el debate y la realidad externa, sin sesgos ni miradas parciales, avanzando hacia mayores niveles del pensamiento crítico e independiente.

En la escuela secundaria debemos recuperar el método socrático de pensamiento, el que indica que las personas no podemos determinar la corrección de un enunciado (un mensaje en twitter) basándonos en que cuenta con la aceptación de la mayoría o del asentimiento de personas de renombre o famosas.

Sócrates enseña que un enunciado es correcto cuando no puede contradecirse racionalmente, aunque sea elevado el número de personas que lo suscriben (seguidores, influencers en Instagram).

Esto se relaciona con el liderazgo sobre sí mismo, con la capacidad de que los alumnos puedan pensar, reflexionar, volver sobre lo pensado. Porque pensar ayuda a vivir.

Cuando una persona piensa y reflexiona, consigue hacerse más dueña de su vida, puede escuchar mejor a los demás y está en mejores condiciones de corregir errores.

Concordando con Grosso, los auténticos líderes son los que hacen que otros se vuelvan líderes, no son aquellos que logran seguidores.

Una educación que forme líderes, alumnos capaces de diseñar y poner en marcha un proyecto de vida, formando la voluntad (generadora de hábitos), estimulando la creatividad para poder innovar y adaptarse a un mundo cambiante, alumnos con posibilidad de avanzar en el pensamiento crítico para ejercerlo en la vida cotidiana.

Alumnos capaces de actos heroicos, como dice Lowney, heroísmo entendido como pasión y búsqueda de la excelencia.

La voz de
los jóvenes

Participación de los jóvenes en política

Agenda política
vs necesidades