Sí, lo sabíamos desde el principio... Ningún viaje por Oz está completo sin volver a mirar al cielo.
Y así, cuando el telón parecía bajar, alzamos la mirada. Y allí estaban ellos. Firmes. Serenos. Sonrientes.
El Coro de la Fundación Atrio de la Ciudad de Cáceres.
Como una brisa que atraviesa las nubes, entonaron Over the Rainbow, no como una canción…sino como un regalo. Un regalo hecho de voces que no conocen el olvido, de corazones que saben que la música no tiene edad ni frontera.
Porque entre sus filas había jubiladas y jubilados, antiguos alumnos y alumnas del IES El Brocense, profesores que enseñaron antes de que el centro tuviera redes Wi-Fi...y melómanos de alma generosa que no quisieron estar lejos… sino volver al lugar donde aprendieron a soñar.
Su participación, totalmente desinteresada, no solo puso el broche dorado a nuestro espectáculo. Fue una lección de humildad, de arte y de comunidad. De cómo los verdaderos mecenas no siempre llevan capa…
A veces llevan partituras bajo el brazo y una sonrisa antigua que nunca se oxida.
Desde el tejado de nuestro castillo volante —donde los Monos Alados observamos todo—no pudimos evitar emocionarnos. Porque en este proyecto, que nació para reciclar escenografías, emociones y aprendizajes, también hemos reciclado vínculos invisibles.
Y uno de esos grandes pilares ha sido, sin duda, la intergeneracionalidad: la magia de tejer puentes entre generaciones, de dejar que el talento se transmita como una canción de cuna…o como una nota que no muere al apagarse, sino que resuena en otro cuerpo, en otra voz, en otro joven que descubre que cantar… también es heredar.
Gracias, Fundación Atrio.
Gracias por pintar, con vuestras voces, el arcoíris más hermoso sobre el cielo de El Brocense.
Y recordarnos que la música es eterna…
…porque siempre encuentra a alguien nuevo que la haga volver a nacer.
“Somewhere… over the rainbow… skies are blue…”
Y gracias a vosotros, hoy lo fueron más que nunca.