Dix - La guerra

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Otto Dix nació el 2 de diciembre de 1891 en Gera, Untermhaus, Turingia, en el seno de una familia de trabajadores; sus padres fueron Franz Dix, calderero, y Louise Amann, obrera en una fábrica de porcelana. Otto asistió a la escuela y aprendió las primeras lecciones de dibujo con Ernst Shunke.

En 1909 pasó a la escuela de Artes y Oficios de Dresde, donde estudió con Richard Niebert, Paul Naumann y Richard Guhr. En la misma ciudad pintó sus primeros cuadros. En 1912 presenció la exposición de Van Gogh, en 1913 viajó por Alemania e Italia, y en 1914 entró a servir en el ejército al estallar la Primera Guerra Mundial.

Dix fue llamado a filas para servir en la artillería. En 1915, transcurrido el primer año del conflicto, Dix fue transferido a la infantería de Bautzen, y más tarde a las secciones de ametralladoras pesadas. Ascendió a cabo combatiendo en las trincheras de Francia, Bélgica y Rusia. En Posen fue herido, condecorado y ascendido a sargento segundo.

Sobrevivió al holocausto, y en 1919 reanudó sus estudios de pintura y grabado en Dresde, donde se incorporó a Die Gruppe. A partir de este momento protagonizó, junto con Georg Groz, la corriente de la nueva objetividad (Die neue Sachlichkeit).

Dix llevó una vida de vicisitudes y protestas. Durante el nazismo fue reprimido, y no fue sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando ganó cierta fama —“tristemente célebre” dijo él mismo alguna vez— que lo acompañó hasta su muerte ocurrida el 25 de julio de 1969.

En Dresde, Dix había aprendido la técnica del aguafuerte, lo que significó para él una gran experiencia, pues en las posibilidades expresivas del grabado encontró el cauce para comunicar lo que llamaría las oscuridades de la vida.

“Durante muchos años —decía—, por lo menos diez años, tuve una y otra vez esos sueños en los que me tenía que arrastrar por casas destruidas, atravesando pasillos por los que apenas cabía. Las ruinas siempre estaban en mis sueños”.

Su incursión en la nueva objetividad, combinada con las posibilidades expresivas del aguafuerte, le permitieron mostrar su visión de la guerra en toda su lacerante crueldad, sus horrores y sus sufrimientos. Las sombras del aguafuerte casaban muy bien con el mundo de tinieblas del que emergían sus recuerdos. La serie de cincuenta grabados que emprendió en 1924 fue una liberación de los aterradores recuerdos sedimentados en su subconsciente.

En alguna ocasión Dix dijo: “Mirando cuadros antiguos he tenido la impresión de que falta por exponer una parte de la realidad: lo repulsivo. La guerra fue una cosa repulsiva y, pese a todo, imponente; no podía perdérmela. Hay que haber visto a los hombres en ese estado voraginoso para saber algo sobre ellos”.