Danza general de la muerte

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El hombre de la saliente Edad Media realiza su culto a la muerte por medio del ámbito literario y plástico, no con la burla ni vía la representación lúdica de la muerte (como sucede en otras culturas), sino a través de la expresión del horror provocado por la muerte inesperada que es sublimado en tajante resignación que llega a tomar tintes de cinismo y de ironía.

En Europa, entre los siglos xiv y xv, cobraron auge ciertas manifestaciones artísticas que se conocen como Danzas macabras o Danzas de la muerte. Éstas surgieron en una sociedad azotada por plagas devastadoras como un recordatorio de la fragilidad de la vida terrena y la posibilidad latente de una muerte repentina; paralelamente, expresan una búsqueda espiritual que exhorta a estar preparado, en cualquier momento, para rendir cuentas al Creador.

Las manifestaciones plásticas de la Danza fueron menos numerosas en España que en otros países de Europa. En cambio, destaca el poema encontrado en El Escorial, titulado Danza general, que data del siglo xv y no contiene ninguna representación gráfica. Una edición posterior, conocida como Edición de Sevilla de 1520, incorporó el término “muerte” al título original. La Danza general de la muerte, segura descendiente de la Danza macabra del cementerio de los Inocentes, ofrece al lector una calidad literaria memorable.

En esta danza se puede conocer la jerarquía social de la época, refleja algunas de las costumbres, vestimentas y hasta instrumentos y herramientas empleadas en algunos oficios. Llama la atención el tono satírico e incisivo del texto, que brinda un panorama de una situación social tirante.

La personificación de la muerte es única: uno de los rasgos más notables es el hermafrodismo de la muerte misma, quien a veces es esposo de mujeres hermosas y a veces la esposa del personaje masculino que es invitado a danzar. A diferencia de la Danza macabra del cementerio de los Santos Inocentes, en este danza las mujeres y no sólo los hombres, son invitadas a bailar.

Este poema es, sin duda, imprescindible en la literatura española; por ello, la presente edición busca acercarlo al lector no especialista. Esta versión no tiene una pretensión filológica, sino que busca conservar el sentido del poema sin sacrificar –en la medida de lo posible– su cadencia y su ritmo. De algún modo emula los trabajos de “modernización” realizados con poemas en español antiguo como El Cantar de Mio Cid o El Libro de Buen Amor. Porque así como la muerte nos iguala a todos en su danzar, los incunables sobre Ella deben estar al alcance de cualquier ojo mortal.