Relatos en torno a la Mesa Eucarística

Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe. Valladolid. España

15.01.08 @ 11:41:12. Archivado en Religion y sociedad

En japonés hay una palabra nueva: “comer en solitario” (Koshoku. “Ko”, individual. “Shoku”, comida) para referirse a la generación de jóvenes que, sin dirigir la palabra en casa, llevan del frigorífico a la habitación la cena fría para tomarla frente al ordenador o a la tele. Se inventó la palabra koshoku, echando de menos las comidas en familia.

En el espacio estrechísimo de un tenderete de tentenpiés baratos, vemos en Tokyo a estresados ejecutivos sentados apretujadamente cara a la pared sorbiendo con palillos el tazón de udón o fideos gruesos con sabor de soja. Por contraste, en un barrio de los “sin techo”, unos ancianos sentados en corro en la acera comparten sopa de retales y se calientan bebiendo sake juntos.

Un compañero jesuita, invitado a su paso por Brasil en un convento de clausura, desayunaba después de la misa en una diminuta sala de visitas junto al torno. Mientras sorbe el café con leche nota que unos niños de la calle curiosean por la ventana. Cuando se vuelve a mirarlos, se esconden. Vuelve al café con leche. De nuevo se asoman los niños a la ventana y se ríen señalando al cura. Se levanta molesto y les grita enfadado: ¿Es que no habéis visto a nadie comiendo? Responden los críos: ¡Solo no!

Quizás esas criaturas, aun mal alimentadas, sabían que comer no es algo que se hace solo y a escondidas, como si fuera nefando vicio solitario.

En los años cincuenta, había unas capillitas alrededor de la sacristía del seminario, pequeñas como cabinas de teléfono. Allí solos y de cara a la pared, una docena de sacerdotes “decía Misa en privado” en voz baja a la misma hora. Pero desde el Concilio Vaticano II se recuperó el sentido convivial de la eucaristía, en torno a la mesa, compartiendo la vida, la palabra y el Pan de Vida.

Y terminaba Jesús las parábolas diciendo: Qui potest capere, capiat...

30.01.08 @ 12:57:32. Archivado en Bioética

Con motivo de la información aparecida en los blogs sobre la negación de la comunión, en Córdoba, a una persona divorciada vuelta a casar por lo civil, me parece oportuno recomendar la siguientes lecturas:

José María Díaz Moreno, Actitud cristiana ante los divorciados, Revista de espiritualidad, junio, 2001 (Véase también en Sal terrae, 1999).

Marciano Vidal, Para una normalización de los divorciados vueltos a casar, Selecciones de Teología, 2007

Escribe Díaz Moreno: “No se les puede negar la comunión cuando se acercan a recibirla, salvo casos extremos de grande y evidente escándalo y tras las moniciones pertinentes por quien tiene derecho a ello. La presunción es que cuando se acercan a comulgar conocen y aceptan esa disposición de la doctrina y disciplina de la iglesia, por ello, de suyo, nadie tiene derecho a escandalizarse de verlos comulgar. Cuando se nos pregunte sobre la doctrina habrá que declararla íntegramente. Pero ahí termina nuestra actuación en el fuero externo. Todo lo demás pertenece al fuero interno de sus respectivas conciencias...No puede decirse que es contraria a la doctrina de la iglesia toda solución en el fuero interno. Lo sería si el Papa en vista de la situación objetiva de no plena comunión con la iglesia hubiese exigido perentoriamente y siempre, la separación de los católicos divorciados y casados por lo civil. Pero no lo ha exigido

01.02.08 @ 19:13:08. Archivado en Bioética

El artículo del prestigioso canonista P. José María Díaz Moreno, en el artículo(denso y exacto, pero claro y divulgador)que cité en el post anterior, a la vez que reproduce fielmente los documentos eclesiásticos, puntualiza para evitar exageraciones.

Daré la cita exacta:

José María Díaz Moreno, Actitud cristiana ante los divorciados. Anotaciones personales, Sal Terrae, 1999, pp. 543-553 (Hay versión en catalán de la conferencia original, ver en Internet el Catalog Dou...)

Véase también, del mismo autor: Uniones irregulares y actitud cristiana, en : Razón y Fe, 204 (1981), 550-561

“Tras la publicación de la Familiaris consortio, dice Díaz Moreno (Art. Cit. Sal Terrae, p. 552), y, de manera especial, después de la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como respuesta a la de los obispos alemanes del Rhin Superior, se ha negado generalmente la posibilidad de aplicar cualquier tipo de solución en el fuero interno, por no estar de acuerdo con la doctrina católica. Creemos sinceramente que hay que hacer algunas precisiones sobre el modo de entender esa expresión –solución en el fuero interno- y esa contradicción con la doctrina católica. Porque, apoyados en el texto de Familiaris consortio (de Juan Pablo II), opinamos que no puede excluirse una solución que pertenece de lleno al fuero interno de la conciencia, al que, en definitiva, se remite”. Justifica esta afirmación el autor en las dos últimas páginas del citado artículo.

Para no convertir el post en una clase aburrida, permítanme una anécdota. Un obispo de tierras de misión nos contó que, en el Sínodo sobre la familia que precedió al documento Familiaris consortio (de Juan Pablo II), expresó su opinión sobre no negar la comunión, abochornándoles en público en determinadas ocasiones, a personas divorciadas vueltas a casar. Lo dijo suavísima y tímidamente, pero a la salida del aula sínodal se le acercaron varios cardenales de la Curia para “reñirle por haber dicho eso”. La misma tarde le telefonearon varios obispos europeos para invitarlo a cenar y le dijeron: “Gracias por haber dicho lo que muchos obispos occidentales no se atreven a decir. Estas cosas tenéis que seguir diciéndolas los que venís de allí, a ver si algún día cambian”. Lo contaba con pena y humor a la vuelta del Sínodo diciendo: “Siento que no nos van a hacer caso, pero seguiremos diciéndolo”.

Juan Masiá Clave, 19.05.08 @ 07:04:34. Archivado en Religion y sociedad, Justicia y paz

Corpus Christi: ni magia, ni antropofagia, sino Presencia Real de Cristo Vivo y Vivificador, que reparte gratuidad e imparte esperanzas. Comienza en nuestro blog una novena en torno al Corpus Christi.

¡Ojalá nuestra manera de celebrar el Corpus nos haga regresar a la cotidianidad con las pilas recargadas de fe, esperanza y amor para mucho tiempo! No venimos a la celebración para cumplir un precepto o, como decían nuestras abuelas, para “despacharse” o “quitarse el cuidado” de obligación dominical. Venimos a celebrar, compartir y convivir.

No venimos a dormitar durante una homilía aburrida, que repita los tópicos de que el mundo está mal, o que nos persigue el gobierno o ¡qué miedo que viene el coco del laicismo, el secularismo o el relativismo!.

No venimos a admirar custodias de plata toledanas o murcianas, ni a presentarles armas con homenajes militares de tiempos del nacionalcatolicismo, con políticos y damas encopetadas, vistosos y vistosas para ser vistos en engalanada procesión.

Si Amós estuviera en un balcón de Toledo cuando pasa la procesión, diría: “Odio vuestras fiestas” (Amós 5,21), aunque las presidan cardenales. Si Malaquías estuviera a su lado, corearía: “No acepto la ofrenda de vuestras manos” (Mal 1, 10). Si estuviera Melquisedec, nos invitaría a la autenticidad del extranjero que dio sentido a una simple ofrenda de pan y vino (Gen 14, 19). Isaías comparó la comunidad ideal con un banquete (Is 25, 6). Eliseo hizo de panadero para más de cien personas hambrientas (2 R 4, 42-44). Todo este telón de fondo encuadraba el encargo de Jesús: “Dadles vosotros de comer” (Mt 14, 16).

Hoy es un día para recordar los tres gestos de Jesús: vista al cielo en acción de gracias, ojos fijos en el pan mientras lo parte y mirada alrededor. Primero, da gracias a la fuente de la vida. Segundo, contempla el pan, fruto de la tierra y del trabajo de muchos hombres y mujeres, que ha de partirse y compartirse. Tercero, invita a repartir y... a asegurarse de que el reparto es justo, que no se han quedado, como siempre, a la puerta las personas desfavorecidas.

Jesús no fue un prestidigitador. Su pan de vida no es un truco de magia, ni un juego escolástico de teoría abstractas sobre sustancias y accidentes. Antes de partir el pan se ha partido a sí mismo, se ha dado y repartido a diario, dejándose comer. Toda su vida fue eucaristía. Su vida entera da significado al partir, compartir y repartir el pan de vida. Comida en Galilea, Cena en Jerusalén, Sangre de Vida en el Gólgota, Eucaristías vivas en tantas y tantas comunidades de base...

Y hoy prosigue su presencia realísima en la vivencia cotidiana de hacer por las personas lo que él hizo, construyendo un mundo sin guerra ni hambre, un mundo de verdad, libertad, paz y justicia. Cuando todo esto se integra en un único acontecimiento liberador, eso es la Eucaristía auténtica, bien diferente de una misa rutinaria.

Tal es la prolongación del Corpus Christi Resucitado: la comunidad heredera y continuadora de su movimiento por el Reinado de la Vida; la comunidad reunida en torno a Jesús por su Espíritu (adorando en Espíritu de Verdad, Jn 4, 22-23), el nuevo lugar de adoración, llamado a sustituir a los templos anacrónicos, ya sean de Jerusalén, de Toledo o de basílicas romanas....

Juan Masiá Clavel, 21.05.08 @ 02:32:52. Archivado en Religion y sociedad

Me llamó la atención ver reproducida en internet la foto nostalgiosa de una misa cara a la pared, en Roma, en latín, con casulla de “guitarra” y dos monaguillos sosteniendo el borde de la vestimenta (a pesar de que no hay peligro de que tropiece, por ser tan corta).

Es increíble hasta qué punto puede llegar el anacronismo ridículo y la condescendencia hacia la minoría tradicionalista, aquejada de esteticismo religioso.

Recordé la anécdota del año pasado en una “salida de misa” en cierta “parroquia de downtwon”:

“¿Por qué estás con los ojos bajos en el momento solemne de la consagración?”, pregunta un parroquiano. “Es para concentrarme en el instante en que Dios baja entre nosotros”, responde otro parroquiano. “Pues yo, al revés, levanto los ojos fijamente en el momento de alzar la hostia para no perdérmelo”, dice devotamente el parroquiano anterior.

¿Qué habría dicho Jesús a estas dos personas? Sin duda, que ambas se equivocan. La primera se pone tensa y cierra los ojos como si estuviera en una sesión de espiritismo. La segunda los fija hipnotizada en un punto e instante como si estuviera en una sesión de magia. Jesús les habría dicho: “Mi mesa no es la de un medium de sortilegios, ni la de un mago hipnotizador. Tampoco es una mesa donde sacrificar animales como en las religiones primitivas. Mi mesa es de comedor: para partir, repartir y compartir. Partir pan, compartir vida, repartir gratuidad, impartir esperanzas...Por tanto, ni cerréis los ojos, ni os quedéis hipnotizados. Tras mirar al cielo dando gracias, mirad a vuestro alrededor, como hice yo en el campo de Galilea y en la última cena. Lo que quiero que hagáis, para hacerme presente a mí entre vosotros cuando os reunáis en mi nombre, es lo que yo hice: partirse, repartirse y compatir. Partid el pan, repartid a quien no tiene, compartid la vida, la fe y la palabra. Haciéndolo así sois la única prueba de que yo estoy vivo”

Juan Masiá Clavel, 25.05.08 @ 03:38:55. Archivado en Religion y sociedad

No decimos simplemente “Este pan es mi cuerpo”, sino: “Esto es mi cuerpo”. “Esto” no se refiere solamente a este pan y este vino, sino a todo lo que ellos representan: la vida entera de los hombres y mujeres aquí reunidos, con sus penas y alegrías, éxitos y fracasos, deseos y súplicas. Sobre todo eso se pide que venga el Espíritu para consagrarlo. Todo eso es lo que se convierte en cuerpo y vida de Cristo para la liberación del mundo.

Quien preside la celebración dice, en nombre de toda la comunidad, “Santifica estas ofendas con la efusión de tu Espíritu”, es decir, transforma y convierte todo esto en cuerpo y sangre, es decir, en vida de Cristo que de vida al mundo.

Ya el trigo era más que mero trigo y ya la uva era más que mera uva. Eran bendición y frutos de la Creación. El pan y el vino eran ya más que mera suma de granos de trigo y de uva, eran fruto del trabajo humano de tantos hombres y mujeres. Estaban cargadísimos de significados. Al presentarlos como ofrendas aún se han cargado de más significados: ahora significan la vida cotidiana de la comunidad que los presenta. Pero la máxima carga de sentido nuevo vendrá cuando se derrame sobre esas ofrendas la efusión del Espíritu para convertirlas en vida de Cristo.

Esta riqueza simbólica sacramental se pierde cuando se explica la Eucaristía como si fuera obra de prestidigitación o juego de química. Como bien dice un famoso teólogo (¡adivinen de quién es la cita!): “La transformación eucarística no se refiere a las apariencias, sino a lo que, por definición, no puede aparecer. Esto quiere decir que, por lo que se refiere a física o química, nada ocurre al pan y al vino. Físicamente y químicamente, después del cambio son lo mismo que antes”.

En el día del Corpus oramos para que la comunidad entera sea consagrada y se convierta en lo que recibe.

Juan Masiá Clavel, 26.05.08 @ 09:56:05. Archivado en Religion y sociedad

Pregunta por e-mail un lector que quién es el teólogo “progre” del que tomé la cita sobre el pan y el vino, física y químicamente iguales tras el cambio que los convierte en sacramento. Pues la cita era del teólogo Ratzinger.

No quiero llamarle “progre”, dada la connotación peyorativa de este adjetivo, pero sí se reconocerá la conjugación de apertura y solidez en las formulaciones del teólogo bávaro que hoy nos sigue invitando a redescubrir lo esencial en la estela de san Benito.

La cita en que aludía a que el “cambio tiene lugar fuera del ámbito de lo físico” la tomé del original en alemán de su estudio “Das Problem des Transusbstantiation”, en: Theologische Quartalschrift 147, 1967, 129-176.

Como ha repetido recientemente el P. Adolfo Nicolás SJ, estos textos de Ratzinger nos ayudaron en nuestros años de estudiantes de teología a pasar del literalismo preconciliar a la hermenéutica actual, pero sin pasarnos al extremo opuesto (Y eso explica en buena parte la permanencia crítica en la fidelidad y comunión eclesial de mi generación, fidelidad y comunión, de la que algunos o algunas comentaristas del blog parecen desear verme fuera... ).

Juan Masiá Clavel, 27.05.08 @ 13:42:46. Archivado en Religion y sociedad

Fue en un pueblo de Murcia, en los años cincuenta. La maestra, testigo ocular. Aleccionaron a la cocinera del cura antes de la visita episcopal.

La buena mujer se hacía un lío con los tratamientos, llamando “mi señor” al coadjutor y “su reverencia” al párroco. A la hora de la verdad, en la cena, el obispo fingió remilgos sirviéndose solo unos pocos garbanzos y verdura con algo de pechuguita. Entra en escena señá Manuela con un cortés cumplido: “Arremeje sin miedo, arremeje su divina majestad, que en el culo de la olla está la enjundia”.

“Enjundia” es castizo. En vez de “sustancias y esencias escolásticas”, Unamuno filosofaba hablando de “las entrañas” de enseres y personas. ¡Hijo de mis entrañas!, dicen las madres. También en japonés: ¡Hijo que hizo doler mis entrañas al nacer” (Hara wo itameta ko).

¿Qué lenguaje usar para la Eucaristía) ¿Sustancias, enjundias, entrañas? “Sustancia” es voz abstracta, aleja del misterio (aunque, en castellano, se diga de la del cocido sustancioso). “Enjundia” es término concreto, pero evoca imágenes de casquería y connota antropofagias. “Entraña” es palabra apropiada para hablar de la maravillosa transformación por la acción del Espíritu, que “desentraña” la riqueza simbólica de las ofrendas de pan y vino, para dejarlas pletóricas de nuevo sentido sacramental infinitamente mayor (sacramento es signo que realiza lo que significa): la “entraña del Misterio”, la entraña de la presencia real en que confluyen todas las demás presencias en la vida de Quien “lo activa todo en todos y todas” (1 Co 12, 6).

Es un misterio para el que no bastan nuestros malabarismos conceptuales sobre tran-substanciaciones, tras-finalizaciones, tran-significaciones, tran-simbolizaciones y... todos los demás transportes de sentido que queramos elaborar. Al fin y al cabo todos no son más que lo que en sánscrito llaman “upaya”, es decir, recursos pedagógico-salvíficos del lenguaje, siempre insuficiente para referirse a la “Entraña de la Realidad” (esta vez con mayúsculas, consagrada). Mejor renunciar a todas esas dogmatizaciones teológicas insustanciales y, desde luego, nada sustanciosas, mejor adorar entrañablemente en silencio...

Pero, eso sí, antes y después de ese silencio, que no falte la praxis de aportar, partir, repartir y compartir los tres panes que coloca sobre la mesa la comunidad reunida en círculo como brotes de olivo para “hacer eucaristía”, no meramente “despachar misa”.

Los tres panes sobre la mesa son: el pan de la palabra, el pan de la vida cotidiana y el pan del Corpus Christi.

1) El pan de la Palabra, proclamada y no meramente leída, para que se convierta en Palabra de Dios por la acción del Espíritu en quienes escuchan.

2) El pan de la vida y praxis cotidiana, compartida por la asamblea que comunica conversando -antes, durante y después de la celebración-, sin miedo a “armar jaleo”, aunque se enoje algún cardenal con escrúpulos (conversar en la mesa de Jesús no es “sacrilegio” sino “sacrificio”, es decir, sacrum facere, aportar vida en común para que se convierta con el pan en vita Christi pro mundi vita).

3) El pan de la Eucaristía, inseparables consagración y comunión: no reduzcamos la primera a un instante mágicamente solemne y la segunda a un rito rutinario; inseparables por la efusión de Espíritu, cuya operación hace que recibir el Corpus Christi sea más bien ser recibida la persona por Él, dentro de Él, que “lo llena todo” (Ef 4, 10).

Haciéndolo así serán válidas y eficaces por primera vez nuestras eucaristías “para que nos las cambie en frutos de verdad”.

(Agradezco al P. Luis Alonso Schökel, q.e.p.d., la inspiración de estas líneas. No se pierdan sus Meditaciones bíblicas sobre la Eucaristía, Sal Terrae, Santander 1986).

Juan Masiá Clavel, 31.05.08 @ 23:51:54. Archivado en Religion y sociedad

El equivalente cultural del pan y vino en las culturas mediterráneas es, en Oriente, el arroz y el té.

Si la última cena de Jesús con sus discípulos se hubiera celebrado en Vietnam, o en Beijing o en Nagasaki, Jesús habría tomando el cuenco de arroz en su mano izquierda y los palillos en la derecha, luego habría tomado con las dos manos la taza de té, diciendo: "Aquí pongo yo mi vida. Esto es mi vida, que se parte y se reparte, repetidla compartiendo, haced esto en memoria mía."

La traducción castellana del versículo 20 del capítulo tercero del Evangelio según Marcos dice así: “Fue a casa, y se reunió de nuevo tal multitud de gente que no podían ni comer”. El original griego dice: “no podían ni siquiera comer pan” (arton faguein). Es tan básico en esa cultura el pan que para decir "comer" se dice "comer pan". También en japonés, donde el arroz es alimento básico, para preguntarnos si hemos comido nos dicen : “¿Han tomado ya el arroz?”

Si en castellano decimos que alguien no tiene ni siquiera un pedazo de pan que llevarse a la boca, en japonés se dice de la persona pobre con hambre que “no tiene ni una bolita de arroz que llevarse a la boca”.

Haced esto e memoria mía no es literalmente “tomad pan y vino en memoria mía”, sino, “repetid lo que yo estoy haciendo, comed partiendo, repartiendo y compartiendo, y entonces me haré presente entre vosotros”.

Para las mentalidades obsesionadas con la literalidad, lo que llamaba la teología la “materia del sacramento” (“materia” es palabra tan escolástica como “transustanciación”, más vale dejarla de lado, junto con la concepci:on fisicalista de los sacramentos) tendría que ser exclusivamente pan y vino. Para una hermenéutica que se hace cargo de que billones de personas no tienen el pan como alimento básico sino el arroz o el maiz, etc., no presentaría ningún problema teológico celebrar con arroz y té la eucaristía. Hoy por hoy, todavía no lo hacemos, pero la iglesia podría cambiarlo sin el más mínimo problema. Lo importante es compartir comida y vida.

Juan Masiá Clavel, 04.06.08 @ 02:19:33. Archivado en Bioética, Religion y sociedad

La liturgia cristiana ora a menudo pidiendo la venida del Espíritu como soplo de vida que de vida nueva a todo. En griego se llama epiclesis esa plegaria implorando efusión de Espíritu recreadora y transformadora.

Varias trans-formaciones importantes en la Eucaristía:

1. Transformación de la culpa por el perdón. Ocurre en el reconocimiento penitencial del comienzo de la misa (auténtico perdón de los pecados), cuando la comunidad y la iglesia entera se reconoce pecadora y necesitada de conversión continua. La absolución recibida transforma a la comunidad por el perdón.

2. Transformación del corazón por la escucha de la Palabra. En la bendición solicitada antes de proclamar el Evangelio se pide la depuración del corazón para que no lo anunciemos solamente con la boca y para que la escucha transforme a quienes acogen la Palabra.

3. Transformación de las relaciones humanas por la reconciliación, ya que “antes de presentar las ofrendas ante el altar, hay que reconciliarse mutuamente”, reconciliación que quedará sellada al darse la paz.

4. Transformación de los dones por la consagración, cuando el Espíritu “santifica las ofrendas presentadas (pan, vino y la vida cotidiana entera que representan), para convertirlo todo en nueva vida, vida de Cristo para liberación del mundo.

5. Transformación de la persona y de la comunidad por la comunión ("hazte lo que recibes", dice san Agustín), unión (no uniformidad) en Cristo de la comunidad plural, comunión que no solamente expresa unión, sino la crea (Si aguardásemos a que la comunidad estuviera perfectamente unida no comulgaríamos, pero expresamos nuestra unión y, a la vez, sus deficiencias, comulgamos para estar unidos quienes deberíamos estarlo y todavía no lo estamos...)

6. Transformación de la iglesia : para salir del encerramiento en sí misma hacia la apertura al mundo, ya que la bendición final de despedida es un envío en misión, llamamiento a transformar el mundo desde Cristo, a la vez que a dejarnos transformar por Cristo presente en los signos de los tiempos de ese mundo.(En vez de decir, "ite missa est: podéis marcharos, que la misa ha terminado", decimos: "No os quedéis aquí, salid a construir la paz, que ahí es donde la misa había empezado y continúa...)

El llamado “Canon” de la misa latina preconciliar no dejaba percibir la riqueza de las diversas epiclesis y las correspondientes transformaciones, que en las plegarias eucarísticas segunda, tercera y cuarta postconciliares se recuperaron. Incorporamos conscientemente su sentido a nuestra espiritualidad, pidiendo en todas esas epiclesis por la trasnformación de la vida entera: “revivan los huesos”, que diría Ezequiel...

23.09.08 @ 12:09:54. Archivado en Japón

Unas personas comulgaban y otras eran bendecidas. Unas extendían las manos para recibir el pan de vida y otras las juntaban e inclinaban la cabeza.

La escena sorprendió a los turistas españoles en Japón. Entraron a mitad de la misa y tomaron fotos desde el último banco. Admiraban la compostura nipónica y el ritmo pausado de la liturgia. Pero les extrañó la fila ordenada para la comunión. Desde los primeros bancos a los últimos, todo el mundo iba al altar, aunque no comulgasen.

En Japón no se concibe la misa sin participar en la eucaristía. Por otra parte, es corriente la presencia de personas no católicas (de otra confesionalidad, de otra religión, o de ninguna); se sentirían excluídas quedándose en el banco mientras el resto comulga.

Una fórmula cuidadosa lo resuelve: “Quienes vayan a comulgar, dice la monición, abran las manos para recibir la eucaristía. Quienes deseen una bendición pueden acercarse en la misma hilera, aunque no sean personas bautizadas, y solicitarla con las manos juntas”.

Por contraste, a los turistas católicos japoneses en Madrid les extrañaba una iglesia en que sólo comulgaba una minoría: “¿Es habitual asistir sin participar?”, me preguntaron y me ví en apuros al responder: “En mi país perduran la educación religiosa anticuada: exageraciones sobre la confesión antes de la comunión, malentendidos sobre sexualidad y contracepción, visión estrecha de la eucaristía, asistencia rutinaria a misa por cumplir, predicaciones que, en vez de invitar, alejan ... ”.

El japonés que hizo la pregunta sonreía asintiendo, pero sin entender....

(Publicado en Vida Nueva, 13, IX, 08).

11.06.09 @ 01:52:57. Archivado en Religion y sociedad

Si Malaquías levantara la cabeza, invitado a ver desde un balcón con colgaduras de la enseña nacional el paso de la lujosa custodia en la procesión del Corpus, diría: “No acepto la ofrenda de vuestras manos” (1, 10). Y si viese la foto del obispo rodeado de los empresarios, ¿qué diría?Jesús señalaría la crisis y diría : “Dadles vosotros de comer” (Mt 14,16).

A misa no se va para “despacharse” por haber “cumplido el precepto”, sino a celebrar, compartir y convivir. No hay misa sin mesa, en la que se comparte la vida, la fe y la Palabra y Pan de vida que las alimentan. No hay ofertorio con sentido, si no refleja la solidaridad compartida.

Puede celebrarse sin ornamentos y sin rúbricas, pero no sin comunidad. Le preguntan a Jesús en qué templo adorar y contesta: “En Espíritu y Verdad” (Jn 4, 24), es decir, la comunidad, reunida por su Espíritu de Verdad, prolonga el cuerpo de Cristo y sustituye al templo antiguo.

A mediados del siglo pasado, en los altares laterales de la capilla del seminario celebraban la misa varios sacerdotes a la misma hora, cada uno a solas en su altar con un acólito. Un sacristán era capaz de ayudar en tres altares, yendo y viniendo con lavabos y vinajeras (y de paso se tomaba un sorbito del vino que sobraba...). Desde el Concilio Vaticano II se recuperó el sentido convivial de la eucaristía, en torno a la mesa, compartiendo la vida, el Pan y la Palabra.

Si la última cena de Jesús con sus discípulos se hubiera celebrado en Nagasaki, Jesús habría tomado en sus manos un cuenco de arroz y una taza de te o una copa de “sake” para decir: Esta es mi vida, aquí pongo yo mi vida, que se parte y reparte, repetidlo en memoria mía.

No decimos: “Este pan es mi cuerpo”, sino: “Esto es mi cuerpo”. “Esto” no es solamente pan y vino, sino lo que ellos representan: la vida entera de la comunidad reunida: sobre ella pedimos que venga el Espíritu a consagrarla y convertirla en cuerpo y vida de Cristo para la liberación del mundo.

Dos lecturas para el domingo, festividad del Corpus: Luis Alonso Schökel, Meditaciones bíblicas sobre la Eucaristía, Sal Terrae, Santander, 1986; José Antonio Pagola, Jesús, PPC, Madrid 2007, cap. 12: Conflicto peligroso, pp.363 ss.: “Despedida inolvidable

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Orar y cantar con Taizé

Vigilia de la Luz Pascual del 15/08/09

Música: sí / no